INDICE
Dámaso I, Santo Pontífice
Beato FRANCO LIPPI.
Beato JERÓNIMO RANUZZI
Beatos MARTÍN DE SAN NICOLÁS LUMBRERAS y MELCHOR DE SAN AGUSTÍN SÁNCHEZ
Daniel el Estilita, Santo Estilita
Hugolino Magalotti, Beato Ermitaño
Santa MARAVILLAS DE JESÚS PIDAL Y CHICO DE GUZMÁN
vIDEOS
Dámaso, papa; Eutiquio, Bársabas, Victórico, Fusciano, Trasón, Ponciano, Pretextato, Genciano, Segundo, Zósimo, Pablo, Ciriaco, mártires; Sabino, Benjamín, Paulo, Fidel, Masona, obispos; Daniel estilita, monje; Martín de San Nicolás y Melchor de San Agustín, beatos, mártires de Japón.
SAN DÁMASO, Papa y Confesor
Cualquiera que mirare a una mujer con mal deseo
ya adulteró en su corazón.
(Mateo 5, 28)
Cualquiera que mirare a una mujer con mal deseo
ya adulteró en su corazón.
(Mateo 5, 28)
n. hacia el año 306 en Roma;
† 11 de diciembre del año 384 en Roma
Patrono de arqueólogos.
San Dámaso I, de origen español, siguió al Papa Liberio al exilio y le sucedió en el año 366. Su talento y su celo por la pureza de la doctrina y el esplendor del culto han hecho que el Concilio de Calcedonia lo llamase ornamento y gloria de Roma. Reunió cuatro concilios en esta ciudad y uno en Aquilea, para combatir las herejías. Edificó dos basílicas, una junto al teatro de Pompeyo, San Lorenzo in Dámaso; la otra en la vía Ardeatina, junto a las catacumbas. Adornó con epitafios en verso las tumbas de los mártires, introdujo la costumbre de añadir el Gloria Patri al final de los salmos y movió a San Jerónimo a corregir el Nuevo Testamento sobre el texto griego. Murió casi octogenario en el año 384, y fue enterrado con su madre y su hermana en la basílica de la vía Ardeatina.
MEDITACIÓN SOBRE LOS MALOS PENSAMIENTOS
I. Hay tres clases de pensamientos que debemos rechazar, que hasta deberíamos prevenir. Los primeros son las distracciones en nuestra oración; nos arrebatan todo el fruto de nuestras plegarias y, a menudo, nos hacen cometer nuevos pecados en el momento en que deberíamos obtener el perdón de nuestras faltas pasadas. Para ahuyentar estos pensamientos importunos, haz con frecuencia actos de fe; piensa que Dios te ve, que oye tus ruegos y que castigará tu negligencia al no desechar esas distracciones.
II. Los pensamientos contra la castidad son mucho más peligrosos todavía: fácil es complacerse en ellos, detenerse en ellos voluntariamente y cometer en un instante grandísimos pecados. Así, vigila, rechaza esos pensamientos poniendo la atención de tu espíritu en otra cosa, ocupándolo con pensamientos graves tales como los de la muerte, del infierno y del juicio. ¿Quieres verte libre de esta clase de tentaciones? Vigila tus sentidos: tus ojos y tus oídos son las puertas que les dan acceso a tu alma.
III. El demonio te sugiere, a veces, dudas contra la fe: esas dudas son peligrosas, sobre todo en la hora de la muerte. Las vencerás con la humildad y la oración; desconfía, pues, de tus propias fuerzas e implora el socorro del Cielo. La fe es un don de Dios: Aquél que te la dio te la conservará, siempre que recurras a Él. Si, con todo, esos pensamientos continuaran importunándote, haz actos de fe. Cuanto más te cueste penetrar las verdades de la salvación, más debes reverenciarlas y admirarlas (San Eusebio).
La modestia.
Orad por el Sumo Pontífice.
ORACIÓN
Pastor eterno, considerad con benevolencia a vuestro rebaño, y guardadlo con constante protección por vuestro bienaventurado Sumo Pontífice Dámaso, a quien constituisteis pastor de toda la Iglesia. Por J. C. N. S.
San DÁMASO I. Papa (366-384). (c.305 - 384).
