San Francisco de Borja
Juliano de Palermo, BeatoMonje,
Domingo Spadafora, Beato Presbítero dominíco
Gerardo de Brogne, Santo Abad
Quintín, San Mártir
Beato Uto u Otón, abad
Ambrosio Francisco Ferro y 29 compañeros mártires, Beatos Mártires de Brasil
San Virila, Abad
Beato Crescencio García Pobo
Evaldo el Blanco y Evaldo el Negro, Santos Presbíteros y Mártires
Dionisio el Areopagita, Santo Discípulo de San Pablo
María Guadalupe (María Francisca) Ricart Olmos, Beata Religiosa y Mártir
San Hesiquio, monje
San Cipriano de Toulon, obispo
Szilard Ignác Bogdánffy, Venerable Obispo y Mártir
VIDEOS
- San Cándido. mártir romano.
- Santos Dionisio, Fausto, Cayo, Pedro, Pablo y cuatro compañeros más; cruelmente perseguidos en tiempo del emperador Decio, alcanzaron la palma del martirio bajo el reinado de Valeriano, 265.
- Santos Ewaldo, dos sacerdotes del mismo nombre, que, al dirigirse a predicar el Evangelio a Westfalia, fueron muertos por los paganos, 695.
- San Maximiano, obispo africano y mártir, perseguido repetidas veces por los donatistas, que no cesaron en su odio hasta precipitarle desde una torre, s. IV
- San Esiquio, confesor y discípulo de San Hilarión y compañero en sus peregrinaciones, Palestina, s. IV.
- San Gerardo, abad, que después de vivir en la corte del conde de Namur, vistió el hábito de San Benito en la abadía de San Dionisio, Paris, y luego fue el reformador de los monasterios de Flandes durante veintidós años, 959.
- San Leudomiro, obispo de Chalons-sur-Marne en los días del rey Clotario II, en Francia, 626.
San Cipriano de Marsella, discípulo de San Cesáreo, cuya vida escribió, y luego obispo de la antigua sede de Toulón (Francia). s. Vl.
- San Ébón, ab. de Barbastro, 1104.
- Beato Juan Massias, nacido en España y hermano lego dominico en Lima, Perú; admirable por su humildad, paciencia y don de milagros, 1645.
- Santa Romana, virgen y mártir, en Beauvais (Francia), siglo II.
- Santa Menna, virgen y mártir, Francia, en la región de los Vosgos, s. II.
SAN FRANCISCO DE BORJA, Confesor
Los que usan del mundo vivan como si no usasen,
porque la apariencia de este mundo pasa.
(1 Corintios 7, 31)
n. 28 de octubre de 1510 en Gandía (Valencia), España;
† 30 de septiembre de 1572 en Ferrara, Italia
Protector contra los terremotos.
San Francisco, duque de Gandía, nacido en 1510, mereció ser llamado por Carlos V el milagro de los príncipes por sus cualidades y virtudes. Después de haber vivido santamente en Colonia como capitán general y después en su principado, entró en 1545, después de cuatro años de viudez, en la Compañía de Jesús, de la que llegó a ser superior general a pesar de sus lágrimas. Sus admirables predicaciones hacían llorar a todos los asistentes. Rehusó el cardenalato y murió en 1572.
Santa Teresa de Jesús, Virgen, Fundadora de los carmelitas descalzos y Doctora de la Iglesia, cuya fiesta se celebra dentro de cinco días, cada 15 de octubre, hacia 1556 comenzó a sentir grandes favores espirituales, y un año después se vio animada por San Francisco de Borja. Sobre él decía lo siguiente en el libro de su vida:
"En este tiempo vino a este lugar el padre Francisco, que era duque de Gandía y había algunos años que, dejándolo todo, había entrado en la Compañía de Jesús. Procuró mi confesor, y el caballero que he dicho también vino a mí, para que le hablase y diese cuenta de la oración que tenía, porque sabía iba adelante en ser muy favorecido y regalado de Dios, que como quien había mucho dejado por El, aun en esta vida le pagaba.
Pues después que me hubo oído, díjome que era espíritu de Dios y que le parecía que no era bien ya resistirle más, que hasta entonces estaba bien hecho, sino que siempre comenzase la oración en un paso de la Pasión, y que si después el Señor me llevase el espíritu, que no lo resistiese, sino que dejase llevarle a Su Majestad, no lo procurando yo.
Como quien iba bien adelante, dio la medicina y consejo, que hace mucho en esto la experiencia. Dijo que era yerro resistir ya más. Yo quedé muy consolada, y el caballero también holgábase mucho que dijese era de Dios, y siempre me ayudaba y daba avisos en lo que podía, que era mucho".
San Francisco de Borja nació en Gandía (Valencia), en 1510. Fue virrey de Cataluña y duque de Gandía, Gran privado del emperador Carlos V y caballerizo de la emperatriz Isabel. Al fallecer ésta, la vista de su cadáver impulsó a San Francisco de Borja a despreciar las vanidades de la corte. Tras la muerte de su esposa, en 1546, entró en la Compañía de Jesús, de la que llegó a ser superior general (el tercero después de su Santo Fundador). Siempre se distinguió por su profunda humildad y dio un gran impulso a las misiones. Murió en Roma el 1 de octubre de 1572, siendo canonizado en 1671. Su sagrado cuerpo, que se veneraba en Madrid, fue casi totalmente destruido por las llamas provocadas el 11 de mayo de 1931, durante la llamada "quema de conventos" con la que se "inauguró" la infausta y anticatólica II República Española.
MEDITACIÓN SOBRE TRES VIRTUDES DE SAN FRANCISCO DE BORJA
I. Este ilustre servidor de Dios permaneció humilde en medio de los honores. Tú no tienes las eminentes cualidades que distinguían a este gran santo y, sin embargo, estás lleno de orgullo. Ello es porque no piensas, como él, que la figura de este mundo pasa. Despréndete de los bienes del mundo para no tener pena de abandonarlos en el momento de la muerte. Estemos preparados para todo acontecimiento, de modo de no sentir pena por lo que dejemos detrás (Tertuliano).
II. Su austeridad y mortificación lucieron aun en medio de las delicias de la corte. Se armaba de un cilicio cada vez que debía encontrarse entre mujeres; ayunó durante dos años rigurosísimamente. Pero estas austeridades nada fueron comparadas a las que practicó después de su entrada en religión. ¿Esta conducta no es acaso la condenación de tu delicadeza? No te excuses alegando tus malos hábitos; tú puedes, tanto como él, corregirlos y adquirir otros buenos.
III. Tenía una devoción tan tierna que ni aun los más importantes asuntos que debía atender desviaban su pensamiento de Dios: su jornada era una oración continua. Cada mes elegía un santo como protector especial; él fue quien introdujo en la Compañía de Jesús esta santa costumbre. ¿En qué punto te hallas tú acerca de la devoción? ¿De todas las épocas de tu vida diste siquiera una a Dios? ¡Has sido niño, adolescente, has llegado a la edad de la madurez y nunca has sido virtuoso! (San Clemente de Alejandría).
La humildad.
Orad por la Compañía de Jesús.
ORACIÓN
Señor Jesucristo, modelo y recompensa de la verdadera humildad, dignaos después de haber hecho al bienaventurado Francisco vuestro glorioso imitador en el desprecio de los honores terrenos, hacernos a nosotros partícipes de sus virtudes y de su gloria. Vos que vivís y reináis por los siglos de los siglos.
Fuente: MadreGuadalupe.com
María Guadalupe (María Francisca) Ricart Olmos, Beata Religiosa y Mártir,
Martirologio Romano: En la aldea de Silla, cerca de Valencia, en España, beata María Guadalupe (María Francisca) Ricart Olmos, religiosa de la Orden de los Siervos de María y mártir, que en la misma persecución recibió el martirio por su testimonio en favor de Cristo (1936). La Beata María Guadalupe nació el 23 de febrero de 1881 en la ciudad de Albal, a 9 Kilómetros de Valencia. A los pocos días recibió en el bautismo el nombre de María. Fue la segunda hija de Francisco Ricart y de María Olmos. Al primogénito lo llamaron José y a sus hermanos menores Antonio y Filomena. En 1885 fallece su padre por una enfermedad, y su bondadosa madre, considerada por todos como una santa, afrontó la dura tarea de criar a los cuatro hijos y educarlos en el amor de Dios. María asumió bien pronto responsabilidades dentro del humilde hogar colaborando con su madre en el cuidado de sus hermanos y en las tareas domésticas. Recibió la educación básica siendo unánime el reconocimiento de su capacidad intelectual. Participo vivamente en las actividades de algunos de los grupos parroquiales demostrando un gran entusiasmo como miembro del coro en el que hizo buenas amigas. El hecho más significativo a nivel espiritual es el de su Primera Comunión.
