Santoral del 5 de Octubre





Atilano de Zamora, SantoObispo
Faustina Kowalska, SantaApóstol de la Divina Misericordia
Plácido, SantoMonje
Flora de Beaulieu, SantaVirgen
Raimundo de Capua, BeatoPresbítero
Alberto Marvelli, BeatoLaico
Bartolo Longo, Beato Laico fundador
Tranquilino Ubiarco, Santo Presbítero y Mártir
Mateo (Juan Francisco) Carreri, Beato Presbítero
OTROS SANTOS DEL DIA
Astiero, Aurea, confesores; Plácido, Eutiquio, Victorino, Donato, Firmato, Flaviana, Palmacio, Caritina, mártires; Froilán, Gala, Apolinar, Atilano, Diviciano, Marcelino, obispos; Mauro, Plácido, monjes



SAN PLÁCIDO y COMPAÑEROS, Mártires
Quien llamare fatuo a su hermano,
será reo del fuego del infierno.
(Mateo, 5, 22)

Tértulo, noble romano, entregó su hijo Plácido a San Benito, para que lo hiciese ingresar en su Orden. Bajo un director tan competente, hizo Plácido rápidos progresos en el camino de la perfección. Un día, estando en Sicilia, en un monasterio que había fundado, fue capturado por los moros con los demás religiosos de su monasterio. Estos bárbaros les hicieron sufrir toda clase de tormentos para obligarlos a renegar de la fe; pero estos ilustres soldados de Jesucristo, animados con el ejemplo de su jefe, obtuvieron la corona del martirio.


MEDITACIÓN SOBRE LA MALEDICENCIA
I. Dios aborrece tanto la maledicencia, que amenaza con el infierno a quien diga mal de su hermano. Ten cuidado, pues, de este vicio, tan común entre los hombres y tan fácil de cometer: basta una sola palabra, un gesto, para destruir la reputación de tu prójimo, es decir, para arrebatarle lo más precioso que hay después de la gracia de Dios. ¡Qué fácil es comprometer la reputaci6n de los demás, y qué difícil repararla! Aprende a enderezar tu vida en lugar de criticar las de los demás. (San Jerónimo

II. Nos hacemos culpables para con el prójimo de calumnia, diciendo de alguien el mal que no ha hecho, o de maledicencia, divulgando sin necesidad el mal que ha hecho, En ambos casos se peca contra la justicia y la caridad. También es una falta disminuir la alabanza debida a las virtudes de los demás, exagerar las faltas de que son culpables, o condenar la intención si sus acciones son buenas. ¿Cuántas veces al día cometes estas faltas contra tu prójimo? ¿Te gustaría que te trataran igual ?

III, Imponte una penitencia toda vez que hayas hablado mal de tu prójimo, y repara lo antes posible el daño que le hayas hecho, Si se habla mal de ti, busca consuelo en el testimonio de Dios y de tu con ciencia. Discípulo de un Dios calumniado, ¿qué derecho tienes de quejarte? Si se habla mal de otros estando tú presente, no oigas al maledicente, desvía la conversación con habilidad. interrúmpela si tienes autoridad como para ello. Donde no hay quien escuche la maledicencia, no hay maledicente. (San Jerónimo).

Orad por la enmienda de los detractores

ORACIÓN
Señor, que nos concedéis la gracia de celebrar el nacimiento al cielo de vuestros mártires San Plácido y sus compañeros, hacednos gozar con ellos de la felicidad eterna. Por J. C. N. S. Amén.

http://www.aciprensa.com/podcast/santo/octubre05-07mariafaustinakowalska.mp3



Fuente: Santiebeati.it
Mateo (Juan Francisco) Carreri, Beato-Presbítero

Martirologio Romano
: En Vigevano, de la Lombardía, beato Mateo (Juan Francisco) Carreri, presbítero de la Orden de Predicadores, que fue vehemente y fecundo predicador de la Palabra de Dios en su tiempo (1470).

Fecha de beatificación: El Papa Benedicto XIV confirmó su culto el 23 de septiembre de 1742.

Juan Francesco Carreri, de la noble familia Carreri, debe ser contado entre los religiosos que en el siglo XV más infatigablemente trabajaron por la salud de las almas y por la reforma de la Orden. Cambió su nombre de pila al de Mateo. De niño parecía un ángel por la belleza del cuerpo y por la bondad del corazón. No le faltaron insidias y tentaciones pero él, con la gracia de Dios las superó todas, reportando una completa victoria. Deseoso de abrazar la vida religiosa le pidió a Dios hacerle conocer su voluntad y un día, entrando en la iglesia de Santo Domingo de Mantua, quedó tan suavemente golpeado por la devota salmodia de los frailes, que enseguida decidió entrar en la Orden de los Predicadores. Su noviciado fue uno de los más fervientes, y a menudo el Padre Maestro tuvo que moderar en él su excesivo ardor. La oración, el estudio, la penitencia fueron los medios seguros con que se preparó para su portentosa oratoria. Lombardía y Toscana fueron sacudidas por su ardiente palabra y los prodigios que lo acompañaron. Combatió sin descanso la profanación de los días festivos y las diversiones ilícitas. Llevó un espíritu nuevo a varios conventos, especialmente en aquel de Soncino, en el que introdujo una completa reforma. Cuido mucho de la Tercera Orden haciendo brotar aquella admirable flor de santidad, que fue Luchina de Soncino. Deseaba poder degustar, antes de morir, alguna gota de la Pasión del Salvador, y lo consiguió: La Cruz del Gólgota se le apareció y su corazón fue traspasado por una aguda flecha. Su muerte, ocurrida el 5 de octubre de 1470 en Vigevano, fue seguida por muchos milagros. Su cuerpo es venerado en la iglesia de San Pedro Mártir. Los vigevanenses en el 1482 consiguieron del Papa Sixto IV la autorización de celebrar la memoria litúrgica y, en el 1518, fue proclamado Co-patrono de la ciudad.

