Santoral del 2 de Septiembre

SAN ESTEBAN, Rey de HungríaINDICE


San ANTOLÍN DE PAMIERS
San ELPIDIO
San JUSTO DE LYON
Beato BROCARDO
Beatos JUAN MARÍA DU LAU D'ALLEMANS, FRANCISCO JOSÉ y PEDRO LUDOVICO DE LA ROCHEFOUCAULD, y 93 compañeros
Beato PEDRO JACOBO MARÍA VITALIS y 20 compañeros
San HABIB
SIAGRIO DE AUTUN
San AGRÍCOLA DE AVIÑÓN
Beata INGRID ELOFSDOTTER
Beato ANTONIO FRANCO
OTROS SANTOS DEL DÍA

Agrícola, Cástor, Maine, Próspero, obispos; Brocardo, Eleazar, Licinio, Teodora, confesores; Antolín, Diómedes, Julián, Felipe, Elpidio, Peregrino, Facundino, Juventino, Almaquio, Sofía, Teódota, Zenón, Concordio, Teodoro, mártires; Elpidio, abad; Cosme, eremita; Raquel (A. T.)




SAN ANTOLIN DE PAMIERS, mártir
Quien es justo justifíquese más,
y quien es santo santifíquese más.
(Apocalipsis. 22, 11).

El patrono de los cazadores españoles y de la ciudad de Palencia fue un joven que anduvo entre dos frentes: el de la lucha y la soledad.

Había nacido en la parte sur de Francia, en Narbona cuando mediaba el siglo III de nuestra era.
Como era un espíritu aventurero, se marchó pronto a Italia. En la ciudad de Palermo lo ordenaron de sacerdote, debido a su predicación y a sus dotes, entre las cuales se destacaba la santidad de vida personal y su irradiación a los demás.

En Palermo estuvo nada menos que 18 años trabajando por el reino de Dios mediante el anuncio del Evangelio.
Por razones personales volvió a Francia. Y en ese tiempo reinaba en esta región, perteneciente a Toulouse, su tío Teodorico.

Una vez que se enteró de que su sobrino era cristiano, lo mandó prender y durante siete días no le dio alimento ni nada. Sin embargo, un amigo suyo – para algo sirven los auténticos amigos -, le ayudó a escondidas. Así pudo soportar el hambre a la que le sometió el pagano gobernante.

Le sobrevino la muerte a su tío. Entonces quedó libre. Buscó la soledad de un bosque cercano para vivir en paz, oración y tranquilidad, y alejado del mundanal ruido.
Galacio, nombre del que sucedió a su tío en el reino, era también de armas tomar.
Siguiendo la conducta de su antecesor, lo metió de nuevo en la cárcel. Esta vez no estaba ya solo. Un buen grupo de amigos, convertidos al cristianismo, lo acompañaron para sufrir el martirio por la fe en el Señor.

Sus cuerpos se arrojaron al río Aregia.
Se cuenta que el rey Sancho de Navarra, muy aficionado a la caza, fue a una cacería de ciervos. Y andando se encontró con una cueva. Vio un animal e intentó matarlo, pero su mano quedó paralizada. Esta cueva se mantiene en la cripta de la catedral de Palencia.

MEDITACIÓN SOBRE LA JUSTICIA

I. Temed la justicia de Dios; será terrible en el otro mundo. Ahora la misericordia le ata las manos, pero entonces habrá pasado el tiempo de la misericordia, y Dios nos juzgará en todo el rigor de su justicia. ¿Qué será de mí, Señor, si de tal modo me juzgáis? ¡Ah! es preciso que sea yo mismo mi juez, y que me condene a hacer penitencia de mis pecados en este mundo; porque Vos me indultaréis, si yo me castigo a mí mismo. Cuanto menos te perdones a ti mismo, tanto más te perdonará Dios. (Tertuliano).

II. Cuando hables de los demás, sé justo con ellos; habla de lo que les concierne como de lo que te toca a ti mismo. Al oírte, diríase que todo lo que tú haces es excelente, y que todo lo que hacen los demás deja mucho que desear. Mucha injusticia hay y poquísima caridad en la comparación que haces de tus acciones con las de tu prójimo.

III. Trabaja por hacerte cada día más justo y más santo; olvídate del poco bien que hiciste, para no pensar sino en los pecados que cometiste. Considera cuán alejado estás todavía de la santidad de Jesucristo y de los elegidos; compara también tu vida con la de tantas santas almas que conoces, y te humillarás viendo el camino que te queda por recorrer para llegar a la santidad. Pon manos a la obra con valentía. No avanzar es retroceder; porque nada queda estacionario en esta vida. (San Bernardo).

La justicia
Orad por la Iglesia en Hungría.

ORACIÓN

Conceded a vuestra Iglesia, oh Dios omnipotente, que después de haber tenido al bienaventurado Esteban, vuestro confesor, como su propagador durante su reinado terrenal, merezca ella encontrar en él un glorioso defensor en el cielo. Por J. C. N. S. Amén.




San Esteban, Rey de los Húngaros y Confesor, que durmió en el Señor el 15 de Agosto. En Roma, Santa Máxima, Mártir, que durante la persecución de Diocleciano, confesando a Cristo a una con san Ansano, mientras la apaleaban entregó su espíritu. En Pamiers de Francia, san Antolín, Mártir, cuyas reliquias se conservan con gran veneración en Palencia de España. Igualmente los santos Mártires Diomedes, Julián, Felipe, Eutiquiano, Esiquio, Leónides, Filadelfo, Menalipo y Pantágapas; de los cuales unos consumaron el martirio en el fuego, otros en el agua, y otros por la espada y en la cruz.

En Nicomedia, los santos Mártires Zenón y sus hijos Concordio y Teodoro. En Lyon de Francia, san Elpidio, Obispo y Confesor. En el Piceno, otro san Elpidio, Abad, cuyo nombre tomó el pueblo que se gloría de poseer su santo cuerpo. En el monte Soracte, san Nonoso, Abad, el cual con su oración trasladó de un lugar a otro un gran peñasco, y resplandeció con otros milagros. El mismo día, la Conmemoración de los santos hermanos Mártires Evodio, Hermógenes y Calixta. Padecieron el martirio en la ciudad de Siracusa, en Sicilia, y de ellos se hace mención también el 25 de Abril. En Lyon de Francia, la Traslación de los santos Justo, Obispo y Confesor, y Viador, que había sido su ministro, cuyo tránsito se conmemora, respectivamente, el 14 y el 21 de Octubre. Y en otras partes, otros muchos santos Mártires y Confesores, y santas Vírgenes.