Entonces cuenta con sólo 10 años y representa para ella el inicio de una relación intensa con Jesucristo y su despertar vocacional. Desde ese momento la frecuencia y el modo de participar en la Santa Misa y comulgar, llama la atención de sus parientes y conocidos, que perciben incluso una variación en su carácter, que va transformándose, a medida que crece, de efusivo en moderado sin perder nunca su alegría y jovialidad. Vocación La Primera Comunión representa el inicio de su camino vocacional. En esa celebración ocurre un hecho inusual que impacta al párroco, P. Vicente Pastor, quien ese día dirigió a las niñas que ese día iban a comulgar una pregunta muy concreta: "¿alguna de las presentes desea entregarse a Dios para ser su esposa y ser enteramente suya?". Siguió un momento de incertidumbre. Luego se alzó una mano y tras de ella una niña que con voz clara respondió: "¡yo quiero serlo!". Esa niña era nuestra Beata María Guadalupe. Después su deseo de consagrarse por entero a Dios crecía cada día más. En las visitas frecuentes al Monasterio de Al Pie de la Cruz de las Monjas Siervas de María de Valencia, donde su madre tenía una vieja amiga, encontró su vocación en la Iglesia. Con el consentimiennto de su madre y el apoyo del Párroco pudo ingresar allí a la edad de 15 años. Su inequívoca percepción de que Dios le había elegido nos ha dejado un hermoso testimonio de la madurez religiosa de una niña que daba signos de llegar a ser una gran mujer y una gran cristiana. Mientras se dirigían a Valencia para entrar en la clausura un desconocido reprochó gritando: "¡Llevan engañada a esa muchacha!". Ella sin perder la calma, al igual que en los momentos del martirio, se giró y dijo: "Sé muy bien lo que hago, pues es Jesús quien me llama". Sierva de María Hizo su profesión solemne el 19 de junio de 1900, fiesta en que se recuerda a Santa Juliana Falconieri madre espiritual de la rama femenina de los Siervos de María.
Enamorada del carisma de la Orden vivió plenamente sus valores: la caridad fraterna y la unidad, la oración contemplativa y el humilde servicio y el amor y la devoción a la Virgen Dolorosa, a quien rezaba con fervor la Corona de los Siete Dolores, identificándose con los sufrimientos de la Virgen María. Buscaba siempre el recocimiento y practicaba la penitencia física al contemplar la Pasión de Jesús y a su Madre al pie de la Cruz. Con un carácter alegre, una fuerte espiritualidad y dotes de liderazgo ocupó el cargo de Maestra de Novicias de 1928 a 1931, y luego el de Priora en los difíciles y confusos años de 1931 hasta 1934. Al acabar el priorato vuelve a ser elegida Maestra de novicias, cargo que ejerció hasta su martirio, dando a sus hermanas el más importante de los ejemplos. Martirio La madrugada del 2 de octubre de 1936, unos alborotos interrumpen su oración. Su hermana Filomena y su cuñado José intentaban disuadir a los que registraban su casa, donde ella se había refugiado por la persecución. Sin dudarlo un instante la beata María Guadalupe salió de su alcoba llevando en la mano un libro de oraciones. Al verla los milicianos le preguntaron: "¿Es usted monja?", responde "Soy monja y si naciese mil veces, lo sería Al Pie de la Cruz", fue arrestada al momento sin que ella opusiese resistencia alguna. Sostenida por la gracia del Señor, se mostro en todo momento igual de entera y entregada como a lo largo de su vida. Coemnzaba para ella su propio Via Crucis y Via Matris, unida a cada paso a la Pasión del Redentor y a los dolores de su Madre al Pie de la Cruz. Abrazada al crucifijo la subieron a una furgoneta, desde la que daba ánimos a sus familiares: "No lloréis por mí, pues me llevan a matarme y dar la vida por Aquel que primero la dió por mí".
Fue conducida a un tribunal ficticio en el que recibió la sentencia de muerte. Fue beatificada el 11 de marzo de 2001, por S.S. Juan Pablo II junto a otros mártires valencianos. Oración Dios Padre Santo, Tú que por medio del Espíritu Santo alientas a los perseguidos por causa de tu Hijo Jesucristo, y los llenas de valor y fortaleza para que, con una fe solida y una esperanza firme, den testimonio del Evangelio, te rogamos nos concedas... (pídase la gracia que se desea obtener) por intercesión de la Beata María Guadalupe, quien sostenida por tu gracia, no vaciló en le momento del martirio, sinó que se unió gozosa a la Pasión del Redentor y a los dolores de su Santísima Madre al pie de la Cruz. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén. Padrenuestro, Ave María, Gloria. Beata María Guadalupe, ruega por nosotros.
Si usted tiene información importante para la canonización de la Beata María Guadalupe, contacte a: vicepostulacion@madreguadalupe.com o a través del sitio web madreguadalupe.com.
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Fuente: ar.geocities.com/misa_tridentina01
Dionisio el Areopagita, Santo- Discípulo de San Pablo,
Martirologio Romano Conmemoración de san Dionisio Areopagita, que se adhirió a Cristo al escuchar al apóstol san Pablo hablando ante el Areópago, y fue primer obispo de Atenas (s. I). Después del discurso de San Pablo en el Areópago de Atenas, muchos se convirtieron al cristianismo. en los "Hechos de los Apóstoles" (17, 34), se nombra a un tal "Dionisio el Areopagita" convertido por San Pablo con su discurso en el Areópago. Al parecer era miembro del tribunal, y por lo tanto, de la aristocracia ateniense. Y dicen los Hechos, que se convirtió Dionisio el Areopagita "y una mujer llamada Dámaris", según una tradición atribuida a San Juan Crisóstomo, ésta sería la esposa de Dionisio, pero es una suposición sin prueba alguna. En el Martirologio Santa Dámaris figura como Virgen. Según un escrito posterior, Dionisio y el sofista Apollofanes habrían visto el eclipse del sol el día de la crucifixión y según De divinis nominibus (III, 2) Dionisio habría asistido a la Dormición de la Santísima Virgen.
En una carta de Dionisio, obispo de Corinto, contemporáneo del Papa Sotero, escrita a los atenienses antes de 175, se dice que Dionisio el Areopagita, murió como primer obispo de Atenas. Una leyenda tardía lo ha confundido con el primer obispo de París, martirizado alrededor de 270. Tal identificación la encontramos en el Martirologio y en el Breviario Romano, el 9 de octubre. Pero en el Vetus Romanum Martyrologium, los dos Dionisios se distinguen claramente uno del otro; el 3 de octubre, en efecto, se lee: "Athenis, Dionysii Areopagitae, sub Adriano diversis tormentis passi, ut Aristides testis est in opere quod de Christiana religione composuit; y el 9 de octubre: "Parisiis Dionysii episcopi cum sociis suis a Fescennino cum gladio animadversi" (PL, CXXIII, col. 171). La Crónica que lleva el nombre de Lucius Dexter identifica a San Dionisio de París con Dionisio el Areopagita, pero comúnmente se niega la autenticidad de este escrito. El primero que identificó a los dos Dionisios fue Hilduinus, abad de San Dionisio (m. 840), en la "Vita S. Dionysii". Bajo el nombre de Dionisio el Areopagita, está sitado un escrito, que probablemente un monje siríaco promovido al episcopado, compuso entre 480 y 530 y que obtuvo gran difusión y ejerció gran influencia durante todo el Medioevo: De coelesti hierarchia; De mystica theologia; De ecclesiastica hierarchia; De divinis nominibus, y diez epístolas. Estos textos son mencionados actualmente como escritos por Pseudo Dionisio el Areopagita
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Evaldo el Blanco y Evaldo el Negro, Santos Presbíteros y Mártires,
Martirologio Romano: Entre los sajones, dos santos mártires de nombre Ewaldo, uno llamado Negro y el otro Blanco, ambos presbíteros y oriundos de Inglaterra, que,siguiendo el ejemplo de san Willibrordo y sus compañeros, pasaron a evangelizar a los sajones y, habiendo comenzado a predicar a Cristo, fueron apresados por los paganos, consumando el martirio (695). San Wilbordo y sus once compañeros empezaron la evangelización de Frieslandia en el año 690. Poco después, dos sacerdotes de Nortumbría siguieron el ejemplo de los misioneros y partieron a predicar el Evangelio a los sajones de Westfalia. Ambos habían pasado algún tiempo en Irlanda dedicados a las ciencias sagradas y los dos se llamaban Evaldo. Para distinguirlos, el pueblo los apodaba "el Blanco" y "el Negro", por el color de sus cabellos. El primero era más versado en la Sagrada Escritura, pero ninguno de los dos cedía ante el otro en devoción y celo. Ambos sacerdotes llegaron a Germania hacia el año 694.
Ahí conocieron a cierto personaje que se empeñó en presentarles a su señor, porque los misioneros llevaban algunas noticias que podían interesarle. Dicho Señor feudal los alojó en su casa durante varios días. Los misioneros aprovecharon ese retiro para hacer oración, cantar salmos e himnos y celebrar diariamente el Santo Sacrificio. Al ver los bárbaros la conducta de los dos predicadores, temerosos de que persuadieran a su señor para que renegase de sus dioses y se convirtiese a la nueva religión, decidieron asesinarlos. A Evaldo el Rubio le degollaron sin más ni más en donde lo encontraron. En cambio, al Moreno le atormentaron largamente con inaudita saña y, antes de matarle, le arrancaron los miembros uno a uno. Cuando el señor del lugar se enteró de lo sucedido, montó en cólera porque los bárbaros procedieron por su cuenta y ejecutaron a los monjes sin haberles presentado a su juicio. Como represalia, el señor feudal mandó ejecutar a los culpables e incendió la aldea. Los cuerpos de los mártires habían sido arrojados al rio, pero fueron descubiertos gracias al fulgor que despedían. Un monje inglés, llamado Tilmón, recibió aviso de lo que significaba aquel fulgor sobrenatural y les dio honrosa sepultura. San Beda dice que se trataba del río Rin, pero la tradición sitúa el martirio en Aplerbecke, sobre el Embscher, que es un afluente del Rin en las proximidades de Dortmund. El culto de los dos Evaldos se popularizó inmediatamente. El rey Pepino mandó trasladar las reliquias a la iglesia de San Cuniberto, en Colonia, donde reposan todavía. El Martirologio Romano menciona a los dos Evaldos, que son patronos de Westfallia. San Norberto consiguió algunas reliquias de estos mártires para los premonstratenses, en 1121 i dichos religiosos celebran la fiesta de estos santos.
