Santoral del 26 de Mayo



INDICE

San Felipe Neri Apóstol de Roma
San Desiderio de Vienne
Santa Mariana de Jesús La Asucena de Quito
San Pedro Sanz y Jordá Mártir
Beato Francisco Patrizi de Siena Servita
Beato Andrés Franchi Obispo
San JOSÉ CHANG SON-JIB
Santos JUAN DOAN TRINH HOAN y MATEO NGUYEN VAN PHUONG
OTROS SANTOS DEL DIA
San Coto, Mártir -San Prisco, Mártir -Beato Andrés de Pistoia, -Beata Eva de Lieja -Beato Francisco Serrano, Mártir -Beato Francisco Díaz, Mártir-Beato Pedro Sanz, Mártir-Beato Joaquín Royo -Beato Juan Alcober -San Lamberto de Vence -Zacarías, obispo; Simitrio, presbítero; Cuadrado, apologista, Felicísimo, Heraclio, Paulino, Prisco, Máxima, Montano, mártires; Albino, confesor; Berengario, monje; Exuperancio, abad; María Ana Jesús de Paredes, virgen

SAN FELIPE NERI,Confesor 
Hazte ejemplo y modelo de los fieles,
en el hablar, en la manera de obrar con el prójimo,
en la caridad, en la fe, en la castidad.
(1 Timoteo, 4, 12).

La perfecta caridad que caracteriza a los verdaderos servidores de Dios, ha hecho de este santo una de las más brillantes luminarias de la Iglesia. Su celo por la gloria de Dios y por la salvación del prójimo lo movió a fundar la congregación de los Padres del Oratorio, de la que fue el primer superior general. Tan abundantes eran los consuelos que recibía del cielo, que le hacían exclamar: Señor, basta; moriré de dicha si no moderas mi gozo. Murió en 1595, a la edad de 80 años.

MEDITACIÓN
SOBRE TRES VIRTUDES DE SAN FELIPE NERI


I. Es admirable el amor que este santo profesaba a Dios; a la edad de veintitrés años abandona sus libros para dedicar todo su tiempo a la oración: abundantes lágrimas derramaba al celebrar la misa; incesantemente su corazón ardía en actos de amor a Dios. ¿Por qué señales conocerías tú el amor que tienes a Dios? ¿Acaso en tus frecuentes coloquios con Él? Amable Jesús, tanto nos gusta conversar con nuestros amigos, ¿de dónde proviene que tan rápido nos aburramos conversando contigo en la oración? ¡Oh Dios amabilísimo!, exclamaba nuestro Santo, nos mandáis que os amemos: ¿por qué, pues, nos dais un solo corazón, y tan estrecho?

II. Su austeridad era prodigiosa, sus ayunos casi continuos; trabajaba todo el día y pasaba la noche en oración. Practiquemos las mortificaciones que importa el estado en el que Dios nos ha puesto. Suframos, primeramente, con paciencia, aquello que no podemos evitar; además, mortifiquémonos nosotros mismos, pero ocultamente, no sea que las alabanzas de los hombres vengan a ser la única recompensa.

III. San Felipe ha reunido en su persona el celo de la vida activa con la dulzura de la vida contemplativa. En todo tiempo mantenías e unido a Dios, y no cesaba de aliviar las necesidades corporales y espirituales del prójimo. Convertía a los pecadores con sus conversaciones y predicaciones. ¿De dónde procede que nada hagas tú por Dios? Es que no lo amas. El amor de Dios nunca está ocioso; donde esté, hace grandes cosas; el amor que no obra no es verdadero amor. (San Gregorio).

El amor de Dios
Orad por la Congregación del Oratorio.

ORACIÓN

Oh Dios, que habéis elevado al bienaventurado Felipe, vuestro confesor, a la gloria de vuestros san tos, haced, por vuestra bondad, que celebrando su fiesta con alegría, aprovechemos el ejemplo de sus virtudes. Por J. C. N. S. Amén.





