Santoral del 23 de Octubre



INDICE

Juan de Capistrano, Santo Religioso predicador
Servando y Germán Santos Biografía
Alucio, Santo Patrono de Pescia
Arnoldo Rèche, Beato Hermano Cristiano de La Salle
Juan Ángel Porro, Beato Religioso Servita
Juan Buono, Beato Religioso
Leonardo Olivera Buera, Beato Mártir
Severino Boecio, Santo Mártir
San Ignacio de Constantinopla
Beatos AMBROSIO LEÓN, FLORENCIO MARTÍN y HONORATO ANDRÉS
San Severino o Seurin de Burdeos, Obispo
Juan de Capistrano, Teodoreto, presbíteros; Servando, Germán, Giraldo, Graciano, mártires; Ignacio patriarca; Juan, Román, Vero, obispos; Benito, Severino, confesores; Sira, abadesa; Oda (Odette), viuda; Domicio, Juan el Bueno, eremitas.

SAN SEVERINO, Obispo y Confesor
¡Insensato! esta misma noche se te ha de exigir
tu alma ¿de quién será cuanto has acumulado?
(Lucas, 12, 20).

San Severino, que vivía en tiempos de San Martín, fue advertido por una música celestial de la muerte de este gran servidor de Dios. Un anacoreta, que supo por revelación que tendría el mismo grado de gloria en el cielo que el obispo Severino, dejó el desierto para ir a visitarlo, y asombróse vivamente de verlo espléndidamente servido y magníficamente alojado. Dios le hizo entonces conocer que San Severino tenía menos apego a sus bienes y a sus honores que el que tenía él mismo a su cántaro de agua.

MEDITACIÓN SOBRE LA MUERTE DE LOS BUENOS y LA DE LOS MALOS

I. Todos los hombres deben temer la muerte, porque es seguida de un juicio terrible y nadie sabe si es digno de amor o de odio. San Hilarión, el abad Agatón y muchos otros grandes santos han temblado en la hora de la muerte: ¿eres tú más santo que estos ilustres penitentes? Ten presente que no pueden adoptarse bastantes precauciones en un asunto que no ventila sino una sola vez, que no se puede reparar y donde se juega una eternidad de dicha o de infelicidad.

II. Pecadores, pensad en la muerte y despreciaréis los bienes del mundo y trabajaréis por la salvación de vuestra alma. Avaro, morirás; ¿a quién pasarán tus tesoros? Voluptuoso, ¿qué te quedará de tus placeres? Orgulloso, ¿de qué te servirán tus honores? ¿Qué desearás, qué temerás, qué te afligirá en la hora de la muerte? Piensa ahora en ello. ¡Oh muerte, cuán amargo es tu pensamiento para el hombre que vive en paz en medio de sus bienes! (Eclesiastés).

III. Justos o pecadores, quienquiera seáis, iréis a la casa de vuestra eternidad, descenderéis a la tumba; vuestros amigos, vuestros bienes, vuestros placeres, vuestros honores os abandonarán, nada os quedará fuera de un lúgubre sepulcro. Iréis, no sabéis ni cuándo ni cómo. Iréis, pero de allí no volveréis; es la casa de la eternidad, donde se está para siempre. Ya no quiero en adelante pensar sino en morir bien; es la verdadera filosofía del cristiano. El hombre irá a la casa de su eternidad. (Eclesiastés).

El pensamiento de la muerte
Orad por los agonizantes.

ORACIÓN

Haced, oh Dios omnipotente, que la augusta solemnidad del bienaventurado Severino, vuestro confesor pontífice, aumente en nosotros el espíritu de devoción y el deseo de la salvación. Por J. C. N. S. Amén.



San Severino o Seurin de Burdeos, Obispo
Octubre 21 - 23
calendario anterior: ctubre 23
†: c. 420 - país: Francia
canonización: pre-congregación

En Burdeos, de Aquitania, san Severino, obispo, el cual, originario de las regiones de Oriente, fue recibido calurosamente por san Amando, quien le quiso como su sucesor.
patronazgo: patrono de Burdeos.