Martirologio Romano: San Dámaso I, papa de origen hispano, que en los difíciles tiempos en que vivió, reunió muchos sínodos para defender la fe de Nicea contra cismas y herejías, procuró que san Jerónimo tradujera al latín los libros sagrados y veneró piadosamente los sepulcros de los mártires, adornándolos con inscripciones
Este diácono, hijo de un obispo de origen hispano, llamado Antonio, nació en Roma y sirvió en la iglesia de San Lorenzo mártir. Sucedió en la Sede de Pedro al papa san Liberio (366), a cuya fidelidad se mantuvo firme a pesar del exilio de Papa, y de las presiones del emperador y del antipapa san Félix II. Tuvo que oponerse a otro antipapa, Ursino, que se había establecido en la iglesia de Santa María in Trastévere. Los enfrentamientos entre los defensores de ambos papas, durante los cuales una iglesia se convirtió en teatro de luchas, con varios muertos, son el reflejo de esta situación violenta, por la cual, Dámaso no sólo fue denunciado y luego absuelto por el prefecto de la ciudad Juvencio, y por el propio emperador Valentiniano que desterró en el 367 a Ursino a Colonia, de donde más tarde le permitió volver a Milán, aunque prohibiéndole acercarse a Roma y su entorno. Los partidarios del antipapa, aliados de los arrianos no cejaron en sus luchas y de hacer la vida del papa Dámaso lo más difícil posible.
En el 378 sufrió de nuevo proceso por difamación (adulterio), por instigación de sus enemigos (Ursino y el renegado Isaac). En el 370, el emperador Valentiniano, para reprimir la conducta escandalosa de algunos eclesiásticos, quienes convencieron al pueblo para que testaran en favor de la Iglesia en perjuicio de sus herederos, envió la ley a Dámaso, que prohibió que el clero visitara las casas de los huérfanos y las viudas, o que recibieran presentes, legados o feudos de ellos.
En estos diez años difíciles de su pontificado "no sólo vence a los adversario sino que perdona a los vencidos"; además Dámaso, tuvo que hacer frente a las antiguas herejías que tenían en Roma a sus partidarios: arrianos, novacianos, donatistas africanos, luciferanos y apolinaristas; pero Dámaso defendió la fe nicena.
Terminó con el cisma de Acacio. Convocó un concilio en Roma en el 386 en el que se condenó las herejías de los obispos milanenses Ursino y Valente; Apolinar fue anatemizado. Convocó el I Concilio de Constantinopla. Hizo volver a san Jerónimo a Roma, nombrándolo su secretario, y le comisionó la traducción de la Biblia en latín (“La Vulgata”). A él se le debe la sustitución del griego por el latín (salvo el “Kyrie”) en la liturgia. Reformó su casa y la hizo basílica, hoy San Lorenzo in Dámaso. Embelleció la ciudad. Hizo investigaciones históricas y organizó los archivos de la Iglesia. Hizo muchos cambios litúrgicos, y de costumbres dentro de la Iglesia, que algunos fueron corregidos con el tiempo y otros conservados, que no alargamos en el este texto, cuya función es mostrar la vida ejemplar e histórica de los santos.
En las relaciones con la autoridad política fue bastante diplomático, si bien defendió los derechos de la fe cristiana: como cuando, por los buenos oficios de san Ambrosio de Milán, logró obtener del emperador (con sede en Milán), que el altar de la victoria fuera quitado del aula del senado. No se le puede imputar que fuera fastuoso y mundano, como se lamentaba san Jerónimo condenado las costumbre mundanas de cierto clero romano (aunque le llama, "Doctor de la Iglesia Virgen") y como el historiador Amiano Marcelino le censuraba aludiendo que, llegado al cargo del papado, "gozaba en paz de una fortuna que le garantizaba la generosidad de las matronas" (fue apodado "confidente de las damas"). El dinero que Dámaso solicitó, sin duda a la nobleza romana, fue empleado para dar un culto a los mártires en sus basílicas.