San FELIPE NERI. (1515-1595). Martirologio Romano: Memoria de san Felipe Neri, presbítero, que, consagrándose a la labor de salvar a los jóvenes del maligno, fundó el Oratorio en Roma, en el cual se practicaban constantemente las lecturas espirituales, el canto y las obras de caridad, y resplandeció por el amor al prójimo, la sencillez evangélica y su espíritu de alegría, el sumo celo y el servicio ferviente de Dios. Llamado "el apóstol de Roma". Nació en Florencia, y se llamaba Felipe Rómulo. Su padre, Francisco Neri era notario.

Fue educado en los dominicos de San Marcos donde se entusiasmó por Savonarola. Durante su adolescencia fue un amante de la poesía y de la música. A los 18 años fue enviado por un tío mercader a San Germano en Campania para que se dedicara al comercio, y allí se enamoró de la vida claustral, pero la orden benedictina no era para él (en Montecasino tuvo como maestro al ilustre monje Eusebio de Éboli). A sus 21 años, en 1536, llegó a Roma. Después de asistir a los cursos de Teología de la Sapienza (conoció a san Ignacio de Loyola), se consagró a la asistencia de los peregrinos en el barrio de la Regola, deseaba remediar toda miseria y de hacer que todos amasen a Cristo.

Su gran ilusión fue ser misionero como san Francisco Javier, pero una voz le avisó: "Tus Indias están en Roma". Fundó la fraternidad de la Santísima Trinidad de Convalecientes y luego la de Peregrinos, en la iglesia de San Salvador del Campo, la cual cumplió en 1550 una gran obra de atención a los peregrinos del Años Santo, así como a los extranjeros pobres y a los convalecientes que carecían de asilo. Durante la carestía de 1538-1539 visitó a los enfermos. Ordenado sacerdote a los 36 años (1551), vivió en la iglesia de San Girolamo della Carità, donde fundó la obra, que más tarde (1554) se denominó Congregación del Oratorio, en la que chicos y jóvenes se reunían para ejercitarse en obras espirituales, caritativas y culturales. La Congregación del Oratorio se compone de sacerdotes seculares que sin votos religiosos viven en comunidad unidos por el vínculo de la caridad y dedicados a la predicación y el confesionario. En 1575, la Congregación del Oratorio se trasladó definitivamente a la iglesia de Santa María de la Vallicella.

En su apostolado entre la juventud, marchó de grupo en grupo, siempre bien recibido, infundiendo pureza y virginidad, como expresión del más encendido amor de Dios, con su amabilidad y alegría contagiosas. En su oración personal repetía: "Señor no te fíes de mi". Se dedicó a la reforma católica y decía: "Es posible restaurar las instituciones humanas con la santidad, pero no restaurar la santidad con las instituciones". "No busquéis huir de la cruz que Dios os manda, porque seguro que os enviará otra mayor". “Nadie quiera ser santo en un día, que no se es bien pegarse tanto a los medios que se olvide el fín”. “La humildad es la salvaguarda de la pureza, no hay mayor peligro que no temer al peligro”. Se dice que un día pidiendo limosna, un señor, fastidiado por su insistencia, le propino un guantazo, y él repuso "Esto es para mí, y te lo agradezco, ahora dame algo para mis muchachos". Mantuvo contacto con las grandes figuras de su época, tanto santos (Ignacio, Carlos Borromeo, Camilo de Lelis, Francisco de Sales, Félix de Cantalicio), como papas (Pablo IV, san Pío V; Gregorio XIII, Gregorio XIV, Clemente VIII); pero sufrió también la humillación de ver que Pablo IV le retiraba el permiso de confesar, mal informado sobre su actividad de organización de las mismas peregrinaciones. Fue rector de la iglesia de San Juan de los Florentinos. Aquí reunió a los primeros sacerdotes del Oratorio que constituyó, durante sus 33 años, el centro de la vida religiosa de Roma. Aquí se educó Baronio (el futuro historiador y cardenal), Francisco María Tarugi, Francisco Bordino, Alejandro Fedeli y Ángel Velli, que fueron el primer núcleo de la nueva fundación.

