Santoral del 31 de Marzo


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San GUIDO DE POMPOSA
Santa BALBINA DE ROMA
Beata JUANA DE TOULOUSE
Beato BUENAVENTURA TORNIELLI DE FORLÌ
Beata NATALIA TULASIEWICZ
OTROS SANTOS DEL DÍA
Santos: Amós, Joab, profetas; Teódulo, Anesio, Félix, Cornelia (Nélida), mártires; David, Esteban, Guillermo, Agilulfo confesores.


SANTA BALBINA, Virgen
Vendrán los ángeles y separarán a los malos de entre los justos;
y los arrojarán en el horno del fuego.
Allí será el llanto y el crujir de dientes.
(Mateo, 13, 49-50)

Dios, para castigar al tribuno Quirino por la prisión que había hecho sufrir al Papa Alejandro, permitió que su hija Balbina, que era de notable belleza, se viese cubierta de llagas y horriblemente desfigurada. Quirino acudió al santo pontífice, quien sanó a Balbina con sólo tocarla con sus cadenas. El tribuno, convertido por el milagro, murió mártir con el mismo Alejandro, pasado algún tiempo. Balbina consagró su belleza a Dios que se la devolviera, y mostró con su conducta que el cristianismo puede conciliar dos cosas aparentemente difíciles de unir, una rara hermosura y una gran pureza.


MEDITACIÓN SOBRE LA MEZCLA DE BUENOS y MALOS

I. En este mundo, los buenos están mezclados con los malos. Así lo ha permitido Dios para que los malos puedan aprovechar los ejemplos de los buenos, y para que los justos tengan ocasión de ejercitar su celo y su paciencia soportando a los pecadores y trabajando en su conversión. No imites a los malos, pero tampoco los desprecies: acaso lleguen a ser más grandes que tú en el paraíso; acaso tú cometas faltas más graves que ellos, puesto que no existe pecado que no puedas cometer, si Dios te abandona a tu propia flaqueza.

II. En esta vida el bien está mezclado con el mal, y el mal con el bien. No existe hombre tan desgraciado que de tanto en tanto no tenga consuelos, ya de parte de Dios, ya de los hombres; como tampoco hombre tan dichoso que no tenga alguna pena. Por lo tanto, no esperemos felicidad completa en este mundo. Nuestra única felicidad consiste en conformarnos con la voluntad de Dios. Es el secreto para vivir felices. Los santos lo han sido en medio de la pobreza, de las lágrimas y de las enfermedades, por que sabían que tal era el beneplácito de Dios. Son pobres y aman la pobreza, lloran y aman sus lágrimas, son débiles y se regocijan en su debilidad. (San Salviano).

III. En el día del juicio, los malos serán separa dos de entre los buenos, éstos serán colocados a la derecha y destinados para la gloria; aquellos, pos puestos a la izquierda y condenados al infierno. Se verán entonces los crímenes de los réprobos y las virtudes de los santos. Hipócrita, ¿qué dirás, qué harás tú? ¡Todo lo bueno estará en el cielo, todo lo malo en el infierno, y así quedará por toda la eternidad! Piensa en esto y sé precavido mientras tengas tiempo todavía. Pluguiese a Dios que fuesen sabios e inteligentes, así pensarían en sus postrimerías. (Deuteronomio).
El pensamiento del juicio
Orad por la conversión de los pecadores .

ORACIÓN

Escuchadnos, Señor Salvador nuestro, a fin de que la tiesta de Santa Balbina, virgen, al mismo tiempo que regocije nuestra alma desarrolle en ella los sentimientos de una tierna devoción. Por. J. C. N. S. Amén.

http://www.aciprensa.com/podcast/santo/marzo31benjamin.mp3





Martirologio Romano: En Borgo San Domnino, en la región de Parma, san Guido, abad del monasterio de Pomposa, en el que recibió a muchos discípulos y restauró los edificios, preocupándose de modo especial por la oración, la contemplación y el culto divino, y buscando vivir en la soledad, atento sólo a Dios.

