INDICE
San NICOLÁS DE TOLENTINO
San NEMESIO
Santa PULQUERIA
Beato OGLERIO
Beatos SEBASTIÁN KIMURA, FRANCISCO MORALES y 50 compañeros
Beato MIGUEL BEATO SÁNCHEZ
OTROS SANTOS DEL DÍA
SAN NICOLÁS DE TOLENTINO Confesor
He aprendido a estar contento con lo que tengo,
sé vivir en pobreza y sé vivir en abundancia:
todo lo he probado y estoy ya hecho a todo.
(Filipenses 4, 11-12)
He aprendido a estar contento con lo que tengo,
sé vivir en pobreza y sé vivir en abundancia:
todo lo he probado y estoy ya hecho a todo.
(Filipenses 4, 11-12)
n. 1245 en Marca de Ancona, Italia;
10 de septiembre de 1305 en Tolentino, Italia
Patrono de los bebés; marineros; personas en trance de muerte; almas del purgatorio; animales enfermos
San Nicolás vivió mucho tiempo en Tolentino, ciudad de Italia, y la ilustró con su muerte. A pesar de sus increíbles austeridades en la Orden de los Ermitaños de San Agustín, siempre tenía la sonrisa en los labios.
Seis meses antes de su muerte, oía todas las noches los conciertos de los ángeles. Medita tres hermosas palabras de este santo: “El corazón que una vez gustó de Dios, ya nada encuentra en la tierra que le plazca; no hay que amar la vida, sino porque nos conduce a la muerte; en poco tiempo podemos ganar la eternidad”. Murió en 1315, a los 70 años de edad
MEDITACIÓN TRES CONSEJOS PARA VIVIR FELIZ CADA CUAL EN SU ESTADO
I. Vive feliz y contento en la posición en que Dios te ha colocado. No seas de aquellos que se ingenian en hacerse desgraciados, sea exagerando los males que les acaecen, sea comparando sus desventuras imaginarias con la aparente felicidad de los demás. Dios te ha puesto en este estado, permanece en él, vive en él contento y alegre, Dios lo quiere. Salomón ha dicho con razón: He reconocido que nada mejor había que alegrarse y hacer el bien durante nuestra vida.
II. Conténtate con la fortuna y talentos naturales que Dios te ha dado y no desees más. Dios sabe lo que has menester; acaso te habrías condenado si tuvieses más ingenio, más salud o más bienes materiales. La dicha no reside ni en la ciencia, ni en la opulencia ni en los otros bienes de este mundo; existe en la posesión de Dios. No son las riquezas las que hacen feliz, sino Dios, que es la verdadera riqueza de nuestras almas (San Agustín).
III. Conténtate también con los bienes que hayas recibido en el orden de la gracia y no te atormentes inútilmente en desearlos mayores. Emplea como es debido los favores que te acuerda Dios y los talentos que te ha confiado; no pide otra cosa de ti. Piensa, para suavizar tus sufrimientos, que has merecido el infierno por tus pecados, y llora continuamente los desórdenes de tu vida pasada. La verdadera compunción atrae la gracia y produce el gozo del alma, y las lágrimas de la penitencia son inmensamente más dulces que los goces de los pecadores
La conformidad con la voluntad de Dios.
Orad por los afligidos
ORACIÓN
Señor, escuchad favorablemente las humildes súplicas que os dirigimos en la solemnidad de vuestro confesor San Nicolás de Tolentino, a fin de que, no poniendo nuestra confianza en nuestra justicia, seamos socorridos por los ruegos de aquél que os fue agradable. Por J. C. N. S.
San NICOLÁS DE TOLENTINO. (1245–1305). Martirologio Romano: En Tolentino, del Piceno, en Italia, san Nicolás, presbítero, religioso de la Orden de Ermitaños de San Agustín, que, fraile de rigurosa penitencia y oración asidua, severo consigo y comprensivo con los demás, se autoimponía muchas veces la penitencia de los otros.
Nació en Sant'Angelo in Pontano de Ancona (Italia) como consecuencia de un voto que sus padres hicieron a san Nicolás de Bari (sus padres, que no tenían hijos, prometieron al santo ir en peregrinación a su santuario si tenían descendencia). Era precoz y superdotado. No tenía más que 11 años cuando oyó un sermón predicado por un agustino llamado Reginaldo: "No améis al mundo, ese mundo enemigo del alma y que tan pronto pasa con sus halagos..." Y tan hondamente penetró el sentido de estas palabras, que decidió hacerse oblato en el convento local de los ermitaños de Bréttino, uno de los grupos que con su fusión acababan de dar origen a la Orden de San Agustín (1256) y que llevaban una vida de gran austeridad y semieremítica. En 1261, realizó su profesión religiosa en San Ginesio. En los conventos vecinos realizó los estudios teológicos y filosóficos.
