Santoral del 31 de Diciembre


INDICE

Silvestre I, Santo Papa
San JUAN FRANCISCO RÉGIS. (1597-1640).
Beato ALANO DE SOLMINIHAC. (1593-1659).
Santa CATALINA LABOURE. (1806-1876).
Mario de Lausana, Santo Obispo
Melania la Jóven, Santa Penitente
Josefina (Giuseppina) Nicoli, Beata Religiosa
Luis Vidaurrázaga González, Beato
OTROS SANTOS DEL DIA
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SAN SILVESTRE, Papa
† hacia el año 335 en Roma
He combatido con valor, he concluido la carrera, he guardado la fe.
Nada me resta sino aguardar la corona de justicia que me está reservada.
(2 Timoteo 4, 7-8)

San Silvestre I se había distinguido por su celo y su caridad durante la primera persecución. Subió a la cátedra de San Pedro en el año 314, menos de un año después del edicto de Milán, que concedía la paz a la Iglesia. Recibió de Constantino el palacio de Letrán y en él estableció su morada, así como la basílica principal de Roma. El mismo año envió delegados al Concilio de Arlés, donde fueron condenados los donatistas, y después, en el año 325, al Concilio general de Nicea, que anatematizó a Arrio. Murió San Silvestre en el año 335.

MEDITACIÓN TRES REFLEXIONES SOBRE EL AÑO TRANSCURRIDO

I. ¿Podría decir con verdad como San Pablo: He combatido con valor, he concluido la carrera, he guardado la fe? Hete aquí al término del año; repasa en tu espíritu todo el bien y todo el mal que has hecho durante este año, y mira si tus buenas acciones son más numerosas que las malas. ¿Cuántos días transcurrieron sin que hicieras nada para Dios? Sin embargo, este año te fue dado únicamente para servirlo, para hacer penitencia de tus pecados y merecer el cielo mediante la práctica de las buenas obras.

II. ¿Dónde están ahora los placeres y los honores de que gozaste durante este año? ¡Todo ha pasado, y no te queda sino el triste recuerdo de haber ofendido a Dios por bienes pasajeros y falaces! ¿No es verdad que, al contrario, experimentas una gran alegría por el bien que hiciste tratando de agradar a Dios? Ya no experimentas el esfuerzo que tus buenas obras te costaron y tienes la esperanza de ser recompensado por ellas. Tu vida pasará como este año, tus placeres pasarán tanto como tus trabajos, y el único consuelo que te quedará será haber servido al Señor. ¿Quién me devolverá este día, este año que perdí en la vanidad? (San Euquerio).

III. Acaso pasaste parte de este año en pecado mortal. Si durante esa época hubieras muerto, ¿dónde estarías ahora? Dios te ha dado tiempo para hacer penitencia; aprovéchalo mejor en lo porvenir ¡acaso no tengas más que este año de vida! Prepárate, pues, a morir, haz una buena confesión, y si quieres pasar santamente todos los días del año que va a comenzar piensa todos los días en la muerte y en la eternidad. Dios te ha ocultado tu último día, para que te prepares a él todos los días de tu vida (San Agustín).

El pensamiento de la muerte.
Orad por vuestros bienhechores.

ORACIÓN
Pastor eterno, considerad con benevolencia a vuestro rebaño, y guardadlo con protección constante por vuestro bienaventurado Sumo Pontífice Silvestre, a quien constituisteis pastor de toda la Iglesia. Por J. C. N. S.

Martirologio Romano (1956)
31 de diciembre




San SILVESTRE I. Papa (314–335). M. 335.

Martirologio Romano: San Silvestre I, papa, que piadosamente rigió la Iglesia durante muchos años, tiempo en el cual Constantino Augusto construyó basílicas venerables, y en el Concilio Niceno aclamó a Cristo como Hijo de Dios. En este día su cuerpo fue enterrado en Roma, en el cementerio de Priscila
Poco sabemos de este Papa, fuera de su vida legendaria, antes de su elección para la cátedra de Pedro, sucediendo al papa san Melquiades, que había aprovechado la tolerancia de Majencio para reorganizar la Iglesia romana y luego con la ayuda de Constantino (tras la victoria del Puente Milvio).

Nacido y formado en Roma, tal vez se hiciera cristiano durante la última persecución de Diocleciano, porque de lo contrario no se explica su elección al papado (los obispos, en general, eran elegidos entre los confesores de la fe). En su largo pontificado, vivió un período muy importante de la historia de la Iglesia, ya que comenzaba el desarrollo del cristianismo tras la paz constantiniana. Durante 20 años de pontificado en paz y libertad, se multiplicarán las dificultades y los esfuerzos por levantar las bases teológicas y espirituales de la Iglesia, como lo manifiestan el concilio provincial de Arles (314) contra los donatistas; y sobre todo el Concilio Ecuménico de Nicea (325), en el que fue representado por Osio, obispo de Córdoba y los presbíteros romanos Vito y Vicente, contra la herejía arriana.