Tampoco fueron fáciles las relaciones con la Iglesia de Oriente, por lo cual escribió a san Basilio “el Grande” para que pacificara aquella región, azotada por el cisma de Antioquía (causado por san Lucifer de Cagliari). El juicio de san Basilio sobre Dámaso, es inmerecido. En efecto, lo califica de "hombre altanero, orgulloso, elevado tan alto que es incapaz de escuchar a aquellos que desde la tierra le dicen la verdad". Esto contrasta con la carta que el mismo Basilio le había escrito: "Instruidnos, dirigidnos; admitimos lo que admitáis vos; rechazaremos lo que vos rechacéis. Sólo de vos guardaremos la paz y la unidad de la Iglesia". Y Dámaso respondió: "Hacéis bien en dar a la Sede Apostólica la reverencia que le es debida. La primera ventaja es para vosotros. La Iglesia romana, en cuyo trono se sienta el apóstol Pedro, posee efectivamente ese primado de jurisdicción, aunque indigno, tengo yo ahora en mis manos". Celebró el decreto de Teodosio I “ De fide Católica” (380) en la que declaraba la religión del Estado la doctrina de san Pedro a los romanos, de la que Dámaso era su cabeza suprema.
En efecto, se debe a este Papa diplomático, pero al mismo tiempo decidido, la fijación del nuevo criterio llamado "petrino" (en el sínodo de Roma del año 382) para establecer el orden de preeminencia dentro de la misma Iglesia: Roma, en primer lugar, por la existencia del sepulcro de los apóstoles Pedro y Pablo; Alejandría, en segundo lugar, porque esta sede fue fundada por san Marcos, por orden de Pedro; Antioquía, porque en esta ciudad actuaron los dos príncipes de los apóstoles. Se muestra asimismo defensor de los derechos de la Sede Apostólica en la carta “Ad Gallos episcopos” (374) y en la respuesta negativa al asceta Prisciliano, condenado por un concilio de Zaragoza (380), que se había dirigido al Papa llamándolo con el título de "senior et primus" (anciano y primero). Su devoción a los mártires se refleja en que instauró su culto en las mismas galerías de sus cementerios, y escribió “Epigramas” en honor a ellos, que hace perpetua la memoria de este Pontífice. Reconocía que la lectura de las “Actas de los Mártires” era: "Vital ocupación que nutre el alma con más dulzura que la miel". MEMORIA FACULTATIVA.
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San DANIEL "Estilita". M. 493.
>Martirologio Romano: En Constantinopla, san Daniel, llamado “Estilita”, presbítero, que, después de vivir en el cenobio y soportar muchos trabajos, según la costumbre y ejemplo de san Simeón permaneció en lo alto de una columna hasta su muerte, durante treinta y tres años y tres meses, sin que le hicieran mella el frío, el calor, ni los vientos
Después de san Simón Estilita, fue el más grande y el mejor conocido de los santos de esta comunidad. Sus padres, que habían rogado a Dios que les concediese un hijo, le consagraron a él desde antes de su nacimiento. Daniel nació en Martha, cerca de Samosata.
A los doce años, ingresó en un monasterio de los alrededores y a los trece tomó el hábito. El abad del monasterio llevó a Daniel por compañero en un viaje a Antioquía. Al pasar por Telenissae, visitaron a san Simón en su columna. Este ordenó a Daniel que se acercase, le dió su bendición y le predijo que sufriría mucho por Jesucristo. A la muerte del abad, ocurrida poco después, Daniel fue elegido para sucederle pero se negó a aceptar el cargo y fue nuevamente a visitar a Simón. Después de pasar dos semanas en el monasterio próximo a la columna de san Simón, Daniel emprendió una peregrinación a Tierra Santa, pero, como la guerra le impidiese proseguir, se dirigió a Constantinopla. Ahí pasó una semana en la iglesia de San Miguel extramuros, y después, se construyó una ermita en un templo abandonado de Filémpora, donde pasó nueve años, bajo la protección del patriarca san Anatolio de Constantinopla.
Finalmente, Daniel se decidió a imitar el género de vida de san Simón. Simón había legado su túnica al emperador León I, pero como su discípulo Sergio, encargado de hacer llegar la prenda a su destinatario, no obtuvo audiencia del emperador, regaló la túnica a Daniel. Este eligió un sitio sobre el Bósforo, a unos cuantos kilómetros de la ciudad, y se instaló en una ancha columna que un amigo le había mandado construir. Como el santo hubiese estado a punto de perecer de frío una noche, el emperador le construyó más tarde una columna más alta y mejor, en realidad eran dos columnas unidas con varillas, y en la plataforma superior rodeada por una balaustrada, había una especie de refugio.
