INDICE
San Mateo, Apóstol y Evangelista
Lorenzo Imbert y compañeros, SantosPresbíteros y Mártires
Maura de Troyes, SantaVirgen
José Vila Barri, Beato Sacerdote y Mártir
San Jonás, santo del AT
Santa Efigenia la Etíope
San Gerulfo de Tronchiennes
San Castor de Apt, Obispo
San Cadoc de Lan-Carvan, Abad
San Alejandro de Roma, Mártir
Mateo, Apóstol y evangelista, patrono de aduaneros, loteros, expendedurías de tabaco y recaudadores de Hacienda; Alejandro, Isacio, Melecio, obispos; Pánfilo, mártires; Bernarda de Tarantasia, Ifigenia, vírgenes; Néstor, confesor; Gregorio, monje; Jonás, profeta.
SAN MATEO, Apóstol y Evangelista
Jesús vio a un hombre sentado en el banco de los
impuestos, llamado Mateo, y le dijo: Sígueme; y él,
levantándose, lo siguió.
(Mateo, 9, 9).
Jesús vio a un hombre sentado en el banco de los
impuestos, llamado Mateo, y le dijo: Sígueme; y él,
levantándose, lo siguió.
(Mateo, 9, 9).
San Mateo, "Leví, el publicano", dejó, al llamarlo Jesucristo, sus bienes reunidos percibiendo impuestos. Después de la Ascensión, escribió primero su Evangelio a pedido de los hebreos convertidos, fuese después a predicar a Egipto y de allí pasó a Etiopía, donde resucitó a la hija del rey. La hija mayor del rey, Ifigenia, oyó del Apóstol el elogio de la virginidad y se obligó con voto de perpetua castidad ella y otras doscientas jóvenes. Hirtaco, usurpador del reino, quiso casarse con ella, pero San Mateo la animó a perseverar en su voto. El bárbaro rey envió soldados que masacraron al santo Apóstol al pie del altar.
MEDITACIÓN SOBRE SAN MATEO
I. Nuestro Señor, viendo a San Mateo sentado en el banco de los impuestos, lo llamó para hacerlo su discípulo. De inmediato se levantó San Mateo y lo siguió. Jesucristo pasa, nos mira y nos llama: rindámonos a la invitación de la gracia, cuando Jesús se haya alejado, quien sabe si aun lo podamos encontrar... Levantémonos prontamente, renunciemos al pecado con una voluntad firme de no volver a caer en él. Desde tanto tiempo nos llama Jesucristo, y siempre estamos en el mismo estado, siempre tibios en su servicio, siempre apegados a nuestros placeres.
II. San Mateo es uno de los cuatro Evangelistas; mas no se contentó con escribir el admirable Evangelio que tenemos en nuestras manos, quiso predicar a los etíopes lo que había escrito. Tú no puedes escribir ni anunciar el Evangelio como hizo él, pero puedes y debes obedecer al Evangelio tanto como él. Tienes fe: que tus actos estén de acuerdo
con tu creencia. Hay que acordar nuestra vida con el Evangelio. (San Crisólogo)
III. San Mateo fue mártir, se puede decir, de la hermosa virtud de la castidad. Tu vida debe ser un martirio continuo. Es preciso que te prives de tus placeres más dulces, que mueras incesantemente a ti mismo por la mortificación de tus sentidos, de tus pasiones y de tu voluntad propia. Esto es duro, lo confieso, pero el paraíso bien merece la pena de que se sufra algo. Es duro, sí, pero mucho más duro será para los réprobos oír esta sentencia: ¡Id, malditos, al fuego eterno!
La fidelidad a la vocación
Orad por la propagación de la fe.
ORACIÓN
Asistidnos, Señor, por los méritos de San Mateo, vuestro Apóstol y Evangelista, a fin de que su intercesión nos procure los dones que no podemos obtener por nosotros mismos. Por J. C. N. S. Amén.
En Etiopía, el triunfo de san Mateo, Apóstol y Evangelista, el cual, predicando en aquella región, padeció el martirio. Su Evangelio, escrito en hebreo, fue hallado, por revelación suya, junto con el cuerpo de san Bernabé Apóstol, en tiempo del Emperador Zenón.
En tierra de Saar, san Jonás, Profeta, que está sepultado en Geth.
En Etiopía, santa Ingenia, Virgen, que bautizada por el Apóstol san Mateo y consagrada a Dios, descansó con santo fin.
En Roma, san Pánfilo, Mártir.
El mismo día, en la vía Claudia, a veinte millas de la ciudad, el martirio de san Alejandro, Obispo, que en el imperio de Antonino superó por la fe de Cristo prisiones, golpes, el ecúleo, las teas encendidas, las uñas aceradas, las fieras y las llamas de un horno, y finalmente degollado, consiguió la vida bienaventurada. Más tarde san Dámaso Papa trasladó a Roma su cuerpo el 26 de Noviembre.
En Chipre, san Isacio, Obispo y Mártir.
En Fenicia, san Eusebio, Mártir, el cual, presentándose de su voluntad al Prefecto, y denunciándose como Cristiano, fue por él con muchos suplicios atormentado, y por último degollado.
En Chipre, san Melecio, Obispo y Confesor.
Y en otras partes, otros muchos santos Mártires y Confesores, y santas Vírgenes.
R. Deo Gratias.
http://www.aciprensa.com/podcast/santo/setiembre21-07mateo.mp3
San Mateo
También conocido como Leví
Etim.: Del griego, mathhaios; del arameo, mattai, es una forma corta del hebreo, mattanyah, que significa "regalo de Yahvé".
Uno de los doce Apóstoles y autor del primer Evangelio.