Levantó las basílicas de San Juan de Letrán, San Pedro del Vaticano y San Pablo Extramuros. Son varias leyendas que ligan su vida a la de Constantino. Según su Vita legendaria, era hijo Rufino y Justa, y antes de ser sacerdote habría sufrido durante la persecución hasta llegar a ser encarcelado por haber dado sepultura a un mártir (san Timoteo); más tarde, de sacerdote, habría organizado el servicio de los pobres. Por fin, como Papa, habría publicado varios reglamentos: prescribió a los sacerdotes y a los diáconos el "colobium" (túnica sin mangas); sustituyó los nombres paganos de los dioses en los días feriales; hizo festivos los domingos y los jueves; fijó como días de ayuno el miércoles, viernes y sábado. Perseguido por Constantino, se habría refugiado en el monte Soratte; y Constantino, mientras era atacado por la lepra y proyectaba, aconsejado por los sacerdotes paganos, bañarse en la sangre de los niños degollados, habría recibido en sueños un aviso en el que los apóstoles Pedro y Pablo le invitaban a acudir a Silvestre para que le mostrara la fuente de la salvación. El emperador habría pedido el bautismo y, una semana más tarde, fue bautizado en el baptisterio de Letrán, donde también fue curado de su lepra; de aquí se dice, surgieron las leyes constantinianas favorables a la Iglesia y a los cristianos. MEMORIA FACULTATIVA.
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San JUAN FRANCISCO RÉGIS. (1597-1640).

Observación: En el antiguo martirologio se lo recordaba el 16 de junio
Martirologio Romano: En el territorio de La Louvesc en la montaña junto a Puy-en-Vélay en Francia, san Juan Francisco Régis, sacerdote de la Compañía de Jesús, que, predicando el Evangelio y administrando el sacramento de la penitencia, por montes y aldea se empeñó sin descanso para renovar la fe católica en el ánimo de los habitantes

Nació en Fontcouverte, (Languedoc-Francia), en el seno de una familia de mercaderes. Se educó en los jesuitas de Béziers y en 1616 ingresó en su noviciado de Toulouse donde se destacó por su obediencia, sencillez y humildad. Antes de dedicarse al apostolado, pasó largas horas en oración. Los superiores le vieron maduro y en el 1630 recibió el sacerdocio. Su territorio de apostolado se desarrolló desde Motpellier hacia el Vivarais y la Velay, las montañas de Ardeche y La Louvesc (Delfinado): "Mi vida, para qué es sino para sacrificarla por las almas. ¿Cómo podría yo probar mi amor a Dios, si no le ofrezco lo que más se estima en este mundo, la salud y la vida? No me sería grata la vida, si no tuviese algo que padecer por Jesucristo. Siento un deseo vivísimo de ir a las misiones de los iroqueses y ofrecer mi vida por la salvación de aquello salvajes"

Las multitudes acudían a oírle, aunque su oratoria no era brillante y a menudo tachada de vulgar, pero que sacudía conciencias. Solía decir: "Sufrir por Jesucristo es el único consuelo que hallo en este mundo. Señor, dame fuerzas para poder sufrir más y más por tu amor". Alguien dijo de él "que no tenía más que a Dios dentro de su alma, a Dios en la boca y a Dios delante de los ojos". Poseía una gracia enorme para convertir a las almas. Se dice que una dama que era totalmente reacia a la Iglesia y hasta enemiga declarada, al ver sus distinguidos modales y su gran santidad, le dijo: "Padre ¿cómo no me voy a convertir a la fe cristiana si usted me lo pide con tanta gracia?".

La fundación de una serie de casas de refugio para mujeres de la calle (Hermandad del Santísimo Sacramento) dio pie a una serie de calumnias y amenazas de muerte, pero lo más duro fue la postura incomprensible de sus superiores, quiénes juzgaron que se excedía en su celo y que pusieron muchas trabas a su actividad. Se le considera un mártir silencioso de la obediencia. El 22 de Diciembre marchó a una misión en La Louvesc en Vivarais, donde las ventiscas eran muy fuertes, y allí, al poco tiempo murió, y en su iglesia se conserva su tumba. Se le conoce como “el apóstol de Velay”. Es el primer jesuita francés elevado a los altares.
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Beato ALANO DE SOLMINIHAC. (1593-1659).

Martirologio Romano: En la fortaleza de Mercués, cerca de Cahors, en la Galia meridional, tránsito del beato Alano de Solminihac, obispo de Cahors, que con las visitas pastorales trabajó por la enmienda de las costumbres del pueblo, y se empeñó con apostólica insistencia en renovar la Iglesia que tenía encomendada
Nació en el castillo de Belet, cerca de Périgueux, en el seno de una familia de la nobleza. Quiso ser caballero de Malta, pero este no era su camino. Fue nombrado por un tío suyo, abad del monasterio de Chancelade perteneciente a los Canónigos regulares de Letrán, que estaba en franca decadencia y necesitaba una reforma, aunque no pudo ejercer su oficio porque era muy joven (20 años). Estudió Filosofía y Teología en París, donde conoció a san Vicente de Paúl; mantuvo una estrecha amistad con san Francisco de Sales. En 1618 fue ordenador sacerdote y después de una estancia de cuatro años en París, tomó posesión de su cargo de abad.

Como abad restableció la disciplina religiosa, el culto divino y publicó unas nuevas Constituciones. El éxito de la reforma fue rotundo y se extendió a otros monasterios de los Canónigos Regulares. Fue nombrado Visitador de los monasterios de la Orden. Tuvo dificultades porque el cardinal Rochefoucauld, ordenó la unificación de todos los Canónigos Regulares, de manera que al unirse una forma de vida más mitigada, su reforma no alcanzaba el desarrollo religioso y espiritual que él quería; apeló a la Santa Sede que le dio la razón, pero la unificación se llevó a cabo.