Aunque en la región abundaban los vientos helados, Daniel vivió en su columna hasta los ochenta y cuatro años. La ordenación sacerdotal de Daniel tuvo lugar ahí mismo. En efecto, Genadio, patriarca de Constantinopla, leyó las oraciones desde abajo, en seguida subió a la columna, probablemente para imponerle las manos, aunque las crónicas dicen simplemente que subió para darle la comunión. San Daniel no quería recibir la ordenación y por ello no bajó de la columna en esa ocasión
El año 465, un incendio destruyó ocho de los barrios de Constantinopla. Daniel había predicho la catástrofe y había aconsejado al patriarca y al emperador que se hiciesen oraciones públicas dos veces por semana, pero éstos no habían creído la profecía. Al cumplirse el vaticinio, todo el pueblo acudió a la columna de san Daniel, quien extendió los brazos hacia el cielo y oró por la multitud. El emperador León, que tenía gran veneración por el santo, iba a visitarle con frecuencia. Cuando el rey de los lazios de Cólquide llegó a renovar su alianza con los romanos, León I le llevó a visitar a san Daniel, a quien consideraba como una de las maravillas del imperio. Sin embargo, no todos respetaban al santo. En efecto, algunos hombres "que solían frecuentar a las prostitutas", enviaron a una mujer de mala vida llamada Basiana, para tentar a Daniel. La tentativa fracasó, pero Basiana afirmó que había tenido éxito, hasta que, enredada en sus propios embustes, confesó públicamente la verdad y delató a los que la habían enviado. León I murió el año 474. Zenón que le sucedió en ese mismo año, tenía tanta confianza como él en la prudencia y virtud de Daniel.
Basilisco, hermano de la reina viuda Verina, usurpó el trono y se declaró protector de los herejes eutiquianos. Acacio, patriarca de Constantinopla, mandó informar a Daniel sobre la actitud del usurpador. Por su parte, Basilisco se quejó ante el santo de que Acacio estaba tramando una rebelión contra él.
Daniel replicó que Dios iba a derribarle de su trono y pronunció tales invectivas contra el usurpador, que el mensajero no se atrevió a comunicárselas de palabra y rogó al santo que las escribiese y sellase la carta. El patriarca mandó pedir en dos ocasiones a Daniel que acudiese en auxilio de la iglesia. Finalmente, el santo descendió de su columna "con dificultad, porque le dolían los pies", y fue acogido con gran gozo por el pueblo. Basilisco, asustado ante la actitud de la muchedumbre, se retiró a un palacio que tenía en el campo. Daniel fue a verle allá. Como apenas podía caminar por falta de práctica, fue transportado en una silla de manos, escoltado por el pueblo. Alguien comentó, para burlarse del santo, que parecía un cónsul. Los guardias de palacio impidieron la entrada a Daniel, alegó que él era "simplemente un soldado", y prometió que dejaría de favorecer a los herejes. Daniel le reprendió ásperamente por los desórdenes que había provocado y retornó a su columna. Ahí vivió todavía muchos años, observando los acontecimientos del mundo que se extendía a sus pies y ejerciendo gran influencia en la turbulencia histórica de Constantinopla. Zenón volvió de Isauria con su ejército veinte meses más tarde y Basilisco emprendió la fuga. Una de las primeras cosas que hizo el emperador fue visitar a Daniel, quien había predicho su destierro y reencumbramiento.
A los ochenta y cuatro años, Daniel comunicó su testamento a sus amigos y discípulos. Se trataba de un documento brevísimo, lleno de un amable espíritu de caridad y cariño, en el que el santo exponía sucintamente los deberes del hombre. Después de celebrar por última vez los sagrados misterios a media hora en su columna, Daniel comprendió que Dios ya lo llamaba. Inmediatamente mandó traer al patriarca Eufemio y murió. Fue sepultado al pie de la columna en que había vivido treinta y tres años. Patrón de Constantinopla.
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Beato FRANCO LIPPI. (c.1211 - 1291).