responsable de la traducción: Xavier Villalta
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Fuente: Vatican.va
Tranquilino Ubiarco, SantoPresbitero y mártir
Martirologio Romano:
En el lugar de Tepatitlán, en México, san Tranquilino Ubiarco, presbítero y mártir, que en la persecución contra la Iglesia no dejó de cumplir con sus funciones ministeriales, por lo cual fue colgado de un árbol, terminando así su glorioso martirio (1928).

Fecha de canonización: 21 de mayo de 2000 por S.S. Juan Pablo II

Nació en Zapotlán el Grande, Jal. (Diócesis de Ciudad Guzmán), el 8 de julio de 1899. Vicario con funciones de párroco en Tepatitlán, Jal. (Diócesis de San Juan de los Lagos). Fue uno de los infatigables y abnegados misioneros en los tiempos difíciles de la persecución. Nada le detenía para ir, lleno de caridad, a administrar los sacramentos y a sostener la vida cristiana de los fieles celebrando la Eucaristía en casas particulares. A principios del mes de octubre de 1928 fue a Guadalajara a comprar lo necesario para el Sacrificio Eucarístico. Alguien le hizo ver que su campo pastoral estaba enclavado en la zona de mayor peligro: «Ya me voy a mi parroquia; a ver qué puedo hacer y si me toca morir por Dios, ¡Bendito sea!». Cuando una noche preparada la celebración de la Eucaristía y la bendición de un matrimonio, fue hecho prisionero y condenado a morir ahorcado en un árbol de la alameda, a las afueras de la ciudad. Con entereza cristiana bendijo la soga, instrumento de su martirio, y a un soldado que se negó a participar en el crimen, le dijo, repitiendo las palabras del Maestro. «Hoy estarás conmigo en el paraíso».

Era la madrugada del día 5 de octubre de 1928.

Fueron muchos los fieles que sufrieron el martirio por defender su fe, de entre ellos presentamos ahora a veinticinco que fueron proclamados santos de la Iglesia por Juan Pablo II.

Los 25 santos canonizados el 21 de mayo del 2000 fueron:

Cristobal Magallanes Jara, Sacerdote
Roman Adame Rosales, Sacerdote
Rodrigo Aguilar Aleman, Sacerdote
Julio Alvarez Mendoza, Sacerdote
Luis Batis Sainz, Sacerdote
Agustin Caloca Cortés, Sacerdote
Mateo Correa Magallanes, Sacerdote
Atilano Cruz Alvarado, Sacerdote
Miguel De La Mora De La Mora, Sacerdote
Pedro Esqueda Ramirez, Sacerdote
Margarito Flores Garcia, Sacerdote
Jose Isabel Flores Varela, Sacerdote
David Galvan Bermudez, Sacerdote
Salvador Lara Puente, Laico
Pedro de Jesús Maldonado Lucero, Sacerdote
Jesus Mendez Montoya, Sacerdote
Manuel Morales, Laico
Justino Orona Madrigal, Sacerdote
Sabas Reyes Salazar, Sacerdote
Jose Maria Robles Hurtado, Sacerdote
David Roldan Lara, Laico
Toribio Romo Gonzalez, Sacerdote
Jenaro Sanchez Delgadillo
David Uribe Velasco, Sacerdote
Tranquilino Ubiarco Robles, Sacerdote
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Autor: P. Fernando Pascual
Bartolo Longo: de espiritista a beato
El Beato Bartolo Longo dejó el espiritismo y se convirtió en un entusiasta promotor del Rosario y la caridad cristiana.

Bartolo Longo: de espiritista a beato
Bartolo Longo: de espiritista a beato
Corre el año 1863. Un joven de 22 años, Bartolo Longo, va a la ciudad de Nápoles para perfeccionar sus estudios de derecho. Con su mente despierta y su inteligencia profunda, aprende con rapidez y se mantiene abierto a todo tipo de lecturas y experiencias.

Encuentra a varios profesores que le orientan hacia ideas “liberales”. Lee a Renán, y la fe en Cristo se difumina. En el corazón de Bartolo crece un sentimiento de odio contra el Papa y contra la Iglesia.

Del sentimiento pasa a la acción. Pronuncia discursos contra el Papa, paga un trago a quienes insultan a los sacerdotes que pasan por la calle, defiende las ideas de los grupos más anticlericales.

Alguien introduce al joven estudiante en el mundo del espiritismo. Bartolo siente un fuerte entusiasmo por las nuevas experiencias. “Progresa” con rapidez, tan rápido que sus amigos deciden “ordenarlo” como sacerdote del espiritismo.