Muchas veces se le ofreció el episcopado, pero siempre se negó, hasta que en 1636 fue nombrado obispo de Cahors, sin que perdiera su cargo de abad. Obtuvo el apoyo del cardenal Richelieu. Durante su episcopado aplicó los decretos del Concilio de Trento tomando el modelo pastoral de san Carlos Borromeo. Luchó contra el relajamiento del clero y la superstición. Fundó el seminario diocesano, visitó la diócesis, condenó el jansenismo y el laxismo. Su caridad no tuvo límites, como cuando se dedicó a los apestados, los enfermos, los huérfanos, creando para ellos asilos y hospitales. Murió trabajando en Mercués y su cuerpo se encuentra en la catedral de Cahors.
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Santa CATALINA LABOURE. (1806-1876).

Martirologio Romano:En París, en Francia, santa Catalina Labouré, virgen, de las Hijas de la Caridad, que de manera singular honró a la Inmaculada y brilló por la simplicidad, caridad y paciencia
La llamaban Zoe Catalina y había nacido en Fain-les-Moutiers en Borgoña. Era una rica campesina bretona, no muy instruida, se hizo cargo de su casa y de sus diez hermanos desde su niñez a causa de la muerte de su madre. Se trasladó a Châtillon-sur-Seine, para adquirir un poco de instrucción en el pensionado que dirigía una prima suya. Allí un sacerdote le ayudó a discernir su vocación. En 1828, con 22 años, quiso ser Hija de la Caridad. Su padre se trasladó a París para que se distrajera, y la puso a trabajar como criada y como camarera en el café de uno de sus hijos. Por fin, dos años después, con el permiso de su padre, ingresó en el postulantado de Châtillon-sur Seiney en 1830, en el noviciado de París, y en 1831 hizo los votos y tomó el nombre de Catalina. En el período siguiente tuvo las apariciones del corazón de san Vicente de Paúl, y la “de ver a nuestro Señor en el Santísimo Sacramento”.

Nadie supo que en su juventud, el 27 de Noviembre de 1830, estando orando con toda la comunidad en la capilla del convento de París, y se le presentó María con este dialogo: "Esta esfera que tu ves, representa el mundo entero y a cada persona en particular; estos rayos son el símbolo de la gracia que yo derramo sobre los que las piden. Haz acuñar una medalla según este modelo. Recibirán abundantes gracias y gozarán de mi protección todas las personas que la lleven bendecidas y pendientes del cuello, y recen con confianza esta plegaria: ¡Oh! María sin pecado concebida, rogad por nosotros los que recurrimos a Vos". María también le pidió que las Hijas de la Caridad volvieran a la fidelidad de la regla. Empezó así la devoción a la medalla milagrosa.

En 1832, el padre Aladel, su confesor, (que en un principio fue muy aspero y duro con ella) visitó a monseñor Quelen, arzobispo de París, y consiguió permiso para grabar la medalla, según la Virgen había manifestado a Catalina. El mismo arzobispo de París pudo comprobar los frutos espirituales de la medalla en varias ocasiones. La medalla se propagó muy rápidamente. Catalina se preocupó mucho de ello, pero con tanta discreción que se mantuvo en secreto el nombre de la vidente. Ella sólo hablaba con su confesor y seguía su vida normal.

El pueblo la llamó la Medalla Milagrosa por los muchos prodigios que obraba. El más famoso fue la conversión del judío Alfonso de Ratisbona. Ratisbona aceptó por cortesía una medalla de la Virgen Milagrosa, con la recomendación del rezo diario del "Acordaos" de san Bernardo. Visitó en Roma, la iglesia de Sant'Andrea delle Fratte. Se acercó a la capilla de María que se le apareció tal como venía grabada en la medalla. Se arrodilló y quedó transformado. Se bautizó, se ordenó sacerdote, convirtió a muchos judíos y fundó las Hermanas de Sión para este apostolado.

Mientras tanto, Catalina vivió en la humildad y el anonimato. Se trasladó en 1835 al hospicio de Enghien, en Reuilly, a 5 kms de París. Atendió a los ancianos, trabajó en la cocina, en el gallinero, en la enfermería, en la portería. Sufrió en silencio la falta de comprensión del nuevo confesor. Consiguió que se levantase el altar, con la estatua que perpetuase las apariciones, en la capilla donde había recibido las confidencias de la María. Catalina murió en París, un 31 de Diciembre, 46 años después de la aparición y hasta después de su muerte no se reveló que ella había sido la vidente de este magno hecho
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Beata JOSEFINA NICOLI. (1863-1924).

Nació en Casatisma (Pavía, Italia) en el seno de una familia de clase media. Estudió magisterio en Pavía. Su deseo secreto, que la impulsó a realizar estos estudios, era el dedicarse a la educación de los niños pobres en un tiempo en el que era muy alto el porcentaje de analfabetismo. Este deseo fue madurando, sobre todo, a través del dolor, que visitó a su familia con la muerte de algunos de sus hermanos.