En 1270, después de haberse ordenado sacerdote, en Cíngoli, de manos del obispo de Ósimo, el beato Bienvenido Scotivoli, se entregó a la predicación diaria del pueblo, primero lo hizo en Cingoli; donde fue maestro de novicios de San Elpidio y después, durante 30 años, en Tolentino, donde se quedó por inspiración divina y por su salud enfermiza. Toda su vida fue un modelo de vida religiosa, con su entrega a las almas, su devoción a la cruz, su espíritu de oración y penitencia. "Señor que siempre camine ante Ti". No comía ningún manjar y, sus hermanos en religión, queriendo quitarle lo que consideraban una manía, se lo dijeron a los superiores, los cuales le indicaron que debía comer algo mejor; cuando lo hubo hecho dijo: "La obediencia se ha cumplido. Ahora, no me aburráis más con vuestras glotonerías". Su superior general tuvo que imponerle moderación en sus penitencias. Fue un hombre entregado a los pobres, a los que repartió alimentos y consejos, con una entrega heroica. Reconcilió enemistades personales, se esforzó en poner paz entre las facciones que turbaban la vida de la ciudad.
Aunque tuvo fama de taumaturgo, fue en su forma de concebir el sacramento de la Penitencia donde se manifestó toda la hondura de su personalidad: las penitencias que imponía eran muy leves, ya que él se ofrecía como penitente por las almas de los otros, imponiéndose asimismo las penitencias que debía imponer a los otros; pasó muchas horas en el confesonario. El proceso de su beatificación lo describe así: "Puro, modesto, sin ambición, tranquilo, amable, comunicativo, leal, humilde, discreto...". Parece que también se dedicó a la predicación, y fue muy solícito con sus hermanos enfermos. Murió en Tolentino diciendo: "Veo a mi Señor, Jesucristo, su Madre y san Agustín que me dicen: Enhorabuena buen y fiel servidor". Lope de Vega le cantó en la comedia "El santo de los milagros". Desde 1969 su culto se ha limitado a los calendarios locales.
Inmediatamente después de su muerte, se formó una comisión para coleccionar pruebas sobre sus heroicas virtudes y sus milagros, pero intervino el suceso del traslado de los Papas a Aviñón, y la canonización no se decretó hasta 1446 por el papa Eugenio IV. Desde 1969 su culto se ha limitado a los calendarios locales.
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San NEMESIO. M. 250.
Martirologio Romano: En Alejandría, en Egipto, san Nemesio, mártir, que, acusado falsamente de ladrón, fue llevado a juicio y absuelto por el juez, pero después, en la persecución bajo el emperador Decio, fue acusado ante el juez Emiliano de profesar la religión cristiana, siendo, por ello, atormentado con reiterados suplicios y quemado con ladrones a semejanza del Salvador, que sufrió la cruz entre ellos.
Egipcio. Mártir en Alejandría después de ser torturado dos veces, durante la persecución de Decio. Su popularidad se centra en que murió en la hoguera rodeado de ladrones y bandidos como Cristo.
Según cuenta Eusebio en las Actas: "Un tal Nemesión, también egipcio, fue calumniosamente delatado de formar parte de una banda de salteadores; absuelto por el tribuno de tal absurda calumnia, se le denunció como cristiano, y fue llevado entre cadenas a presencia del prefecto. Éste, con iniquidad extrema, le sometió a dobles tormentos y azotes que a los bandoleros y, por fin, le mandó quemar vivo con éstos, después de honrar al bienaventurado con castigo semejante al de Cristo".
En el mismo tormento se encontraban cerca del tribunal cuatro soldados llamados: Amón, Zenón, Tolomeo e Ingenes, y otra persona llamada Teófilo, que alentaron a Nemesio, fueron descubiertos y decapitados.
Durante la misma persecución fueron entregados en Alejandría otros cristianos: Herón, Arsenio e Isidoro, egipcios, junto con Dióscoro un joven de 15 años. Todos fueron torturados y quemados vivos, menos Dióscoro, por su edad, diciendo el juez que le dejaba tiempo para arrepentirse. Estos mártires celebran sus festividades en fiestas distintas.
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Santa PULQUERIA. (399-453).
Martirologio Romano: En Constantinopla, santa Pulqueria, defensora y promotora de la fe ortodoxa.
Pulqueria era la nieta de Teodosio el Grande y la hija del emperador Arcadio. El emperador dejó un hijo, Teodosio II, que era tímido, bueno y devoto, incapaz para manejar los asuntos públicos y sin la energía suficiente para la posición que ocupaba. En el año de 414, Pulqueria, que sólo tenía la edad de quince años, en nombre de su joven hermano, fue declarada augusta, participante con Teodosio en el gobierno del imperio y encargada también del cuidado y educación del príncipe.
Bajo el gobierno de Pulqueria, la corte mejoró mucho de lo que había sido en tiempos de su madre, quien despertó la justa cólera de san Juan Crisóstomo. Al convertirse en augusta, Pulqueria hizo un voto de perpetua virginidad e indujo a sus hermanas a hacer lo propio.