Pero algo parece no ir bien. Bartolo se siente muy tenso, pasa noches de insomnio. Tiene visiones y contactos con seres extraños, uno que se hace pasar por San Miguel y que, según interpretará Bartolo años más tarde, debería ser el mismo demonio. Sus “guías espirituales” del mundo de lo oculto le aconsejan que realice más ayunos para purificarse, para llegar a experiencias más profundas, para llegar a ser medium. ¿Resultado? Bartolo se debilita más y más.

La educación cristiana que había recibido en su casa parece completamente esfumada. Pero la experiencia que vive no le llena. Su salud física y mental están al borde del colapso.

En esa situación, se abre una ventana de esperanza. Bartolo va a ver al profesor Vincenzo Pepe, un amigo de familia que es, además, un católico convencido. Al profesor le impresiona ver al joven con una palidez de muerte. Empiezan a hablar, a discutir. Bartolo defiende sus ideas, y Vincenzo no puede contener un grito: “¡Tú quieres morir en el manicomio, y, además, condenado!”

Fue como una sacudida. Bartolo empieza a recapacitar, pero no todo es fácil. Una noche vuelve a su corazón la imagen de su familia. La semilla de la fe, escondida en medio de tantas lecturas confusas y llenas de superstición, recibe nueva vida. Toma la decisión de cambiar, en profundidad: va a volver a buscar refugio y ayuda en los brazos de la Iglesia.

Se despide de sus amigos espiritistas, que se ríen de él. Al mismo tiempo, pide ayuda a un sacerdote dominico, con quien puede tener largas conversaciones. El día del Sagrado Corazón de 1865 se confiesa: la paz entra de nuevo en su vida.

Todo lo que acaba de vivir esos dos años de infierno está perdonado. Pero queda el futuro por delante. ¿Qué quiere Dios de Bartolo? Habla una y otra vez con su director espiritual. Se entrega con ilusión a obras de caridad, a la oración, al sacrificio (esta vez con más prudencia). Se enamora de una chica con la que sueña formar una familia cristiana. El director espiritual no ve claro que ese matrimonio sea oportuno, y le aconseja esperar. Quizá Dios sueña otra cosa para la vida del joven convertido.

Entonces, ¿qué quiere Dios? Bartolo intensifica su servicio a los pobres, ingresa en la Tercera Orden de los dominicos, y reza cada tarde el rosario en casa de unos amigos. Tras haberse enfermado por comer poco y por vivir en una pobreza excesiva, sus amigos le invitan a hospedarse como pensionista en la casa de la condesa Marianna De Fusco.

Dios va a revelar muy pronto lo que quiere pedir a Bartolo. La condesa De Fusco necesita saber cómo están algunas propiedades en la zona de Pompeya, la ciudad romana destruida por la erupción del Vesuvio del año 79 d.C. El 2 de octubre de 1872 Bartolo llega al valle donde se encuentra la vieja ciudad, y percibe la pobreza, la incultura y el abandono en el que vive la gente.

Hay que hacer algo por ellos. ¿Qué le sugiere Dios? Difundir el rezo del rosario. Así de sencillo y así de “fácil”. Bartolo Longo ha descubierto lo que Dios quiere de él, y se pone a trabajar.

Predica, promueve grupos para rezar el rosario, organiza a la gente para asistir a los enfermos. En 1875 propone al obispo de la zona erigir un altar en honor de la Virgen. El obispo intuye que hay que ir a más: no sólo un altar, sino una iglesia. Se prepara así lo que un día se convertirá en el Santuario de Nuestra Señora del Rosario de Pompeya (en italiano, Pompei).

El resto corre como un huracán. Primero, las obras para construir el templo. Luego, buscar un cuadro de la Virgen para el Santuario. Luego, el primer milagro: la curación de Clorinda Lucarelli, una niña de 12 años que es curada de su epilepsia. Luego, más obras de caridad, sobre todo para huérfanos.

En 1887 se inaugura el Santuario. Alrededor del templo dedicado a la Virgen, florecen asilos para niños abandonados, talleres para obreros, imprentas para difundir la doctrina católica...

Resulta especialmente hermoso el trabajo con los hijos de los delincuentes. En la Europa de aquellos años se difunde la idea de que el hijo del criminal o del ladrón será también criminal o ladrón. Bartolo abre varios centros para niños huérfanos, pero quiere uno dedicado especialmente a los hijos de los encarcelados.

La idea de este orfelinato surge a partir de un drama muy concreto: una mujer encarcelada, que escribía cartas a “don Bartolo” (así lo llaman todos), muere de dolor cuando le comunican que su hijo pequeño, nacido en la cárcel, acaba de fallecer. Bartolo no se queda con los brazos cruzados: hay que hacer algo. En 1892 se pone la primera piedra para este proyecto. En 1898 ya cuenta con más de 100 alumnos, hijos de delincuentes. Llegan pronto las críticas (no faltan los “bienpensantes”) de quienes dicen que allí se están formando criminales en pequeños. La realidad es que casi todos los ex-alumnos de esta obra llegaron a ser ciudadanos ejemplares, contra las teorías de los “científicos” que defendían el determinismo criminológico...

Entre las otras iniciativas de Bartolo está la oración por la paz, casi como un precursor que intuye los horrores de la guerra (dos guerras mundiales en el siglo XX). Se construye, en la fachada del Santuario de Pompeya, un monumento a María, Reina de la paz, que será inaugurado en 1901. A la vez, promueve una especie de “referéndum” por la paz universal, con el que consigue 4 millones de firmas.