En 1883 ingresó en la Compañía de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl, en Turín. En 1885 fue trasladada a Cerdeña, donde enseñó en el “Conservatorio de la Providencia” de Cágliari. La experiencia educativa entre niñas pobres la marcó de forma especial. En 1886 se originó una peste en la ciudad y nuestra beata en sus horas libres, junto con otras compañeras del conservatorio, crearon las “cocinas económicas” al servicio de los muchachos abandonados de la ciudad, donde también se les enseñó el catecismo. Más tarde organizó a estos chicos en una asociación llamada “Los Luisitos”, estimuléndolos a vivir en actitud de ayuda fraterna y educándolos en una sana sociabilidad que, a muchos de ellos, les condujo a cambiar de vida.

En 1889 fue trasladada al orfanato de Sássari. También allí desarrolló un émplio proyecto apostólico, organizando diversas instituciones orientadas siempre al servicio de los más pobres. Creó la “Escuela de religión” para las jóvenes universitarias. Tuvo que sufrir a la masonería que trataba de debilitar la presencia de los católicos en la ciudad.

Después de una estancia en Turín, donde fue Directora de la casa de formación, regresó, en 1914, a Cágliari para reponerse de una tuberculosis. Una serie de malentendidos y falsos testimonios por parte de la administración del orfanato obligaron a sus superioras a trasladarlas nuevamente. Sor Josefina aceptó en silencio la humillación más grande que pudieron hacerle: la declaración incapaz de administrar el orfanato. Ante esta situación se repetía a sí misma: “Josefina, esto te viene muy bien. Aprende a ser humilde”. La Providencia la condujo en la última etapa de su vida al Asilo de la Marina, en Cágliari.

Fundó la primera sección en Italia de la “Pequeña obra de Luisa de Marillac”. Formó también un grupo de Acción Católica femenina. Pero a quienes dedicó gran parte de sus iniciativas apostólicas fueron para los “niños de la cesta”. Era un grupo numeroso que vagaba por la ciudad, sobre todo en las cercanías del mercado de la ciudad, llevando una cesta; y se ganaban el sustento llevando equipajes de la estación al puerto.

La caridad fue la norma de su vida. En el último año de su vida fue, de nuevo, calumniada por un funcionario del asilo, ella calló, y el testimonio de su vida llevó al funcionario difamador a su lecho de muerte a pedirle su perdón, como así hizo. Murió en Cágliari de una bronco-pulmonía.
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Santa Melania la Joven, monja

n.: c. 383 - †: 439 - país: Israel
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
En Jerusalén, santa Melania la Joven, que con su marido san Piniano dejó Romam, dirigiéndose ambos a la Ciudad Santa, en la cual llevaron una vida religiosa, ella entre las mujeres consagradas a Dios y él entre los monjes, y donde ambos murieron santamente.
refieren a este santo: San Jerónimo, San Paulino de Nola
Melania la Mayor fue una dama patricia de la gens Antonia casada con Valerio Máximo, quien probablemente fue prefecto de Roma en el año de 362. A la edad de veintidós años quedó viuda y, luego de dejar a su hijo Publícola al cuidado de tutores, se trasladó a Palestina, donde construyó un monasterio, en Jerusalén, con cincuenta doncellas consagradas al servicio de Dios. Allí mismo se estableció la noble dama y se entregó a la austeridad, la plegaria y las buenas obras. Su nombre no figura en el actual Martirologio Romano. Mientras tanto, su hijo Publícola llegó a ocupar un puesto en el senado romano y se casó con Albina, una cristiana, hija del sacerdote pagano Albino. La hija de aquel matrimonio fue santa Melania la Joven, criada y educada en el cristianismo por su madre, en la lujosa residencia del senador Publícola, cristiano también, pero demasiado ambicioso para preocuparse por su religión.

Con la idea de llegar a tener un heredero varón de su gran fortuna y el aristocrático nombre de su familia, Publícola prometió en matrimonio a su hija a Valerio Piniano, un pariente suyo, hijo del prefecto Valerio Severo. Pero la joven Melania deseaba conservar su virginidad para consagrarse por entero a Dios. Tan pronto como sus padres conocieron las intenciones de la jovencita, se opusieron rotundamente a permitir que las realizara y, para quitarle semejantes ideas de la cabeza, apresuraron su matrimonio. En el año de 397, cuando Melania acababa de cumplir catorce años, se casó con Piniano que tenía diecisiete. Nada tiene de extraño que la joven, casada contra su voluntad y disgustada por el ambiente licencioso y sensual que reinaba en torno suyo, suplicase a su marido que llevasen una vida de absoluta continencia. Pero Piniano no aceptó la proposición y, a su debido tiempo, vino al mundo su primer hijo, una niña que murió después de un año de nacida. Las inclinaciones de Melania no habían cambiado y reiteró sus peticiones para que la dejasen en libertad, pero su padre tomó medidas para impedirle que frecuentase a las gentes de reconocidas tendencias religiosas que podían alentarla a distanciarse de la vida de lujo y de sociedad que él deseaba para su hija. En la víspera de la fiesta de san Lorenzo del año 399, el senador prohibió a su hija que velase en la basílica, puesto que estaba de nuevo embarazada, pero no por eso dejó la joven de permanecer toda la noche en oración, arrodillada en su habitación.
Por la mañana asistió a la misa en la iglesia de San Lorenzo y, al regresar a su casa, tuvo un grave trastorno y, con grandes dificultades y riesgo de la vida, dio a luz prematuramente a un niño, el que murió al día siguiente. Melania estuvo largo tiempo entre la vida y la muerte, y su esposo Piniano, que la amaba sinceramente, hizo el juramento de que, si se llegaba a salvarse su mujer, la dejaría en absoluta libertad para servir a Dios como quisiera. Poco después, Melania recuperó la salud y su marido cumplió el juramento, pero Publícola mantuvo su decidida oposición y, durante otros cinco años, Melania tuvo que conformarse con llevar exteriormente la misma existencia que tanto le disgustaba. Pero entonces atacó a Publícola una enfermedad mortal y, antes de entrar en agonía, heredó a su hija todos sus bienes y le pidió perdón porque, «temeroso de verme entregado al ridículo de las malas lenguas, te ofendí al oponerme a tu celestial vocación».