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San Quintín, mártir
fecha: †: s. III
- país: Francia
otras formas del nombre: Quentin
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
Cerca de la ciudad de Vermand, en la Galia Bélgica, san Quintín, mártir, del orden senatorial, que padeció por Cristo en tiempo del emperador Maximiano. patronazgo: patrono de cerrajeros, sastres, porteros, médicos y capellanes; protector contra la tos, tos ferina, el goteo de la nariz y la hidropesía. refieren a este santo: Santos Crispín y Crispiniano, Santos Luciano, Maximiano y Juliano, Santos Victorico y Fusciano San Quintín era romano. Según la leyenda, partió a la Galia en compañía de san Luciano de Beauvais. Ambos predicaron juntos en ese país, y no se separaron sino hasta llegar a Amiens. San Quintín se quedó allí, para hacer el intento de ganar a Cristo esa comarca con el trabajo y la oración. Su premio fue la corona del martirio. El prefecto Ricciovaro, habiendo tenido noticias de los progresos del cristianismo en Amiens, mandó aprehender a san Quintín. Al día siguiente, el santo misionero compareció ante el prefecto, que trató en vano de doblegarle con promesas y amenazas. Como no lo lograse, le mandó azotar y le encerró en una mazmorra, a donde los cristianos no podían ir a visitarle.
El relato del martirio de San Quintín está formado por una serie de torturas y milagros inventados. Se cuenta que se le atormentó en el potro hasta descoyuntarle todos los huesos; después se le desgarró con garfios, se le virtió aceite hirviente en la espalda y se le aplicaron a los costados antorchas encendidas. Con la ayuda de un ángel, Quintín escapó de la prisión, pero los guardias le arrestaron nuevamente cuando predicaba en la plaza pública. Al partir de Amiens, Ricciovaro mandó que Quintín fuese conducido a Augusta Veromanduorum (actualmente Saint-Quentin) y allí trató de doblegarle otra vez. Finalmente, avergonzado al verse vencido por el santo, Ricciovaro mandó torturarle de nuevo y degollarle.
En el momento de la ejecución, una paloma salió del cuello cercenado y se perdió en el cielo. El cadáver fue arrojado al río Somme, pero los cristianos lo recuperaron y lo sepultaron cerca de la ciudad. Dado que san Gregorio de Tours habla ya de una iglesia dedicada a San Quintín, no hay razón para dudar que haya sido un mártir auténtico. Pero su biografía ha sido embellecida con toda clase de agregados legendarios y existen versiones muy diferentes. Véase una lista de las leyendas en Biblioteca Hagiográfica Latina, nn. 6999-7021. En el largo artículo consagrado a san Quintín, en Acta Sanctorum, oct., vol. XIII (1883) se citan varios textos de la leyenda y algunos relatos de la translación de las reliquias; pero de entonces acá, se han descubierto otras versiones, entre las que se cuenta cierto número de poemas carolingios (por ej. Analecta Bollandiana, vol. xx, 1901, pp. 1=44). Es interesante notar que Beda conoció la leyenda de San Quintín; véase Martyrologes historiques de Dom Quentin, quien opina que el pasaje de Beda es auténtico. La expresión castellana «armarse la de san Quintín» no se refiere de manera directa al santo, sino a las batallas (varias a lo largo de la historia) ocurridas en torno a la ciudad de Saint-Quentin.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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Fuente: ar.geocities.com/misa_tridentina01
Gerardo de Brogne, Santo Abad,
Martirologio Romano: En la región de Namur, en Lotaringia, san Gerardo, primer abad del monasterio de Brogne, que él mismo había fundado. Trabajó para instaurar la disciplina monástica en Flandes y Lotaringia, y ayudó a muchos monasterios a recuperar la observancia primitiva (959). El ejemplarísimo abad san Gerardo, fue hijo de Estancio, varón ilustre de la casa de Haganón, duque de la Austrasia inferior, y de Plectrudis, hermana de Esteban, obispo de Lieja. Hiciéronle seguir sus padres desde muy joven la carrera de las armas, propia a la sazón de mancebos nobles, y le enviaron a la corte de Berengario conde de Namur; donde resplandeció así por la modestia de sus costumbres, como por la discreción de sus palabras y natural elegancia de su persona. Cobróle tanto amor el conde, que le llevó a su casa, y se servía de él para muchas cosas de importancia, y así le envió a Francia por su embajador para tratar con el príncipe Roberto un negocio grave que se le ofrecía. Luego que llegó a París, dejando allí sus criados, se fue solo al monasterio de san Dionisio para retirarse en él algunos días; y quedó tan edificado de la virtud de los monjes, y tan aficionado al sosiego y felicidad de la vida religiosa, que determinó dar libelo de repudio a todas las cosas de la tierra, para recogerse a servir a Dios en aquel monasterio. Trató los negocios a que iba, y volviendo a dar cuenta de ellos al conde Berengario, suplicóle que le diese licencia pata profesar en dicho monasterio: y aunque con mucha dificultad y tristeza del conde, obtuvo su beneplácito. Vistióse pues el hábito de san Benito, y desde luego fue espejo de toda santidad y virtud.
Allí comenzó a estudiar desde las primeras letras como niño, y aprovechó tanto en las humanas y después en las divinas, que a los nueve años de su conversión se ordenó de sacerdote con grande gozo de su espíritu, y aprovechamiento de los otros monjes, de los cuales era tenido en gran veneración. Fue el primer abad del célebre monasterio de Broñá, a cuya iglesia trasladó con gran solemnidad muchas reliquias de santos cuerpos. Un día vino al monasterio una mujer ciega y pidió que le diesen del agua con que el santo diciendo misa se había lavado los dedos: lavóse con ella los ojos, y luego cobró la vista. Habiendo recibido el marqués Arnulfo, señor de Flandes, de mano del santo la Comunión, se vio enteramente libre de un mal de piedra que le fatigaba mucho, encomendóle el gobierno de todas las abadías que tenía en su estado, y el santo las reformó, y tuvo cargo de diez y ocho monasterios, en los cuales floreció la más perfecta observancia religiosa. Finalmente recogido en su pobre monasterio de Bro ñá, y cargado de días y merecimientos, dio su espíritu al Señor, el cual le ilustró con muchos milagros.
REFLEXIÓN Siempre han sido las órdenes religiosas semillero de santos, y la vida ejemplar de sus miembros poderoso aliciente para atraer las almas a la virtud. Si no tienes valor, oh cristiano, para despojarte, a imitación de san Gerardo, de las cosas de la tierra (que tarde o temprano te ha de arrebatar la muerte), tenlo al menos para dejarlas con el afecto, poniendo tu principal cuidado en amar y servir a Dios solamente y a todas las de más cosas sólo en Él y por Él. Porque ¿de qué nos aprovechará ganar todo el mundo, si perdemos el alma? Esta máxima bien ponderada hizo de un Javier un apóstol: ésta ha poblado el cielo de santos y ésta debe ser la única norma de todas nuestras acciones. ¡Dichoso quien se guía por ella, pues tiene asegurada su eterna salvación, único negocio para el cual estamos en este mundo, y que nos ha de preocupar seriamente! ORACIÓN Rogámoste, Señor, que nos recomiende delante de Ti la intercesión del bienaventurado abad Gerardo, para que alcancemos con su patrocinio lo que no podemos conseguir por nuestros méritos. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén
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Autor: ar.geocities.com/misa_tridentina01
Domingo Spadafora, Beato Presbítero dominíco
Martirologio Romano: En Montecerignone, de la Romagna, beato Domingo Spadafora, presbítero de la Orden de Predicadores, que trabajó diligentemente en el ministerio de la predicación (1521). Domingo Spadafora, nació en Randazzo en 1450, de la nobilísima y antiquísima familia Spadafora, oriunda de Costantinopoli, llamada así porque tenía el privilegio de llevar la espada desenvainada en presencia del Emperador. Domingo, despreciando cualquier humana grandeza, decidido honrar y servir al Señor de los Señores entró en la Orden Dominica, en el floreciente Convento de Santa Zita en Palermo, fundado por Pedro Jeremías. Enviado a Padua para completar sus estudios, si admirables fueron sus progresos en la ciencia, más admirables fueron los adquiridos en la sólida virtud. Conseguido el doctorado, y de regreso en su patria, su santidad y saber no pudieron permanecer escondidos y fue nombrado ayudante del Maestro General. En una capillita de Monte Cerignone, en el estado de Urbino, había una milagrosa imagen de la Santísima Virgen por la que los habitantes tenían gran veneración; deseando edificar allí una iglesia con religiosos que se dedicasen a la cura espiritual de la población circundante, pensaron en los dominicos.