Los papas quisieron hacerle obispo y cardenal; el pueblo le honró en vida como santo, y él intentó escabullirse con chanzas y burlas. Fue hasta que murió el hombre más alegre de la ciudad (se le conoció como "Pipo el Bueno") y se sirvió del humor como medio para vencer el orgullo y también para poner penitencias a sus penitentes. Aunque nos dirá: "En el servicio de Dios no es suficiente reír". Cuando celebraba Misa con el pueblo tenía que leer alguna historieta de humor, para que le "distrajese" un poco, y no caer en un éxtasis de varias horas. Si la celebraba solo, el monaguillo se iba y volvía dos horas después. Un éxtasis le produjo la dilatación del corazón y la deformación de dos costillas. Fue uno de los primeros teólogos en interceder por la protección de los animales contra la crueldad y la tortura. En los últimos años de su vida, se retiró a una actividad privada de confesiones y dirección espiritual. Recibió la unción de los enfermos y el viático de manos de Baronio y del cardenal Federico Borromeo y murió entre vómitos de sangre. MEMORIA OBLIGATORIA.
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San DESIDERIO DE VIENNE. M. c. 608. Martirologio Romano: En el territorio de Lyon, en la Galia, martirio de san Desiderio, obispo de Vienne, que fue enviado al exilio por la reina Brunequilda, a la que había recriminado sus relaciones incestuosas y otras depravaciones, y más tarde, por mandato de la misma, fue coronado con el martirio por lapidación. Nació en Autun en el seno de una familia noble y estudió en Vienne. Obispo de Vienne.

Denunció los abusos de los poderosos, concretamente de la reina Brunilde, viuda del rey Sigisberto de Borgoña; que vivía disolutamente y mantenía relaciones incestuosas con un sobrino suyo. Los partidarios de la reina comenzaron a calumniar al obispo y se le acusó de: tener aficiones literarias y artísticas, que leía en secreto literatura pagana con más placer que el Evangelio. En un sínodo convocado por la reina, se presentó a una joven de la nobleza llamada Justa, quien atestiguó, por presiones de la reina, que Desiderio la había seducido en el confesionario, esto le valió que fuera exiliado a la isla de Liviso.

En esta isla empezó a obrar milagros que atrajo a mucha gente; parte de la nobleza en contra de la reina asesinó a su mayordomo y murió Justa; todos estos hechos hicieron a la reina y a su nieto Teodorico, plantearse la vuelta de Desiderio. El rey Teodorico se unió a nuestro santo. Desiderio le advirtió de la vida licenciosa de la regente, su abuela, y alabó el matrimonio como posibilidad de una vida honrada. Brunilda al enterarse montó en cólera, y esta fue la causa de que lo mataran a porrazos y pedradas en Saint-Didier-sur-Chalarone. El rey de los francos Clotario II al enterarse de los hechos declaró la guerra a Brunilda que murió descuartizada por caballos. Mantuvo correspondencia con el papa san Gregorio I Magno.
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Beato FRANCISCO PATRIZI DE SIENA. (1266-1328).
Martirologio Romano: En Siena, de la Toscana, beato Francisco Patrizi, presbítero de la Orden de los Siervos de María, que con admirable celo se entregó a la predicación, la dirección espiritual y el ministerio de la penitencia. Nació en Siena. Sus padres fueron Arrighetto y Raynaldesca. Según leemos en un escrito de fray Cristóbal de Parma, que fue su compañero y padre espiritual, Francisco siendo de corta edad, acudía con frecuencia a la iglesia y escuchaba asiduamente la palabra de Dios.

Embriagado por la elocuencia del beato fray Ambrosio Sansedoni, predicador insigne, e impresionado por sus palabras, con las que en otro tiempo había ensalzado con gran fervor las excelencias de la vida solitaria y dedicada a la oración, determinó retirarse a vivir en soledad. Pero lo retuvo el amor a su madre, que estaba ciega, y a quien cuidó con gran cariño. Al morir ésta, cuando él tenía veintidós años y con la posibilidad de realizar su ardiente deseo de vida eremítica, le pareció oír una voz interior que le sugería: "El mal no está en el trato con los hombres, sino en la imitación de sus vicios" y que Dios vería con agrado que se dedicara, con la palabra y el ejemplo, a conducir a los hombres por el camino del bien. Entonces él, que ya desde la niñez había elegido a "la gloriosa Virgen como especial Madre y señora" y le había profesado siempre una gran reverencia, tanto en el alma como en el cuerpo, pidió y a los 22 años fue acogido en los servitas de san Felipe Benizzi.