Albina, la madre de Melania, y Piniano, su marido, no sólo aceptaron la nueva vida de la joven, sino que ellos mismos la adoptaron. Los tres abandonaron Roma para radicarse en una casa de campo, lejos de la ciudad. Piniano no estaba plenamente convertido y, durante largo tiempo, insistió en vestir los ricos ropajes que acostumbraba portar en Roma. El biógrafo de la santa nos ha dejado un relato conmovedor y convincente sobre los métodos que empleó su esposa para convencerlo a que renunciara a los lujos para adoptar una existencia más modesta y lograr, por fin, que usara las ropas pobres, confeccionadas por ella misma. La familia se había llevado consigo a numerosos esclavos, a quienes dispensaba un tratamiento ejemplar y, en corto tiempo, muchas jovencitas, viudas y más de treinta familias, se establecieron en torno a la casa de campo de Melania y formaron una población. La villa llegó a ser un centro de hospitalidad, de caridad y de vida religiosa. Melania era fabulosamente rica (los terrenos pertenecientes a la familia Valeria se hallaban en todos los puntos del Imperio Romano) y se sentía oprimida por la cantidad de sus bienes terrenales.

 
Sabía que la abundancia de posesiones pertenecía a los vecinos pobres, hambrientos y desnudos; estaba cierta de que, como dijo San Ambrosio, «el rico que da al pobre no hace una limosna, sino que paga una deuda». Por consiguiente, solicitó y obtuvo el consentimiento de Piniano a fin de vender algunas de sus propiedades y distribuir el dinero entre los necesitados. Inmediatamente los parientes, que siempre los habían creído fuera de sus cabales, trataron de aprovecharse de aquella última locura. Por ejemplo, Severo, el hermano de Piniano, sobornó por algunas monedas a los colonos y esclavos que habitaban en uno de los terrenos de Piniano para que, en el momento de ser vendidas las tierras, se rebelasen y no reconociesen a otro amo que al propio Severo. Fueron tantas las dificultades que se opusieron a los intentos de Piniano, que hubo necesidad de hacer una apelación al emperador Honorio para poner las cosas en su lugar. Santa Melania, sencillamente vestida con una túnica de lana y cubierta la cabeza con un velo, se presentó ante Serena, la suegra del emperador, a la que impresionó tan profundamente por su porte y sus palabras, que intercedió ante Honorio para que la venta de aquellas tierras quedara bajo la vigilancia y la protección del Estado. De esta manera, los procedimientos fueron rectos y la distribución estrictamente justa: los pobres, los enfermos, los cautivos, los desposeídos, los peregrinos, las iglesias y los monasterios, recibieron ayuda y dotes en todo el imperio. En un término de dos años, Melania dio la libertad a ochocientos esclavos. Paladio, contemporáneo de la santa, dice en su Historia Lausiaca que, incluso los monasterios de Egipto, Siria y Palestina, recibieron beneficios de Melania. En ese mismo libro el autor da un pormenorizado relato de la manera de vivir de la santa.

En el año de 406, Melania con su esposo y algunas personas más pasaron una temporada con san Paulino en la ciudad de Nola, en la Campania. El santo deseaba conservar a Melania y a su esposo como «huéspedes perpetuos». A ella la llamaba «bendita pequeña» y también «alegría del cielo». Pero la pareja se obstinó en regresar a su villa cercana a Roma, en momentos tan inoportunos que, a poco de llegar, tuvieron que abandonarla más que de prisa, debido a la amenaza de invasión de los godos. Se refugiaron en otra casa de campo, propiedad de Melania, en Mesina. Allí vivió con ellos el anciano Rufino. Pero, antes de dos años, los godos llegaron a Calabria, e incendiaron la ciudad de Reggio. Entonces, Melania y su esposo optaron por retirarse a Cartago. Se proponían hacer de paso una visita a san Paulino para consolarle en sus tribulaciones a causa de la invasión, pero una tormenta desvió la ruta del navío que fue a dar a una isla, probablemente la de Lipari, donde los piratas eran amos y señores. A fin de salvar de la prisión y de la muerte a sus gentes y a los tripulantes del barco, santa Melania pagó a los filibusteros una buena suma en monedas de oro por el rescate. Después de aquellas aventuras, los esposos se instalaron en la ciudad de Tagaste, en Numidia. Tanto Melania como su esposo causaron una benéfica impresión entre el pueblo y tanto fue así que, cuando Piniano visitó a san Agustín en Hipona (el santo los llamo «verdaderas luces de la Iglesia»), se produjo un tumulto en un templo, porque las gentes querían que Piniano se ordenase sacerdote para que ejerciera entre ellas su ministerio y pensaban que el obispo de Tagaste, san Alipio, se lo impedía. No se restableció el orden hasta que Piniano prometió al pueblo que, si alguna vez se le ordenaba sacerdote, sólo ejercería su ministerio en Hipona. Mientras se hallaba en África, santa Melania fundó y dotó dos nuevos monasterios, uno para hombres y otro para mujeres. En ellos recibió, sobre todo, a los que habían sido sus esclavos. La propia Melania vivía en el convento de las mujeres y sobresalía entre todas por sus austeridades, puesto que sólo se alimentaba frugalmente cada tercer día. La santa se ocupaba principalmente de copiar libros en griego y en latín y, quinientos años más tarde, todavía circulaban algunos manuscritos que se atribuían a la santa.