Había nacido en Casamari, cerca de Rávena. Se llamaba Guido Strambiati y pertenecía a una buena familia y le encataba la vida en sociedad. Fue muy cuidadoso en su aspecto exterior y en su vestimenta. Sin embargo, una vez, fue severamente castigado por esta forma de vanidad. Fue a Ravena, donde se celebraba la fiesta patronal de San Apolinar, y, despojándose de sus finas ropas, las dio a los pobres y se vistió las más andrajosas que pudo encontrar. Para vergüenza de sus padres, partió hacia Roma con esta indumentaria y, durante su permanencia allí, recibió la tonsura.
Quiso cambiar su vida y se presentó ante el abad de Pomposa, el venerable Martên, que vivía en una ermita; él fue el maestro de sus primeros años. Se hizo benedictino en la abadía de San Severo de Rávena y después se trasladó a la abadía de Pomposa (Ferrara) donde fue abad durante 48 años. Su reputación arrastró a muchos (incluyendo a su padre y a su hermano) a unirse a la comunidad, de suerte que el número de monjes fue duplicado y se hizo necesario que Guido construyera otro monasterio para acomodarlos a todos. Después de un tiempo, delegó a otros la parte administrativa de su oficio y se concentró en el aspecto puramente espiritual, especialmente en la dirección de las almas.

En ciertas épocas del año, acostumbraba retirarse a una celda, distante aproximadamente cinco kilómetros de la abadía, donde llevaba una vida de tan intensa devoción e inquebrantable abstinencia, que parecía sostenerse con el ayuno y la oración. Especialmente durante la Cuaresma, trataba su cuerpo con tal severidad, que sus torturas podrían difícilmente superarse y aún así, era extraordinariamente tierno con los monjes, que le tenían gran devoción.
Convirtió aquel cenobio en centro de cultura y, san Pedro Damián, que a petición suya, dio lecciones de Sagrada Escritura en la abadía de Pomposa durante dos años, dedicó a Guido su libro “De Perfectio ne Monachorum”.

Guido no escapó a la persecución. Por alguna razón, Heriberto, arzobispo de Ravena, concibió un odio acerbo contra él y se decidió en verdad a destruir su monasterio. Advertido del ataque que se aproximaba, la única medida de defensa del abad fue un ayuno de tres días en compañía de toda su comunidad. Cuando el arzobispo y sus soldados llegaron a las puertas de la abadía, Guido salió a recibirlos, y con el mayor respeto y humildad, los condujo a la iglesia. El corazón de Heriberto se conmovió: pidió perdón al abad, y prometió protegerlo de allí en adelante.
Al final de su vida, Guido se retiró a la soledad, pero fue llamado a Piacenza por el emperador Enrique III, que había llegado a Italia y deseaba consultar al abad, de cuya santidad y sabiduría tenía grandes referencias. El anciano obedeció muy a su pesar y se despidió tiernamente de sus hermanos, diciéndoles que nunca más vería sus rostros. Había llegado a Borgo San Donino, cerca de Parma, cuando fue atacado repentinamente por una enfermedad, de la que murió al tercer día. Se originó una disputa por la custodia de su cuerpo entre Pomposa y Parma. El emperador dirimió la cuestión, haciendo llevar las reliquias a la iglesia de San Juan Evangelista, en Speyer, que más tarde fue rebautizada con el nombre de San Guido-Stift.
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Martirologio Romano: En Roma, conmemoración de santa Balbina, cuyo título situado en el Aventino muestra la veneración que se tributó a su nombre.
En el Martirologio Romano anterior a la última reforma se leía: «En Roma, Santa Balbina, virgen, hija de san Quirino, mártir, que fue bautizada por el papa Alejandro y escogió a Cristo como su esposo en santa virginidad; después de terminar su curso en este mundo, fue sepultada en la Vía Apia, cerca de su padre.» Este relato, el tradicional de la santa, desgraciadamente depende de la inserción completamente gratuita del martirologista Adón, quien tomó ciertos detalles de las «Actas del papa Alejandro», que Beda prudentemente pasó por alto, y usó los nombres de Quirino, Teodora y Balbina para llenar tres nombres dejados en blanco en el mes de marzo. Las así llamadas «Actas de Balbina» son meramente un tardío plagio de las actas de Alejandro.
Según esta Actas se dice que era mártir (pero nada nos dice que fuera así); los más antiguos ponderan su virginidad y su perseverancia en "servir y agradar a su esposo Jesús, hasta que acabada en paz esta vida mortal, se fue al descanso de la gloria". La leyenda dice que era una joven pagana, como su padre, el tribuno militar san Quirino, quién tenía encarcelado por orden del emperador, al papa san Alejandro I.
Como oyera san Quirino, que el pontífice obraba curaciones milagrosas, le llevó a la cárcel su hija, que tenía escrófulas o paperas, con el fin de que la sanase; el Papa accedió a sus súplicas disponiendo que le quitaran la argolla que llevaba al cuello y que había pertenecido a san Pedro y se la colocasen a Balbina. Al sanar repentinamente la muchacha, se convirtieron padre e hija, junto con sus familiares y todos los demás presos que habían asistido al milagro. San Alejandro, los bautizó, después de lo cual instruyó debidamente a Balbina para que conservara su virginidad como era su deseo. Todos murieron mártires en defensa de su fe.