Se dirigieron al Maestro General para conseguir que se iniciara una obra tan ventajosa para las almas y para la gloria de la Virgen, a la cual la Orden profesa especial devoción. El proyecto se aprobó, y Domingo fue elegido para dirigir la nueva fundación. En 1491 surgieron así la iglesia y el Convento del cual Domingo fue guía hasta su muerte. Para edificación de toda la población, en la ferviente comunidad florecieron las leyes y el espíritu de la Orden. En todo Montefeltro se lo consideraba a Domingo un santo, y como tal fue venerado después de su muerte, sobrevenida el 21 de diciembre de 1521. Fue sepultado en la iglesia conventual, y en 1545 se encontró su cuerpo incorrupto. Desde 1677 es venerado en la iglesia de Santa Maria in Reclauso en Monte Cerignone. El Papa Benedicto XV confirmó su culto el 12 de enero de 1912. El 3 de octubre se conmemora el aniversario de la traslación de sus reliquias llevada a cabo en 1677. Autor: P. Felipe Santos Juliano de Palermo, Beato Monje, Octubre 3 Juliano de Palermo, Beato Juliano de Palermo, Beato Monje del siglo XV Etimología: Juliano = de cabellera abundante y rizada. Viene de la lengua griega. Juliano fue un monje en el siglo XV. La historia de este beato nos lleva a Sicilia sumida en guerras, en rebeliones y con muchos prisioneros.
El intentó, en medio de tantas dificultades, sembrar la paz y la concordia entre todos. Y en esta caso, la regla de la paciencia serena fue para él y para los demás la mejor arma de combate. Fue el primero en lamentarse de los lentos procesos judiciales. El, que era un benedictino de Palermo dela mitad de 1400, luchó con todo el arrojo y la fuerza que salían de corazón lleno de esperanza. No se quedaba quieto. El apóstol encuentra en la oración la energía necesaria para cumplir con su misión. Tuvo que enviar cinco delegaciones para tratar la paz con el Sultán de Túnez. El motivo centra era la devolución de los prisioneros cristianos. El mismo había ido en 1438 y 1452 enviado por el rey de Aragón, Alfonso el Magnánimo. Logró que las relaciones entre musulmanes y cristianos fueran cordiales. Era una persona cualificada para este menester.. Había nacido en Palermo y se hizo benedictino porque anhelaba una vida de contemplación y de soledad. Hizo un hospital con criterios modernos. Tuvo, más tarde, que representar al rey en el parlamento de Palermo. Cuando podía, iba al santuario de Romitello para hacer oración y penitencia. Aquí le vino la muerte en la paz de Dios.
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Beato Uto u Otón, abad †: 829 -
país: Alemania
otras formas del nombre: Utto, Udo, Utto Metten, Utto von Metten, Utón
canonización: Conf.
Culto: Pío IX 24 ago 1909
hagiografía: Santi e Beati
En el monasterio de Metten, en Baviera, beato Uto u Otón, fundador y primer abad. refieren a este santo: Beato Gamalberto La vida del beato Utto se entrecruza con la del beato Gamelberto, párroco de Baviera; los dos beatos recibieron la confirmación del culto juntos, el 25 de agosto de 1909, por el papa san Pío X. Utto, cuyo nombre parece ser una variante de Otto, Otton, Odón, nació en Milán hacia el 750, y fue bautizado por Gamelberto, párroco de Michaelsbuch en Baviera, que estaba de paso por Milán en peregrinación a las tumbas de los Apóstoles, en Roma. La anónima «Vita Gamelberti» es la más antigua fuente donde se encuentran estas noticias. En su viaje de regreso Gamelberto, habiendo previsto la santidad del pequeño Utto, solicitó a los padres que se lo confiaran, para dar al joven instrucción y formación religiosa. Así que después de un cierto tiempo, cuando ya era un adolescente, Utto se reunió con su padrino Gamelberto, por el cual fue educado para el sacerdocio, sucediendo al beato a su muerte, en el año 802, como párroco de Michaelsbuch, donde permaneció por muchos años desarrollando con fervor su ministerio. Sientiéndose sin embargo dolido por las malas costumbres del lugar, que no lograba modificar, y para huir del tumulto de la guerra que asolaba Baviera, buscó la soledad, y se retiró a una selva sobre la margen izquierda del Danubio, estableciéndose cerca de una fuente seca que, según la tradición, comenzó milagrosamente a manar, gracias a ssus oraciones; esta fuente recibirá, en su homenaje, el nombre de Uttobrunn (fuente de Utto).
En ese lugar construyó una pequeña celda, en la que vivió en oración y rigurosa penitencia, sin dejar de acudir a veces a predicar la palabra de Dios entre los habitantes del lugar. La fama de su santidad se difundió muy pronto por toda la región, y Utto fue considerado por todos como un hombre de Dios. Incluso Carlomagno un día, mientras cazaba en el bosque, se encontró con Utto y fue sorprendido por un milagro realizado por el santo ermitaño, que colgó el hacha en los rayos del sol (el mismo milagro se cuenta de otros ermitaños), el emperador le preguntó si tenía algún deseo, y el beato pidió que se construyera allí mismo un monasterio en honor de San Miguel, bajo la regla benedictina; y así surgió en Metten, cerca de Deggendorf, en la Baviera inferior, en el 792, el monasterio dicho, del cual el propio Carlomagno nombró a Utto como primer abad. De esta comunidad Utto supo ser modelo de padre y cultor de la perfección religiosa, y allí murió el 3 de octubre del 829, y fue sepultado en el coro de la iglesia conventual, llegando a ser su tumba meta de peregrinación. Su memoria se celebra en la Orden benedictina y en la diócesis de Ratisbona. Traducido para ETF, con escasos cambios, de un artículo de Antonio Borrelli. El relato repite sustancialmente la historia contada en el decreto de confirmación de culto de los dos beatos, que puede leerse en AAS 1 (1909), pág. 752-755. Una lectura atenta muestra que la cronología no termina de convencer: si fue párroco en el 802 (fecha segura) y la abadía fue fundada antes del 798 (fecha también segura), no parece posible la secuencia que señala el texto, ni la motivación para la vida solitaria. Posiblemente se trate de una mezcla de tradiciones en torno al mismo personaje. fuente: http://www.eltestigofiel.org/lectura/santoral.php?idu=3611
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Beato Crescencio García Pobo
El beato Crescencio García Pobo nació el 5 de abril de 1903 en el pueblecillo turolense de Celadas. Tras fallecer su padre, es internado en el Asilo San Nicolás de Bari, Teruel, regentado por los terciarios capuchinos. Con en el tiempo, Crescencio siente la llamada del Señor a la vida religiosa. El 15 de septiembre de 1921, festividad de la Virgen de los Dolores, emite sus primeros votos como religioso amigoniano y, en la misma festividad, seis años más tarde profesa perpetuamente. La ordenación sacerdotal la recibe de manos del Venerable Luis Amigo, su Padre Fundador, en Godella (Valencia) el 16 de septiembre del año siguiente. Su ministerio sacerdotal lo desarrolla generalmente en escuelas de reforma, llevando a la práctica el mandato del Señor de ir en pos de la oveja descarriada hasta devolverla al aprisco del Buen Pastor. Los primeros días de julio de 1936 regresa de la Casa Tutelar Nuestra Señora de Covadonga, en Asturias, al Reformatorio del Príncipe, en Carabanchel Bajo-Madrid, en cuyo centro le sorprende a los pocos días la contienda civil española.
Iniciada la guerra el P. Crescencio halla piadosa acogida en la pensión de doña Pilar Torres, en plaza del Ángel 3, de Madrid, donde se hace pasar por estudiante de medicina. Detenido el dos de agosto de 1936 en la calle Carretas, y descubierto sin documentación alguna, fue detenido y llevado a la Dirección General de Seguridad primero, y a la cárcel de Ventas después. Con fecha 3 de agosto hay una "orden de la checa de Fomento para que fuesen entregados a sus agentes varios presos (entre ellos el Siervo de Dios) que inmediatamente fueron asesinados". El P. Crescencio era de mediana estatura, cara redonda, moreno, joven. De carácter alegre, se mostraba como extrovertido, Sin embargo su interior era sencillo, humilde, mortificado y buen religioso. Espíritu ordenado y metódico, se distinguió especialmente por su entrega generosa y sacrificada a la recuperación personal y reinserción social de los jóvenes con problemas.