Cuando Teodosio llegó a la edad de contraer matrimonio, Pulqueria volvió a tomar en consideración las complicaciones políticas y, debemos admitirlo, también la salvaguardia de sus propios intereses y su ascendencia que, en las circunstancias, eran para el bien y el progreso del estado; eligió para él a Atenaís, la más bella, muy acaudalada y muy encumbrada hija de un filósofo de Atenas que aún era pagano. Teodosio aceptó de buen grado a la joven, y ella no tuvo ningún reparo en hacerse cristiana, de modo que, en el año 421, se casaron. Dos años más tarde, Teodosio declaró augusta a su esposa Atenaís o Eudoxia, como se le había puesto en el bautismo. Eudoxia consiguió que su esposo desterrara a Pulqueria en Hebdomon. El exilio duró algunos años. Durante algún tiempo las cosas marcharon bastante bien, hasta que más o menos por el año de 441, se produjo la caída de Eudoxia.
En la corle hubo una reorganización general de las oficinas de gobierno y lodos los puestos cambiaron de mano; a Pulqueria se le llamó del exilio, pero no para darle su antiguo cargo de supremo gobierno, ya que la jefatura estaba ocupada ahora por Crisafio, un antiguo partidario y admirador de Eudoxia.
Por las presiones de Crisafio y sin ninguna consideración por la firmeza de las ideas teológicas, ya que anteriormente había favorecido a Nestorio, el emperador Teodosio brindó su apoyo incondicional a Eutiques y a la herejía monofisita. En el año de 449, el Papa san León I el Magno apeló a santa Pulquería y al emperador para que rechazaran y combatieran el monofisismo; como respuesta, Teodosio aprobó las actas del "infame Sínodo" de Efeso y expulsó a san Flaviano de la sede de Constantinopla. Pulquería se mantenía firme en la ortodoxia, pero su influencia sobre su hermano se había debilitado.
Santa Pulqueria, que por entonces tenía cincuenta y un años, instaló en el trono imperial a un general veterano de humilde origen, siete años mayor que ella. Llevaba el nombre de Marciano; era natural de Tracia y viudo. Pulqueria juzgó prudente y muy ventajoso para el estado y para la estabilidad del trono, contraer matrimonio con Marciano y así se lo propuso, con la única condición de que ella quedase en libertad para mantener su voto de virginidad. El general veterano aceptó y ambos gobernaron juntos como dos buenos amigos siempre de acuerdo en sus puntos de vista y sus sentimientos, encaminados al progreso de la religión y el aumento del bienestar público. Los emperadores dieron una calurosa bienvenida a los delegados que envió el Papa san León a Constantinopla, y su celo en favor de la fe católica les valió las más cálidas felicitaciones y encomios por parte de aquel Pontífice y del Concilio de Calcedonia que, convocado en 451 bajo el patrocinio de los emperadores, condenó a la herejía monofisita. Pulqueria y Marciano hicieron todo lo que estaba a su alcance para que los decretos de aquella asamblea quedaran establecidos en todo el imperio de oriente, pero fracasaron lamentablemente en Egipto y en Siria. El admirable espíritu con que desempeñaron sus deberes de gobernantes, se traduce en el lema de Marciano: "Nuestra obligación de soberanos es cuidar de la raza humana." Por desgracia, la magnífica sociedad no duró más de tres años, porque en el mes de julio del 453 murió santa Pulquería.
Aquella gran emperatriz construyó muchas iglesias, tres de ellas en honor de la Madre de Dios: la de Blakhernae, la de Khalkopratia y la de Hodegetria, que figuraron entre las más famosas iglesias marianas de la cristiandad. Ella propicio el establecimiento de la universidad donde se enseñaba la lengua griega y había cursos sobre literatura y filosofía de Grecia; fue ella quien redactó las reglas y principios sobre las obligaciones y necesidades de los gobernantes, reunidos en el llamado “Código de Teodosio”.
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Beato OGLERIO. (c.1136-1214).
Martirologio Romano: En el monasterio de Locedio, en Vercelli, del Piamonte, beato Oglerio, abad de la Orden Cisterciense.
Nació en Trino, Italia, probablemente en el seno de una familia potentada. En el 1148, asistió a la entrada de san Bernardo de Claraval en su pueblo, que acompañaba a 14 cardenales, al papa san Eugenio III (también él cisterciense) en su viaje de Asti a Vercelli, para la consagración de la basílica de Santa María la Mayor, por ello desde muy jovencito ingresó en la abadía cisterciense de Lucedio en el Piamonte. Alternó el estudio con el trabajo y tomó los votos en 1153 y en el 1161, fue ordenado sacerdote. Mortificaba su cuerpo con ayunos y penitencias, pero era manso con los demás, revelando, así, el carácter que le distinguirá toda su vida.