Martirologio Romano: En Siena, de la Toscana, beato Franco Lippi, ermitaño de la Orden de los Carmelitas, célebre por la austeridad de su vida
Nació en Grotti (Siena). En su juventud frecuentó malas compañías y fue su jefe sobre todo en el juego, que era su pasión dominante; para huir de la justicia se unió a un grupo de mercenarios y les superó a todos en los crímenes hasta los 50 años. Dicen que cierto día, llegó su locura a tal grado, que en un arrebato de ira, cuando ya había perdido todo, dijo: "Me juego los ojos porque no creo en el que me los ha dado". Y se quedó ciego y en aquel momento empezó su camino de arrepentimiento y penitencia.
Marchó en peregrinación a Compostela, cargado de cadenas y pidiendo perdón a cuantos encontró a su paso, y dando a conocer sus muchos pecados para ser despreciado por todo el mundo. En Santiago recibió la gracia de la vista y el deseo de retirarse a la soledad y penitencia. Vuelto a Siena fue absuelto por el beato Gregorio X; después de escuchar un sermón del beato Ambrosio Sansedoni, decidió recluirse en una celdilla en la que permaneció cinco años haciendo grandes penitencias. Un día, estando en oración, tuvo la visión de María vestida de carmelita que le dijo: "Franco, hijo mío, quiero que cuanto antes vistas el hábito de la Orden de los carmelitas, y vivas en adelante para mi servicio, pues te tengo preparada en el cielo una gran corona". Fue acogido como hermano lego. Tenía más de 65 años, pero fue capaz de ganarse el título de santo con el fervor que demostró en su nueva vida. Está sepultado en el convento carmelita de Cremona. Su vida inspiró el drama “San Franco de Siena” de Moreto Cabañas. En la última reforma litúrgica ha desaperecido su nombre del culto universal de la Iglesia.
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Beato HUGOLINO MAGALOTTI (c. 1320 - 1373).
Martirologio Romano: >En la región de Camerino, del Piceno, en Italia, beato Hugolino Magalotti, ermitaño de la Tercera Orden de San Francisco
Nació en Fiegni, cerca de Fiastra (provincia de Macerata). Su padre, Magalotto III, descendía de la noble familia de los Magalotti, que fueron señores de cuatro feudos pasados al municipio de Camerino: Appennino, Poggio, Cerreto y Fiastra. A la familia les quedaba como residencia el castillo de Fiegni, que fue donde creció y se educó el beato Hugolino, que había quedado huérfano de madre desde el momento del parto. Gracias a su sólida formación espiritual pudo superar otra dura prueba: la muerte de su padre cuando tenía apenas 13 años. A partir de entonces se dedicó al estudio y meditación de las Escrituras, y fue madurando en él la idea de seguir el consejo evangélico: "Ve, vende lo que tienes, dalo a los pobres y sígueme". Cumplidos los 20 años, vendió todas las propiedades heredadas de sus padres, y se retiró a hacer vida de ermitaño.
La primera ermita del beato Hugolino fue la de san Liberado, fundada, según la tradición, por san Francisco de Asís en la ladera del monte Ragnolo, no lejos de las fuentes del río Tenna. Algunos creen había profesado la regla de los frailes menores, pero lo más probable es que se consagrara como penitente de la Orden franciscana seglar. De vez en cuando se acercaba al monasterio benedictino de Ríosacro, a recibir los sacramentos. Pero tuvo que abandonar el lugar, ya que acudía a él mucha gente de toda condición, en busca de ayuda y consuelo material y espiritual. Con su oración curó a un cierto Pedro de Brunfort, tullido de nacimiento e incapacitado para andar; devolvió la vista a un tal Antonio, que había pedido un ojo cortando leña; liberó a una pobre mujer asaltada por dolores agudos y por convulsiones; curó a algunos endemoniados.
Para evitar nuevas peregrinaciones de devotos se mudó al otro lado del monte Ragnolo, a un lugar rodeado de rocas y hayas, cerca de Fiegni. Aquí permanecerá Hugolino hasta el final de sus días, dedicado a la oración y la meditación en íntima unión con Dios, domando los instintos de su cuerpo con ayunos y abstinencias. Se alimentaba con el poco pan que recibía de limosna, con hierbas y raíces, y bebía de una fuente que, según la tradición, hizo brotar él mismo. Su lecho era una tabla desnuda. En la soledad de la cueva sufrió tentaciones y tuvo visiones alucinantes, apariciones diabólicas que le impedían el sueño y le quitaban el apetito, pero siempre salió vencedor en las pruebas. Nuevas peregrinaciones de devotos empezaron a acudir en su busca, y se cuentan nuevos prodigios obrados por su intercesión.