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Beato ANTONIO FRANCO. (1585-1626).


Martirologio Romano:
En Lucía del Mela, Mesina, Italia, beato Antonio Franco, Prelado Ordinario de Santa Lucia del Mela Nació en Nápoles, en el seno de una familia noble de origen francés. Con 17 años obtuvo el Doctorado en Derecho Civil y Canónico en 1602, sin tener aún la edad canónica para la ordenación sacerdotal. Su padre lo envió a Roma para continuar sus estudios eclesiásticos. Todavía no había pasado un año de su estancia en Roma, cuando su padre le comunicó que se debía trasladar a España, a la Corte real de Felipe III en Madrid, con la intenció de buscarle un puesto digno conforme a las tradiciones de su noble familia. Fue ordenado sacerdote en 1610, y llegó a ser capellán real y después de permanecer un decenio en la Corte fue propuesto por el mismo rey para gobernar la Prelatura de Santa Lucía del Mela, y de esta forma llegaba a ser consejero real y Capellán Mayor del reino de Sicilia.

Este territorio dependía directamente de la Santa Sede por lo que el cargo debía ser ratificado por el Papa. El nombramiento fue confirmado por el Papa Pablo V, a quien visitó en Roma. Tomó posesión de la Prelatura "Nullius" el 18 de mayo de 1617. Franco fue un hombre santo que vivió en profunda penitencia y privaciones, comía poco (tan sólo pan y agua) y dormía en el suelo desnudo, con una piedra en lugar de almohada y llevaba dos pesadas cadenas dondequiera que iba. De las dos cadenas una todavía existe, y se encuentra en un relicario en la Catedral Basílica de Santa Lucia del Mela. Se distinguió por su caridad hacia los pobres y los enfermos. Fue grande su compromiso con las víctimas de los usureros. Durante una sequía persistente, la gente de la cercana aldea de San Filippo del Mela, fue a verle para pedirle oraciones. El santo prelado, profundamente conmovido, les pidió confiar en Dios. Cuando regresaron a su región, con gran sorpresa, lo encontraron delante de ellos mostrándoles una abundante fuente de agua mientras los llamaba “Bienaventurados”, a la misteriosa "bilocación" se añadía la gracia de tener un bien tan necesario, en ese lugar más tarde se construyó un altar con su imagen. Monseñor Franco falleció el 2 de septiembre de 1626, a la temprana edad de 41 años, en parte debido su incansable apostolado, a las penitencias y las continuas abstinencias. Sus restos incorruptos son venerados en la Basílica Catedral de Santa Lucia del Mela (Messina, Italia). Fue beatificado el 2 de septiembre de 2013 por SS Francisco.
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Beata INGRID ELOFSDOTTER. M. 1282.

Martirologio Romano:

En Skänninge, ciudad de Suecia, beata Ingrid Elofsdotter, que, al enviudar, dedicó todos sus bienes al servicio del Señor, vistiendo el hábito dominicano tras una peregrinación a Tierra Santa Pertenecía a la noble familia de los Elofsdotter de Suecia. Fue obligada por sus padres a contraer matrimonio con una persona de su condición social. Vivió en el mundo sin estar en el mundo. Se quedó viuda muy pronto y emprendió, con un séquito de doncellas, una larga peregrinación a Tierra Santa. De regreso de Palestina marchó a Roma y luego a Santiago de Compostela. De vuelta a su patria, un único deseo la animaba: consagrarse para siempre en una vida de oración y de penitencia. Pero se encontró que entre sus conciudadanos algunos habían intentado poner su fama en entredicho e incluso buscaron atentar contra su vida. Pero no lo consiguieron y la santa peregrina fue recibida con veneración. Ayudada por generosos benefactores pudo edificar un monasterio, el de Skänninge, bajo la regla de santo Domingo, donde junto a un buen número de vírgenes se dedicó a la contemplación y a la austeridad. Esto sucedió en 1281 ante la presencia del rey Magnus Ladulas, con la ayuda y el apoyo del padre dominico Pedro de Dacia y la autorización del obispo de Linoping y del Provincial de los dominicos. Fue priora del monasterio y murió con fama de santidad.

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San AGRÍCOLA DE AVIÑÓN. (630-700)

Martirologio Romano:

En Aviñón, de la Provenza, en Francia, san Agrícola, obispo, que después de llevar vida monástica en la isla de Lérins, sucedió en el episcopado a su padre, san Magno, de quien había sido auxiliar Obispo de Aviñón (650-700). Una tradición tardía dice que Agrícola nació en Aviñón y que fue hijo de san Magno, obispo de Aviñón. Agrícola ingresó en el monasterio de Lérins a los 14 años e hizo grandes progresos en la ciencia y la virtud, de manera que avanzó con rapidez por el camino del sacerdocio. Al cabo de dieciséis años como monje en Lérins, su padre le llamó a la ciudad episcopal de Aviñón para nombrarle archidiácono. En aquel puesto se distinguió por sus prédicas, por su habilidad para la administración y por sus solícitos cuidados hacia los pobres, los oprimidos y los enfermos. En el año 660, san Magno consagró obispo a su hijo Agrícola y le nombró su coadjutor. Diez años más tarde, murió Magno, y san Agrícola le sucedió en la sede y en el éxito con que la administró. Construyó una iglesia que la confió a los monjes de Lerins y también un convento para monjas benedictinas. La leyenda dice que con una bandada de cigüeñas habría eliminado las serpientes de su diócesis. Todos estos particulares datan de documentos del siglo XV. Patrón de Aviñón. En la diócesis de Aviñón se le invoca tanto para atraer las lluvias como el buen tiempo.
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SIAGRIO DE AUTUN. M. 600. Martirologio Romano:

En Autun, de Burgundia (hoy Borgoña, en Francia), san Siagrio, obispo, cuya ciencia y celo brillaron en los concilios donde intervino Parece que era de origen galo-romano. Arzobispo de Autun (c.560 - 600), ejerció un papel importante en la vida eclesiástica y política de su tiempo. En los concilios en los que participó brilló por su ciencia y celo; fue honrado con el palio arzobispal por el papa san Gregorio Magno, a petición de la reina Brunilda. Promovió los estudios teológicos y la disciplina eclesiástica. Luchó denodadamente contra la simonía y el matrimonio de los clérigos. Tuvo que encargarse del delicado asunto de restablecer la paz en el convento de la Santa Cruz de Poitiers, donde dos religiosas se habían rebelado contra la abadesa.