De sacerdote espiritista a promotor del Rosario, la caridad cristiana, la educación y la paz. Quizá sea un resumen pobre de la vida de Bartolo Longo (1841-1926), pues deja de lado lo más importante: su dejarse perdonar por Dios, su vivir cerca de la Virgen, su continuo buscar en todo, aunque no parezca fácil, hacer la Voluntad del Padre, y su servicio a los más necesitados de ayuda y afecto.

Juan Pablo II lo declaró beato el 26 de octubre de 1980. Una de las revistas fundadas por Bartolo, “Il Rosario e la Nuova Pompei”, se publica y difunde por todo el mundo, no sólo en italiano, sino también en español y en inglés.

(Para más información, cf. http://www.santuario.it/).
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Autor: vatican.va
ALBERTO MARVELLI (1918-1946)
Nace en Ferrara, Italia, el 21 de marzo de 1918. Es el segundo de seis hermanos. Crece en una familia cristiana, en la que a la vida de piedad se unen actividades caritativas, catequísticas y sociales.

Participa en el Oratorio salesiano y en la Acción Católica, donde madura su fe con una opción decisiva: “mi programa de vida se resume en una palabra: santidad”.

Alberto reza con recogimiento, enseña la catequesis con convicción, demuestra celo apostólico, caridad y serenidad. Posee un carácter fuerte, decidido, voluntarioso y generoso y un fuerte sentido de la justicia, por ello influye moralmente entre sus compañeros. Es deportista y dinámico; ama el tenis, el fútbol, la natación, las excursiones en la montaña, pero su gran pasión será la bicicleta, en la que descubre un medio privilegiado para su apostolado y su acción caritativa.

Madura su formación cultural y espiritual en la Federación Universitaria Católica Italiana (F.U.C.I.), eligiendo como modelo de vida juvenil a Pier Giorgio Frassati.

Una vez finalizados sus estudios universitarios en ingeniería mecánica el 30 de junio de 1941, Alberto debe enrolarse como militar, puesto que Italia está en guerra, una guerra que él condena con lucidez y firmeza: “descienda pronto la paz con justicia para todos los pueblos, la guerra desaparezca para siempre de la faz de la tierra”. Dado de baja en el ejercito por tener tres hermanos en el frente, trabaja durante un breve período en la FIAT de Turín.

Tras los trágicos acontecimientos del 25 de julio que lleva a la caída del fascismo y la ocupación alemana del territorio italiano el 8 de septiembre de 1943, Alberto vuelve a su casa de Rímini. Sabe cuál es su misión: transformarse en obrero de la caridad.

Después de cada bombardeo Alberto es la primera persona en ayudar a los heridos, a dar valor a los sobrevivientes y a asistir a los moribundos, a sacar de las ruinas a los sepultados vivos.

A su alrededor hay no sólo ruinas sino también tanta hambre. Alberto distribuye a los pobres colchones, frazadas, ollas y todo lo que logra recoger. Va donde los campesinos y comerciantes, compra alimentos y después, en su bicicleta cargada de provisiones, sale en busca de los que tienen hambre. Muchas veces regresa a su casa sin zapatos e incluso sin bicicleta: había dado a quien tenía más necesidad que él.

Durante el período de la ocupación alemana Alberto logra salvar a muchos jóvenes de la deportación. Con una acción heroica consigue abrir los vagones del tren que partía desde la estación de San Arcángel y libera a hombres y mujeres que iban destinados a los campos de concentración.

Después de la liberación de la ciudad el 23 de septiembre de 1945, al constituirse la primera junta del Comité de liberación, entre los asesores figura Alberto Marvelli, a pesar de no estar inscripto en ningún partido político ni pertenecer a los “partigiani”. Todos han reconocido y valorado el gran trabajo realizado por él a favor de los sin techo.

Tiene 26 años, es joven, pero afronta concretamente los problemas, con aptitud y competencia. Posee coraje en las situaciones más difíciles y una disponibilidad sin límites. Le confían el cargo más arduo: ocuparse de poner orden en la concesión de viviendas en la ciudad. Después le encargan el área de la reconstrucción, como colaborador del Ente de Ingenieros Civiles.

Alberto escribe en un pequeño bloc: “servir es mejor que hacerse servir. Jesús sirve”. Es con este espíritu de servicio que Alberto asume siempre sus obligaciones cívicas.

Cuando en Rímini vuelven a surgir los partidos políticos, se inscribe en la Democracia Cristiana. Vive su compromiso político como un servicio a la sociedad organizada: la actividad política podía y debía transformarse en la expresión más alta de la fe vivida.

En 1945 el Obispo lo llama a dirigir a los Profesionales Católicos. Su compromiso se sintetizó en dos palabras: cultura y caridad.

Convencido de que “no es necesario llevar la cultura sólo a los intelectuales sino a todo el pueblo”, funda una Universidad popular. Abre un comedor para pobres. Los invita a misa y reza con ellos; después, en la mesa sirve la comida y escucha sus necesidades. Su actividad a favor de todos no conoce descanso. Como cofundador de la A.C.L.I. (Asociación Católica de Trabajadores Italianos), forma una cooperativa para los que se dedican a la construcción; es la primera cooperativa “blanca” en la “roja” región italiana de la Romaña.