En el trato fraterno, aumentaron aún aquellas virtudes que habían adornado el alma de Francisco cuando vivía en el mundo: la caridad para con todos, el amor a la penitencia y a la pobreza, la humildad de corazón, la guarda de la castidad, la paciencia en las adversidades, la filial devoción a la santísima Virgen, a la que llamaba Señora y a la que invocaba con mucha frecuencia por su dulcísimo nombre. Ordenado sacerdote, mostró un gran amor a la Eucaristía, y así, cuando celebraba, se le veía tan inundado de gozo y alegría que "cualquiera hubiese creído - dice su biógrafo - que vía sin el velo de los sacramentos a Cristo glorioso encarnado". Tuvo un particular interés en explicar la palabra de Dios, y, para hacerlo con más eficacia, se preparaba más con la oración que con los libros, ya que estaba persuadido de que no la erudición sino la unción, no la ciencia sino la conciencia, no los escritos sino la caridad enseñan la verdadera teología.

Era tanta su entrega en la celebración del sacramento de la penitencia, en el dar saludables consejos, en el apaciguar las discordias, en ayudar a los necesitados, en atender a los enfermos, que acudían a él hombres y mujeres de toda edad y condición. Dios le concedió la gracia de saber reconciliar a los enemigos. A la edad de sesenta y tres años, poco antes de la solemnidad de la Ascensión del Señor, presintió que se acercaba la hora de su muerte. Entonces, como el que se dispone a emprender un viaje, dispuso en orden a sus libros y enseres personales, visitó y bendijo a sus hijos espirituales. La vigilia de la Ascensión quiso comer con la comunidad, en señal de fraternidad y de despedida. El día de la Ascensión - según refiere fray Cristóbal de Parma - purificó su alma con el sacramento de la penitencia; luego, aunque estaba casi extenuado, celebró la santa misa y con el permiso del prior se puso en camino hacia el pueblo de Prisciano, situado en las inmediaciones de Siena, para predicar allí la palabra de Dios.

El biógrafo citado parece haber querido expresar el sentido y la índole de toda la vida del beato Francisco, al representarlo, a punto de morir, cumpliendo en el camino un deber de reverencia para con la Virgen: "Salió al encuentro del siervo de Dios una mujer desconocida, la cual, desde una casa de campo se le aproximó con un ramo de rosas, y le dijo: “Fray Francisco, aceptad estas rosas”. El siervo de Dios las recibió de buen grado de sus manos y, haciendo acopio de todas sus fuerzas, las llevó a una imagen de la Virgen gloriosa que estaba pintada en una ermita que allí había y, habiendo comenzado la salutación angélica, poco a poco hincó en tierra la rodilla derecha y a continuación se desplomó todo él por el lado derecho, ofreciéndose a sí mismo, como flor y lirio, él que era virgen, a la Virgen, en la inminencia de su muerte". Francisco fue llevado medio muerto al convento y allí, en presencia de los frailes, expiró. Su cuerpo fue sepultado con honor en la basílica de Santa María de los Siervos en Siena.
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Beato ANDRÉS FRANCHI. (1335-1401). Martirologio Romano: En Pistoya, de la Toscana, beato Andrés Franchi de Pistoia, obispo, quien, después de la peste negra, como prior de la Orden de Predicadores reformó la vida regular en los conventos de su Orden en esta región y aprobó en su ciudad las cofradías de penitentes, para favorecer la paz y la misericordia. Miembro de la familia de los Franchi Boccagni, había nacido en Pistoya. A los 14 años, tomó el hábito dominico en el convento de Santa María Novella de Florencia, donde hizo sus estudios. Fue uno de los restauradores de la vida religiosa después de la decadencia provocada a causa de la peste negra. Fue prior de Pistoya (1370), de Lucca y Orvieto (1371-1375).