En el año de 417, en compañía de su madre y de su esposo, partió Melania del África hacia Jerusalén y se hospedó en la posada para peregrinos, vecina al Santo Sepulcro. Desde ahí emprendió una expedición con Piniano para visitar a los monjes del desierto de Egipto. Al regreso, fortalecidos por el ejemplo de aquellos anacoretas, Melania decidió aislarse en las afueras de Jerusalén, entregada a la contemplación y la oración. Hasta allí fue a visitarla su prima Paula, sobrina de santa Eustoquio. Fue Paula quien presentó a Melania el maravilloso grupo de almas escogidas reunido por san Jerónimo en Belén y fue recibida con beneplácito. Se cuenta que, la primera vez que Melania se encontró con san Jerónimo, «se acercó a él con su acostumbrado porte humilde y respetuoso, se arrodilló a sus pies y le pidió su bendición».

A los catorce años de residir en Palestina, murió Albina y, al año siguiente, Piniano la siguió a la tumba. El Martirologio Romano menciona a Piniano junto con Melania. Esta sepultó a su esposo al lado de su madre en el Monte de los Olivos y se construyó una celda cerca de las tumbas de sus fieles compañeros. La celda fue el núcleo de un amplio convento de vírgenes consagradas que presidió santa Melania. La santa se mostró siempre muy solícita por el bienestar y la salud de su congregación (en el convento había un baño que fue un donativo de un ex prefecto del palacio imperial) y las reglas que estableció fueron notables por su benignidad, en tiempos en que los comienzos del monasticismo se inclinaban a degenerar en la más rigurosa austeridad corporal. Cuatro años después de la muerte de Piniano, santa Melania tuvo noticias de un tío materno suyo, llamado Volusiano, que aún era pagano y que se encontraba en Constantinopla al frente de una embajada. La santa decidió hacer personalmente el intento de convertir a su tío, que ya era un anciano y, con ese propósito, emprendió el viaje con su capellán (y biógrafo) Geroncio, y tras una larga y penosa jornada, llegó a Constantinopla a tiempo para propiciar y atestiguar la conversión de Volusiano, que murió en sus brazos al día siguiente de haber recibido el bautismo. Se dice que el entusiasmo de Melania por lograr la conversión del anciano era tan vehemente que, al verlo dudar, le advirtió que apelaría al emperador Teodosio para que interviniese en el asunto. Pero Volusiano le respondió con gran cordura y moderó los ímpetus de su sobrina con estas palabras: «No debes forzar la buena y libre voluntad que Dios me ha dado. Estoy pronto y ansioso de limpiar las innumerables manchas de mi alma, pero si llegase a hacerlo por mandato del emperador, lo tendría siempre por un acto obligatorio, sin el mérito de la elección voluntaria».

En la víspera de la Navidad del año 439, santa Melania estaba en Belén y, tras la Misa del Alba, le anunció a Paula que su muerte estaba próxima. El día de san Esteban, asistió a la misa en su basílica, y después leyó con las hermanas del convento el relato sobre el martirio de Esteban que figura en el Nuevo Testamento. Al término de la lectura, las hermanas la rodearon para desearle toda clase de bienes y de felicidades. «Lo mismo deseo para todas vosotras - repuso la santa-, pero ya no volveréis a escucharme leer esta lección». Aquel mismo día, hizo una visita de despedida a los monjes y, a su regreso, ya se encontraba muy enferma. Reunió a todas las hermanas y les pidió que orasen por ella, «porque ya voy hacia el Señor». Habló brevemente para decirles que, si alguna vez había usado palabras severas, sólo lo había hecho por amor a ellas y concluyó diciendo: «Bien sabe Dios que yo no valgo nada y yo misma no me atrevo a compararme con ninguna buena mujer, ni aun de las que ahora viven en la tierra. Sin embargo, creo que el enemigo no podrá acusarme en el Juicio Final, de haberme ido a dormir un solo día con rencor en mi corazón». El domingo 31 de diciembre, por la mañana temprano, cuando el capellán Geroncio celebraba la misa, su voz se entrecortaba por el llanto y las palabras rituales le salían mezcladas con los sollozos. Desde su sitio en la nave de la iglesia, Melania le envió un mensaje para pedirle que hablase con mayor claridad puesto que no podía oírle. Durante todo el día recibió a los visitantes, hasta que llegó un momento en que dijo: «Ahora, dejadme descansar en paz». A la hora de nona, se debilitó considerablemente y, al caer la tarde, en tanto que repetía las palabras de Job: «Como el Señor lo ha querido, que así sea ...», murió tranquilamente. Tenía cincuenta y seis años de edad.