Según Venancio Fortunato, que escribió su vida en el siglo VI, se trataba de un obispo de Tréveris -que era en ese momento capital del Imperio- invitado por un ángel a trasladarse a Burdeos. Se trata seguramente de una alusión a la invasión de Tréveris en el 407, que castiga severamente a la ciudad, y que motivó que la administración imperial la abaandonara por varias décadas.

El obispo de Burdeos, san Amando, recibe al de Burdeos y se retira de su cargo, posiblemente ante el prestigio de aquel que era obispo de la capital. Sin embargo el retiro fue temporal, ya que san Severino muere un 21 de octubre, posiblemente hacia el 420. La vida escrita por Venancio Fortunato estuvo perdida durante siglos, y recién fue descubierta de nuevo en 1902; mientras tanto se contaba con la noticia transmitida por san Gregorio de Tours, quien había confundido la historia de san Severino de Tréveris-Burdeos con la de san Severino de Colonia, de apenas unos años antes. Por ese motivo, en el Martirologio Romano anterior aparecían mezclados en uno solo los dos personajes, y celebrados el 23 de octubre. En el martirologio actual se han separado las dos historias, y se celebra el de Burdeos el 21 de octubre y el de Colonia el 23.
=
La Vida de san Severino escrita por Venancio Fortunato fue descubierta y publicada por Dom Quentin en 1902 («La plus ancienne Vie de S. Seurin»), y es considerada fidedigna. No he tenido acceso a este texto sino al escueto resumen que realiza Jacques Baudoin en Grand livre des saints: culte et iconographie en Occident, pág 437. Allí mismo se reproduce el alabastro de 1444 que ilustra esta noticia, y que representa la llegada desan Severino a Burdeos y su encuentro con san Amando, obra que se encuentra en la iglesia de San Severino, en Burdeos. Ver también la noticia de Butler-Guinea sobre san Severino de Burdeos, el 23 de octubre, donde explica la confusión y amplía la bibliografía.
Abel Della Costa - eltestigofiel.com
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Leonardo Olivera Buera, Beato-Mártir

Por: Joaquín Abarca Olivera | Fuente: Aceasesores.es/sagradafamilia/

Es en brevedad la vida de un hombre que vivió siempre al servicio de los demás. Sacerdote ejemplar, dedicado íntegramente a su ministerio, pasó por esta vida haciendo el bien y esto lo atestigua uno de sus beneficiarios, yo, hijo de una hermana suya, que al quedar huérfano de padre, nos acogió en su casa a mi madre y a mi. A los cuatro años fallece mi madre, al poco tiempo mi abuela materna que vivía con nosotros y quedé solo con él.

Diez años viví en su compañía siendo testigo de su grandeza de alma, de su bondad para con todos, de su vida austera y de su trabajo intenso, de su labor callada como apóstol del Evangelio.

Se levantaba todavía de noche para rezar sus oraciones diarias, luego permanecía en su despacho hasta la hora de la Santa Misa y de las Confesiones. Por la tarde permanecía asiduamente en su despacho recibiendo visitas de alumnos, ex alumnos, hermanos de la comunidad, siendo raro el día que no terminase su labor a las 10 u 11 de la noche.

Mi máxima ilusión consistía en poder salir a pasear con él por el paseo de la Bonanova en los días de fiesta y dialogar con él. Cierta tarde me dijo en uno de estos paseos (yo tendría aproximadamente nueve años): "Mira Joaquín... ¿Sabes cuál sería mi máxima ilusión en esta vida? , pues sería la de darla por Jesucristo, siendo mártir, dando la vida por El".
Aquellas palabras quedaron grabadas en mi corazón y fueron como una premonición de lo que ocurriría año y pico más tarde.

En la tarde del 23 de Octubre de 1.936, llegan a casa de su hermana Aurelia en Valencia (donde nos habíamos refugiado mi tío y yo), tres hombres con fusil. Preguntan por él y se manifiesta sacerdote de Jesucristo elevando sus ojos al cielo. Se lo llevan y entre mofas e insultos es asesinado a tiros camino del Saler. Su cuerpo y su rostro quedan acribillados a balazos, pero su alma Santa sube al cielo para ocupar un puesto junto a Jesucristo al que tanto había amado en vida.