En Pistoya organizó un grupo de artesanos que se dedicaban con eficacia a la caridad con los necesitados con el nombre de “Compañía de los Magos” y allí fundó una farmacia para los pobres. En el 1378, fue elegido obispo de Pistoya. En su ministerio episcopal se esforzó por pacificar a sus diocesanos. Fue de gran eficacia pastoral, especialmente por sus visitas pastorales y por la asistencia caritativa. Fue excelente en la piedad, en la austeridad y en la predicación. Su piedad se centraba especialmente en la devoción al misterio del niño Jesús con su Madre y los Magos. Recibía a su mesa a peregrinos y forasteros y les lavaba los pies y el mismo les servía. Fomentó en la ciudad obras magníficas debido a su preparación cultural y dedicación a las artes librales. Después de dieciocho años de ministerio pastoral presentó su dimisión en 1400 y se retiró al convento de Pistoya, donde vivió con suma sencillez hasta su muerte. Su cuerpo se venera en el convento de Santo Domingo de Pistoya. Su culto fue confirmado por SS. Benedicto XV el 23 de noviembre de 1921.
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Santa MARÍANA DE JESÚS PAREDES Y FLORES. (1618-1645).
Martirologio Romano: En Quito, en Ecuador, santa Mariana de Jesús de Paredes, virgen, que consagró su vida a Cristo en la Tercera Orden de San Francisco y empleó sus fuerzas en ayudar a los pobres indios y negros. Llamada la "azucena de Quito". Nació en Pichincha o Quito (Ecuador) y fue la penúltima de los ocho hijos que tuvieron su padre el capitán español Jerónimo Flores y la quiteña Mariana Granobles, en cuya casa daban albergue y educación a los huérfanos de la ciudad; ya de niña se distinguió por una gran devoción. Pronto quedó huérfana de padre y madre y se hizo cargo de su educación su hermana Jerónima, que estaba casada. Su hermana vio en ella una gran inteligencia, y por ello cuidó que tuviera una educación esmerada para una mujer de su época. Muy pronto, a los 7 años, hizo voto de virginidad y de pobreza dejando todo su patrimonio a sus hermanos.

Fue una niña con una gran inquietud misionera, intentó huir de su casa con algunas compañeras para predicar a los indios. Después pensó en una experiencia de vida eremítica junto a un santuario mariano, que tampoco pudo llevar a termino. No pudo hacerse monja de clausura, en el tiempo que transcurrió desde su solicitud en el covento, hasta su admisión, recapacitó y vió que su vocación estaba en el mundo, para ello organizó libremente su vida religiosa a la sombra de la Compañía de Jesús, viviendo como ermitaña en la casa de su cuñado. Como los jesuitas no tenían una tercera orden, se hizo terciaria franciscana, al mismo tiempo, que sintiendo admiración por santa Teresa de Jesús, vivió la regla carmelitana hasta sus últimas consecuencias. Entregada a rigurosos ayunos, a larguísimas oraciones y terribles penitencias que salían de lo humano.

Amaba la naturaleza, mandaba flores a los pobres y enfermos, a los que consolaba con alegría y paz interior; cantaba y sabía tocar varios instrumentos, porque veía en la música un lenguaje casi divino. Enseñó el catecismo a los niños. Su casa era lugar de apostolado, donde acudían gentes de toda condición social para pedirle consejo. Durante el terremoto de Quito de 1645, y la epidemia de peste, ofreció su vida por la salvación de la ciudad y poco tiempo después murió de una extraña enfermedad de hidropesia. Su vida quedó simbolizada, según se cuenta, en una hermosa azucena que brotó en el jardín donde ella acostumbraba a echar el agua con que lavaba las heridas de sus penitencias. En 1946, la Asamblea Constituyente de la República de Ecuador la declaró heroína de la patria. Es la primera santa de Ecuador.
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San PEDRO SANS Y JORDÁ. (1680-1747). Martirologio Romano:
En Fuzhou, en Fujian, provincia de China, san Pedro Sans y Jordá, obispo de la Orden de Predicadores y mártir, el cual, habiendo sido detenido junto con otros sacerdotes y llevado preso hasta el tribunal a través de un largo recorrido, se arrodilló en el lugar del suplicio y, terminada su oración, ofreció de buena gana su cuello al hacha. Natural de Ascó (Tarragona), diócesis de Tortosa. Ingresó como dominico en Lérida en 1697 con el nombre de Pedro Mártir, en honor del primer mártir canonizado dominico. Ordenado sacerdote en 1704. Combativo predicador marchó como misionero primero a Manila (1712) y después a China; alcanzó un excelente dominio del chino. Desde 1715 su labor evangélica en Fukien fue exitosa. En 1730, fue Vicario general en el celeste Imperio y obispo titular de Mauricastro; en 1732, el emperador desterró a los misioneros y Pedro se retiró a la base de Macao.