Todo lo que sabemos es que a mitad del camino entre la Vía Apia y la Vía Ardeatina, hubo un monasterio de Balbina, probablemente llamado así, porque fue construido en las propiedades de una dama cristiana, llamada Balbina. Por otra parte, parece que hubo una Balbina, llamada hija de Quirino, pero no puede haber sido la misma, ya que la primera vivió en época muy anterior y fue sepultada en la catacumba de Pretéxtato. Balbina fue honrada en una pequeña iglesia del siglo IV, en el Aventino, que llevó su nombre, pero es difícil determinar de cuál Balbina se trataba. La fecha que le asigna el Martirologio (anterior al 595) proviene de que esa pequeña iglesia es el único dato cierto que tenemos. Balbina fue muy venerada en la antigüedad.
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Martirologio Romano: En Toulouse, en Francia, beata Juana, virgen, de la Orden de las Carmelitas.

Nació (hermana de la beata Ana de Toulouse), en el seno de de una noble estirpe del reino de Navarra. A principios del año 1240, los Hermanos Carmelitas de Palestina se establecieron en Toulouse. Veinticinco años después, cuando san Simón Stock cruzó Toulouse camino de Burdeos, se le aproximó una mujer llamada Juana, la cual le suplicó que la admitiera en su Orden. Por devoción a María quiso vivir como reclusa junto al convento de las carmelitas de Toulouse, Francia, y allí llevó una vida de gran austeridad; fue afiliada como Terciaria a la Orden carmelita y por esta razón se la considera la fundadora de la Tercera Orden carmelitana.

Gastó su tiempo y su patrimonio en la educación de las jóvenes candidatas a la Orden carmelita. Diariamente frecuentaba la iglesia de los padres y combinaba la penitencia con el amor, privándose casi de las cosas necesarias de la vida para ayudar a los pobres y enfermos. Solía llevar consigo una imagen del Redentor crucificado, que ella estudiaba como si hubiese sido un libro.
Se piensa que eran reclusas carmelitas y que murieron a finales del siglo XIV. La Beata Juana fue sepultada en la iglesia de los carmelitas de Toulouse y a su tumba acudían en gran número todos aquellos que buscaban su intercesión. Juana ha tenido culto en la Orden del Carmen y fue beatificada por León XIII en 1895.
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Martirologio Romano: En Udine, en el territorio de Venecia, beato Buenaventura de Forli, presbítero de la Orden de los Siervos de María, que con su predicación por diversas regiones de Italia movió al pueblo a la penitencia, falleciendo ya octogenario, mientras predicaba un sermón cuaresmal.

Nació en Forli, y perteneció a una familia acomodada. Ingresó en la Orden de los Siervos de María en su ciudad natal, terminado el noviciado en el año 1448, fue enviado a Venecia, en donde pasó seis años entregado al estudio de las ciencias sagradas, obteniendo el grado de maestro.
Buenaventura se dedicó intensamente a la predicación. En efecto, consta por varios documentos que predicó innumerables sermones, principalmente cuaresmales, en Venecia, Florencia, Bolonia, Brescia y Perusa, con una asistencia masiva de fieles. Pues –como refiere fray Felipe Albrizzi en su obra titulada “Institución de la Congregación de los frailes Observantes Siervos de santa María” era, como el Apóstol, “admirable por la eficacia de su predicación y por su santidad”. Es digna de recuerdo su predicción en Perusa, cuando una gravísima epidemia afligía la ciudad; con sus palabras logró que los habitantes impetraran la ayuda de Dios con la oración y la penitencia y que, además se esforzaran en socorrer a los pobres y enfermos. Su fama de predicador creció de tal manera que el papa Sixto IV le dio facultades para predicar en cualquier sitio como predicador apostólico. Desempeñó varios cargos en la Orden; por gestiones suyas pasaron a la Orden el convento de Forlimpópoli Forlí y, en 1488, el de santa María del Paraíso, en Clusone (Bérgamo).