Fuente: Aciprensa
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Autor: Xavier Villalta
Ambrosio Francisco Ferro y 29 compañeros mártires, Beatos Mártires de Brasil
Martirologio Romano: En la ciudad de Cunhaú, cerca de Natal, en Brasil, beatos Andrés de Soveral, presbítero de la Compañia de Jesús, y Domingo Carvalho, mártires, que dolosamente encerrados en la iglesia cuando celebraban la Misa, tanto ellos como un grupo de fieles fueron cruelmente asesinados por unos soldados (16 de julio 1645). Junto al río Uruaçu, cerca de Natal, en Brasil, beatos Ambrosio Francisco Ferro, presbítero, y compañeros, mártires, que dieron la vida víctimas de la opresión que se desencadenó contra la fe católica (1645). Sus nombres son: beatos Antonio Baracho, Antonio Vilela Cid, Antonio Vilela hijo y su hija, Diego Pereira, Manuel Rodrigues Moura y su esposa, hija de Francisco Dias hijo, Francisco de Bastos, Francisco Mendes Pereira, Juan da Silveira, Juan Lostau Navarro, Juan Martins y siete jóvenes, José do Porto, Mateo Moreira, Simón Correia, Esteban Machado de Miranda y dos hijas suyas, Vicente de Souza Pereira (3 de octubre 1645). Martirio de Cunhaú
El 16 de julio de 1645, los holandeses que ocupaban el nordeste de Brasil, llegaron a Cunhaú, en Río Grande del Norte, donde varios colonos residían en los alrededores del Molino, ocupados en la plantación de la caña de azúcar. Era un domingo. La hora de la misa, 69 personas se reunieron en la capilla Nuestro Señora de Candeias. La capilla fue rodeada e invadida por soldados e indios que eliminaron a todos los que allí estaban, incluyendo al párroco sacerdote Andrés de Soveral que celebraba la misa. Ellos no opusieron resistencia a los agresores y entregando sus almas piadosamente al Creador. Martirio de Uruaçu Aterrorizados por lo acontecido en Cunhaú, muchos habitantes pidieron asilo en el Fuerte Reis Magos (“Reyes Magos”), o se refugiaban en lugares improvisados. El 3 de octubre, cerca de 80 fueron llevados a los márgenes de Río Uruaçu, donde los esperaban soldados holandeses e indios armados. Los holandeses, calvinistas de religión, que eran acompañados por un pastor protestante, les ofrecieron a quienes apostataban el perdonarles la vida, todos los que se resistieron a esta oferta fueron bárbaramente sacrificados. Entre ellos estaba Mateo Moreira que, cuando le arrancaban el corazón por la espalda, murió exclamando: "Alabó es Sagrado Sacramento".
Beato Andrés de Soveral Nacido en São Vicente, hoy el Estado de São Paulo, alrededor del año 1572. Ingresó en la Compañía de Jesús el 6 de agosto de 1593, en Bahia; estudió latín y Teología Moral. Sabiendo muy bien el idioma indígena, estaba a cargo de de la conversión del Indios en los territorios dependientes de la escuela de Pernambuco, en la ciudad de Olinda. En 1606 viaja a Río Grande en una misión. Probablemente entre 1607 y 1610 pasó al clero diocesano, regresando a Rio Grande en 1614 ya como sacerdote secular y quedándose esta vez como parroco de Cunhaú. El tendría 73 años cuando fue martirizado mientras celebraba la misa en su iglesia parroquial.: “La figura del P. Andrés de Soveral, el pastor del pequeño rebaño de Cunhaú, despunta como el gran héroe que, no sólo ofreció su vida por la fe en el momento sublime del sacrificio eucarístico, sino que también exhorto a sus feligreses a que hicieran lo mismo, aceptando voluntariamente el martirio” (PEREIRA, F. de Assis. Protomártires de Brasil, p. 17) Beato Domingo Carvalho Además del Beato Andrés, Domingo es el único nombre conocido de entre todas las víctimas de la masacre de Cunhaú. Después de la matanza, los asesinos empezaron a hacer fiesta y a robar las pertenencias de los cadáveres. Se dice que en uno de los cuerpos, el de Domingo Carvalho, quien era uno de los principales del lugar, encontraron cierta cantidad de oro que fue distribuido entre en los asesinos.
Beato Ambrosio Francisco Ferro La primera información que se tiene del P. Ambrosio data de 1636, consistiendo aquella en que él era el vicario de Río Grande. Aparentemente mantenía una relación amistosa con los holandeses, ya que les pidió asilo en la Fortaleza. Otro mártir, el Beato Antonio Vilela Cid, estaba casado con la hermana de P. Ambrósio, Inés Duarte, “açoriana”. Se deduce por lo tanto que él era “açoriano” que es decir portugués. La lista de los demás beatificados es la siguiente: Beato Juan Lostau Navarro; Beato Antonio Vilela Cid; Beatos Antonio Vilela hijo y su pequeña hija; Beatos Estaban Machado de Miranda y sus dos pequeñas hijas; Beatos Manuel Rodrigues de Moura y su esposa; Beato José do Porto; Beato Francisco de Bastos; Beato Diego Pereira; Beato Vicente de Souza Pereira; Beato Francisco Mendes Pereira; Beato Juan de Silveira; Beato Simón Correia; Beatos Juan Martins y siete compañeros; La Beata hija de Francisco Días; Beato Antonio Barrocho; Beato Mateo Morreira. A estos mártires se los recuerda en las dos fechas de sus martirios: 16 de julio y 3 de octubre.
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San Virila, Abad
También conocido como Viril o Virilo, fue un monje benedictino nacido en Tiermas en el año 870, que llegó a ser abad del célebre monasterio de San Salvador de Leyre. Sobre éste santo hay documentación sobre su existencia y participación en la vida eclesial de Navarra; textos del 928 le mencionan. Murió longevo, con fama de santo y su culto está presente en la región y en especial en los martirologios del Císter. Lo que ha hecho famoso a este abad es la curiosa leyenda que en torno a su vida ha surgido. Se dice que en el 950, cuando el abad Virila contaba con 80 años de edad, salió del monasterio en una caminata por la Sierra de Errando a una fuente cercana absorto en la meditación de los misterios de Dios y buscando respuesta al misterio de la eternidad, sin comprender cómo se podría estar tan contento sin experimentar aburrimiento, ya que la presencia de esto último implica imperfección y por tanto incompatibilidad con el ideal de felicidad y plenitud en el cielo. Estando meditando en esta idea apareció de pronto un ruiseñor cantando y revoloteando en la espesura del bosque, lo que dio un encanto a la belleza del lugar. Abstraído por esta belleza el abad cayó en un profundo sueño a la orilla de la fuente.
Cuando despertó, se dio cuenta de que el paisaje a su alrededor había cambiado y decidió retornar inmediatamente al monasterio para continuar sus deberes aunque le fue difícil encontrar el camino de regreso. Al llegar descubrió un monasterio diferente y a los monjes con hábito blanco y no el tradicional negro; la comunidad que él había dejado antes de marchar también era irreconocible. Nadie conocía al abad por lo que se genera una expectación dentro del monasterio hasta que descubren que hacía trescientos años había existido un abad llamado Virila que había desaparecido en el bosque cuando fue a hacer un paseo. Antigua imagen policromada de San Virila venerada en el Monasterio de Leyre. Antigua imagen policromada de San Virila venerada en el Monasterio de Leyre. La tradición cuenta que escuchó la voz de Dios: Virila, tú has estado trescientos años oyendo el canto de un ruiseñor y te ha parecido un instante. Los goces de la eternidad son mucho más perfectos. Entonces apareció el ruiseñor llevando en su pico el anillo abacial que fue a colocar en el dedo de Virila el cual volvió a ocupar el cargo hasta que Dios le llamó a comprobar finalmente la gloria de la eternidad. El cambio de color del hábito se debió a que la comunidad se había convertido en cisterciense. Las reliquias del santo aun descansan en Leyre después de las revoluciones de los siglos XIX y XX. La fuente legendaria de esta historia aún puede verse en las cercanías del monasterio y es conocida como Fuente San Virila. La leyenda opaca la grandeza de un santo cuya memoria es antiquísima entre los monjes. Aun así, esta historia didáctica en la que incluyen al Santo Abad puede ser motivo de reflexión sobre las grandezas de Dios y la eternidad. El culto al santo data de los días de Sancho el Mayor, en el reino de Navarra, en los inicios del año 1000.
Fuente: preguntas de santoral
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San Hesiquio, monje
fecha: 3 de octubre †: s. IV
- país: Israel
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
En Mayuma, en Palestina, conmemoración de san Hesiquio, monje, discípulo de san Hilarión y compañero suyo de peregrinación. refieren a este santo: San Hilarión de Gaza San Hesiquio fue un fiel discípulo de san Hilarión y se le menciona en la biografía de su maestro. Cuando san Hilarión pasó de Palestina a Egipto, Hesiquio le acompañó y, cuando san Hilarión, no queriendo volver a Gaza, donde era muy conocido, huyó secretamente a Sicilia, san Hesiquio le buscó durante tres años. Como no encontró huella alguna de su maestro ni en el desierto ni en los puertos de Egipto, san Hesiquio se dirigió a Grecia, donde finalmente le llegaron noticias sobre un taumaturgo que se había refugiado en Sicilia. Inmediatamente emprendió el viaje a dicha isla, descubrió el escondite de san Hilarión, «cayó de rodillas a sus plantas y bañó con sus lágrimas los pies de su maestro». Ambos ermitaños partieron juntos a Dalmacia y a Chipre, en busca de la soledad total. Dos años más tarde, san Hilarión envió a san Hesiquio a Palestina con saludos para los hermanos y con el propósito de darles cuenta de sus progresos en la vida espiritual, así como el de visitar el antiguo monasterio de Gaza.