La intimidad con Jesús Eucarístico lo lleva a no encerrarse en sí mismo, a no desatender su compromiso con la historia. Por el contrario, cuando se da cuenta de que el mundo que lo circunda está bajo el signo de la injusticia y del pecado, la Eucaristía le da fuerzas para realizar su trabajo de redención y liberación, capaz de humanizar la faz de la tierra.

Al anochecer del 5 de octubre de 1946, mientras se dirige en bicicleta a un mitin electoral, siendo uno de los candidatos para la elección de la primera administración comunal, un camión militar lo atropella y le provoca la muerte. Tenía 28 años.

Toda Italia lloró su muerte. En la historia del apostolado de los laicos, la figura de Alberto Marvelli se presenta como la de un precursor del Concilio Vaticano II en lo que se refiere a la animación y el compromiso apostólico de los laicos en la transformación cristiana de la sociedad. El siervo de Dios Jorge La Pira escribió sobre él: “La Iglesia de Rímini podrá decir a las próximas generaciones: yo os muestro cómo es la vida cristiana auténtica”.
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Autor: Xavier Villalta
Raimundo de Capua, Beato-Presbítero
Martirologio Romano: En Nüremberg, de Baviera, beato Raimundo delle Vigne o de Capua, presbítero de la Orden de Predicadores, que fue prudente moderador espiritual de santa Catalina de Siena, de la cual compuso una fiel biografía (1399).

Fecha de beatificación: 15 de mayo de 1899 por el Papa León XIII.

Fue un religioso italiano, entró en la Orden de Predicadores (Dominicos) en 1350, en Bolonia. Fue el director espiritual de Santa Catalina de Siena, también fue profesor y superior de varios conventos. Ejerció los cargos de provincial en Lombardía en 1380 y Maestro General de la Orden.

Primeros tiempos en la Orden

Nació en Capua en 1330. Hijo de una de las familias más prominentes de Bolonia, conoció la Orden de Predicadores siendo estudiante universitario, a la que ingresa en 1350, tiempo más tarde contaría que en un sueño, el mismo Santo Domingo de Guzmán lo habría motivado a dar ese paso. Una de sus primeras obligaciones fue la de ser director espiritual de varios conventos de monjas en la región de Montepulciano. Fue uno de los primeros biógrafos de Santa Inés de Montepulciano, que había fallecido unos cincuenta años antes.

En 1367 fue llamado a Roma a fin de ser el superior del convento de Minerva. Enseñó en Santa María Novella, en Florencia, hasta que en 1374 fue enviado a Siena por el Maestro General de la Orden. Allí vivía Santa Catalina de Siena, la gran mística, a quien las autoridades de la Orden estaban lógicamente interesadas en servir, siendo Raimundo nombrado su director espiritual y confesor.

Con Catalina

Raimundo fue un hombre cuidadoso y modesto a pesar de haber sido nombrado para acompañar a una de las mujeres más celebres de ese tiempo. Al principio no demostró gran entusiasmo por su nueva misión, más el trato cotidiano le hizo ver que estaba conociendo a una verdadera santa. Una de sus primeras decisiones fue permitirle recibir la comunión diaria (una práctica muy poco concedida a laicos en ese entonces). Con la llegada de la peste negra a la región, los dos se volvieron incansables compañeros, apoyando y confortando a los enfermos y sus familias. Él mismo cayó enfermo, más con los cuidados y sobre todo las oraciones de Catalina se restableció cuando todos ya lo daban por perdido. Acompañó a Catalina en los últimos seis años que a ella le restaban, fruto de su acción, Catalina le enviaba diariamente docenas de personas para que se confesaran y se convirtieran, lo que le dejaba totalmente exhausto y sin tiempo para nada más. La Orden designó dos monjas para que los ayudaran con esa labor.

El Cisma

Cuando Catalina consiguió convencer al Papa Gregorio XI de regresar a Roma, terminando los setenta años de cautiverio en Avignón, este falleció al poco de su llegada, dando paso a la confusa elección de Urbano VI, algunos cardenales elegirán a Clemente VII. Todo el país, la Iglesia y la propia Orden se dividirán en varias facciones, apoyando a un bando o al otro. Catalina y Raimundo apoyarán al Papa legítimo, Urbano VI. Raimundo fue enviado por éste ante el rey de Francia para establecer negociaciones, pero fue impedido por soldados y populacho que apoyaban a la facción contraria. Catalina lo criticó duramente por haberle faltado el coraje y bravura suficientes para poder realizar aquella misión tan importante ante la cual poco valor tenía la propia vida.

Maestro y reformador

Pocas semanas después de la muerte de Catalina, en 1380, Raimundo fue electo Maestro General de la Orden, por lo menos por aquellos que apoyaban a Urbano VI. Su mandato,
en tales circunstancias fue obviamente muy complejo y difícil. Trató de reunir nuevamente a la dividida Orden, intentando restaurar el sistema de la observancia, una reforma religiosa que apenas pudo triunfar con Santa Teresa de Ávila. Además fue criticado por descuidar el estudio como factor primordial en el carisma dominico, sin embargo su estrategia de introducir en cada provincia al menos un convento reformado, resultó vencedora.