Ha sido beatificado en Roma y si yo como testigo de su vida, tuviera nuevamente de manifestar quién fue él; diría que fue un alma que pasó por este mundo haciendo el bien, viviendo humildemente, siendo el paño de lágrimas de toda la familia y de cuantos necesitaron de su consejo.

En fin, fue un sacerdote católico que vivió para el Evangelio y para ser testigo de Jesucristo aquí en la tierra.
Estoy convencido que desde el cielo intercederá por nosotros y que se cumplirá lo que un día dijo Tertuliano: "La sangre de los mártires es semilla de nuevos cristianos".
El beato Leonardo Olivera es uno de los mártires de la Iglesia en España. Para ver más sobre los 233 mártires en España haz "click" AQUI
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Alucio, Santo-Patrono de Pescia
Por: O. C. Moreno | Fuente: ar.geocities.com/misa_tridentina04

San Alucio, patrono de Pescia de Toscana, era pastor.
Debido al gran interés que se tomó por el hospital de Val di Nievole, fue nombrado director de él y se le considera como su segundo fundador.

Más tarde, Alucio se dedicó a fundar albergues en los puertos y pasos peligrosos de las montañas y a otras obras de beneficencia pública, tales como la construcción de un puente sobre el Arno.

Los jóvenes que formó para el servicio en los hospitales, recibieron el nombre de hermanos de San Alucio.
Se cuentan muchos milagros del santo y a él se atribuye la reconciliación entre las ciudades enemigas de Ravena y Faenza. En 1182, cuarenta y ocho años después de la muerte de San Alucio, sus reliquias fueron trasladadas al hospital de Val di Nievole, que recibió su nombre.
El culto del santo fue confirmado por Pío IX, quien concedió una misa propia para el día de su fiesta.
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Servando y Germán Santos
Por: P. Felipe Santos | Fuente: Catholic.net

Etimológicamente significa “ el que guarda y lancero, guerrero”. Vienen de la lengua latina y alemana.

Dice Miqueas: “¿Quién como tú, Señor, que quite la culpa? Te compadecerás una vez más de nosotros y nos perdonarás”.
Se puede decir que hay santos con suerte. En tiempos difíciles logró nada menos que sobrevivir a las persecuciones de los emperadores romanos.

Desde Cádiz hasta Mérida era sumamente conocido juntamente con san Germán.
Mas no todo le iban a ser alegrías y venturas para este santo y su compañero.

Su fama, sus milagros y su santidad llegaron hasta los oídos del lugarteniente de Diocleciano, el más feroz perseguidor de los cristianos.
Iba de camino a Tánger. Mandó, una vez que se enteró de la noticia, que los cogieran prisionero en Mérida.
Y efectivamente, orgulloso de su pesquisa, los ató a su cabalgadura y, pasando tormentos, hambre y sed.

Los había hecho prisioneros a la vuelta de Tánger.
Pero como eran tan valientes, antes incluso de que llegaran a Mérida, ordenó que les cortaran la cabeza cerca de Osuna y Cádiz respectivamente.
Los cristianos, cuando pudieron, con gran veneración, respeto y oración, trasladaron sus cuerpo a Mérida el de Germán y a Sevilla el de san Servando.Era el año 305.
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San JUAN DE CAPISTRANO. (1386-1456).

Martirologio Romano: San Juan de Capistrano, presbítero de la Orden de Hermanos Menores, que luchó en favor de la disciplina regular, estuvo al servicio de la fe y costumbres católicas en casi toda Europa, y con sus exhortaciones y plegarias sustentó el fervor del pueblo fiel, defendiendo también la libertad de los cristianos. En la localidad de Ujlak, junto al Danubio, en el reino de Hungría, descansó en el Señor

Había nacido en Capistrano, cerca de L'Aquila, hijo de un barón alemán y de una madre abruzese. Estudió Derecho en Perugia y, tras la muerte de su padre, ejerció el arte forense, convirtiéndose durante doce años en el príncipe de los jurisconsultos de la ciudad de Perugia. En el 1412, le eligieron gobernador de la ciudad, y en este cargo tuvo que hacer frente a las luchas de Perugia con la ciudad de Rímini; cuando intentó resolver la situación por la vía pacífica, fue apresado por los Malatesta, podestas de Rímini. En su prisión en la torre de Brufa tuvo una visión de san Francisco, que lo invitaba a entrar en su Orden