Acompañó a su abad Pedro, a restablecer la paz entre las ciudades del norte de Italia, por orden del papa Celestino III: solucionaron las discusiones entre el obispo de Tortona y los Templarios. Del sucesor de Celestino III tuvieron el encargo de pacificar Parma y Piacenza (1200), reformar el importante monasterio de Bobbio y, con el obispo de Vercelli, la congregación de los Humillados de aquella ciudad. Solucionar las discordias entre los monjes y canónigos de San Ambrosio de Milán (1202) y entre el obispo de Génova y el Capítulo de su catedral (1203). Llevaron además la misión de una embajada a Armenia. Predicaron también la IV cruzada en Trino. Abad de Lucedio (1205-1214), sucediendo al abad Pedro. Ya en vida tuvo fama de taumaturgo.
En el 1210, Trino conquistó cierta autonomía y el emperador Otón IV concedió posesiones y privilegios al monasterio de Lucedio. Grande fue la caridad de los monjes que atendían los graneros de la abadía para socorrer a los necesitados. También Oglerio tuvo muchos encargos: por cuenta del marqués Guillermo “el Bueno” fue ante el emperador Corrado y el rey de Francia, Luis VII. En 1212, el papa Inocencio III lo nombró árbitro entre los canónigos de Casale y aquellos de Paciliano, al año siguiente tuvo la misión de restablecer los derechos de los cistercienses sobre el cenobio de Chortaiton, en Tesalónica, devastado por los sarracenos. El obispo de Novara le hizo reformar un monasterio femenino y solventar algunas controversias entre Lucedio y la ciudad de Vercelli.
Oglerio fue, ante todo, un excelente padre espiritual, en los años en los que bullía la herejía albigense. Quedan algunos escritos suyos, comentarios al “Evangelio de San Juan” y en defensa de la Inmaculada Concepción, el “Tratado sobre las excelencias de la Virgen Madre”, cuyo fin era impulsar la pureza en los monjes, su responsabilidad y su observancia escrupulosa de la regla."No es el hábito blanco, la tonsura alta y el rosario grande lo que hacen a un buen monje. Es la conciencia transparente, el espíritu puro, el rechazo al egoísmo y el corazón ardiente por Cristo".
Según la leyenda, un día pasó por una ciudad de la Liguria, y alejó algunos espíritus malignos y por ello se le recordó como “terror de los espíritus inmundos”. Fue sepultado en el altar mayor del monasterio y después en la iglesia de Trino.
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Beatos SEBASTIÁN KIMURA, FRANCISCO MORALES y 50 compañeros. M. 1622. Martirologio Romano: En Nagasaki, de Japón, beatos Sebastián Kimura, de la Compañía de Jesús, Francisco Morales, de la Orden de Predicadores, presbíteros, y cincuenta compañeros mártires, entre sacerdotes, religiosos, matrimonios, jóvenes, catequistas, viudas y niños, todos los cuales murieron por Cristo, martirizados con crueles tormentos en una colina ante ingente multitud.
Estos son sus nombres: Ángel Ferrer Orsucci, Alfonso de Mena, José de San Jacinto, Jacinto Orfanell Prades, presbíteros dominicos, y Domingo del Santo Rosario y Alejo, religiosos de la misma Orden; Ricardo de Santa Ana y Pedro de Avila, presbíteros de la Orden de Hermanos Menores, y Vicente de San José, religioso de la misma Orden; Carlos Spínola, presbítero jesuita, y Gonzalo Fusai, Antonio Kyuni, Tomás del Rosario, Tomás Akasboshi, Pedro Sampó, Miguel Saito, Luis Cavara, Juan Kingocu, religiosos también jesuitas; León Satzuma, Lucía de Freitas; Antonio Sanga, catequista, y Magdalena Sanga, cónyuges, con su hijo Pedro Sanga; Antonio de Corea, catequista, y María de Corea, cónyuges, con sus hijos Juan de Corea y Pedro Coray; Pablo Nagaisci y Tecla Nagaisci, cónyuges, con su hijo Pedro Nagaisci; Pablo Tanaca y María Tanaca, cónyuges; Domingo Yamanda y Clara Yamanda, cónyuges; Isabel Fernández, viuda del beato Domingo Georgi, con su hijo Ignacio Georgi; María Murayama Tocuan, viuda del beato Andrés Murayama Tocuan; Inés Takeya, viuda del beato Cosme Takeya; María Xoum, viuda del beato Juan Yoshida Xoum; Dominga Ongata, María Tanaura, Apolonia y Catalina de Fingo, viudas; Domingo Nagata, hijo del beato Matías Nacano Miwota; Bartolomé Xikiemon; Damián Yamitschi Tanda y su hijo Miguel Yamitschi Tanda; Tomás Xiquiro, Rufo Yachimoto; Clemente Vom y su hijo Antonio Vom.