Como la tarea era demasiado difícil, san Siagrio pidió ayuda a otros obispos, y finalmente las rebeldes fueron excomulgadas por un sínodo. A lo que parece, esa experiencia desagradable volvió muy cauto a san Siagrio, ya que algunos años más tarde le reprendió el papa san Gregorio Magno por no haber impedido que una religiosa fuese raptada y contrajese matrimonio. Hospedó a san Agustín de Canterbury y a sus compañeros en su viaje hacia Inglaterra. El rey Gontrán, quien le apreciaba mucho, le escogió por compañero de viaje cuando fue el bautismo de Clotario II, que tuvo lugar en Nanterre el año 591.

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San HABIB. M. 322. Martirologio Romano:

En Edesa (hoy Urfa), en el territorio de Osroenes (Orrhoë), de Mesopotamia septentrional, san Habib, diácono y mártir, que, en tiempo del emperador Licinio, fue condenado a ser arrojado al fuego por orden del prefecto Lisanias Diácono en Edessa de Siria, ciudad que fue centro de cultura cristiana (Escuela de Edessa) en los siglos IV - V; logró liberarse de la persecución contra los cristianos de Galerio, emperador de Oriente en el 305, que después emanaría un edicto de tolerancia en el 311. En esta persecución fueron martirizados, en el 306, los santos Gurías y Samonas, sus amigos y compatriotas; cuando se puso en marcha la tolerancia imperial,

Habib pudo ejercer libremente su ministerio y durante varios años sostuvo y fortaleció la fe del pueblo cristiano de Edessa. Pero con la llegada del emperador Licinio Valerio se inició una nueva persecución y entonces fue arrestado, pero consiguió liberarse; deseoso del martirio no se escondió y se presentó espontáneamente a Teotecno, uno de los ofic iales de Lisanias, prefecto de la provincia. Interrogado permaneció impasible a las amenazas, promesas y torturas, hasta que fue condenado a la pira (15 de Noviembre). Una vez muerto, su cuerpo, milagrosamente, no se quemó; fue embalsamado y sepultado junto a los mártires sus amigos santos Gurías y Samonas; su culto estuvo asociado a la de ellos durante siglos, pero los 16 años de distancia entre ambas muertes, 306 y 322, ha determinado la división de la celebración.

San ANTOLÍN DE PAMIERS. s. IV. Martirologio Romano:

En Apamea, de Siria, san Antonino, mártir de la fe, de quien se dice que, siendo lapicida, los paganos le mataron por destruir ídolos gentiles cuando tenía veinte años de edad
Mártir legendario. Según algunos hagiógrafos, como los bolandistas dicen que era cantero sirio de  que hizo pedazos los ídolos de su pueblo, murió en las gradas de una iglesia en Pamea o Apamea de Siria, junto con su discípulo Almaquio, el presbítero Juan. Otros mártires de Apamea serian san Cayo y san Alejandro. Habrían sufrido martirio durante la persecución de Diocleciano. Según otros, era de estirpe real, según algunos historiadores. Muy venerado en Pamiers del Languedoc (Francia), como lugar de su martirio, y especialmente en Palencia. Según la tradición de Pamiers habría llegado a Arles con san Dionisio de París, para evangelizar la región de Rouergue. Habría sido decapitado y descuartizado. Sus miembros fueron arrojados al Ariège.

No obstante, su cabeza y brazos, depositados en una barca y velados por dos águilas blancas, remontaron milagrosamente la corriente y recalaron en Pamiers. Al respecto, otras tradiciones relatan que fue martirizado por los arrianos. En realidad este santo no ha existido sino que es el mártir de Apamea de Siria. Ya que sus reliquias las trajo a esta ciudad en el siglo XII el conde Rogelio II de Foie, después de combatir en la cruzada. Hay otra tradición que dice que era francés, hijo de Fredela, rey de Pamia, quien por el trato con los ermitaños de San Agustín se convirtió al cristianismo. Predicó entre los paganos, y fue martirizado en compañía de Almaquio y del presbítero Juan por su tío Teodorico en el 674, siendo diácono. Y otra tradición le hace nacido en Pamia, tierra de los vacceos en Palencia, donde habría sufrido martirio en época de Diocleciano. Otra tradición legendaria sobre sus reliquias narra que el rey don Sancho, hallándose de caza en la espesura de un bosque, en el lugar donde hoy se extiende la ciudad de Palencia, divisó un jabalí, que en su huida fue a refugiarse en una oquedad del terreno (la cripta de San Antolín, aún en pie hoy bajo la catedral gótica de la ciudad).

Adentrándose el rey en la misma, se disponía a lanzar una flecha para matar al animal, cuando su brazo quedó paralizado, comprendiendo el rey que estaba en un lugar santo y que había sido castigado por cometer sacrilegio. El monarca hizo entonces un voto por el que si recuperaba de la repentina parálisis levantaría una catedral en el lugar. Al instante quedó curado. Agradecido el rey Sancho por el milagro, y halladas las reliquias del mártir que habían quedado abandonadas durante la invasión musulmana, se erigió el templo en cumplimiento de la promesa. Debido a esto la catedral palentina está dedicada a san Antolín. Es patrón de Pamiers, Toulouse y Palencia.

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San ELPIDIO. s. IV. En el Piceno, de Italia, san Elpidio, cuyo nombre adoptó el pueblo que conserva su venerado cuerpo Se dice que era originario de Capadocia. El escritor Paladio lo recuerda en su "Historia Lausica" como un eremita que vivió muchos años en una gruta junto a Jericó y fue objeto de los elogios típicos para un asceta que, abandonando la compañía de los hombres, eligió la vida solitaria de la perfección cristiana; allí vivió 25 años y se le añadieron muchos discípulos. En esta época, apareció una nueva forma de monacato, con san Pacomio, iniciador del "cenobitismo", esto es de la vida comunitaria. En Tebaida, junto al Nilo, había fundado los primeros conventos de hombres y mujeres, divididos en celdas individuales, con la iglesia y el refectorio en común. A la cabeza de cada núcleo estaba el abad que tenía la misión de hacer observar la regla común, imponer la castidad, el trabajo, el ayuno y la recitación del Oficio Divino.