Abandonó a su prometida y sus bienes y, después de una prueba de vocación, fue aceptado en los observantes del convento de Monte de Perugia. En 1416 vistió el hábito franciscano e hizo profesión religiosa, cursando los estudios teológicos con Santiago de la Marca. San Bernardino de Siena fue su maestro y se unió a él en la reforma de la "observancia" propugnando el nombre de Cristo Rey y el nombre de Jesús. Ordenado sacerdote en 1418, se dedicó a la predicación, recorriendo las provincias italianas para combatir todos los errores e invitar a la conversión, convirtiéndose también en legislador de la renovación franciscana de la observancia. Cuando predicaba, con su espíritu y su cruz en alto, acudían los hombres por decenas de miles. En todas las ciudades donde predicaba, hacía que llevasen a la plaza pública las pinturas obscenas, barajas, dados, pelucas... y echaba todo al fuego. Este auto de fe, cuyo uso fuera introducido por Savonarola y san Bernardino de Siena, se llamaba “el incendio del castillo del diablo”.

Su apostolado en Italia estuvo enfocado sobre todo, contra los rigoristas ("los fraticelli"); para ser más eficaz en esta misión, el papa Martín V le dio (junto con Santiago de la Marca) plenos poderes como Inquisidor general (1426). También Eugenio V, cuya elección había predicho, le encargó (con san Lorenzo Giustiniani) examinar la causa de los "jesuatos", discípulos del beato Juan Colombini; después de una profunda investigación, atestiguó la ortodoxia de los jesuatos ante el mundo católico (1437). En Tierra Santa promovió la unión de los armenios con Roma. Luchó contra la usura que practicaban los judíos y consiguió que se adecuasen a las leyes civiles que regían en Italia, contra la práctica de la usura. Fue varias veces Vicario general de la Observancia y redactó sus Constituciones. En el capítulo de Padua (19443) fracasó en su unión de los observantes y conventuales, que en este capítulo se dividieron, si bien mantuvo la unión de los superiores y provincias hasta su división externa en 1517. A la beata Antonia de Florencia, que fue penitente, la nombró abadesa del monasterio de clarisas de Corpus Domini, y le encargó su renovación.

Fue enviado a Oriente como visitador de la Orden (1439); luego tras el concilio de Florencia, en que sus esfuerzos ecuménicos fueron coronados por el éxito (aunque su conducta en relación del movimiento hussita de Bohemia fue muy criticada), fue nombrado nuncio apostólico en Sicilia y legado en Francia ante Carlos VII. Fue misionero en Alemania, Austria, Polonia y por fin Hungría, donde, con el favor de Nicolás V y después de Calixto III, predicó la cruzada contra los turcos, que, tras la conquista de Constantinopla (1453), asediaron la fortaleza de Belgrado en la frontera de Hungría. Belgrado se salvó (1456) gracias a la victoria del general Juan Hunyadi. La historia nos relata que esta victoria no habría sido posible sin la oración que Juan hizo en nombre de Jesús y a la presencia entre las tropas del estandarte eucarístico de san Bernardino de Siena. Para conmemorar esta victoria se instituyó la fiesta de la Transfiguración del Señor. Se le acusó de haberse atribuido esta victoria, pero hoy sabemos, por las cartas que dirigió a Calixto III, que dijo bastante menos de lo que había hecho. Poco después de esta victoria murió de peste en la iglesia conventual de Santa María de Ilok, Croacia. Ha dejado muchos manuscritos que son fuente histórica del primer Renacimiento: "De usura", y otros escritos sobre dogma, moral, espiritualidad, sermones y cartas. Será siempre recordado como un hombre de paz, y predicador de la paz. Patrón de Belgrado. MEMORIA FACULTATIVA.
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San SEVERINO BOECIO. (c.480 - c.524)

Martirologio Romano:En Pavía, de la provincia de Liguria, conmemoración de san Severino Boecio, mártir, insigne por su ciencia y sus escritos, que estando encarcelado compuso un tratado sobre la consolación de la filosofía y sirvió a Dios con fidelidad hasta la muerte que le infligió el rey Teodorico