Cuando san Hesiquio retornó en la primavera del año siguiente, san Hilarión, desalentado por la afluencia de visitantes, le manifestó que quería huir a otra parte; pero para entonces era ya muy anciano, y san Hesiquio le convenció finalmente de que se contentase con retirarse a un sitio más apartado de la isla. Allí murió san Hilarión. San Hesiquio se hallaba entonces en Palestina. En cuanto le llegó la noticia de la muerte de su maestro, partió apresuradamente a Chipre para evitar que los habitantes de Pafos se apoderasen del cadáver. Al llegar a Chipre, encontró una carta de san Hilarión en la que éste le dejaba en herencia todos sus bienes, que consistían en un libro de los Evangelios y algunos vestidos. Para no despertar sospechas entre los que vigilaban la ermita, san Hesiquio fingió que iba a pasar ahí el resto de su vida. Diez meses más tarde, enfrentándose a mil riesgos y dificultades, consiguió transportar el cuerpo de san Hilarión a Palestina. Allí le recibió una gran multitud de monjes y laicos, quienes le acompañaron a enterrar el cadáver de su maestro en el monasterio que había fundado en Majuma. En él murió san Hesiquio algunos años después. En Acta Sanctorum, oct., vol. II, hay un relato bastante completo sobre san Hesiquio, basado en las obras de san Jerónimo.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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San Cipriano de Toulon, obispo
†: c. 543
- país: Francia otras formas del nombre: Cyprien
canonización: culto local
hagiografía: J. Quasten: Patrología
En Toulon, en la Provenza, de la Galia, san Cipriano, obispo, discípulo de san Cesáreo de Arlés, que defendió en varios sínodos la fe ortodoxa sobre la gracia, enseñando que nadie puede llegar a lo divino sin antes haber sido llamado por la gracia de Dios. refieren a este santo: San Fermín de Uzés Nacido en Marsella o en Arles, en torno al 475, fue alumno y seguidor de san Cesáreo de Arles, por el que, muy probablemente, fue elegido como prelado de Tolón. Los límites cronológicos del episcopado de Cipriano no pueden ser definidos con certeza, aunque algún dato puede extraerse de su participación en numerosos concilios de la Galia (Arles, Carpentras, Orange, Vaison, Valence, Orleans). Habiendo estado presente, en calidad de obispo, en el VI Concilio de Arles del 524, ésta es considerada por la mayoría la fecha de inicio de su episcopado. Su última subscriptio [es decir, la firma episcopal al pie de las actas de un concilio] es, en cambio, la que figura en los documentos conclusivos del Concilio de Orleans del 541 y como en el V Concilio de Orleans (549) ya participa su sucesor al episcopado de Tolón, Paladio, hay que suponer que para esa fecha Cipriano ya había muerto. Particularmente activa resulta su participación en el Concilio de Valence (529), donde interviene en lugar de Cesáreo.
En la disputa entre «agustinianos» y «semipelagianos» sobre el problema de la gracia y de la predestinación, sostuvo que «ninguno puede por sí solo progresar en la divina perfección sin la ayuda de la gracia preveniente» (Vita Caesarii 1, 60). En esta ocasión Cipriano fundamentó sus posiciones sobre numerosos testimonia bíblicos y patrísticos, que se considera fueron preparados a tal fin por Cesáreo. Venerado como santo, es copatrono de la ciudad de Tolón. Cipriano es autor de una carta a Máximo, obispo de Ginebra; la carta se puede fechar entre el 524 y el 533 y es una autodefensa contra la acusación de teopasquismo [es decir, de que la propia divinidad de Dios padeció en la cruz]. Cipriano dice haber sido acusado de haber sostenido «Deum hominem passum» y se defiende con la ayuda de citas tomadas de los Evangelios y de otros escritos neotestamentarios. En ella se contiene también un puntual análisis del Símbolo de la Fe y el más antiguo testimonio conocido sobre la difusión del Te Deum.
Junto a otros (los dos obispos Firmino de Uzés y Vivencio, el presbítero Messiano y el diácono Esteban) escribió su obra más significativa, la «Vita sancti Caesarii episcopi Arelatensis», unánimemente reconocida como una de las obras de mayor relieve de la hagiografía gala y modelo para posteriores escritos hagiográficos. La biografía en dos libros es emprendida en torno al 542-543, poco después de la muerte del gran obispo de Arles, a petición de Cesárea, segunda abadesa del monasterio femenino de San Juan fundado por él (no se ha de confundir con la hermana de Cesáreo, Cesárea, muerta antes que el hermano; cf. Vita Caesarii 1, 58). Cipriano parece ser el autor de casi todo el libro I. Vida y relación de escritos extractados de la Patrología de Quasten-Di Berardino, tomo III, BAC, 1981, págs. 371ss. Allí mismo hay abundante bibliografía, y una discusión más amplia sobre las autorías de la Vita Cesarii.
fuente: J. Quasten: Patrología
Fuente: el testigo fiel
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SAN FRANCISCO DE BORJA
San Francisco de Borja, ejemplo de desprecio de las grandezas del mundo, de la humildad más profunda y del espíritu de oración y penitencia, era hijo de una de las familias más nobles de aquel tiempo. Por su padre, tercer duque de Gandia, descendía de los Borja, a los que pertenecían los papas Calixto III (1455-1458) y Alejandro VI (1492,1503) y que tanto se distinguía entonces en España y en Italia. Por su madre pertenecía a la familia de don Fernando de Aragón. Sin embargo, con su santidad de vida quiso Dios que reparara las inmoralidades que, tanto por parte de su padre como de su madre habían contribuido a darle la vida. Nació, pues, en Gandía, provincia de Valencia, el 10 de octubre de 1510, y, aunque educado en medio del regalo, ya de niño se entretenía jugando a celebrar misa; pero bien pronto tuvo que abandonar estos juegos, dedicándose de lleno a los deportes caballerescos, en los que salió particularmente adiestrado. Al mismo tiempo recibió una formación literaria acomodada a su estado y sobresalió en el culto y gusto por la música. Contando dieciocho años de edad, y siendo ya un joven aventajado en las costumbres caballerescas de su tiempo, es presentado en la corte de Castilla.
Carlos V y su esposa Isabel de Portugal se complacían en la destreza y buenas maneras de Francisco; pues, a diferencia de tantos otros cortesanos, elegantes por fuera, mas corrompidos en su interior, daba claras muestras del candor e inocencia de su alma. Por esto, ya en 1529, creado marqués de Lombay, se desposó con la camarera favorita de la emperatriz, la portuguesa Leonor de Castro, modelo de elegancia y de recato, y fue colmado de cargos y distinciones Carlos V concede a Francisco la más absoluta confianza. De este modo el novel caballero se hace íntimo amigo del joven príncipe Felipe II. Más aún: entra en la intimidad de la emperatriz Isabel, de la que le encarga expresamente el emperador durante sus frecuentes ausencias. En los ratos libres gusta de leer a San Pablo, el Evangelio y las homilías de San Juan Crisóstomo. Da a Carlos V lecciones sobre cosmografía y otras materias. Compone algunas obras de música religiosa, que alcanzaron bastante resonancia, si bien sólo se nos han conservado algunos motetes y una misa. Su vida, ordenada y tranquila, constituye el ideal de un cortesano cristiano que goza de la más completa confianza de sus señores. Para colmo de felicidad, Dios ha bendecido su matrimonio, y en 1538 nace en Toledo su octavo hijo. Pero el año 1539 introduce en su vida un elemento de desengaño y desilusión. La ocasión fue la inesperada muerte de la emperatriz Isabel en la flor de los años y en la plenitud de la grandeza humana. Si el dolor por la muerte de la emperatriz Isabel sume a Carlos V en un estado vecino a la desesperación, produce igualmente en Francisco de Borja una tristeza que le quita el gusto para todo.
Encargado por el emperador, tuvo que acompañar al féretro hasta Granada en unión con un buen número de prelados y grandes del reino, con el fin de depositar a la emperatriz en el sepulcro de los reyes. El entierro tuvo lugar el 17 de mayo; pero, al echar su última mirada al rostro de aquella mujer, dechado en otro tiempo de encanto y belleza humana, experimentó Francisco una profundísima sensación de la vanidad de las grandezas de este mundo, y desde aquel momento se propuso vivir con el corazón separado por entero de ellas y puesto sólo en Dios. Sin embargo, Dios tenía sobre él, por el momento, otros designios. Precisamente entonces, el 26 de junio de 1539, Carlos V nombró a Francisco de Borja virrey de Cataluña, cuya capital era Barcelona. Francisco desempeñó este importante cargo con admirable acierto. Acabó con el desorden y organizó en tal forma la seguridad en todo el territorio que su gobierno llegó a ser proverbial. Pero, en realidad, se sentía completamente transformado y era otro hombre.
Dedicábase mucho más a la oración, según se lo permitían las obligaciones de su cargo y de su familia. Al morir su padre en 1543, Francisco, heredero de su título de duque de Gandía, obtuvo el permiso para retirarse allá con su familia, y durante los tres años siguientes se entregó de lleno al trabajo de ordenar sus propios estados y realizar en Gandía y en Lombay diversas obras de piedad y beneficencia. Esta vida tranquila y ordenada fue interrumpida en 1546 por la muerte inesperada de su esposa, Leonor de Castro, cuando Francisco se encontraba en la flor de la vida, contando treinta y seis años de edad. Esta circunstancia colocaba al santo duque en una situación completamente nueva. Aunque hasta aquí había sido modelo de esposos durante los diecisiete años que había vivido en la más completa compenetración con doña Leonor, y aunque estaba dispuesto a cumplir, como buen padre, las obligaciones que tenía con los ocho hijos que Dios le había dado de su cristiano matrimonio, pensó inmediatamente en la realización de su plan de renunciar a todas las dignidades y grandezas del mundo y entregarse al servicio de Dios. Ahora bien, ¿como debía realizar este ideal, que entonces más vivamente que nunca se ofrecía a su espíritu, dispuesto a los mayores sacrificios? Dios mismo, durante los años anteriores, había ido ilustrando su inteligencia y preparando su corazón para que en tan críticos y decisivos momentos pudiera tomar una decisión conforme con sus designios. En efecto, ya durante su virreinato en Cataluña había tratado en Barcelona al padre Araoz, y sobre todo al Beato Fabro, primer compañero de San Ignacio de Loyola, y por su medio había conocido a este santo, por el cual y por la Orden por él fundada experimentó desde entonces una simpatía extraordinaria.