Pocos años después de san Pacomio, el gran teólogo y místico oriental san Basilio el Grande escribía una regla más mitigada pero más sabia, destinada a ser la "carta magna", las constituciones, de todo el monacato cristiano, ya sea en Oriente como en el Occidente, a través de la Regla benedictina. San Basilio ponía el acento sobre el trabajo manual e intelectural y reforzaba la autoridad del abad para eliminar los excesos de las fantasías personales. No siempre los resultados respondieron a las buenas promesas: muchos monjes, auténticos vagabundos, abandonaban el convento para recorrer los caminos o ir a las grandes ciudades, o se dedicaban a ejercicios ascéticos tan insólitos como espectaculares, como los "estilitas", que vivían inmóviles como estatuas sobre una columna y daban sabios y raros consejos a los peregrinos que se acercaban para admirarles. También Elpidio habría dejado el cenobio por un período de vida austera y solitaria en las cercanías de Jericó, si aceptamos esta versión de la vida del santo, que en un segundo tiempo se trasladó a Piceno para establecer una comunidad monástica o para realizar una forma de apostolado entre el pueblo.

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San JUSTO DE LYON. M. 390. Martirologio Romano:

En Lyon en Francia, deposición de san Justo, obispo, que, cuando dejó el episcopado después del Concilio de Aquileya, se retiró junto al lector Viator a un eremo en Egipto, donde, durante algunos años, llevó una humilde vida en compañía de los monjes; su santo cuerpo junto a los huesos de san Viator fue después trasladado a Lyon Nació en Vivarais. Era un diácono de Vienne, cuando fue elegido obispo de Lyon en el 350. Su gran celo le llevaba a censurar enérgicamente cuanto merecía reprobación. En el sínodo de Valence (374 P.c.), demostró ampliamente su amor a la disciplina y el buen orden. En el 381 participó en el concilio de Aquileya  que se ocupó principalmente de combatir el arrianismo. San Ambrosio de Milán obtuvo en el curso de aquél sínodo la deposición de dos obispos arrianos. El santo profesaba particular respeto a san Justo, como lo prueban dos cartas que le escribió para consultarle acerca de ciertas cuestiones bíblicas.

Después, desterrado voluntariamente en las soledades de Egipto, para llorar su torpeza, que le hizo transgredir el derecho de asilo a un hombre que, en una carrera homicida había herido a otro gravemente, y se refugió en la iglesia; la multitud enfurecida quiso prender fuego al templo, y el obispo prometió entregarlo si le respetaban la vida, se lo prometieron, pero al entregarles al hombre, la muchedumbre lo mató. El pueblo no quería dejarle partir pero, a la vuelta del sínodo de Aquileya, Justo abandonó una noche a su comitiva y huyó a Marsella, de donde se embarcó rumbo a Alejandía, con un lector llamado san Viator. En Egipto vivió, sin ser reconocido, en un monasterio; pero fue finalmente descubierto por un habitante de la Galia que había ido a visitar los monasterios de la Tebaida. Inmediatamente, el pueblo de Lyon envió a un sacerdote para que le trajese consigo, pero el santo no se dejó convencer. San Antíoco (quien sucedió a san Justo en el gobierno de la sede Lyon) determinó ir a acompañar en la soledad a su predecesor, quien murió poco después en sus brazos, el año 390. Su cuerpo fue trasladado a Lyon y sepultado en la iglesia de los Macabeos, que más tarde tomó su nombre. San Viator murió algunas semanas después que su maestro.

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Beato BROCARDO. (c. 1150 - 1231) Martirologio Romano:

En el monte Carmelo, en Palestina, cerca de la fuente de Elías, beato Brocardo, prior de los eremitas, a quienes san Alberto, obispo de Jerusalén, dio la Regla de vida, para conducirse día y noche vigilantes en la oración y en la meditación de la ley del Señor En cuanto a su origen, su mismo nombre teutónico (Burcard) hace sospechar que debajo de él se esconde, con mucha probabilidad, un franco germánico, desde luego no un oriental, sino un europeo como todos los demás ermitaños congregados bajo su obediencia en el Monte Carmelo. Tanto en lo físico como en lo moral nos lo presentan como adornado de muchas cualidades.

De joven subió al Monte Carmelo, donde bacía poco moraban unos ermitaños venidos de Europa como cruzados para conquistar los Sagrados Lugares. Allí encontró al frente de aquella fervorosa comunidad a san Bertoldo de Malefaida, quien encauzó su espíritu por las vías de la oración, soledad y vida de mortificación. Muerto san Bertoldo, todos aquellos religiosos eligieron como su Prior a Brocardo, que pasaría así a ser el segundo General de la Orden. Por su petición san Alberto de Jerusalén, escribió la regla que dio vida en Occidente a la orden del Monte Carmelo. San Ángel de Jerusalén, fue el encargado de presentársela al Papa. Muy respetado por los musulmanes, porque curó de la lepra al sultán de Damasco y bautizó en el Jordán al visir de Egipto. No se sabe nada más de su vida. Su nombre ha sido suprimido. Su existencia viene de la  interpretación de la abreviatura “B”, referida al prior de un grupo de ermitaños del Carmelo que hacia 1210, recibió de san Alberto, patriarca de Jerusalén, la regla y a institución canónica de la Orden. Al morir fue sepultado en el Monte Carmelo.

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Beatos JUAN MARÍA DU LAU D'ALLEMANS, FRANCISCO JOSÉ y PEDRO LUDOVICO DE LA ROCHEFOUCAULD, y 93 compañeros. (1738-1792).

Martirologio Romano:

En París, Francia, pasión de los beatos mártires Juan María du Lau d'Allemans, Francisco José y Pedro Ludovico de la Rochefoucauld, obispos, y noventa y tres compañeros, clérigos o religiosos, que, estando juntos en el convento del Carmen, fueron masacrados por Cristo por odio a la religión por haber rechazado prestar el impío juramente impuesto al clero durante la revolución francesa.

La Revolución Francesa se convirtió en un baño de sangre. Al lado de los que murieron en la guillotina hay que añadir estos mártires de septiembre, sacrificados por una salvaje masacre. La razón por la que estaban en la cárcel era porque se habían negado a prestar el juramento exigido por la Constitución Civil del Clero. Esta constitución, reformaba la Iglesia de Francia, separándola de la obediencia a la primacía del Pontífice, y haciéndola nacional. Para ello se confiscaron muchos bienes y se abolieron privilegios de la Iglesia. Jansenistas, galicanos y volterianos se unieron a esta idea. Los párrocos serían elegidos por los electores del distrito, sin tener en cuenta su preparación o su fe. Los obispos eran elegidos sin la confirmación papal aunque podían comunicarle el nombramiento en señal de comunión.

El rey Luis XVI pidió al Papa si era legítimo esta ley, y éste contestó que no tenía facultad el rey para reformar la Iglesia, y a pesar de ello firmó. Así todo el que rehusaba perdía el cargo y todos sus derechos. Pío VI declaró en un breve, la herejía de la ley y el rey Luis XVI se negó a seguir con la farsa. Tras el derrocamiento de la monarquía se agravaron las penas contra los sacerdotes y se comenzó la caza de aquellos que se negaron a prestar juramento constitucional.