En 1738 emprendió con cuatro compañeros una expedición altamente arriesgada, y en poco tiempo pudieron fundar numerosas iglesias y convertir a muchos al cristianismo, sobre todo, mujeres. En 1746 se dejó capturar espontáneamente para evitar represalias contra los cristianos, fue detenido, junto con sus compañeros los santos Francisco Serrano, Joaquín Royo, Juan de Alcober y Francisco Díaz. Tras soportar larga y dura prisión muere decapitado en Futhsou el 26 de mayo de 1747, habiendo destacado por su gran humildad, audacia y fervor misionero. Un año más tarde morirían también decapitados sus compañeros.
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San JOSÉ CHANG SON-JIB. (1786-1839). Martirologio Romano: En Seúl, en Corea, san José Chang Song-jib, mártir, que, ejerciendo el oficio de farmacéutico y convertido al cristianismo, fue detenido y llevado a la cárcel, donde murió entre atroces tormentos. Nació en la provincia de Kyonggi (Corea), en el seno de una familia obrera de religión pagana. Contrajo matrimonio y quedó viudo; volvió a casarse y volvió a enviudar, pasando por una fuerte crisis moral. Persona seria y responsable, era bien apreciado entre sus vecinos; desempeñaba el oficio de farmacéutico o médico. Cuando conoció el cristianismo, empezó con ilusión el catecumenado, pero la encarnación del Hijo de Dios y su concepción virginal le resultaban muy difíciles de creer. Abandonó entonces el catecumenado, se puso a criticar abiertamente los dogmas cristianos, y llevó una vida completamente al margen del cristianismo. Sus amigos católicos quisieron atraerlo de nuevo, pero todo fue en vano, hasta que un día una conversación con uno de ellos le llegó al corazón.

Decidió entonces volver al catecumenado y ajustar su conducta al evangelio. Convertido sinceramente al cristianismo, fue bautizado en abril de 1838, recibió la confirmación, y fue en adelante un creyente convencido y fervoroso en la práctica de la religión. Cuando llegaron las persecuciones, admiró el modo como los mártires confesaban públicamente su fe al precio de su vida, y quiso presentarse espontáneamente, pero lo persuadieron de que no era ése el camino. Sin embargo al tiempo fue acusado de ser cristiano y, arrestado el 18 de mayo de 1839, fue llevado ante las autoridades, ante las que testimonió valientemente su fe, y se negó a apostatar tal como le invitaban para salvar su vida. Luego lo sometiron a torturas, en las cuales mostró gran fortaleza y paciencia; el 26 de mayo le dieron 25 golpes de bastón, pero ya estaba muy debilitado y, llevado a su celda, expiró en Seúl. Fue canonizado el 6 de mayo de 1984.
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Santos JUAN DOAN TRINH HOAN y MATEO NGUYEN VAN PHUONGM. 1861.
Martirologio Romano: En la ciudad de Dong Hoy en Annamia, hoy Vietnam, santos mártires Juan Doan Trinh Hoan, sacerdote, y Mateo Nguyen Van Phuong, que, padre de familia y catequista, ofreció hospitalidad a su compañero de martirio; por su fe fueron juntos sometidos a tortura y ferozmente decapitados bajo el emperador Tu Duc. Juan nació en Kimlong o Penang en Vietnam (c.1789) y pertenecía a una rica familia cristiana, que ya había sacerdotes y mártires. Estudió en el seminario de Penang; fue ordenado sacerdote en 1836, cuando tenía casi cuarenta años. Trabajó con celo en todos los distritos donde fue enviado, destacó por su don de consejo y su capacidad para solucionar litigios. Tuvo que vivir escondido a causa de la persecución, pero a pesar de todo ello se ocupó de la educación de los más jóvenes y de la catequesis de niños de donde surgieron muchas vocaciones religiosas.