Anicio Manlio Severino Boecio, pertenecía a una de las más ilustres familias romanas, la "gens Anicia". Severino, que perdió muy joven a sus padres, quedó al cuidado de Aurelio Símaco, de quien llegó a ser íntimo amigo y con cuya hija, Rusticiana, contrajo matrimonio.
Debía ser sin duda muy estudioso, pues antes de cumplir treinta años era ya famoso por su erudición. Severino Boecio emprendió la traducción al latín de todas las obras de Platón y Aristóteles, cuya armonía fundamental quería demostrar. Desgraciadamente, no consiguió terminar esta. Por otra parte, no carecía de talento práctico, ya que Casiodoro le pide en una carta que construya un reloj de agua y un reloj de sol para el rey de Borgoña. Boecio era también teólogo (no olvidemos que la familia de los Anicios era cristiana desde la época de Constantino) y se conservan varios tratados suyos en particular uno sobre la Santísima Trinidad. Las obras de Boecio ejercieron gran influencia en la Edad Media, sobre todo en el desarrollo de la lógica. No en vano se le ha llamado "el último de los filósofos romanos y el primero de los teólogos escolásticos". Sus traducciones fueron durante mucho tiempo la base del estudio de la filosofía griega en occidente.

Teodorico, rey de los ostrogodos, le nombró cónsul el año 510. Doce años más tarde, Boecio llegó a lo que él calificó de "momento más brillante de su vida", pues sus dos hijos fueron nombrados cónsules y él pronunció ante ellos un discurso de alabanza a Teodorico. Poco después el rey le nombró "maestro de oficios", que era uno de los cargos más importantes y de mayor responsabilidad. Pero su caída estaba muy próxima.

El anciano Teodorico entró en sospechas de que ciertos miembros del senado romano estaban conspirando en Constantinopla con el emperador Justiniano para arrojar a los ostrogodos de Italia. El ex-cónsul Albino fue acusado de participar en la conspiración y Boecio subió a la tribuna a defenderle. No sabemos con certeza si tal conspiración existió o no; en todo caso, parece cierto que Boecio no tomó parte en ella. Sin embargo, fue encarcelado en la prisión de Ticinum (Pavía). Se le acusaba no sólo de traición, sino también de sacrilegio, es decir de haber empleado las matemáticas y la astronomía para fines impíos. Los jueces fallaron en su contra y Boecio pronunció un discurso amargamente despectivo contra el senado, ya que sólo Símaco, su suegro, había salido a defenderle.

Durante los nueve meses que pasó preso, Boecio escribió “De consolatione philophiae”, que es la más famosa de sus obras. Se trata de un diálogo interrumpido por varios poemas, entre el autor y la filosofía. La prisión de Boecio terminó con el asesinato. Según se dice, fue brutalmente torturado. Fue sepultado en la antigua catedral de Ticinum. Sus reliquias se encuentran actualmente en la iglesia de San Pedro in Ciel d'Oro, en Pavía.
A lo que parece, todo el mundo consideró a Boecio como mártir. La influencia y popularidad de sus obras en la Edad Media se debió, en parte, a que había muerto por la fe. Sin embargo, todas las pruebas indican más bien que murió por razones políticas.
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San IGNACIO DE CONSTANTINOPLA. (c.799 - c.877)


Martirologio Romano:
En Constantinopla, san Ignacio, obispo, que, por haber reprendido al césar Bardas por el repudio de su legítima esposa, fue objeto de injurias y desterrado. Restituido a su sede por intervención del papa san Nicolás I, descansó en la paz del Señor.

Hijo del emperador bizantino Miguel I Rangabé, se llamaba Niceto. Cuando en el 813, su padre fue depuesto por León V el Armenio, se exilio, junto a toda su familia a un monasterio de la isla de los Príncipes y sufrió, junto a su hermano, la castración. Se hizo monje y tomó el nombre de Ignacio. Hombre piadoso y asceta, fue ordenado sacerdote por Basilio de Pario, y se convirtió en hegúmeno en el 840 y patriarca (842) de su nativa Constantinopla a petición de la emperatriz santa Teodora, sucediendo a san Metodio “el Confesor”.