Aparte de la cárcel de La Force se convirtieron en cárcel el convento de los carmelitas, el seminario de San Fermín y la abadía de San Germán de los Prados. Llegaron a estas cárceles conforme fueron siendo apresados a partir del 11 de agosto. Se dice que la causa de la masacre de los eclesiásticos fue el furor provocado por las noticias provenientes de Verdún, asaltada el 1 de septiembre por los prusianos, y que provocó que como venganza se pidiera la muerte de los traidores, es decir, los monárquicos y los clérigos y religiosos. El día siguiente, domingo 2 de septiembre de 1792, Marat publicaba una proclama en el periódico L’Ami du Peuple que era una invitación a terminar con los enemigos. Salían ya de París algunas carretas cargadas de sacerdotes deportados cuando fueron devueltos al Ayuntamiento y desde allí la plebe enfurecida los acompañó a la abadía de San Germán. Tres sacerdotes fueron linchados y los demás en una sala fueron juzgados y ejecutados, cuando se negaban a prestar juramento, a golpe de sable. De los caídos por la fe en aquella abadía Pío XI beatificó a 21.

Ejecutados los primeros sacerdotes, la plebe se dirigió al convento del Carmen. Aquí los detenidos habían organizado su vida de forma que fuera lo más reglamentada posible. Alojados de forma miserable en la iglesia, se les había concedido el derecho a pasearse una hora a la mañana y otra en la tarde por el jardín. Al fondo de los jardines había un oratorio donde los futuros mártires entraban a orar en estas horas de paseo. Un sacerdote que tenía las Actas de los Mártires había leído cada día unas páginas del mismo para prepararse al martirio si venía. Temiendo que se les asesinara todos se habían confesado. El día 2 los revolucionarios llegaron con la hora del paseo. Fuerzan la guardia y entran en los jardines reclamando al arzobispo de Arles. Disparan y matan a varios sacerdotes, los demás intentan esconderse. El arzobispo de Arles, monseñor Lau, llega acompañado de varios sacerdotes y son asesinados sin formalidad. Luego se dirigen al oratorio y disparan y matan a los que allí estaban. Interviene el comisario Maillard que ordena que los sacerdotes sean llevados a la iglesia y sean juzgados, los que se negaron a prestar juramento fueron asesinados con los sables y bayonetas. Las victimas fueron 95.

Por no constar con la suficiencia que se requiere para un proceso de beatificación, algunos nombres no fueron incluidos en la lista de los beatificados. Algunas reliquias se conservan en la iglesia de los Carmelitas. El Papa Pío XI los beatificó a todos en 1926. Sus nombres son: Armando Faucauld de Pontbriand, Vicario general. Francisco Ludovico Méallet de Fargues, Vicario general. Gabriel Desprez de Roche, Vicario general. Juan Antonio Jacinto Boucharéne de Chaumeils, Vicario general. Julio Honorato Cipriano Pazery de Thorame, Vicario general. Pedro Francisco Pazery de Thorame, Vicario general. José Tomás Pazery de Thorame, canónigo. Juan Goizet, arcipreste. Andrés Angar, Pbro. Andrés Grasset de Saint-Sauveur, Pbro. Claudio Chaudet, Pbro. Claudio Colin, Pbro. Enrique Hipólito Ermés, Pbro. Francisco Cesar Londiveau, Pbro. Francisco Dardan, Pbro. Francisco Dumasrambaud de Calandelle, Pbro. Francisco Urbano Salins de Niart, Pbro. Gaspar Claudio Maignien, Pbro. Jacobo Alejandro Menuret, Pbro. Jacobo Francisco de Lubersac, Pbro. Jacobo José Lejardinier Deslandes, Pbro. Jacobo Juan Lemeunier, Pbro. José Becavin, Pbro. Juan Antonio Bernabé Séguin, Pbro. Juan Antonio Guilleminet, Pbro. Juan Bautista Claudio Aubert, Pbro. Juan Bautista Janin, Pbro. Juan Bautista Nativelle, Pbro. Juan Enrique Ludovico Miguel Samson, Pbro. Juan Felipe Marchand, Pbro. Juan Francisco Bosquet, Pbro. Juan Lacan, Pbro. Juan Pedro Bangue, Pbro. Juan Roberto Quéneau, Pbro. Julián Poulain-Delaunay, Pbro. Ludovico Francisco Andrés Barret, Pbro. Ludovico Longuet, Pbro. Ludovico Lorenzo Gaultier, Pbro. Ludovico Mauduit, Pbro. Matías Agustín Nogier, Pbro. Maturino Víctor Deruelle, Pbro. Nicolás Clairet, Pbro. Oliverio Lefévre, Pbro. Pedro Landry, Pbro. Pedro Ludovico José Verrier, Pbro. Pedro Ploquin, Pbro. René Nativelle, Pbro. René Nicolás Poret, Pbro. Roberto le Bis, Pbro. Tomás René Dubuisson, Pbro. Vicente Abraham, Pbro. Esteban Francisco Deusdedit de Ravinel, diácono. Jacobo Agustín Robert de Lezardiéres, diácono. Ludovico Alejo Matías Boubert, diácono. Augusto Dionisio Nézel, seminarista. Bernardo Francisco de Cucsac, sulpiciano. Claudio Rousseau. sulpiciano. Enrique Augusto Luzeau de la Moulonniére, sulpiciano. Jacobo Esteban Felipe Hourrier, sulpiciano. Jacobo Gabriel Galais, sulpiciano. Juan Antonio Savine, sulpiciano. Juan Bautista María Tessier, sulpiciano. Juan Bautista Miguel Pontus, sulpiciano. Pedro Gauguin, sulpiciano. Pedro Miguel Guerin, sulpiciano. Pedro Nicolás Psalmon, sulpiciano. Tomás Nicolás Dubray, sulpiciano. Ambrosio Agustín Chevreux, O.S.B. René Julián Massey, O.S.B. Ludovico Barreau de la Touche, O.S.B. Carlos Francisco Le Gué, S.I. Carlos Jeremías Béraud du Pérou, S.I. Claudio Antonio Raoul Laporte, S.I. Claudio Cayx-Dumas, S.I. Claudio Francisco Gagniéres des Granges, S.I. Francisco Balmain, S.I. Francisco Vareilhe-Duteil, S.I. Guillermo Antonio Delfaud, S.I. Jacobo Julio Bonnaud, S.I. Juan Charton de Millon, S.I. Luis Tomás Bennotte, S.I. Maturino Nicolás Le Bous de Villeneuve de la Ville-Crohain, S.I. Santiago Friteyre-Durvé, S.I. Vicente José le Rousseau de Rosencoat, S.I. Apolinar Morel de Posat, O.F.M.cap. Juan Francisco Burté, O.F.M.conv. Severino Girault, Terciario Franciscano. Francisco Lefranc, eudista. Francisco Ludovico Hébert, eudista. Salomón, H.E.C. Urbano Lefévre, S.M.E. Carlos Regis Mateos de la Calmette, conde de Valfons.