Sebastián Kimura era nieto del primer japonés bautizado por san Francisco Javier. A los 18 años ingresó en los jesuitas y trabajó como catequista en Meaco: fue el primer japonés ordenado sacerdote. Después de dos años encarcelado en Ômura fue quemado vivo en Nagasaki junto al beato Carlos Spinola.
Francisco Morales nació en Madrid en 1567; ingresó en los dominicos del convento de San Pablo de Valladolid. Estudió en el colegio de San Gregorio de la misma ciudad y cuando ya era sacerdote, enseñó Filosofía.
En 1598 llegó a Manila donde trabajñ durante algunos años como profesor de Teología y predicador de los españoles. Al fundarse la misión dominica de Japón, fue nombrado superior de los religiosos que le acompañaron: los padres beatos Alfonso de Mena, Tomás Hernández, Tomás de Zumárraga y el hermano cooperador fray beato Juan de la Badía. Llegaron a Japón en 1602. Durante 20 trabajó en la misión japonesa de Satzuma donde trabajó muchísimo. En Nagasaki llegó a formar un núcleo activo integrado por varias cofradías y fomentó la ayuda a los misioneros y cristianos encarcelados.
Arrestado en 1619, fue conducido a la pequeña isla de Ikinoshima y luego a la cárcel de Suzuta, en Ômura, desde donde envió cartas y mensajes con el fin de suscitar ayudas. El 10 de Septiembre, murió quemado vivo a fuego lento en la colina de Nishizaka o Nagasaki, junto a algunos compañeros.
Ángel Ferrer Orsucci era natural de Lucca (Italia) y nació en 1575. Era de una familia noble. Ingresó en los dominicos en Lucca, estudió Filosofía y Teología en el convento de La Quercia en Viterbo y recibió la ordenación sacerdotal en 1597. Realizó estudios especiales en Roma y se trasladó a Valencia para terminar sus estudios. Marchó como misionero a Filipinas en 1602 y allí ejerció el ministerio en Cagayán, Nueva Segovia, Bataán y Pangasinán. En 1618 fue destinado al Japón, donde llegó en compañía del beato padre Juan Martínez Cid de Santo Domingo para suplir el vacío de la muerte del beato padre Alfonso Navarrete. Su actividad no duró más que unos meses. Para evitar el arresto se disfrazó de caballero español y luego buscó refugio en la casa de un cristiano, beato Cosme Taquea, donde se dedicó a estudiar el japonés. Pero fue pronto descubierto y encarcelado en Suzuta, compartiendo prisión con su paisano jesuita beato Carlos Spinola. Durante cuatro años sufrió en la terrible prisión de Ômura fue quemado vivo en Nagasaki.
Alfonso de Mena nació en Logroño (1578) como su primo hermano beato Alonso Navarrete. Se hizo dominico en el convento de San Esteban de Salamanca en 1594, después de terminar los cursos de Filosofía se fue a las misiones orientales. En 1598 se encontraba en Manila dispuesto a realizar los estudios de Teología. Ordenado sacerdote, atendió pastoralmente a la colonia china de Binondo durante algún tiempo y, en 1602, fue destinado con el beato padre Francisco Morales y otros compañeros a la proyectada misión del Japón. Como hablaba chino, tuvo el privilegio de saludar al shogun Tokugawa Ieyasu y obtener permiso del señor feudal de Satsuma para construir una iglesia en Kyodomari, ampliar su radio de acción y crear comunidades en distintas poblaciones del señorío de Hizen.
No obstante las desavenencias entre los distintos señores feudales cristianos provocó la persecución por parte del shogun. Aunque pudo realizar su labor en la clandestinidad, fue delatado por un espía y sacado de la casa de un cristiano, fue conducido con el padre Morales a la isla de Ikunoshima y luego a la cárcel de Suzuta. Enfermo de gravedad y “soportando paciente y alegremente los dolores”, casi ciego, fue llevado a la hoguera de Nagasaki, donde a fuego lento expiró.
José de San Jacinto nació en Villarejo de Salvanés (Madrid) en 1580. Ingresó en el convento dominico de Santo Domingo de Ocaña (Toledo). Terminó sus estudios y ordenado sacerdote en el convento de San Pedro Mártir de Toledo y se marchó como misionero a Oriente. En 1605 se embarcó para Filipinas, vía Méjico, pero una enfermedad le obligó a permacer en este país durante dos años. Llegó a Manila en 1607, y fue destinado a Japón. Los tiempos eran difíciles e inició su apostolado en Kyodomari, luego fue enviado a Kyoto, entonces, capital de Japón, donde logró fundar residencia e iglesia, así como en la ciudad de Osaka. Incansable en sus correrias apostólicas superó numerosas dificultades; visió al shogun Tokugawa Dietada. Era vicario provincial de las misiones dominicas en Japón, y hablaba perfectamente la lengua. Por culpa de cristianos poco ejemplares fue detenido y expulsado a Nagasaki, donde cayó enfermo, pero con ánimo de ayudar a los cristianos de Ômura. Aunque apresado y recluido en la cárcel de Suzuta, siguió exhortando y animando a los cristianos, y murió quemado a fuego lento en Nagasaki.