A santa Melania la Joven se la ha venerado desde los primeros tiempos en la Iglesia bizantina, pero, aparte de la inserción de su nombre en el Martirologio Romano, no se le ha rendido culto en el Occidente hasta nuestros días. El cardenal Mariano Rampolla publicó una obra monumental sobre santa Melania, en 1905. El escrito atrajo bastante la atención sobre el personaje y, a partir de entonces, la santa recibió cierto culto. En 1908, el papa Pío X aprobó la celebración anual de su fiesta por los miembros de la congregación italiana de clérigos regulares, conocidos como los «somaschi», y también fue adoptada por los católicos latinos de Constantinopla y de Jerusalén.

Desde hace tiempo se sabe que existen en diversas bibliotecas trozos de manuscritos de una biografía de santa Melania escrita en latín y, todos esos fragmentos fueron impresos en Analecta Bollandiana, vol. VIII (1899), pp. 16-63. La edición del texto griego fue tomada de un manuscrito existente en la biblioteca Berberini por Delehaye y publicado en la misma Analecta Bollandiana, vol. XXII (1903), pp. 5-50. En 1905, el cardenal Rampolla, que había descubierto una copia completa de la biografía latina en el Escorial, publicó la biografía latina y la griega en un suntuoso volumen, «Santa Melania Giuniore Senatrice Romana», con una introducción, disertaciones y notas. Hay considerables diferencias de opinión en cuanto a las relaciones que pueden existir entre la versión griega y la latina, que no concuerdan ni en el contenido, ni en la redacción. Hay una extensa contribución de Fr. Adhémar d'Alés en la Analecta Bollandiana, vol. XXV (1906), pp. 401-450, el autor examinó detalladamente esas variaciones, para llegar a la conclusión de que la biografía de la santa había sido compuesta por su discípulo y capellán Geroncio, unos nueve años después de la muerte de Melania. Geroncio sólo hizo un esbozo en griego, pero los textos griego y latino que conocemos, fueron redactados años más tarde, tomando los datos del esbozo de Geroncio. Algunos siglos después, Metafrasto publicó su propia versión modernizada de la biografía. Esta se encuentra impresa en Migne, PG., vol. CXVI, pp. 753-794. La foto muestra la ermita de Melania en el Monte de los Olivos.
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San Mario de Lausana, Obispo

Mario de Avenches, en latín Marius Aventicensis
Martirologio Romano: En Lausana, entre los helvecios (hoy Suiza), san Mario, obispo, que trasladó allí la sede de Aventicum, edificó muchas iglesias y fue defensor de los pobres (594).

En recientes investigaciones que ha llevado a cabo Mario Besson, se han encontrado noticias seguras acerca de la vida y de las obras apostólicas de san Mario.

Por lo que dice, parece ser que nació en el año 530, y que llegó a ser obispo de Aventicum en el 574.
En el 587 tomó parte activa en el concilio de Macon.
En ese mismo año consagró una iglesia dedicada a la Virgen de Payerne.

Para mayor seguridad de su persona, lo trasladaron a Aventicum como obispo. Había luchas políticas e inseguridad social.
Murió aquí en el año 594. Lo enterraron en la iglesia de san Tirso, pero más tarde se llamó de san Mario.

Su culto empezó a ponerse en práctica al principios del primer milenio.
Su representación como obispo no aparece hasta el siglo XVI. Una veces aparece con una palma y ornamentos episcopales y el título de mártir.

Mario es el autor de una crónica de san Próspero. Es un documento muy exacto, breve y precioso para los históricos.
Basten estas notas para hacerse una idea de cómo estaba Italia y el Oriente, los reinos francos y el de Borgoña.
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Luis Vidaurrázaga González, Beato

Sacerdote y Mártir

En el arroyo de la Elipa, Madrid, Venerable Siervo de Dios Luis Vidaurrázaga González, sacerdote benedictino, fusilado in odium fidei († 1936)

Fecha de beatificación: 29 de octubre de 2016, durante el pontificado de S.S. Francisco

El papa Francisco recibió el 26 de abril de 2016, al prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, cardenal Angelo Amato, y autorizó la promulgación del decreto de martirio de José Antón Gómez, y 3 compañeros -Padre Antolín Pablos Villanueva, Padre Rafael Alcocer Martínez y Padre Luis Vidaurrázaga González- presbíteros de la Orden de San Benito.

El Padre Luis nació en Bilbao el 13 de septiembre de 1901. La temprana muerte de su padre dejó a la familia bastante desvalida. Ingresó en el oblatorio de Silos a los 12 años. Profesó como monje benedictino el 15 de septiembre de 1919. Fue ordenado sacerdote en Burgos por el Obispo Auxiliar Monseñor Jaime Viladrich el 19 de diciembre de 1925. Destinado al monasterio de Santa María de Cogullada, Zaragoza, en 1928 vino a Montserrat de Madrid.

Encarcelado en los primeros meses de la Guerra Civil, estuvo un tiempo excarcelado, pero descubierto de nuevo, fue fusilado en el arroyo de la Elipa el 31 de diciembre de 1936. Exhumado su cadáver y enterrado con los otros mártires en el cementerio de la Almudena, en 1960 fue trasladado al monasterio de Montserrat donde actualmente reposa en su iglesia.
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OTROS SANTOS DEL DÍA:

Santa Columba de Sens. M. 237.