Juan María du Lau d’Allemans nació en “La Coste”, Biras en 1738. Estudió Teología en el seminario de San Sulpicio. Arzobispo de Arlés, tomo como modelo a san Carlos Borromeo, buscando guardar la disciplina eclesiástica, la dignidad del culto y la buena organización de la Iglesia. Procuró elevar el nivel moral y cultural del clero. Cuando se convocaron los Estados Generales, junto con el obispo de Clermont, presentó una moción sobre la “Constitución Civil del Clero”, en la que se ofrecía la creación de un concilio nacional de Francia. En este hecho se quiso ver una tendencia al galicanismo de nuestro beato, ya que no se habla del Papa; parece ser que era una manera de evitar que este espinoso asunto lo tratase la Asamblea, y luego se hablaría con el Pontífice. En 1792 se negó a prestar juramento constitucional, con lo cual se decretó la deportación de todos los obispos refractarios, Juan María protestó ante semejante injusticia contraría a los principios de libertad religiosa que la Revolución decía defender.

Cuando el asalto a las Tullerías y la suspensión del poder real, se mandó detener a todo los obispos que se encontrasen en París. Juan María fue detenido con todos los sacerdotes de la parroquia de San Sulpicio, fue llevado ante el tribunal donde de nuevo se negó a prestar juramento civil, y se decidió, encarcelarlos en la iglesia carmelita de Rue de Rennes. Al entrar en el Carmen, en un principio no se les permitió tener comunicación entre sí, ni que ejerciesen ningún acto religioso, pero más tarde esta situación se mitigó un poco. El arzobispo exhortaba a todos a la paciencia. Su presencia era conocida, por eso cuando llegaron las turbas para asaltar el convento, exhortó a todos los sacerdotes y religiosos a afrontar el martirio como auténtica gracia de Dios. Las turbas preguntaron por él y se produjo el siguiente diálogo: -¿Eres tú el arzobispo de Arles? –Sí, señores, yo soy. -Malvado: tu eres el que ha hecho verter la sangre de tantos patriotas en Arlés. –Señores que yo sepa jamás he hecho mal a nadie. –Pues entonces yo quiero hacértelo a ti. Y en aquel momento le destrozaron el cráneo a sablazos.

Francisco José de La Rochefoucauld-Maumont nació en Angulema en 1736. Después de estudiar en el seminario de San Sulpicio de París y en el colegio de Navarra, fue ordenado sacerdote y dos años más tarde fue elegido obispo de Beauvais en 1772. En el día de su consagración episcopal hizo testamento a favor de los pobres, a los que ayudaba en la medida de sus fuerzas dando un gran ejemplo de caridad. Cuando las circunstancias políticas de la negativa a jurar la Constitución, hubo de dejar su diócesis y marchar a París, y allí fue detenido y llevado al convento del Carmen. Cuando los revolucionarios asaltaron el edificio, cayó herido en los primeros momentos sobre el suelo del jardín. Su hermano el beato Pedro Ludovico de La Rochefoucauld-Maumont, obispo de Saintes, lo retiró a la iglesia, de donde fueron sacados en los últimos momentos de la matanza a la escalera de la capilla al jardín y allí murieron a sablazos.

Pedro Ludovico de la Rochefoucauld nació en “Le Vivier”, Blanzaguet en 1744. Igual que su hermano mayor, el beato Francisco José de La Rochefoucauld-Maumont, realizó sus estudios en San Sulpicio y en el colegio de Navarra. Después de varios años de sacerdocio fue elegido obispo de Saintés. Combatió el jansenismo, e intentó ante todo garantizar la educación religiosa de los niños y jóvenes, preocupándose sobre todo por la catequesis en las escuelas, y la preparación de los candidatos al sacerdocio, cuidando mucho de los dos seminarios de su diócesis. No quiso prestar juramento constitucional, y tuvo que abandonar su diócesis. Junto a su hermano se marcho a París donde fue arrestado, y llevado al Ayuntamiento y después al convento del Carmen. Cuando el asalto de los revolucionarios vio a su hermano malherido, lo arrastró como pudo al interior de la iglesia queriendo auxiliarle. Pero cerca de las 6 de la tarde, cuando ya habían sido juzgados y ejecutados la mayoría de los sacerdotes, ambos hermanos fueron obligados a salir al jardín, en cuyas escaleras ambos fueron asesinados a sablazos.

Andrés Grasset de Saint-Sauveur nació en Montreal (Quebec, Canadá) en 1758. Su padre había servido como secretario del Gobernador de Nueva Francia, pero la familia había retornado a París, donde el beato Andrés fue ordenado sacerdote y le dieron una canonjía en la catedral de Sens. A raíz de la Revolución, algunos sacerdotes que se habían negado a jurar la “Constitución Civil del Clero”, fueron perseguidos, y encarcelados; fueron suprimidos los cabildos catedralicios, nuestro beato optó por irse a París y pedir alojamiento en casa de los Eudistas, que los recibieron fraternalmente. Pero tras el 10 de agosto fue arrestado con los eudistas y fue conducido al convento de los carmelitas, que fue convertido en prisión. Una turba asaltó el convento y ejecutaron a Andrés y a otros 94 sacerdotes más que estaban con él. Es el primer canadiense en ser beatificado.

Ambrosio Agustín Chevreux nació en Orleans en 1728. En 1744 profesó como monje benedictino maurista en la abadía de Saint-Florent de Saumur. Fue destinado a la abadía parisina de Saint-Germain-des-Prés. Fue el último Superior general de la Congregación benedictina francesa de San Mauro (Mauristas). Defendió los derechos de su Orden contra las pretensiones de la Comisión de la regularidad, que en los albores de la Revolución francesa quería suprimir las congregaciones religiosas; animó a mantener vivo el ideal monástico dentro de los conventos de la Orden. Fue encarcelado junto a un numeroso grupo de eclesiásticos en el monasterio carmelita de París ("Les Carmes") con su sobrino Dom Ludovico Barreau de la Touche y Dom René Julián Massey y ejecutado durante la masacre general.