Jacinto Orfanell nació en La Jana (Castellón) en 1578, y le bautizaron con el nombre de Pedro. Se tituló en Artes en la universidad de Valencia y estudió Teología en Alcalá de Henares y Lérida. Entró en el convento de Santa Catalina de los dominicos de Barcelona, al morir su padre, donde cambió su nombre por el de Jacinto al profesar; continuó sus estudios de Teología en Tortosa y Valladolid. Enfermó gravemente y al curarse de forma milagrosa, como acción de gracias, se ofreció para las misiones en el Extremo Oriente, y, tras su ordenación sacerdotal, zarpó para Filipinas con destino a la misión de Japón en 1607; el viaje le repercutió en su salud y tuvo que esperar en Méjico casi dos años.
En 1609, embarcó hacia Manila y fue enviado a Satsuma en el Japón. En Kyodomari realizó una eficaz labor misionera, logrando administrar el bautismo al samuray León Saisho Shichizayemon, luego protomártir de Kogoshima. A pesar de la persecución, desde 1613 (el shogun había ordenado la expulsión de los misioneros y condenando a pena de muerte a quienes desobedeciesen), recorrió como misionero itinerante varias provincias como Saga, Nagasaki, Arima, Kumamoto y Oita, vestido de japonés. Estaba en Oita cuando fue detenido y expulsado del Japón.
Embarcó en Nagasaki, pero unos cristianos lo cogieron en altamar y lo devolvieron a tierra. Desde entonces realizó su labor en la clandestinidad. En estas condiciones volvió a recorrer las zonas evangelizadas y, sirviéndose de las asociaciones cristianas y de la Cofradía del Rosario, continuando con eficacia hasta 1621 su gira misionera. En medio de su actividad, pudo desde 1619 ir redactando lo que después sería su valiosa “Historia Eclesiástica de la Cristiandad de Japón”.
Fue detenido en Nagasaki, en casa del beato Matías Mayazemón, junto a toda la familia de Matías, incluídos sus hijos de corta edad y el catequista nativo beato Domingo Tamba; fueron conducidos a la cárcel de Ômura. Allí permaneció durante un año en condiciones infrahumanas hasta el día en que fue quemado vivo junto con 28 cristianos más. Fue el último en morir mientra rezaba: “Jesús, María”. Sus restos fueron calcinados y esparcidos por la bahía de Nagasaki.
Ricardo de Santa Ana nació en Ham-sur-Heure, Bélgica, en 1585, en el seno de una familia española. A su nombre de bautismo añadió el nombre de Santa Ana, pues, por intercesión de la Santa, muy venerada en los países del norte de Europa, había sido sanado de graves lesiones sufridas de niño al ser atacado por un lobo. Por varios años ejerció el oficio de sastre en Bruselas. En 1604, la muerte trágica de un joven coetáneo determinó la crisis religiosa que lo llevó a abandonar su profesión para ingresar en la Orden de los Hermanos Menores en el convento de Nivellesi, donde en 1605 hizo la profesión solemne. Fue enviado por los superiores a Roma para realizar algunas gestiones. Allí se encontró con Juan el Pobre, una de cuyas principales actividades era buscar hombres generosos para enviar como misioneros al Japón. Ricardo aceptó la propuesta y con el consentimiento de sus superiores pudo partir a las tierras de misión.
El viaje tuvo como primera etapa a México; de allí en 1611 desembarcó en Filipinas donde los superiores lo enviaron a estudiar Filosofía y Teología. En 1613 recibió la ordenación sacerdotal en Cebú y el mismo año pudo partir para el Japón. Al año siguiente las autoridades japonesas iniciaron la persecución contra el cristianismo. Entre las medidas adoptadas una era la expulsión del territorio de los misioneros extranjeros. Ricardo pudo regresar al Japón disfrazado de comerciante. Desarrolló una actividad incansable en medio de los cristianos oprimidos por la violenta persecución y en medio de continuos peligros. En 1621 un dominicano lo informó de que las autoridades poseían pruebas de su actividad religiosa, prohibida severamente por las leyes y le aconsejó ponerse a salvo.
Como buen pastor no quiso huir frente al peligro y fue descubierto mientras confesaba en la casa de la viuda la beata Lucía de Freitas. Primero fue encerrado en la cárcel de Nagasaki bajo fuerte escolta y con una soga al cuello. Pasó la noche anterior al martirio encerrado en una jaula, bajo un violentísimo aguacero. La mañana del 22 de septiembre fue atado a un palo en la colina de Nagasaki y quemado vivo a fuego lento. Tenía 37 años. Con él perecieron otros 21, quemados vivos, y 30 decapitados.