Combatió con firmeza la intriga y la corrupción: negó la comunión al cesar Bardas, culpable de incesto. Tenía un rígido temperamento que le enfrentó a varios obispos, por su radical visión de la vida religiosa. Luchó contra la herejía iconoclasta. Por esto fue expulsado de su sede, y recluído en la isla de Terebinto en el 858 y sustituido por el usurpador Focio, esto ocasionó un cisma entre los partidarios de Ignacio y los de Gregorio, enemigo de Ignacio, que fue depuesto en un sínodo convocado por la emperatriz Irene. Focio, en otro sínodo, depuso a los ignacianos. El emperador ordenó una violenta persecución contra los seguidores de Ignacio, que fue trasladado a la isla de Hiera, después a Prometón, en la cárcel de los “Noumera” en Constantinopla y finalmente a Metilene. A pesar de todas estas deportaciones y de los maltratos que recibió, se negó a reconocer el nombramiento de Focio. En un sínodo convocado por Focio, en el 861, y con la aprobación del papa san Nicolás I, se condenó el nombramiento de Ignacio, por haberlo hecho la emperatriz santa Teodora, sin respetar las leyes canónicas.

Ignacio sufrió otras persecuciones: fue encarcelado y, tras un breve periodo de libertad, huyó, vestido como un esclavo en el 861. Mientras en Roma, el papa san Nicolás I, se retratactaba de su apoyo en sinodo fociano, y en un concilio en Roma en el 863 condenó a Focio y rehabilitó a Ignacio. El emperador Miguel III, fue asesinado, y subió al poder Basilio el Macedonio que llamó a Ignacio y depuso a Focio, e Ignacio ocupó el cargo de patriarca hasta su muerte, no sin antes pasar por toda clase de maltratos y torturas, con la intención de matarlo, pero logró escabullirse. Poco antes de morir nombró un obispo para Bulgaria, y envió misioneros, lo que le causó un conflicto con Roma, que estuvo a punto de excomulgarlo, pero Ignacio ya había muerto.
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Beato JUAN BUENO. (1169-1249)

Martirologio Romano: En Mantua, ciudad de la Lombardía, beato Juan Bono, eremita, que, siendo joven, abandonó a su madre y vagó por diversas partes de Italia, haciendo de malabarista y comediante. A los cuarenta años, con motivo de una enfermedad, prometió a Dios abandonar el mundo para darse a Cristo y a la Iglesia en el amor y la penitencia, fundando una congregación a la que dio la Regla de san Agustín

Nació en Mantua, en el seno de una familia probablemente aristocrática. A los 15 años quedó huérfano de padre y tuvo una juventud desordenada, dedicándose a la profesión de juglar, hasta los 40 años, con gran preocupación de su madre, que siempre rezó por su conversión. Hacia el 1208, a causa de la curación de una grave enfermedad, por consejo del obispo de Mantua se hizo ermitaño. Decidió retirarse al eremitorio de Bertinoro, cerca de Forlí, y después a Botriolo, en las cercanías de Cesena, donde llevó una vida ascética y de oración.
Durante 40 años vivió una existencia de durísimo ascetismo. Fundó varios monasterios bajo la regla de San Agustín, pero de ascetismo más riguroso (los Bonitos); esta fundación se la conoce como la Orden de los ermitaños y dio lugar a los eremitas de San Agustín. Combatió y convirtió a muchos herejes patarinos. Su fama de santidad le llevaron a que fuera elegido como mediador en un conflicto entre Rávena y Cervia. Abrió en vida 26 eremitorios en Romaña y Lombardía y de todas las fundaciones fue el superior general, hasta su renuncia en 1238. Obró muchos milagros atestiguados en vida. Viendo cercana su muerte se retiró al eremitorio de Santa Inés de Mantua, donde murió poco tiempo después. Su cuerpo se conserva incorrupto.
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Beato JUAN ÁNGEL PORRO. (1451-1504)

Martirologio Romano: En Milán, también de la Lombardía, beato Juan Ángel Porro, presbítero de la Orden de los Siervos de María, que, siendo prior del convento, todos los días festivos estaba en la puerta de la iglesia o recorría las calles, para reunir a los niños y enseñarles la doctrina cristiana
Nació en el ducado de Milán. En el año 1468, Juan ángel vistió el hábito de los Siervos de María, y vivió unos cinco años en el convento de Santa María, en Milán; más tarde, según algunos escritores de la Orden, se retiró por un tiempo a la soledad en la región de Cavacurta, a la orilla derecha del río Adda, para entregarse a la contemplación y a la penitencia.