Por esto, al establecerse poco después en Gandía, preparó inmediatamente la fundación de un colegio de la Compañía de Jesús, que pudo abrirse el 16 de noviembre de 1546. Pues bien; en los momentos críticos en que se encontraba Francisco después de la muerte de su esposa presentóse en Gandía el padre Pedro Fabro, y, después de una larga conversación con él y hechos los ejercicios espirituales, pronunció el voto de entrar en la Compañía de Jesús. Poco días después volvía Fabro a Roma y entregaba a San Igracio un escrito del duque de Gandia, en el que éste le pedía formalmente su admisión en la Compañía de Jesús. San Ignacio ratificó su voto, admitiéndolo oficialmente en la Orden; pero en la carta que a continuación le escribió le decía estas palabras: "El mundo no tiene orejas para oír tal estampido", por lo cual añadía que conservase en secreto su propósito mientras arreglaba los asuntos domésticos y procuraba sacar el grado de doctor en teología. Francisco siguió al pie de la letra el consejo de Ignacio; pero bien pronto se vió en un grande aprieto, pues fue requerido instantemente para asistir a las Cortes de Aragón. Para evitar estas dificultades obtuvo San Ignacio del papa Paulo II dispensa especial para Francisco de Borja, y, conforme a ella, el 2 de febrero de 1548 hizo el duque la profesión solemne en la Compañía de Jesús, mientras permanecía algún tiempo en medio del mundo en traje secular. Arregladas, pues, las cosas de su casa, casados convenientemente sus hijos y obtenido la borla de doctor en teología, el 31 de agosto de 1550 daba el adiós definitivo al mundo y se dirigía a Roma, acompañado de su hijo mayor y un gran séquito de la nobleza. En la Ciudad Eterna fue acogido con grande aparato por los representantes del Papa, del emperador y de las más significadas personalidades; pero bien pronto se hizo pública, ante el estupor de todo el mundo, su determinación de vestir la sotana de la Compañía de Jesús, y, en efecto, dejando los suntuosos palacios que todos le ofrecían, se retiró a la pequeña residencia de los jesuitas, cerca de Santa María de la Estrada. De extraordinario fruto para su alma, hambrienta de Dios y de perfección, fueron las largas conversaciones que tuvo entonces durante cuatro meses con Ignacio de Loyola, tan consumado maestro de la vida espiritual.
Por esto decía el Santo después de ellas que Ignacio se le representaba como un gigante, al lado del cual todos los demás, incluyendo al mismo Fabro, eran como unos niños. Preparado Francisco de este modo, y bien orientado para la nueva vida que iba a emprender, salió el 4 de febrero de 1551 de Roma en dirección a España, donde se retiró algún tiempo en Oñate, cerca de Loyola, con el fin de prepararse convenientemente para recibir las órdenes sacerdotales. Habiendo, pues, recibido el permiso del emperador, realizó aquí la renuncia a sus estados en su hijo Carlos, hízose luego rapar la cabeza y cortar las barbas, y se puso definitivamente la sotana de la Compañía de Jesús, después de lo cual fue ordenado sacerdote el 23 de mayo de 1551. Movido por la gran veneración y afecto que profesaba a San Ignacio, quiso celebrar en privado su primera misa en la capilla del castillo de Loyola, pero luego celebró otra con gran solemnidad en Vergara, para la cual el Papa habia concedido indulgencia plenaria. Y fue tal la aglomeración de público, calculado en unas veinte mil personas, que se hizo necesario celebrarla al aire libre. Tal era, en efecto, la resonancia que había alcanzado la renuncia del duque de Gandía, que todo el mundo deseaba contemplar con sus propios ojos al duque jesuita, al duque santo. Y con esto comienza la nueva etapa, fecundísima y definitiva, de San Francisco de Borja. Los tres años siguientes significan en él la práctica y ejercicio de la renuncia que acababa de realizar. Desde un principio fue para todos, superiores y súbditos, el más perfecto modelo de humildad y de todas las virtudes. Entregóse con toda su alma a los más bajos oficios de barrer, limpiar, acarrear leña y ayudar en la cocina. Por otra parte, comprendiendo Ignacio, con certera visión, el inmenso fruto que podría hacer Borja con su ejemplo, no quiso asignarle ninguna casa como residencia y le dió la orden de ir por diversas ciudades del Norte predicando al pueblo y dando algunas misiones. Francisco siguió esta indicación de la obediencia y, en efecto, su predicación obtuvo durante este tiempo un efecto extraordinario. Grandes muchedumbres acudían en todas partes a escuchar sus ardientes exhortaciones, y, ante el ejemplo viviente de su renuncia a todas las grandezas del mundo y de las heroicas virtudes que ejercitaba se resolvieron muchísimos a realizar, a su vez, un cambio de vida. Por esto no es de sorprender que fuera designado al poco tiempo como apóstol de Guipúzcoa.
Después de este aprendizaje de la vida religiosa entra Francisco de Borja en un segundo estadio de la misma. En efecto, conociendo Ignacio, por otra parte, las dotes de gobierno de Francisco, de las que tan claras pruebas había dado en el virreinato de Cataluña y en la administración de sus estados, y, por otra, la necesidad que tenía la Compañía de Jesús en España de un hombre de gran prestigio que la acreditara e introdujera entre los círculos de la más elevada sociedad, nombró a Francisco, en 1554, comisario general, con autoridad superior para toda España y Portugal, que más adelante extendió a todos los dominios de la Península en Ultramar. Para el humilde Borja, que, después de renunciar a todas las grandezas, no deseaba otra cosa que ponerse a los pies de todos y predicar humildemente a Cristo en todas partes, este cargo significaba la mayor contrariedad y mortificación; mas, con la sumisión que sentía hacia San Ignacio, se abrazó desde el principio con la cruz que la obediencia le imponía. De lo pesada que fue para él esta cruz es buen indicio lo que, diez años después, escribía: "Diez de junio. Hoy, décimo aniversario de la cruz que me impusieron en Tordesillas". Mas, por otra parte, sus dotes de hombre fuerte, rectilíneo, ordenado, emprendedor, que se captaba las simpatías de todos y dominaba fácilmente con la superioridad de su persona: y juntamente el prestigio de que gozaba en todas partes y el ascendiente que le daba el sublime heroísmo de su renuncia y de todas sus virtudes religiosas, todo esto fue produciendo en todas partes un efecto arrollador. Por esto puede decirse que Francisco de Borja fue prácticamente el verdadero fundador de la Compañía de Jesús en España. Su intensa acción en los viajes, realizados entre España y Portugal, dió como resultado el rápido florecimiento de la Compañía de Jesús en España. En las principales ciudades se solicitaba a la Orden para que se hiciera alguna fundación.
A los siete años se habia duplicado el numero de colegios y de miembros de la Orden. Sin embargo, como sucedió a San Ignacio y sucede siempre a los grandes apóstoles, no pudo faltar la contradicción. Los prejuicios o celos de algunas personas contra él fueron alimentando cierto ambiente desfavorable. Es cierto que Borja tuvo algunas intervenciones notables entre los elementos más elevados. Así, asistió en 1555 en los últimos momentos a la reina doña Juana la Loca, y al año siguiente visitó a Carlos V en su retiro de Yuste, adonde acudió algunas veces durante los dos años siguientes, y, aunque no pudo asistir a la muerte del emperador en 1558, hizo poco después su elogio fúnebre en Valladolid. Pero, esto no obstante, llegó a tal extremo en este mismo año la animosidad contra el Santo, que el padre general, Diego Lainez, se sintió obligado a hacerle ir a Roma, como lo realizó en agosto de 1558. Esta tempestad duró todavía algún tiempo. Al volver a España Felipe II en 1559, influido por algunos enemigos del Santo, mostró alguna frialdad contra su antiguo amigo de la infancia. Por esto, en inteligencia con el general de la Orden, pasó Francisco los años 1559 y 1560 en Portugal, donde realizó un importante trabajo de estabilización y reajuste de la Compañía de Jesús, y finalmente, en agosto de 1561, fué llamado a Roma por el padre Laínez a instancias del papa Pío IV (1559-1565). En Roma fue acogido con el mayor afecto, y durante algún tiempo permaneció allí al lado del padre general, Diego Laínez. Ante todo, dedicóse a la predicación, y consta que entre sus más asiduos oyentes contaba al cardenal San Carlos Borromeo y al cardenal Ghisleri, el futuro papa San Pío V. Pero bien pronto comenzó a utilizarlo el padre Laínez en asuntos de gobierno, que prepararon poco a poco a Francisco para el cargo de general de la Orden, para el que la Providencia lo destinaba. Más aún: Cuando, en 1562, el general Laínez tuvo que partir para Trento en calidad de teólogo pontificio, donde permaneció hasta el final del concilio en diciembre de 1563, nombró a Francisco de Borja vicario general de la Compañía de Jesús. Finalmente, al fallecer Laínez en 1565, Francisco fue elegido para sucederle en la dirección general de la Orden.