Falleció en Nurembega, en 1399, cuando estaba promoviendo la reforma, siendo posteriormente trasladado a Nápoles. En el quinto centenario de su muerte, el papa León XIII lo beatificó.
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San Plácido Monje y mártir (518-542)
San Mauro abad (+ 580) y Compañeros Mártires (+ 542)


El Martirologio Romano recuerda a Plácido el 5 de octubre, y a Mauro el 15 de enero. Hasta hace pocos años la Orden benedictina celebraba la fiesta de estos dos santos en fechasseparadas; ahora se los ha unido en una sola fecha. En verdad es imposible separar a las dos primeros discípulos de San Benito, porque todo lo que sabemos de los dos se encuentra en dos pasajes de la Vida de San Benito, escrita por San Gregorio Magno.

En el primero se narra la entrega de ellos a San Benito por parte de sus padres: Esquicio ofrece a Mauro, y Plácido es ofrecido porel patricio Tertulo. El segundo hizo célebre a San Mauro en la historia de la ascética cristiana por su obediencia incondicional, premiada con un milagro.

Mientras San Benito oraba, vio como en visión que el niño Plácido, al ir a sacar agua del lago, se había caído y estaba por ahogarse. El santo Abad llamó a Mauro y le dijo: "Hermano mío Mauro, corre al lago porque aquel muchachito que fue por agua se ha caído y se está ahogando". Inmediatamente fue corriendo al lago y llegó hasta donde estaba Plácido; lo agarró por los cabellos y lo sacó a la orilla. Sólo entonces se dio cuenta que había caminado sobre las aguas, como le sucedió a Pedro en el lago de Tiberíades.

Maravillado, le contó a San Benito lo que había pasado. Este atribuyó humildemente el prodigio a los méritos de Mauro, pero el discípulo estaba convencido de lo contrario, o sea, que el mérito era de San Benito. Efectivamente, Plácido lo confirmó cuando le dijo que él había tenido la impresión de haberse agarrado de la capa del Abad: "...y me parecía que él me sacaba del agua". Lo que sabemos de los dos santos discípulos de San Benito, a más de lo que narra San Gregorio, se debe a una biografía apócrifa, escrita a mediados del siglo IX. Mauro fue enviado a Francia por su maestro, y en Glanfeuil en Anjou fundó el primer monasterio benedictino que, gracias al apoyo del rey, se desarrollo rápidamente.

El biógrafo le atribuye varios milagros, como el de la resurrec-ción de un joven que declaró que así se había librado de las penas del infierno. Mauro murió en el monasterio francés a la edad de 72 años, después que una peste había llevado a la tumba a muchos de sus monjes.

Más inciertas son las noticias respecto de los últimos años de San Plácido. La piadosa fantasía de un biógrafo lo colocó en la lista de los mártires; según ella Plácido fue martirizado en Sicilia por los sarracenos.
Fuente: magnificat
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| Fuente: ar.geocities.com/misa_tridentina04
Flora de Beaulieu, Santa-Virgen
Martirologio Romano: En Beaulieu, en la región de Cahors, en Francia, conmemoración de santa Flora, virgen de la Orden de San Juan de Jerusalén, que se dedicó a atender a los enfermos pobres en un hospital y vivió íntimamente unida con el corazón y el cuerpo a la Pasión de Cristo (1347)

Santa Flora (1300-1347) Nació en Maurs, Francia. Alrededor del año 1324, la santa ingresó al convento de las monjas "hospitalarias" de la orden de San Juan de Jerusalén.

Allí recibían a los enfermos y a los peregrinos. Desde su ingreso Flora tuvo que hacer frente a toda clase de pruebas espirituales. En una época le asaltó el deseo insidioso de volver al mundo. A consecuencia de esto sufrió una depresión nerviosa, y la tristeza que se revelaba en su rostro enfadaba a sus compañeras, las cuales insistían en tratarla como demente. Sin embargo, bajo la ayuda de un confesor que sí creyó en ella, la santa hizo grandes progresos en la vida espiritual, y Dios le concedió al fin las más extraordinarias gracias místicas. Tal vez, la más curiosa de estas experiencias fue la sensación que tenía la santa de que llevaba dentro de su cuerpo una cruz de madera de la que prendía el cuerpo del Salvador. Los brazos de la cruz le perforaban las axilas y le producían hemorragias. Unas veces eran bucales y otras, la sangre manaba de una herida que tenía en el costado. Sus éxtasis duraban a veces desde la misa de la mañana hasta las vísperas del mediodía.

Murió en 1347, a los 38 años de edad. En su tumba se dieron numerosos milagrosDurante toda su vida, Flora fue colmada de gracias y de sufrimientos, en igual medida.

Es la patrona de las Violetas, Margaritas, Dalias, Hortensias, y en general de todas las que llevan nombre de flor.
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Fuente: Archidiócesis de Madrid
Atilano de Zamora, Santo-Obispo
Martirologio Romano: En la ciudad de Zamora, también en Hispania, san Atilano, obispo, que, siendo monje, fue compañero de san Froilán en la predicación de Cristo por las tierras devastadas por los musulmanes (916).

Fecha de canonización: 1095 por el Papa Urbano II

Pocos datos, y algunos improbables. Pero los ciertos bastan para destacar la personalidad eminente de uno de los obispos españoles de los difíciles años de la Reconquista.