El beato Ugolino Malagotti vivió como ermitaño unos 30 años, hasta que, cargado de años y consumido por los ayunos y las mortificaciones, murió en su cueva, asistido por algunos de sus devotos y por un monje sacerdote de Ríosacro. Su cuerpo fue llevado al castillo de Fiegni, donde había nacido, y lo sepultaron en la antigua iglesia abandona de San Juan Bautista, que pasó a denominarse de los Santos Juan y Hugolino. Hoy es conocida como Santuario del Beato Hugolino. Cerca de la fuente donde el beato se retiraba a orar edificaron recientemente una capillita dedicada a él.
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Beato JERÓNIMO RANUZZI. M. 1455.
Martirologio Romano: En Santo Angelo in Vado, en el Piceno, beato Jerónimo Ranuzzi, presbítero de la Orden de los Siervos de María, que en la soledad y el silencio consiguió la ciencia de los santos
>Nació en Sant'Angelo in Vado (Urbino). Antes de cumplir los 20 años, ingresó en los servitas y recibió el nombre de Jerónimo. Después de hacer la profesión, fue enviado a la Universidad de Bolonia, donde se doctoró en Teología. En seguida, recibió la ordenación sacerdotal y fue profesor en varias casas de estudios de su Orden en Italia. Al cabo de algunos años, sus superiores le dieron permiso de retirarse algún tiempo al convento de su pueblo natal.
Jerónimo se ganó el cariño de todo el mundo. Pronto empezó a llamérsele "ángel del buen consejo", por la solicitud con que practicaba las obras de misericordia espirituales y temporales y por la prudencia con que resolvía las dificultades de todas clases.
Su fama llegó a oídos de Federico de Montefeltro, duque de Urbino, quien pidió a los superiores del beato que se lo enviasen como teólogo y consejero. Esa ocupación era la que Jerónimo menos hubiese deseado, pero la aceptó por obediencia. No sabemos cuánto tiempo permaneció en la corte de Federico. Lo cierto es que tuvo ahí tanto éxito como en el monasterio y llevó a cabo ciertas negociaciones con la Santa Sede y cooperó en la solución de los asuntos de Estado con gran satisfacción del duque. Finalmente, el beato consiguió regresar a Sant' Angelo.
Antes de morir, reconstruyó el convento de religiosas. Murió súbitamente. La devoción que el pueblo le profesaba era tan grande y los milagros que obró fueron tan numerosos, que su cuerpo no fue sepultado en el cementerio conventual, sino que fue colocado en un nicho situado sobre el altar, en la iglesia de los servitas de Sant'Angelo
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Beatos MARTÍN DE SAN NICOLÁS LUMBRERAS y MELCHOR DE SAN AGUSTÍN SÁNCHEZ. M. 1639.
Martirologio Romano: >En Nagasaki en Japón, beatos Martín de San Nicolás Lumbreras y Melchor de San Agustín Sánchez, sacerdotes de la Orden de San Agustín y mártires, que apenas entraron en esta ciudad fueron arrestados y arrojados en una oscura celda, al final, fueron enviados a la hoguera
Martín nació en Zaragoza. Hijo de Lorenzo Lumbreras y Ana Peralta, de la nobleza aragonesa. Renunció a un glorioso porvenir y se hizo agustino recoleto en Borja en 1617, donde estaba su tío Diego de San Juan Bautista. Recibió el hábito y pasó a Zaragoza, donde realizó el noviciado en el convento del Coso. Profesó en Zaragoza en 1619.
En 1621 se embarcó rumbo a Filipinas, y en Méjico fue ordenado sacerdote. Por su amor al recogimiento y a la oración fue nombrado maestro de novicios en el convento de San Nicolás de Manila, cargo que ejerció durante nueve años, junto con el de maestro de espiritualidad de la provincia religiosa.
Junto con Melchor de San Agustín, marchó a Japón para socorrer a los cristianos en la persecución desatada en esta isla, a instancias de los beatos Francisco de Jesús Terrero y Vicente Carvalho, que solicitaban más misioneros para las islas ante su inminente martirio.