Apolinar Morel de Posat nació en Prez-vers-Noréaz cerca de Friburgo de Suiza en 1739. Se educó en los jesuitas, y a los 23 años entró en los capuchinos. Ordenado de sacerdote en 1764, se dedicó con fervor y entrega al apostolado y a las misiones populares; además, lo nombraron maestro y profesor de sus estudiantes de Teología. A pesar de la santidad de su vida y acción, tuvo que sufrir injustas acusaciones de herejía e inmoralidad. Destinado a Siria como misionero, fue a París en 1788 para instruirse en la lengua y cultura asiática. En la capital francesa ejerció también el apostolado, un tiempo clandestino, dedicado en particular a los alemanes. Por negarse a firmar la “Constitución Civil del Clero”, impuesta por la Revolución, fue encerrado en el convento de los Carmelitas de París el 14 de agosto de 1792, y asesinado el 2 de septiembre del mismo año.

Salomón (Nicolás Leclerc) nació en Boulogne-ser-Mer, Francia en 1745. Entrado en el Noviciado de La Salle en 1767. Después del derrocamiento de la monarquía, al comienzo de la Revolución francesa, el blanco siguiente fue la Iglesia. En 1790, la “Constitución Civil del Clero” dio al estado el control de la Iglesia en Francia. Los sacerdotes y religiosos debían prestar juramento de fidelidad a la Constitución bajo pena de exilio, de encarcelamiento y hasta de muerte. La mayor parte de los Hermanos de las Escuelas Cristianas (La Salle) se negaron y tuvieron que abandonar sus escuelas y comunidades, y esconderse, el Instituto ya no tenía estatuto legal. El Hermano Salomón era en esa época secretario del Hermano Agathon, Superior General, después de haber sido maestro, director, ecónomo. Manifestó siempre gran amor por las almas y gran abnegación en sus tareas. Habiéndose negado a prestar juramento, vivía solo en París en la clandestinidad. Conservamos de él numerosas cartas que escribía a su familia. La última lleva la fecha del 15 de agosto de 1792. Ese mismo día fue arrestado y encerrado en el Convento de los Carmelitas transformado en prisión, junto a numerosos obispos, sacerdotes y religiosos. El 2 de septiembre casi la totalidad de los prisioneros fueron exterminados, pasados a cuchillo en los locales y el jardín del Convento. Fue el primero de nuestros Hermanos mártires y también el primero en ser beatificado.

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Beato PEDRO JACOBO MARÍA VITALIS y 20 compañeros. M. 1792.
Martirologio Romano:

En el mismo lugar, día y año, beato Pedro Jacobo María Vitalis, sacerdote y veinte compañeros, mártires, ejecutados por odio a la Iglesia en la misma circunstancia en la abadía de Saint-Germain-des-Prés. Salían ya de París algunas carretas cargadas de sacerdotes deportados cuando fueron devueltos al Ayuntamiento y desde allí la plebe enfurecida los acompañó a la abadía de San Germán. Tres sacerdotes fueron linchados y los demás en una sala fueron juzgados y ejecutados, cuando se negaban a prestar juramento, a golpe de sable. De los caídos por la fe en aquella abadía Pío XI beatificó a 21 el 17 de octubre de 1926. Sus nombres eran: Antonio Carlos Octaviano du Bouzet, Vicario general. Armando Ana Chapt de Rastignac, Vicario general. Juan Ludovico Guyard de Saint-Clair, canónigo. Juan Pedro Simón, canónigo. Claudio Fontaine, Pbro. Daniel Ludovico André des Pommerayes, Pbro. Francisco José Pey, Pbro. Juan Andrés Capeau, Pbro. Juan José Rateau, Pbro. Laurent, Pbro. Luis le Danoist, Pbro. Ludovico Remigio Benoist, Pbro. Ludovico René Nicolás Benoist, Pbro. Marcos Luis Royer, Pbro. Pedro Ludovico Gervais, Pbro. Santino Huré, Pbro. Luis Benjamín Hurtrel, diácono. Tomás Juan Montsaint, Pbro. Alejandro Carlos María Lanfant, S.I. Carlos Luis Hurtrel, Minimo. Pedro Jacobo María Vitalis nació en Carpentras. Fue párroco de San Nicolás de los Campos en Paris (1784), para ser predicador al año siguiente, y unos años más tarde fue nombrado coadjutor de la parroquia parisina de Saint Merry. Aunque su párroco prestó juramento constitucional, él se negó. Su ejemplo influyó en que el párroco se retractara de su juramento. Fue detenido y recluido en la abadía de Saint Germain-des-Prés, donde era el único sacerdote entre los presos de los primeros días. Se comportó con gran dignidad y cayó con los demás en la masacre allí sufrida.

Alejandro Carlos María Lanfant nació en Lyon, en el seno de una familia burguesa en 1726; con 15 años ingresó en el noviciado de la Compañía de Jesús en Aviñón. Después de estudiar en Aix, Besançon y Marsella, profesó en 1760 y desde este instante se dedicó al ministerio de las misiones en Nancy. Después de la supresión de la Compañía en el 1768 en Lorena, durante un tiempo fue predicador de la emperatriz María Teresa en Viena, después regresó a París donde se estableció. Carlos Luis Hurtrel nació en París en 1760. En 1780 obtiene el título de Maestro en artes. Ingresó en los frailes mínimos, donde hizo la profesión religiosa en el 1781 y en el 1783 fue ordenado sacerdote. Fue un orador renombrado y gozó de la estima de los enemigos de la fe, fue gran devoto del Sagrado Corazón y recibió el título de predicador por el rey Luis XVI. Eran tiempos duros para el catolicismo francés, la Revolución estaba a las puertas. Nuestro beato rechazó firmemente prestar juramente constitucional y fue acusado de ayudar al soberano para absolver a los sacerdotes refractarios que celebraran la Misa. Fue arrestado y murió mártir en la masacre de la abadía de Saint-Germain-des-Prés de París. Fue arrestado en agosto de 1792 y trasladado a la abadía de Saint Germain-des-Prés, transformada en prisión, con la acusación de ser partidario del rey; el 11 de septiembre se le unió su hermano el beato Luis Benjamín Hurtrel.