En el año 1474, fue enviado a Florencia, al convento de la Anunciación. Allí se dedicó de manera especial a la observancia regular, y allí probablemente hizo los estudios requeridos y fue ordenado presbítero. Durante este periodo, Juan Ángel concibió el propósito de retirarse a la soledad para dedicarse únicamente a Dios. Subió, pues, al eremitorio de Monte Senario, donde a principios del siglo XV algunos frailes con su trabajo y su fervor habían restaurado la observancia primitiva y llevaban una vida solitaria. Este tipo de permanencia en Monte Senario fue de gran trascendencia para la vida y el progreso espiritual del beato Juan Ángel; tanto es así que le llamaban a veces "Juan del Monte" y cuando, por razón de enfermedad o de obediencia tenía que abandonar Monte Senario, allí regresaba en cuanto podía.

En el año 1484 fue llamado al convento de Florencia por fray Antonio Alabanti, prior de aquel lugar, para desempeñar el cargo de maestro de novicios, para los que había escrito, según se cree, unos "saludables consejos". Tres años después, con el beneplácito de los ermitaños, fray Antonio Alabanti, que entre tanto había sido elegido prior general, lo nombró rector del eremitorio de Monte Senario, cargo que ejerció sabia y santamente. El prior general, que tenía en gran aprecio la prudencia y santidad de Juan Ángel, recurrió también a él más de una vez para la dirección del eremitorio de Chianti.

Al morir fray Antonio Alabanti, Juan Ángel volvió a Milán, hacia el año 1495, y parece que fue elegido prior de aquel convento. También en medio del torbellino de aquella gran ciudad se esforzó en cultivar la soledad, que tanto amaba, pues, como cuenta fray Felipe Ferrari, su biógrafo, "vivía en una celda... algo separada de los demás". En este período destaca un aspecto singular de su vida: la dedicación a la catequesis de los niños; en efecto, en la obra de Hipólito Porro titulada “Orígenes y desarrollo de la doctrina cristiana en Milán” leemos: "todos los días festivos, a pesar de su cargo de prior, reunía en la entrada de la iglesia o por las calles, a los niños y los instruía en la doctrina cristiana". Así lo atestigua un bajorrelieve de mármol de mediados del siglo XVI, que representa al beato Juan Ángel adoctrinando a los niños en la iglesia. Juan Ángel murió santamente en el convento de Milán, llorando por los frailes y por el pueblo.
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Beato ARNOLDO RÈCHE. (1838-1890).

Martirologio Romano: En Reims, en Francia, beato Arnoldo (Julián Nicolás) Rèche, hermano del Instituto de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, que, dócil a la acción del Espíritu Santo, se entregó por completo a la formación de los jóvenes en su condición de maestro, mostrándose asiduo a la oración

Julio Nicolás Rèche nació en una familia pobre de Landroff en Lorraine, diócesis de Reims. Primogénito de una modesta familia de nueve hijos, frecuentó la escuela de su pueblo hasta los diez años. Abandonó pronto la escuela para trabajar como mozo de caballerizas, cochero y finalmente carretero al servicio de una empresa de construcción, para contribuir al sostenimiento de los suyos. Siendo joven, fue conocido por sus compañeros de trabajo por su piedad y su autodisciplina. Conoció a los Hermanos Cristianos de La Salle por primera vez cuando seguía clases nocturnas y pidió ingresar en la congregación tomando por nombre Arnoldo, tenía 24 años.