Fue apresado en 1861 y enviado a la cárcel de Dong-Hoy donde fue torturado e interrogado; fue decapitado en Dong-Hoi, durante el gobierno del rey Tu-Duc, junto con Mateo Nguyen Van Phuong. Mateo nació en Ke-Lay (Vietnam) hacia el 1801. Estaba casado y tenía 8 hijos. Primero fue médico y luego comerciante. Sobresalió por su gran caridad hacia los pobres. Conforme se fueron casando sus hijos les fue distribuyendo la hacienda, no quedándose al final sino con lo necesario para vivir. Fue catequista y abrió su casa a los sacerdotes perseguidos. Delatado por hospedar a Juan Doan Trinh Hoan, fueron arrestados, el sacerdote le animó que dijera que efectivamente le había dado hospedaje, para evitar que fuera asesinada toda su familia. Por esto fueron decapitados en Dong-Hoy. Fueron canonizados el 19 de junio de 1988.
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OTROS SANTOS DEL DÍA:

San Simitrio. M. 159.
Martirologio Romano: En Roma, en el cementerio de Priscila, en la vía Salaria Nueva, san Simitrio, mártir. Grupo de 23 mártires romanos arrestados mientras oraban en la iglesia de Santa Práxedes y que fueron decapitados sin proceso durante el imperio de Antonino Pío. Se dice que Simitrio era presbítero y que fue detenido mientras celebraba la Eucaristía.

San Eleuterio. Papa (175-189). M. 189.
Martirologio Romano: En Roma, san Eleuterio, papa, al que los famosos mártires de Lyon, apresados entonces, escribieron una célebre carta para que mantuviera la paz en la Iglesia. Natural de Nicópolis (Prerensa en Albania). Fue diácono del papa san Aniceto. Sucedió a san Sotero. Combatió a los valentinianos, marcionitas, montanistas y severianos. Emitió varios decretos importantes contra los montanistas. Se piensa que varias actuaciones atribuidas a san Eleuterio, obispo de Iliria, serían de este pontífice. Se le atribuye la condena de la abstinencia practicada por los grupos rigoristas y entabló relaciones con san Lucio, rey de los britanos, que pensaba convertirse al cristianismo, pero este último caso es una leyenda. Se cree, aunque no consta, que fue martirizado, aunque se dice que fue arrojado a un horno ardiente pero salió sano y salvo para ser decapitado por el verdugo; tampoco es cierta la historia que dice que envió misioneros a Britania. Le sucedió san Víctor I. Su cuerpo fue sepultado junto a la tumba de san Pedro en el Vaticano.

San Prisco de Auxerre. M. c. 272.
Martirologio Romano: En el territorio de Auxerre, en la Galia, martirio de san Prisco y sus compañeros. Prisco era oficial del ejército romano; varios soldados a su mando y un cierto número de ciudadano de Besançón, fueron martirizados en Auxerre en el lugar donde se habían escondido. Se dice que fue apóstol de Puisaye, junto con su discípulo san Coto. Gracias a los esfuerzos de san Germán, el culto de estos mártires se extendió mucho en Auxerre. Las ciudades de Besançon y Sens celebran todavía la fiesta de san Prisco. Santa Felicísima de Todi. M. 303. Martirologio Romano: En Todi, de la Umbría, santa Felicísima, mártir. Mártir junto con Heraclio y Paulino, durante la persecución de Diocleciano, con toda probabilidad en Todi (Umbría). Su presunto “cuerpo santo” se venera en la catedral de Schio (Veneto, Italia). Esta santa es la misma santa Iluminada de Todi. San Pardo de Larino. s. VII. Un grupo de expertos afirma que san Pardo fue obispo de Larino (Campobasso, Italia) en Molise, considerándolo el primero de la sede episcopal. Mientras que otro afirma que fue obispo de una ciudad del Peloponeso en Grecia (Mira) del cual la leyenda cuenta, que obligado a huir de su sede a causa de la persecución (quizás derivada de la iconoclastia), se refugió en Roma junto al papa Gregorio II.