Ahora bien, durante los siete años en que Francisco de Borja gobernó como general a la Compañía de Jesús podemos afirmar que cumplió plenamente su cometido, contribuyendo de tal manera al perfeccionamiento y crecimiento de la Orden que con razón puede ser considerado como su segundo fundador. Sus dotes de hombre de gobierno, sus conocimientos y amistades con los principales hombres de Estado y dirigentes de su tiempo, el prestigio de que en todas partes disfrutaba, y, junto con esto, su espíritu de trabajo y sacrificio y las heroicas virtudes que ejercitaba, todo esto contribuía a dar una eficacia decisiva a todas las obras y trabajos que emprendía. Su actuación como general de la Compañía de Jesús se extendió realmente a todos los campos de su actividad, y en todos ellos dejó bien marcada la huella de su eficacia, sirviendo de complemento de la obra de Ignacio. Uno de sus primeros cuidados fue organizar un movimiento en toda forma en Roma, y, tras él, otros semejantes en otras partes. De este modo dio la forma definitiva a los noviciados. Por otra parte, convencido de que, para asegurar el espíritu religioso, era necesario infundir y practicar el espíritu de oración, procuró fomentarlo en todas las formas posibles y señaló una hora para la oración diaria, así como también el tiempo destinado a las demás prácticas de piedad. Francisco de Borja fue asimismo organizador y promotor de los estudios. Al ir por vez primera a Roma, quince años antes, había mostrado sumo interés por la fundación del Colegio Romano, proyectado por San Ignacio, y con la limosna que entonces dió puede ser considerado como su primer fundador. Como general, contribuyó eficazmente a su organización definitiva, que le confirmó en aquel título. Además, construyó la iglesia de San Andrés del Quirinal, donde habían de distinguirse novicios tan insignes como San Estanislao y San Luis Gonzaga, y asimismo comenzó la del Gesu. De gran eficacia fue la labor de San Francisco de Borja en la propagación de la Compañía de Jesús y la extensión de su actividad en todo el mundo.
Empleó el influjo que tenía en la corte francesa para obtener una acogida más favorable a los jesuitas en Francia, donde se fundaron en su tiempo ocho colegios. De un modo semejante se fundaron tres en Alemania, cuatro en Italia, once en España y otros varios en diversas partes de Europa. Pero su predilección se manifestó por las misiones. Por esto dió nuevo impulso y reorganizó las del Lejano Oriente y comenzó nuevas empresas en América, constituyendo las provincias de Méjico y Perú, y sobre todo la del Brasil. Su actividad se extendió a otros campos. Así, publicó una nueva edición de las reglas, terminada en 1567, y protegió constantemente a los escritores que comenzaban a dar gran renombre a la nueva Orden. Pero, aun en el campo de la Iglesia universal, tuvo Francisco un influjo extraordinario. Al lado de San Pío V y de San Carlos Borromeo, puede ser considerado como uno de los grandes promotores de la renovación católica. En 1568 él fue quien movió a San Pío V, con quien tenía gran ascendiente, para que nombrara una comisión de cardenales encargada de promover la conversión de los herejes e infieles. En estas circunstancias, en junio de 1571, Pío V envió al cardenal Bonelli a una embajada a España, Portugal y Francia, y suplicó a Borja que le acompañara. De hecho, no se obtuvo con ella gran cosa en los preparativos de una liga contra los turcos; pero mostró el gran prestigio y la eximia virtud de Francisco. En todas partes acudían a su encuentro las turbas, ávidas de contemplar a un santo. Olvidados los antiguos prejuicios, el mismo Felige II le recibió con muestras visibles de satisfacción. Pero su salud ya quebrantada, se resintió notablemente con las fatigas del viaje. La vuelta a Italia se fue haciendo cada vez más fatigosa. Pasó el verano de 1572 en Ferrara, donde su primo, el duque Alfonso, trató de rehacerlo; pero al fin lo tuvo que llevar a Roma en litera. El 3 de septiembre llegó a Loreto, donde descansó ocho días, y finalmente llegó a Roma el 23; pero, después de unos días de fatigosa enfermedad, en la que dió los más sublimes ejemplos de piedad, humildad y paciencia, descansó en el Señor durante la noche del 30 de septiembre al 1 de octubre de 1572. De este modo se nos presenta la figura de San Francisco de Borja como uno de los santos más sublimes y atractivos de la Iglesia: como ejemplo precioso de la más profunda humildad y desprecio de las vanidades del mundo, y juntamente como el hombre providencial en la constitución definitiva de la Compañía de Jesús. En 1617 sus restos mortales fueron trasladados a Madrid, donde se conservaron con gran veneración hasta 1931, en que, en el incendio de la iglesia de la Compañía de Jesús, desaparecieron casi por completo. Lo poco que pudo salvarse entre las cenizas se conserva todavía en la actualidad.
Fuente: mercaba
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BEATO JULIÁN DE PALERMO, Monje
En la vida de este Beato siciliano, nos encontramos con episodios que se parecen a episodios recientísimos de la tormentosa crónica de nuestros días, de países en guerra fría o caliente, con tropas regulares o bandas rebeldes y con la dolorosa consecuencia de prisioneros, muertos, rehenes inermes, amenazas y promesas. ¿Quien no se ve invadido de legítima impaciencia, por el lento proceder de ciertas tratativas y la incertidumbre por la suerte de tantas personas inocentes o culpables? ¿y quién, generalizando, no se lamenta de la lentitud de negociaciones tan importantes políticamente, que pueden poner en juego la paz del mundo y la suerte de continentes enteros y que son tratadas con exasperante parcimonia y con aparente indiferencia? Sabemos que para llegar a un acuerdo -tanto difícil como importante- , la buena voluntad es la primera y más necesaria condición para alcanzar un buen resultado. Y para obtener tales resultados, la primera regla es tener paciencia.
En lugar de lamentarse o desesperarse de esta lentitud, podríamos recordar el ejemplo del Beato Julián, quien a mediados de 1400, cumplió cinco misiones cerca del Sultán de Túnez, para tratar la paz y la restitución de los prisioneros cristianos, siempre sin éxito y finalmente con éxito parcial. El Beato siciliano había sido invitado a Túnez, primero en 1438, y la última vez en 1452, por el mismo Rey aragonés Alfonso el Magnánimo; la elección del monje para esa importante y difícil misión demostró haber sido acertada, a pesar de aparentar lo contrario, su calma paciente, su bondad y su respetuosa cordialidad mucho contribuyeron a mantener en un plano de amistad, al menos a nivel personal, las relaciones entre los musulmanes y los Reinos cristianos.
El Beato Julián era la persona mejor calificada para aquélla misión. Nacido en Palermo, de la notable familia Mayali, entró como benedictino en Santa María de Ciambre, cerca de Monreale, porque quería sobre todo dedicarse a la vida solitaria, contemplativa más que a la activa. Pero en lugar de realizar sus deseos, el monje de vocación eremítica, por obediencia debe mezclarse a las más candentes vicisitudes de su tiempo y de su ciudad, haciendo, por caridad al prójimo lo que no había querido hacer por sí mismo. Primero fue la creación de un nuevo hospedaje, realizado con criterio modernísimo. Después, como ya hemos dicho, vinieron los años de los continuos viajes entre Palermo y Túnez en busca de acuerdos políticos y tratados para el rescate de prisioneros. Finalmente, en sus últimos años, se le encargó representar, junto al Rey, al Parlamento de Palermo. Apenas podía, se retiraba a la soledad del monasterio de Nuestra Señora de Romitello, mendigando el aislamiento como un baño restaurador. En el santuario de Romitello aún hoy su recuerdo permanece vivaz, como el de un benefactor de su pueblo, que además de monje riguroso, fue definido por el mismo Sultán de Túnez como "amigo de la fe, cristiano y eremita retirado del mundo"
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Beato Szilárd István Bogdánffy
Hijo de maestros . Estudió filosofía y teología en Peter Pázmány Universidad de Budapest, Hungría . Ordenado el 29 de junio 1934 , y asignado a la Santa Teresa del Niño Jesús de la parroquia en Oradea (en la actual Rumanía ). Impartido en Satu Mare y el seminario en Oradea. obispo de Satu Mare , Rumanía en 14 de febrero 1949 ; debido a la comunista persecución de la Iglesia , fue consagrado en la clandestinidad. Detenido el 05 de abril 1949 por traición y otros cargos, todo a raíz de su ser un líder de la Iglesia . Tras un juicio, fue condenado a 12 años foced laboral en una ventaja de la mina . Después de la transferencia a varias prisiones campamentos, donde se observó a ministrar a otros presos , maltratados, torturados y abandonados, que finalmente murió en la cárcel en Nagyenyed, Rumania . Mártir . NAcimiento 21 de febrero 1911 en Crna Bara, Coka, Hungría (en la actual Serbia ) Murió 03 de octubre 1953 en Nagyenyed (Aiud), Alba, Rumania de la neumonía Venerada 27 de marzo 2010 por el Papa Benedicto XVI (decreto de martirio ) Beatificado 30 de octubre 2010 por el Papa Benedicto XVI beatificación reconocimiento presidido por el cardenal Peter Erdo, arzobispo de Esztergom-Budapest , Hungría Canonizado
si tiene información relevante para la canonización del Beato Szilárd, póngase en contacto con Episcopia Romano-Católica Sirul Canonicilor 7 CP 14 410161 Oradea (BH), RUMANIA
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Escucha la vida de San Francisco de Borja
http://www.aciprensa.com/podcast/santo/octubre03-07franciscodeborja.mp3