Carlos Spinola nació en Praga, pertenecía a la noble casa italiana de los Spinola. Ingresó en los jesuitas en 1584 y, en el 1594 fue enviado a Japón donde trabajó hasta 1618, ya que fue arrestado y encarcelado durante cuatro años; después quemado vivo.
Carlos Spinola comenzó a cantar el salmo “Laudate Dominum omnes gentes”, que fue cantado por todos los mártires, causando emoción en los más de 20.000 asistentes. Carlos se dirigió a ellos, y les dijo que los misioneros habían llegado al Japón para llevarles a Cristo no para hacerles el mal. Los cuerpos de todos los mártires fueron quemados, excepto los de Maria Tocuam, que su tío ordenó que fuera enterrada.
Inés Takeya era esposa del beato Cosme Taquea, y madre del joven Francisco Takeya, también mártir. Cofrade del Santo Rosario. En 1619, fue detenida junto a su marido cuando en su casa fueron descubiertos los religiosos Ángel Ferrer Orsucci y Antonio de Santo Domingo, que recibía clase de japonés en la casa. Conducidos a la terrible cárcel de Ômura; aquí se quedó viuda cuando martirizaron a su marido, pero ella permaneció firme en la fe a pesar de que podía obtener su salvación y la de su hijo. Murió decapitada en Nagasaki.
Este martirio llamado el “Martirio grande”, fue porque las autoridades japonesas quisieron dar un escarmiento a los misioneros como a los catequistas que les ayudaban en la evangelización y al mismo tiempo atemorizar a los cristianos para que dejase de hospedar, ocultar y proveer de víveres a los misioneros proscritos. Se organizó una ejecución de 52 cristianos, religiosos y seglares, en la colina de Nagasaki. Los religiosos procedían de la terrible prisión de Ômura, donde habían languidecido durante meses en una espantosa miseria. Dominicos, franciscanos, jesuitas, junto con catequistas, terciarios y cofrades del Santo Rosario fueron este día conducidos al suplicio; a todos se les ofreció la vida y la libertad a cambio de que apostatasen, y todos se mantuvieron firmes, excepto tres que fueron débiles cuando ya estaban en la hoguera. Los procedentes de Ômura, que llegaron con grandes penalidades, se juntaron con los de Nagasaki, se saludaron todos con gran alegría. 25 fueron quemados vivos y el resto decapitados.
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Beato MIGUEL BEATO SÁNCHEZ. (1911-1936).
Nació en la Villa de D. Fadrique (Toledo). Ingresó en el Seminario en 1923. Recibió el presbiterado en 1936. El 18 de abril fue nombrado coadjutor de su parroquia natal. Comenzó aquí a trabajar con los jóvenes de Acción Católica, en la catequesis, en el confesionario, administrando la comunión a los que iban a los campos de madrugada, con los enfermos, siendo el brazo derecho del párroco, el beato D. Francisco López-Gasco Fernández-Largo.
El 18 de julio, nada más estallar la Guerra, comenzó la persecución religiosa. D. Miguel tuvo que refugiarse en casa con las Sagradas Formas, que el Sr. cura párroco había podido sacar de la iglesia. El 3 de agosto apresaron a D. Francisco, a quien asesinaron el día 9 del mismo mes. El beato se enteró del martirio del párroco y estaba seguro de que pronto le tocaría a él. En los primeros días de septiembre, le obligaron a ir a la iglesia para romper las imágenes, cosa que se negó a hacer. En el poco tiempo que ejerció el apostolado en el pueblo, apenas seis meses, se ganó la estima de la gente sencilla.
Los testigos dicen de él que era un sacerdote “caritativo”, “honrado”, “muy humilde”, “sacrificado”; en pocas palabras, “un verdadero santo”. Por su hermana Teresa sabemos que el 6 de septiembre de 1936 los milicianos fueron a buscarlo a casa y ya no volvió más.
Lo encarcelaron en la casa de Don Manrique, que hacía de cárcel. Allí lo torturaron, pegándole continuas palizas para que renegara de su fe. A las invitaciones y a los golpes para que blasfemara, él respondía siempre: “¡Viva Cristo Rey!”. En la noche del día 8 de septiembre le pegaron tantos golpes, que creyeron que había muerto. A la mañana siguiente lo llevaron a enterrar, pero, según afirman algunos testigos, el beato estaba todavía con vida. Lo acabaron de matar y lo enterraron en un descampado, dejándole una mano fuera. Se dice que los perros se comieron la mano. Era el 10 de septiembre de 1936.
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OTROS SANTOS DEL DÍA
Santos Sóstenes y Víctor. M. 302.
Mártires en Calcedonia, durante la persecución de Diocleciano.
En las poco fiables “Actas de santa Eufemia”, aparecen como los dos verdugos encargados de torturarla, y que ella los convirtió con su oración y ejemplo.