En el 1789, cuando comenzó la revolución francesa, era bibliotecario de su convento parisino; ante la oportunidad de elegir entre la secularización o la vida comunitaria eligió esta última, continuando su vida en el convento. Su nombre aparecía entre los firmante de una carta dirigida al papa Pío VI, que participaron en un retiro en 1792 en el seminario de los Irlandeses, calificándose como “parisinus ex Ordine Minorum presbiter”. En las primeras horas del 2 de septiembre, se les llevó al locutorio, donde, por grupos, todos los prisioneros pertenecientes al clero, eran procesados por una especie de tribunal presidido por el comisario Maillard, investido para este menester por el Comité de vigilancia. A todos se les pedía prestar jurameneto a la “Constitución Civil del Clero”, aquellos que lo rechazaban eran ejecutados a golpe de sable. También se les pidió el juramento a los dos hermanos Hurtrel; pero todavía no habían respondido cuando un componente del tribunal, que los conocía, los defendió, se produjo así un enfrentamiento entre el presidente y el defensor. Entretanto, sin esperar ninguna sentencia, los revolucionarios, los ejecutaron a golpe de sable.

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OTROS SANTOS DEL DÍA.

San Zenón de Nicomedia. M. 302. Martirologio Romano:

En Nicomedia en Bitinia, hoy Turquía, san Zenón, mártir. Mártir junto con sus hijos Concordio y Teodoro, en Nicomedia, durante la persecución de Diocleciano. Otros autores consideran que fueron mártires durante la persecución de Juliano el Apóstata.

Santos Teódota, Evodio, Hermógenes y Calixta. M. 304. Martirologio Romano:
En Nicea de Bitinia, pasión de santa Teódota con sus hijos Evodio, Hermógenes y Calixta. Teodota, era una noble dama de Nicea. Según las «actas» de la santa, el prefecto Leucacio intentó casarse con ella, pero al rehusar Teodota, la denunció, lo mismo que a sus tres hijos, ante Nicecio, procónsul de Bitinia. La persecución de Diocleciano estaba entonces en todo su furor. Nicecio preguntó a Teodota si ella había enseñado a sus hijos la falsa religión que practicaban. Teodota replicó que no era una religión falsa ni nueva. Nicecio exclamó: «¿Acaso quieres decir que tus antepasados conocían ya tales doctrinas?» Evodio, el hijo mayor de Teodota, intervino entonces, diciendo: «Nuestros antepasados estaban equivocados, pero no porque Dios no hubiese revelado la Verdad, sino porque se cegaban voluntariamente y se precipitaban en el error. Pero nosotros estamos decididos a seguir a nuestra madre». Nicecio replicó: «Vuestra madre va a ofrecer sacrificios a los dioses, lo quiera o no». En seguida, dirigiéndose a Teodota, le echó en cara la valiente respuesta de su hijo y la exhortó a sacrificar a los dioses para salvar la vida de sus hijos. Como no lograse persuadirla, Nicecio condenó finalmente a los cuatro mártires a morir por el fuego. Aunque los textos griego y latino de las pretendidas «actas» carecen de valor, existen razones para creer que el martirio de santa Teodota y sus hijos tuvo lugar realmente. El «Breviarium» sirio, de principios del siglo V, menciona a «los hijos de Teodota» y sitúa su martirio el 2 de septiembre. Probablemente esa fecha es la verdadera, aunque el “Martirologio Hieronymianum” afirma erróneamente que el martirio se llevó a cabo el 2 de agosto.

San Lanfranco de Vercelli. s. V.
XIº obispo de Vercelli. Gobernó la diócesis durante nueve años, al final del siglo V. Massa escribe: “Después de la muerte, fue canónicamente aclamado como santo por todos los escritores, sea vercelleses como forasteros”. Su nombre no ha estado jamás inscrito en el Martirologio Romano, pero en la última edición de éste indica que es legítimo el culto de aquellos “santos y beatos”que están reconocidos en los calendarios y catálogos diocesanos.

San Próspero de Tarragona. s. V o c. 718. Martirologio Romano: En Tarragona, de Hispania, san Próspero, obispo. Obispo de Tarragona. Según una tradición huyó de España en el 409, a la llegada de los vándalos; según otra tradición rigió la diócesis hasta al menos el año 713 (otras fuentes citan la fecha de 718). Huyó a Italia tras la invasión árabe que destruyó Tarraco. Llevó consigo los restos de los santos Fructuoso, Augurio y Elogio así como otros objetos del obispado. En Italia fundó el Monasterio de Capodimonte en el que falleció; aunque no aparece en las listas de santos de la iglesia católica. Apenas falleció las campanas de las iglesias comenzaron a sonar de forma espontánea, llevaron su cuerpo a Camogli, donde todavía hoy es venerado.

San Nonoso. M. c. 575.
Martirologio Romano: En el monte Soratte, en la vía Flaminia, del Lacio, san Nonoso, abad. Benedictino, que tuvo que sufrir muchísimo a causa de su abad, vulgar y envidioso, que aprovechaba toda ocasión para maltratarlo o atormentarlo. Soportó todas estas pruebas con máxima humildad, conciente de su consagración al Señor. Cuando a su vez, él fue nombrado abad de la abadía de Monte Soratte (Roma), fue siempre benévolo y gentil con todos sus monjes. Sus milagros los narró san Gregorio Magno.
Alberto y Vito. Beatos. M. c. 1095.
Martirologio Romano: En Póntida, en el territorio de Bérgamo, en Lombardía, santos Alberto y Vito, monjes. El primero, después de posponer armas y honores mundanos por seguir a Cristo, fundó un monasterio en la propia ciudad según las costumbres cluniacenses, y el segundo gobernó dicho monasterio. Alberto era un noble caballero del Bergamasco que descendía de la familia de los Prezzati. Víctima de una herida en un lance, prometió que si se curaba se haría religioso. Al sanar marchó en peregrinación a Compostela y después se estableció en Pontida donde fundó, hacia 1079, el monasterio de San Giacomo que ofreció a san Hugo, segundo abad de Cluny, pues quería seguir esta reforma. Pero para aprender a conocer la espiritualidad de Cluny, se marchó a Francia, viviendo como novicio, en la abadía cluniacense. El monasterio de Pontida fue encargado a otro religioso ejemplar: beato Vito de Pontida, que antes de ser monje, ostentó el cargo de conde de Donoratico. Alberto volvió a Pontida, después de cinco años de aprendizaje. Gobernó los destinos del monasterio hasta su muerte en 1095; le sucedió en el cargo Vito que fundó entre Cecina y Piombino, la abadía que lleva su nombre. Murió en Pontida en 1096. Sus reliquias, fueron conservadas en la iglesia del monasterio de Pontida hasta el 1373, cuando fue destruída por un incendio, fueron trasladas a la iglesia de Santa Maria Maggiore de Bergamo y finalmente en el 1911 regresaron a Pontida. Los martirologios benedictinos fijaron la fiesta de los dos santos el 5 de septiembre. R. Deo Gratias.

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