Martirologio Romano: En Sens, de la Galia Lugdunense, santa Columba, virgen y mártir

Adolescente zaragozana, hija de un príncipe, que abandonó su pueblo para evitar ser denunciada como cristiana; marchó a Francia junto a otros cristianos españoles y todos fueron martirizados en Meaux o en Sens, durante la persecución de Aureliano. Sus hechos no merecen crédito alguno. Conducida a un prostíbulo antes de ser ejecutada, la habría defendido un oso de un joven libertino que se disponía a violarla. Después de otros hechos fantásticos murió decapitada. La santa Columba que se venera en Colonia como una de las Once mil vírgenes compañeras de santa Úrsula, no es más que una duplicación de su homónima de Sens, de quien se ha copiado sus atributos.


Santas Donata,Rústica Nominada Serótina Hilaria compañeras s. III.

Martirologio Romano: Siempre en Roma en el cementerio de los Giordano en la vía Salaria nova, santas Donata, Paulina, Rústica, Nominada, Serotina e Hilaria, mártires

Su historia es una leyenda. Solamente encontramos sus tumbas en la vía Salaria, en el cementerio de Santa Priscila. Parece ser que fueron torturadas y martirizadas en una autentica leyenda de denuncias, desengaños y ellas defendiendo su fe y su castidad. No se conoce ni siquiera la época en la que fueron martirizadas.

San Zótico de Constantinopla. M. c. 350.
Martirologio Romano: En Constantinopla, san Zótico, presbítero, que se preocupó de alimentar a los huérfanos
Presbítero romano que se trasladó a Constantinopla, cuando Constantino llevó allí la capital del Imperio. Amigo y consejero del Emperador, fundó un hospital donde recogió a todos los enfermos que no aceptaba la sociedad como: los leprosos, lisiados, además de analfabetos y huérfanos. Fue un gran defensor de la fe contra el emperador arriano Costanzo, que le acusó de malversador de fondos y le condenó a muerte.

San Barbaciano de Rávena. s. V.

Martirologio Romano:En Rávena, de la región de la Flaminia, san Barbaciano, presbítero
Presbítero de Antioquía que marchó a Roma y se retiró en el cementerio de Calixto donde llevó una vida de oración y de penitencia. Realizó numerosos milagros, algunos en favor de personalidades de la corte imperial y por su fama llamó la atención de la emperatriz Plácida Augusta; ésta le convenció para que estableciese su residencia en Rávena, donde construyó el monasterio de San Juan Bautista y dirigió una comunidad de monjes; fue confesor de la emperatriz.
Por su intercesión, Gala Placida obtuvo, milagrosamente, reliquias de san Juan Evangelista y, por un voto, en el 425, hizo erigir la célebre basílica en honor a este santo. Cuando murió Barbaciano, tanto la emperatriz como el Arzobispo de Rávena, san Pedro Crisólogo, decidieron que fuera enterrado en su monasterio que después sería llamado de Santos Juan y Barbaciano. Con su sabiduría sirvió con grandeza al Estado. Patrón de Rávena y Bolonia.

Santa Melania "la Joven"

Martirologio Romano: En Jerusalén, santa Melania la Joven, que con su marido san Piniano se marchó de Roma y llegó a la Ciudad Santa, donde abrazaron la regla, ella entre las mujeres consagradas a Dios y él entre los monjes, ambos reposaron en una santa muerte

Nieta de santa Melania "la Anciana". Nació en Roma, pertenecía a la familia patricia de los Valerios y se casó con su primo san Piniano, un senador romano y millonario. Ambos decidieron en Roma, dedicarse a liberar esclavos y atender a los necesitados, vendiendo para ello todas sus posesiones de España y Francia. Muerto sus dos hijos de su temprano matrimonio y mantuvieron su resolución de vida de apostolado. Visitaron a san Agustín de Hipona y le ayudaron a fundar dos monasterios en África. Finalmente fijaron su residencia en Jerusalén. Piniano eligió una vida de perfección entre los monjes, y ella rigió santamente un monasterio de religiosas, la del monte de los Olivos. Melania hizo un viaje a Constantinopla, con el ideal de ver bautizado a Volusiano, su ilustre tío. "Puedes con tranquilidad ir a ver al Señor, porque has combatido el buen combate" le repite el obispo de Jerusalén cuando murió en esta ciudad totalmente pobre. Recibió a la emperatriz Eudoxia.

San Mario de Lausana. (530-594).

Martirologio Romano: En Lausanne, entre los helvecios (hoy Suiza), san Mario, obispo, que trasladó allí la sede de Aventicum, edificó muchas iglesias y fue defensor de los pobres

Nació en el país de los Eduos, Galias, y se formó en la abadía de Saint Symphorien de Autun. Obispo de Avenches, en Suiza (574-594). En el 585 tomó parte en el concilio de Macon. En el 587 consagró la iglesia de Nuestra Señora de Payerne en un terreno de su propiedad. Trasladó su sede episcopal a Lausana, donde fundó el convento de Payerne. Fue un gran defensor de los pobres. Su martirio es del todo legendario. Es el autor de la continuación de la “Crónica de Próspero” desde el 567 hasta el 581. Es una narración histórica bien precisa, que registra los sucesos acaecidos en Italia y en Oriente, con atención dedicada a los reinos franco y burgundio. Fue inhumado en la iglesia de San Tirso que después tomó su nombre.
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Fuentes: Hagiopedia
Santoral Tradicional católico
Varios canales de Youtube