En 1632 llegaron a Nagasaki. Ayudados por beato Domingo Ibáñez de Erquiza, se refugiaron en los montes de Nagasaki, ayudando a los cristianos dispersos. Fueron denunciados y quemados a fuego lento para que el tormento fuera más doloroso
>Melchor nació en Granada. Huérfano de padre y madre a los 12 años. Ingresó en los agustinos recoletos en 1617. En 1621 viajó de voluntario a las misiones de Filipinas. Sus dotes de orador y su celo por la salvación de las almas le valieron los cargos de predicador de la colonia española, y de prior en diversos conventos del archipiélago. Partió con Martín de San Nicolás Lumbreras, voluntario de misionero al Japón, donde murió mártir.
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Santa MARAVILLAS DE JESÚS PIDAL Y CHICO DE GUZMÁN (1891-1974).
Martirologio Romano: En el pueblo de La Aldehuela en la provincia de Madrid siempre en España, santa Maravillas de Jesús Pidal y Chico Guzmán, virgen de la Orden de las Carmelitas Descalzas, que fundó muchos monasterios en España y en la India, uniendo a la vida contemplativa una trabajada caridad
>María de las Maravillas nació en Madrid. Hija de un embajador de España ante la Santa Sede y marqués de Pidal. Desde muy niña su inclinación a la virtud fue muy notable; con 5 años hizo voto de castidad. En su juventud, además de cultivar la vida de oración, y de estudiar, se dedicó a obras benéficas, ayudando a muchas familias de pobres y marginados.
En 1919, ingresó en el convento de las Carmelitas del Escorial, tomando el nombre de Maravillas de Jesús. Realizó su profesión en 1921. Tras largas vigilias junto al sagrario, recibió la inspiración de crear un Carmelo en Getafe en el Cerro de los Ángeles, donde estaba el monumento del Sagrado Corazón, recién inaugurado por Alfonso XIII. Fue nombrada priora del carmelo del Cerro de los Ángeles no sin una fuerte resistencia por parte de ella. Fundó numerosos Carmelos, como el de Kottayam, India.
Su vida estuvo entregada al amor de Jesús, y que Jesús fuera amado. Para que no fuera profanado el Corazón de Jesús del Cerro de los Ángeles, pidió salir del convento para defenderlo con su propia vida durante la República, así pasó noches en vela, vigilando el monumento y orando con exquisita fidelidad. Parece que de aquí data su costumbre, que observó durante toda su vida, de dormir a los más tres horas y siempre vestida y sentada en el suelo.
Al iniciarse la guerra civil, la comunidad, tuvo que ser trasladada detenidas a Getafe. De allí pudieron huir a Madrid, donde lograron instalarse en un piso de la calle Claudio Coello, donde estuvieron 14 meses, ansiando un martirio que nunca llegó. Pudieron pasar a la zona nacional al "desierto" de las Batuecas, Salamanca, donde fundó un nuevo carmelo.
Finalizada la guerra, en 1939, se trasladó a Madrid, al carmelo destruido del Cerro de los Ángeles donde comenzó a restaurarlo. Hizo 11 fundaciones y 3 restauraciones, uno de ello en Cuenca en Ecuador; fundó el carmelo en Aldehuela (1964), donde vivirá desde entonces, reformando así de nuevo el Carmelo de las descalzas según el primitivo espíritu de santa Teresa de Jesús, formó así la primera asociación de monjas carmelitas (Asociación de Santa Teresa) que fue aprobada por la Santa Sede en 1972.
Desde la clausura de La Aldehuela, consiguió promover la construcción de una barriada de casas prefabricadas, una iglesia y un colegio para niños más pobres. Del mismo modo, creó una fundación para ayudar a las religiosas enfermas y una clínica para monjas de clausura.
Era una mujer de una gran humildad, escribió en una ocasión: "Necesito vivir olvidada, desconocida, despreciada, lo más cerca posible de Su vida santísima. No tengo más que esta vida, y quisiera darle durante ella todo el dolor, toda la humillación que sea posible". Murió en el convento de La Aldehuela, Madrid, diciendo: "¡Que felicidad morir carmelita!".
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