Santas Menodora, Metrodora y Ninfodora. M. 306.
Mártires durante la persecución de Maximiano Galerio en las termas píticas o las aguas termales de Bitinia. Estos hechos fueron ciertos, pero luego se añadieron otros sucesos que son pura leyenda.
Según Metafastre, las tres hermanas habiendo abandonado su país de origen en Bitinia, llegaron a establecerse en Pitia, no lejos de una fuente: era la época de la persecución de Maximiano Galerio. Denunciadas al gobernador Frontón por su fe cristiana, fueron llevadas delante del tribunal, interrogadas y torturadas. Primero fue martirizada Menodora, ante la vista del cadáver de la hermana, no desistieron Metrodora y Nifodora, como esperaban los jueces, sino que las reforzó en su coraje de confesar la propia fe y por ello también fueron martirizadas.
San Agabio de Novara. M. 447.
Martirologio Romano: En Novara, región de la Liguria, en Italia, san Agabio (antes Agapio), obispo.
Segundo obispo de Novara en Piamonte (417-438). Fiel discípulo de san Gaudencio fue designado por su maestro como sucesor en la sede novarense; dio honrosa repultura a san Gaudencio en la basílica que se encontraba a extramuros de la ciudad.
La figura de Agapio es representada como pastor sabio que, dedicado a la oración y el ayuno, fue un firme prelado en la dirección de sus fieles hasta su muerte. Edificó lugares de culto, edificios que son el signo evidente de la cristianización del vasto territorio de su diócesis. Tuvo una especial devoción por la Eucaristía. Sus restos reposan en la catedral de Santa María de Verona.
San Teodardo de Tongres. M. c. 670.
Martirologio Romano: Cerca de Spira, en la Renania, de Austrasia, en Germania, pasión de san Teodardo, obispo de Tongres y mártir, que fue asesinado yendo a visitar al rey Childerico.
Discípulo del abad san Remaclo en las abadías de Malmédy-Stavelot; le sucedió, en el 653, como abad y, en el 663, como obispo de Tongres-Maastricht. Pidió ayuda al rey Childerico en su lucha contra los que no respetaban los derechos de la Iglesia.
Durante un viaje, en el que iba a visitar al rey para defender su iglesia, murió asesinado, por un grupo de bandidos en el bosque de Bienwald (Spira, en la Renania de Austrasia en Germania). Fue director espiritual de su sucesor, san Lamberto de Lieja.
San Autberto de Avranches. M. c. 725.
Martirologio Romano: En Avranches, de Neustria (hoy Francia), san Autberto, obispo, promotor del culto a san Miguel Arcángel en el monte Tumba (hoy Saint-Michel de Tombelaine-sur-Mer).
Obispo de Avranches; fundó la iglesia abacial del monasterio de Mont-Saint-Michel "in periculo maris" en la costa normanda. Según la leyenda en el 708 vio en sueños al arcángel Miguel que le ordenó consagrar un santuario en la cima de una isla rocosa de la bahía de Avranches, en los límites de Normandía y Bretaña. Hizo cavar una cripta que era una reproducción de la gruta del monte Gargano, donde el arcángel se había manifestado de la misma manera en el 492. Allí lo sepultaron.
Jacobo Cagnot. Beato. (1753-1794).
Martirologio Romano: En aguas marítimas, frente a Rochefort, en la costa de Francia, beato Jacobo Gagnot, presbítero de la Orden Carmelitana y mártir, que, durante la Revolución Francesa, por razón de su sacerdocio fue inhumanamente embarcado en una mísera nave, donde, ayudando a los enfermos concautivos, desfalleció.
Natural de Frolois. Ingresó como fraile carmelita en el convento de Nancy en 1774, trocando su nombre civil por el de Hubert de Saint-Claude. En 1791 fue exclaustrado y se vio obligado a vivir con una familia que le acogió en Nancy. En marzo de 1793 fue encarcelado por el Comité revolucionario que le catalogó como de «fanático-peligroso». Fue condenado a la deportación el 24 de marzo de 1794.
Dos días más tarde escribe a su madre: «Cuando se considera todo esto con los ojos del mundo no hay nada más espantoso ya que, en efecto, uno es arrojado fuera de su patria sin saber lo que vendrá, expuesto al hambre, a la sed, a la desnudez… Pero cuando se considera todo eso con los ojos de la fe, cuando uno reflexiona que el Señor nos ha encontrado dignos de sufrir por su santo nombre, que somos perseguidos por causa de la fe, todo eso nos alienta y nos anima con un santo celo para defender la religión católica, apostólica y romana en la que nosotros hemos nacido y en la que queremos morir». El P. Gagnot murió el 10 de septiembre en la nave prisión a la edad de 41 años en Rochefort. Fue beatificado el 1 de octubre de 1995 por el papa Juan Pablo II.
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