En aquel entonces, movido por el deseo de entregarse plenamente a la penitencia y la contemplación, Buenaventura pidió permiso al papa Sixto IV para hacer vida eremítica. En el año 1483, el sumo pontífice accedió a su petición, y le permitió retirarse a un lugar solitario junto con seis compañeros. No sabemos el lugar preciso en donde se retiró Buenaventura, pero, por algunos documentos del siglo XVII, puede conjeturarse que pasó algún tiempo en el eremitorio de Monte Senario. Poco después, obligado por la caridad o la obediencia, volvió a la vida conventual. Nombrado prior de la provincia romañola, ejerció este cargo con gran prudencia y promovió la observancia de la disciplina regular.
Fray Antonio Alabanti, prior general, abrigó el propósito de restablecer en la Orden una disciplina más rigurosa, para lo cual se valió del consejo y la ayuda de Buenaventura. Fue también este hombre de Dios quien, al surgir serios descontentos entre la Congregación de la Observancia y el prior general, trabajó por restablecer la paz y la concordia. Al año siguiente, en el capítulo de la Congregación de la Observancia, fue elegido vicario general, cargo en el que fue confirmado poco después por el capítulo general de la Orden.
Algunos escritores de nuestra Orden, quienes conocieron la beato Buenaventura, nos describen su amor a la penitencia y a la soledad. Fray Felipe Albrizzi escribe: “Era muy bajo de estatura y de constitución endeble, de mediana cultura. Era religioso de gran santidad, llevaba una barba inculta; soportaba el calor del verano, el frío y las heladas del invierno, sin que se le viera nunca calzado; tanto es así que más de una vez salía sangre de sus pies agrietados. Vestía muy pobremente, nunca comía carne ni bebía vino, dormía sobre el duro suelo o, a veces, sobre unas tablas; practicaba en fin, todas las mortificaciones que él consideraba necesarias para dominar su cuerpo. Con su oración alcanzó de Dios varios milagros, incluso en vida”. Esto mismo, más o menos, es lo que escribió también sobre él fray Gasparino Borro en elegantes versos.

El año 1491, cuando Buenaventura se hallaba en Údine predicando los sermones cuaresmales en la iglesia catedral, cayó enfermo a consecuencia de su avanzada edad y austeridad de vida, muriendo el jueves santo de ese año.
Su cuerpo recibió sepultura en la iglesia de santa María de las Gracias de Údine. El año 1911 la Sagrada Congregación de Ritos ratificó el culto que ya desde tiempo inmemorial se tributaba a Buenaventura.
(Texto tomado del "Propio del Oficio de la Orden de los Siervos de Maria")
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Martirologio Romano: En la aldea de Ravensbrück, en Alemania, beata Natalia Tulasiewicz, mártir, que al ser ocupada Polonia militarmente fue recluida en un campo de concentración por los nazis.

Nació en Rzeszow, Polonia, en el seno de una familia de clase media. Después de realizar los primeros estudios en Cracovia, marchó con su familia a Poznan, donde terminó el bachillerato y pasó a la universidad de Mieckiewicz. Terminados sus estudios, ejerció la docencia en la escuela de San Casimiro de Poznan y después en el instituto de las religiosas ursulinas.