Nace en Tarazona hacia el 850, familia noble. A 15 años está ya en el monasterio. Ordenado sacerdote y dedicado a la pastoral activa, destaca como predicador. Sin embargo, Atilano anhela la vida solitaria de oración y penitencia. Para eso busca un maestro experimentado que es ardua tarea en aquella época ya que, por testimonio de Odilón de Samos que inspeccionó por mandato de Ordoño I la vida eremítica en Galicia, se sabe que había de todo entre los solitarios, incluso eremitas que hacían de espías para el mejor postor. Acertó en la elección: Un monje predicador y al mismo tiempo solitario llamado Froilán, que no era sacerdote, ni amigo de honores y alabanzas.

Ambos se apartan en la montaña del norte de León, cerca de Valdorria y ya estarán juntos siempre... hasta que sean obispos. Con ansias de soledad que pocas veces pudieron disfrutar.

Su fama de santidad y el rumor extendido en la comarca hace que hombres y mujeres de todas partes acudan a la zona del Curueño para escuchar de ellos la Palabra divina.

Por las peticiones insistentes de las gentes del pueblo, se ven obligados a levantar un monasterio en Veseo que llegó a contar en la época de los santos hasta 300 monjes que seguirán la regla de San Fructuoso o San Isidoro.

Fama que llega a toda España. La corte de Oviedo, Alfonso III el Magno colma de honores al abad Froilán y le faculta para construir monasterios en su reino. Era la hora de impulsar la labor colonizadora soñada. Las fronteras del reino astur-leonés llegaban hasta la línea del Duero. Zamora, Toro y Simancas son fortalezas que vigilan los posibles asaltos árabes al reino cristiano. Las tierras fronterizas a ambos lados del río estaban despobladas y devastadas por los reyes asturianos. Lo exigía así la táctica militar. Pero había que ir empujando la frontera más abajo y en la zona del Duero era preciso levantar los poblados destruidos y explotar las tierras abandonadas. Esta preocupación regia hermanaba con el deseo evangelizador de Friolán y Atilano: los monasterios podrían ser la fuerza cohesiva capaz para la colonización. El monasterio había de ser una organización a cuyo amparo se acogieran las gentes, enseñaran las artes de la paz e infundiera el espíritu de cruzada en la guerra de reconquista.

Cuando se asientan las posiciones fronterizas por la derrota de Almondhir, cerca de Benavente o de Zamora, se comienza su reedificación y repoblación. Los santos Froilán y Atilano fundan el monasterio doble de San Salvador de Tábara, que llega a reunir hasta 600 religiosos, hombres y mujeres, con separación completa, sometidos a severa disciplina.

Esto facilita la labor colonizadora y cultural, además de religiosa. Los campos se roturan y cultivan al abrigo del monasterio donde se alaba a Dios, se reza, se estudia, se copian libros hasta llegar a ser en siglo X, el más refinado escritorio. Allí ejercen los arquitectos, pergamineros, pintores, miniaturistas que elevan el alma, y se desarrollan los oficios y el arte.

Y a orillas del Esla fundan otros pequeños cenobios.

Culminan sus fundaciones en Moreruela. Se levanta allí un gran monasterio, en lugar alto y ameno, que alberga a 200 monjes. Luego será enriquecido con privilegios por Alfonso VII, Fernando II, y el Papa Alejandro III y, ya en el siglo XII, cuna del Císter en España. Son contemplativos al tiempo que poseen un dinamismo emprendedor. Fueron consagrados Obispos el mismo día de Pentecostés del año 900. El abad, Froilán, será obispo de León hasta su muerte, en el 905; el prior, Atilano, será el obispo de la repoblada Zamora, gobernándola con sabiduría y bondad hasta el cinco de octubre del 919, que fue su muerte.
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OTROS SANTOS DEL DIA

SANTA ANA SCHÄFFER. Nació en Mindelstetten (Baviera, Alemania) el año 1882, en el seno de una familia humilde. De muy joven quiso ser religiosa y misionera en tierras lejanas. Para reunir la dote necesaria para ingresar en el convento, se puso a trabajar como empleada doméstica en sucesivas familias. A los 19 años, en su trabajo, se abrasó en una caldera de agua hirviendo con lejía: se le quemaron las piernas hasta las rodillas, quedó inválida para siempre y tuvo que guardar cama muchos años. A sus múltiples y fuertes padecimientos se añadió la falta de recursos. Al principio se rebeló contra su destino, pero enseguida comprendió que su situación fue una llamada amorosa del Crucificado para que le siguiera. Fortificada por la comunión diaria se convirtió en una intercesora infatigable en la oración, y un espejo del amor de Dios para las muchas personas que la visitaban o le escribían en busca de consejo. Ella se ofreció al Señor y se dedicó a la oración por la Iglesia y sus sacerdotes. Murió en su pueblo natal el 5-X-1925. Canonizada el 21-X-2012.



San Apolinar de Valence. Nació en Vienne (Francia) el año 453. Era hijo de san Isicio y hermano de san Avito. Recibió la formación eclesiástica de san Mamerto, y hacia el año 490 lo eligieron obispo de Valence (Francia). Fue un hombre sobremanera amante de la justicia y la honestidad, supo restituir el vigor y el esplendor de la religión cristiana en su diócesis, que durante largo tiempo había estado sin pastor. Murió hacia el año 520.