El Pontífice le ofreció otra sede episcopal, pero él la rechazó, deseando vivir en soledad y penitencia en un eremo situado en Lucera (Foggia), donde vivió la santidad los últimos años de su vida. Es necesario decir que en aquel tiempo había una verdadera obsesión por parte de los fieles por tener en la propia iglesia el cuerpo de un santo o un mártir al quién venerar; por esto florecieron los hurtos o las apropiaciones más o menos violentas de dichas reliquias, de otros centros que las poseían, y que los hagiógrafos lo llaman “sacras rapiñas”. Así los habitantes de Larino se hicieron con el cuerpo de san Pardo en el siglo X y construyeron una iglesia dedicada a él, que luego serí la catedral de la ciudad. Patrono de la ciudad y diócesis de Larino. Tiene culto local.

Santa Regintrudis. Beata. M. c. 750. Cuarta abadesa del convento benedictino de Nonnberg en Salzburgo.

San Berengario de Saint-Papoul. M. 1093. Martirologio Romano: En el monasterio de Saint-Papoul, en la Galia, san Berengario, monje. Nació en Toulouse; se hizo monje benedictino de Saint Papoul en Languedoc; después de haber sido ordenado sacerdote, fue maestro de novicios, limosnero y maestro de las obras de la abadía. Fue sobresaliente por su caridad y por su paciencia; poseyó el don de hacer milagros.

San Lamberto de Vence. (1080-1154). Martirologio Romano: En Vence, de la Provenza, san Lamberto, obispo, antes monje de Lérins, que cuidó de los necesitados y fue amante de la pobreza. Nació en Riez en el seno de una familia noble; su madre murió cuando le dio a luz. Fue ofrecido como oblato a la abadía benedictina de Lerins donde ingresó como monje. En el 1114, fue elegido obispo de Vence (Provenza) y gobernó su diócesis durante 40 años. Destacó por su dulzura de carácter.

San Andrés Kaggwa. (1856-1886).
Martirologio Romano: En el lugar de Numyanyo, en Uganda, san Andrés Kaggwa, mártir, jefe de los timbaleros y miembro del séquito del rey Mwanga, que, apenas convertido a Cristo, enseñó la doctrina del Evangelio a los paganos y catecúmenos, por lo cual fue cruelmente asesinado. Nació en Unioro, Uganda. Cuando era muy joven fue capturado y convertido en esclavo, y llevado a la corte del rey Mutesa, donde sus cualidades le abrieron camino y obtuvo la libertad.

Allí junto con su amigo Toli abrazó el Islam. Llegó a ser jefe de la banda musical del rey. Fue amigo íntimo del entonces príncipe Mwanga, que cuando fue rey le nombró gobernador de Kigowa. Junto con Toli conoció a los misioneros y decidieron hacerse cristianos. Bautizado en 1882 evangelizó a todos los de su entorno. Demostró una gran misericordia, socorriendo generosamente a los enfermos durante una epidemia. El primer ministro del rey pidió su cabeza y lo llamó “seductor de pajes”. Fue acusado de querer matar al rey, a lo que Andrés se negó, reafirmando su fe cristiana. Murió en Munyonyo, feliz de dar su vida por Cristo después de que fuera mutilado y luego decapitado. Sus restos fueron quemados.

Martirologio Romano: En la aldea de Ttaka Jiunge, también en Uganda, san Ponciano Ngondwe, mártir, quien, escolta del rey, recibió el bautismo cuando apremiaba la persecución y enseguida se le encarceló, siendo traspasado con una lanza por el verdugo.

San Ponciano Ngondwe. (1848-1886).
Natural de Bulino y tenía 38 años, pertenecía al clan Nyonyi. A los 13 años fue enviado al palacio real como paje, sirviendo a los diferentes monarcas luego fue miembro de la guardia real del rey Muanga de Uganda. Recibió el bautismo en medio de la persecución contra los cristianos, gracias a san Andrés Kaggwa y fue bautizado en 1885.

Estaba en desgracia del rey porque no había cumplido bien una orden real. Recordaba el rey que Ponciano era cristiano, le propuso la apostasía, se negó a ello y se decretó que fuera con los demás a Namungongo, pero Ponciano preguntó por qué no podía morir en la corte en que había prestado sus servicios. Fue martirizado de un lanzazo en Tatka Jjiunge y su muerte fue ofrecida a los espíritus de los guardias reales fallecidos.
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