Al iniciarse la II Guerra Mundial fue desterrada a Ostrowic Kielecki y luego a Cracovia, donde su familia se trasladó con ella. Dejó su puesto de trabajo a su hermana Sofía porque quiso dedicarse a la enseñanza superior clandestina. En 1943, al ver que los alemanes obligaban a las muchachas polacas a trasladarse a Alemania a trabajar, preocupada por su suerte y su vida religiosa, decidió pedir el traslado a Alemania. Fue enviada a Hannover, donde trabajó en la fábrica de Gunther Wagner. Alojada en el campamento de las obreras, hizo un intenso apostolado entre las polacas. Tenía una gran vida interior y era gran devota de María.
Su labor no pasó inadvertida y en 1944 fue arrestada y llevada al penal de Colonia donde fue torturada. Después la trasladaron al campo de concentración de Ravensbruck, donde fue asesinada en la cámara de gas el día antes de la entrada de los aliados en la zona. Había dejado escrito: “No estoy sola. Dios me sostiene”. Fue beatificada el 13 de junio de 1999.
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San Benjamín. M. c. 420/4.
Martirologio Romano: En el lugar de Argol, en Persia, san Benjamín, diácono, que al predicar insistentemente la palabra de Dios, consumó su martirio con cañas agudas entre sus uñas, en tiempo del rey Vararane V.
Era diácono, y tendría que ser un personaje de cierta importancia cuando el embajador romano del emperador Teodosio, pidió al rey persa, Isdegerdes V, que dejase libre a Benjamín que estaba preso.

El rey dijo que lo soltaría con la condición de que renegase de su fe, pero Benjamín no lo hizo, y a pesar de ello se le liberó. Continuó haciendo sus obras de apostolado entre los mazdeístas persas, hasta que de nuevo fue apresado y torturado para que renegase de su fe, al no hacerlo murió mártir, dicen que de su boca solamente salían palabras de alabanza al Señor. Su martirio fue atroz. Murió empalado en Argol (Persia).

San Renovato de Mérida (Renato). M. c. 633.
Godo arriano convertido que se hizo monje en Cauliana, en Lusitania, de donde fue abad; se distinguió en artes y ciencias eclesiásticas, especialmente en Sagrada Escritura. Su agudo ingenio le hizo maestro de no pocos discípulos. Fue elegido obispo de Mérida, cargo que ejerció durante 22 años.

Uno de sus biografos dice de él: “Era esbelto de cuerpo, de distinguidos modales, de singular estatura..., era mayor aún por dentro su hermosura, inundado en la posesión del Espíritu Santo”.

San Mauricillo de Milán (Maurilio). M. c. 660/70.
XXXVIIIº obispo de Milán. Estuvo cuatro meses en el episcopado, aunque algunos hagiógrafos piensan que es necesario leer 4 años, o 10 años y 4 meses. El Martirologio Romano no lo menciona. En los Misales ambrosianos, del siglo XV, se encuentra una Oración y un Prefacio en su honor. Su culto se celebra de forma local en la basílica milanesa de San Sátiro.

San Agilolfo de Colonia. M. d. 750.
Martirologio Romano: En Colonia, en Austrasia, san Agilolfo, obispo, preclaro por la austeridad de vida y la predicación.
Fue monje benedictino, abad de Stavelot-Malmédy en Las Ardenas. Sucedió a Remaclo hacia el 750 como obispo de Colonia, fue nombrado por el papa san Zacarías. en la que lo recomienda por su ortodoxia. Preclaro por la santidad de su vida y predicación apostólica. Murió en Amblève, cerca de Stavelot.

La “Passio sancti Agilolfi”, equivoca su vida con la de un mártir y entremezcla las historias entre el mártir y el santo obispo, así dice que su martirio fue consecuencia del celo que puso en cumplir sus deberes ministeriales, y parece, que tuvo algo que ver Carlos Martel. La foto corresponde a esta equivocación con el mártir.
Los restos de san Agilolfo fueron inhumados en la abadía de Malmedy, y se realizó una traslación a la catedral el 9 de julio de 1063; por eso su fiesta local es en esa fecha.

Daniel de Ungrispach. Beato. M. 1411.
Comerciante alemán, llamado Daniel de Ungrispach, esposo y padre íntegro. Fue un honestísimo y caritativo comerciante, que, abandonando legítimamente a su familia, ingresó en el convento de los camandulenses de San Matías en Venecia, donde vivió como doméstico las virtudes de los eremitas y la oración y llevó el sustento a su comunidad; unos ladrones pensaron encontrar en su celda, alguna cosa de valor, y lo mataron, por ello está considerado impropiamente como mártir. Su cuerpo se conserva incorrupto. Su festividad es celebrada por la Orden camaldulense.
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