Santa Caritina. Sufrió el martirio en la ciudad de Corico, en Cilicia (actual Turquía), en el siglo IV.
Santa Flora de Beaulieu. Nació en Maurs (Francia) hacia 1300. A los 14 años ingresó en las monjas del Hospital de Beaulieu que seguían la Regla de la Orden de San Juan de Jerusalén. Sufrió graves crisis religiosas y vocacionales, que superó con la ayuda de un sacerdote. Las religiosas de su comunidad la tuvieron por loca. Ella se esmeraba más y más en la caridad para con los pobres y el Señor le concedió dones místicos extraordinarios. En el hospital, a la vez que cuidaba a los enfermos pobres, compartía en el cuerpo y en el alma la Pasión de Cristo. Murió el año 1347.

San Froilán de León. Nació en Lugo (España) el año 832. A los 18 años abrazó la vida eremítica en los montes de Curueño (León). Tuvo de discípulo y compañero de apostolado a san Atilano de Zamora. Salía de su retiro para evangelizar a los cristianos que habían escapado de la persecución musulmana. Fundó varios monasterios, el año 870 el de Veseo y el 880 el de Tábara y el de Moreruela, para fomentar la colonización de las tierras reconquistadas. Fue elegido obispo de León el año 900 y gobernó santamente su diócesis. Murió en León el año 905.

San Jerónimo de Nevers. Lo consagraron obispo de Nevers (Francia) hacia el año 795. Fue hombre de oración y muy caritativo, se hizo pobre para aliviar a los pobres. Restauró monasterios y la catedral. Fundó el monasterio de San Salvador. Construyó algunas iglesias. Participó en el Concilio de Tours del 813. Murió el año 816.
Santa Mamlaca. Virgen y mártir, que llegó a Persia procedente de la región de Beth Garmay, y fue martirizada por orden del rey Sapor II hacia el año 343.


Santos Mártires de Tréveris. El Martirologio Romano conmemora en la fecha de hoy a los santos que fueron martirizados en Tréveris (Alemania) durante la persecución del emperador Diocleciano (243-313).
Santos Mauro y Plácido. Fueron discípulos destacados de san Benito abad en el siglo VI.
San Meinulfo. Diácono que construyó y amuebló el monasterio de Böddeken, cerca de Paderborn (Alemania), en el que estableció una comunidad de santas vírgenes. Murió el año 857.



Beatos Guillermo Hartley, Juan Hewett y Roberto Sutton. Son tres ingleses, dos sacerdotes y un seglar, que fueron ahorcados en distintos lugares de Londres, el 5 de octubre de 1588, en tiempo de la reina Isabel I. Guillermo nació en Wilne el año 1557 en el seno de una familia protestante, estudió en Oxford y se ordenó en la Iglesia anglicana. Se convirtió al catolicismo estando en Francia, donde recibió la ordenación sacerdotal. Volvió a Inglaterra y estuvo ejerciendo su ministerio hasta que lo arrestaron y lo encerraron en la Torre de Londres, donde hizo mucho apostolado. Lo desterraron, pero regresó pronto, lo detuvieron y lo condenaron a muerte. Juan nació en Tollerton el año 1555. Estudió en Cambridge, luego pasó a Francia y empezó la carrera sacerdotal. Enfermó y tuvo que volver a su casa. Lo detuvieron y lo desterraron, y entonces recibió la ordenación sacerdotal en Reims. De nuevo en Inglaterra, lo desterraron, y cuando volvió lo condenaron a muerte. Roberto nació en Kegwell en el seno de una familia protestante. Se convirtió al catolicismo, por lo que alguien lo denunció y lo arrestaron. Le ofrecieron repetidamente la libertad si volvía a la religión oficial, cosa que no aceptó, y lo condenaron a muerte.


Beato Mariano Skrzypczak. Nació en Janowiec (Polonia) el año 1909. En 1930 ingresó en el seminario diocesano de Gniezno y se ordenó de sacerdote en 1935. Ejerció su ministerio en varias parroquias, en las que se mostró sensible a las necesidades de los pobres y atento al mejor cumplimiento de su ministerio. Cuando llegaron los nazis a su tierra, tuvo que huir y esconderse, pero lo detuvieron en Plonkowo y lo fusilaron delante de la iglesia del lugar el 5 de octubre de 1939.

Beato Mateo (Juan Francisco) Carreri. Nació en Mantua (Italia) el año 1420 en el seno de una familia noble. En su juventud ingresó en los dominicos y, ordenado de sacerdote, fue un incisivo y fecundo predicador de la Palabra de Dios por amplias regiones de Italia. Se dedicó también
a atender a los pobres, para los que llegó a pedir limosna. Murió en Vigevano (Lombardía), adonde había ido a predicar, el año 1470.
Beato Pedro de Imola. Nació en Imola (Italia) hacia el año 1250 de familia noble. Fue jurista, magistrado y negociador de paz entre güelfos y gibelinos (él era gibelino). Al ser expulsados los gibelinos en 1311, él marchó a Florencia, donde se dedicó a las obras de caridad. Ingresó como caballero en la Orden de San Juan de Jerusalén. Su vida estuvo centrada en la ayuda a los menesterosos y en el cuidado de los enfermos. Murió en Florencia el año 1320.
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