Se destacaron en él los rasgos de hombre de oración intensa y de penitencia, a ejemplo de su fundador. Austero consigo mismo era afectuoso y acogedor con los demás, compañero gozoso y simpático. Practicaba la virtud de la eutrapelia: hacer la vida agradable a los demás. Enseñó durante cuatro años en un pensionado de la calle de Venecia en Reims. A pesar de las exigencias de un tiempo completo dedicado a la enseñanza, logró estudiar y llegó a ser competente en teología, matemáticas, ciencias y agricultura que enseñó a pequeños grupos de alumnos más adelantados y llegó a ser uno de los mejores profesores de este centro. Fue un catequista excepcional. Adquirió un gran conocimiento de las Sagradas Escrituras y de los escritores de teología y espiritualidad.

Durante la guerra Franco-Prusiana de 1870, trabajó con otros Hermanos como enfermero, para dar respuesta a las necesidades médicas y espirituales de los heridos de los dos bandos. Por ello fue condecorado con la cruz de bronce. La intensidad de su vida de oración y su amor por las prácticas de penitencia deciden a los superiores a nombrarle Director del Noviciado de Thillois. Conquistó el corazón de aquellos de quienes estaba encargado por su atención evidente a su desarrollo espiritual y profesional. Se habla de pequeños milagros de curación, así como de su sorprendente capacidad para discernir los pensamientos secretos. El Hermano Arnaldo fue conocido por su devoción a la Pasión del Salvador y su docilidad al Espíritu Santo, que, como a menudo lo hizo observar "fortifica el corazón de los hombres". Cuando el Noviciado fue trasladado a un nuevo centro en Courlancy cerca de Reims en 1885, el Hermano Arnaldo contribuyó a hacérselo dedicar al Sagrado Corazón. Falleció a la edad de 52 años, con fama de santidad, solamente unos meses después de haber sido nombrado Director del Sagrado Corazón.
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Beatos AMBROSIO LEÓN, FLORENCIO MARTÍN y HONORATO ANDRÉS. M. 1936.

Martirologio Romano: En el pueblo de Benimaclet, Valencia, en España, beato Ambrosio León (Pedro) Lorente Vicente, Florencio Martín (Álvaro) Ibáñez Lázaro y Honorato (Andrés) Zorraquino Herrero, religiosos del Instituto de los Hermanos de las Escuelas Cristianas y mártires, que en la misma persecución derramaron su sangre por Cristo

Pedro Lorente Vicente (Ambrosio León), nació en Ojos Negros, Teruel. En 1930, tomó el hábito en los Hermanos de las Escuelas Cristianas. Terminada su formación en el Escolasticado, fue destinado, en 1932, al Colegio de Nuestra Señora del Carmen de Bonanova. Profesor competente y distinguido, gozaba de alta reputación entre los alumnos.

Álvaro Ibáñez Lázaro (Florencio Martín), nació en Godos, Teruel.  Ingresó en el Noviciado Menor  de los Hermanos de las Escuelas Cristianas de Cambrils en 1927. Empezó su apostolado en la escuela de la Barceloneta, en1932. En el verano de 1933, pasó a la comunidad de la Bonanova, en donde lo sorprendió la persecución religiosa. Hombre bondadoso y optimista por naturaleza, de carácter simpático y cordial. A estas cualidades se aunaban sus dotes para el arte y el canto.

Andrés Zorraquino Herrero (Honorato Andrés), nació en Bañón, Teruel. En 1924 tomó el Hábito en el Noviciado de Hostalets de Llers de los Hermanos de las Escuelas Cristianas. Terminada su formación pedagógica y religiosa en el Escolasticado de Cambrils, empezó su apostolado en Tortosa y luego, sucesivamente, en Gracia, Barcelona, en 1931, y en Bonanova. De carácter serio, condescendiente y piadoso siempre se mostró solícito con sus Hermanos y alumnos. Hombre de oración personal, sencillo y competente en su labor docente.

Cuando en 1936 los milicianos irrumpieron en el Colegio, Ambrosio León tuvo que abandonar su comunidad, como los demás Hermanos. En Valencia daba clases particulares a algunos niños, pero cuando junto con los Hermanos Honorato Andrés y Florencio Martín trataron de ejercer su profesión de maestros, descubrieron su identidad de religioso y fueron detenidos, procesados sumariamente y ejecutados en Benimaclet.
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