Su símbolo: hombre con alas >>>
Patrón de banqueros, contadores y fuerzas de seguridad.
Nació en Cafarnaún, y, cuando Jesús lo llamó, ejercía el oficio de recaudador de impuestos. Escribió el evangelio en lengua aramea y, según la tradición, predicó en Oriente.
Jesús lo vio y, porque lo amó, lo eligió - San Beda
San Mateo es llamado por dos Evangelistas: Levi, ambos nombres son de origen Judíos. El último lo obtuvo antes de su conversión, el otro lo tomo después, para mostrar la renuncia a su profesión y que era un hombre nuevo. Hijo de Alfeo, vivió en Cafarnaun, en el lago de Galilea.
Fue por profesión un publicano, o colector de impuestos para los Romanos. Entre los Judíos, estos publicanos fueron mas infames y odiosos porque esta nación los miraba como enemigos de su privilegio de libertad natural que Dios les había dado, y como personas manchadas por su conversación frecuente y asociación con los paganos, y la esclavización sobre sus compatriotas. Los Judíos los aborrecían universalmente, veían sus propiedades o dinero como fortunas de ladrones , les prohibieron su comunión y participación en su actividades religiosas, al igual que de todos eventos de la sociedad cívica y de comercio. Tertuliano esta ciertamente equivocado cuando afirma que solo los gentiles fueron empleados en este oficio sórdido como San Jerónimo demuestra en varios pasajes de los evangelios. Y es cierto que San Mateo fue Judío, aunque un publicano.
Su oficio dice haber consistido particularmente en acumular costumbres de comodidades que vinieron por el Genesareth o Tiberias, y un peaje que los pasajeros pagaban al venir por agua; San Marco dice que San Mateo mantuvo su oficio de cobro de peaje alado del lago, donde el se sentaba. Jesús, habiendo últimamente curado un paralítico famoso, salio de Cafarnaúm, y camino sobre los bancos del lago o mar de Genesareth, enseñando las personas que le seguían. Aquí el observó a Mateo que realizaba su trabajo de cobro de peaje a quien el llamo a venir y a seguirle. El hombre era rico, disfrutaba de un sueldo lucrativo, era un hombre sabio y prudente, y entendía perfectamente lo que seguir a Jesús le costaría. Pero el no tuvo miramientos y dejo todos sus intereses y relaciones para hacerse un discipular del Señor. No sabemos si el ya estaba relacionado con la persona o doctrina de nuestro Salvador, especialmente como estaba cerca de Cafarnaúm, y su casa parece haber sido en la ciudad, donde Cristo había vivido por algún tiempo, había predicado y hechos muchos milagros, por lo cual el estaba en algún medido preparando a recibir la impresión que el llamado de Jesús había hecho sobre el.
San Jerónimo dice que un cierto aire de majestad brillaron en la continencia de Nuestro Divino Redentor, y traspaso su alma y lo atrajo fuertemente. Este apóstol, a la primera invitación, rompió todas ataduras; dejo sus riquezas, su familia, su preocupaciones del mundo, sus placeres, y su profesión. Su conversión fue sincera y perfecta. San Mateo nunca regreso a su oficio porque era una profesión peligrosa, y una ocasión de avaricia, opresión, y extorsión. San Mateo, al convertirse, para mostrar que no estaba descontento con su cambio, pero que lo miraba como su mas gran felicidad, entretuvo a Nuestro Señor y sus discípulos en una gran comida en su casa a donde invito sus amigos, especialmente los de su ultima profesión, como si esperaba que por medio de la divina conversación de Nuestro Salvador, ellos también quizás sean convertidos.
Después de la ascensión de Nuestro Señor, San Mateo predicó por varios años en Judea y en los países cercanos hasta la dispersión de los apóstoles. Un poco antes de la dispersión escribió su evangelio, o pequeña historia de Nuestro Bendito Redentor. Que la compilo antes de su dispersión aparece no solo porque fue escrito antes de los otros evangelios, sino también el Apóstol Bartolomé se llevo una copia con el a la India, y la dejo allí. San Mateo escribo su evangelio para satisfacer los conversos de Palestina. El Evangelio de San Mateo desciende a un detalle mas particular y completo en las acciones de Cristo que los otros tres, pero desde el Capitulo V al XIV el frecuentemente se distingue de los otros en la serie de su narrativos, ignorando el orden del tiempo, para que esas instrucciones que tienen mas afinidad una con la otra, estén relacionadas juntas. Este evangelista mas bien enfoca sobre las lecciones de moralidad de Nuestro Salvador, y describe su temporal o generación humana, en que las promesas hechas a Abraham y David respecto al nacimiento del Mesías de su semilla fueron realizados; tal argumento inducía de manera particular a los Judíos para que creyeran en el.
San Mateo, después de haber hecho una gran cosecha de almas en Judea, fue a predicar la fe a las naciones barbaras e incivilizadas del Este. El era una persona muy devota a la contemplación celestial y llevaba una vida austera, usando una dieta muy rigurosa; pues no comía carne en vez satisfacía su apetito con hierbas, raíces, semillas. San Ambrosio dice que Dios le abrió el País de los Persas. Rufinus y Sócrates nos dicen que el llevo el evangelio a Etiopía, significando probablemente las partes Sur y Este de Asia. San Paulino menciona que el terminó su curso en Parthia. Venantus Fortunatus relata que el sufrió el martirio en Nudubaz, una ciudad en esas partes. Dorotheus dice que el fue honorablemente enterrado en Hierapolis en Porthia. Sus reliquias fueron traídas al Oeste, Papa Gregorio VII, en una carta al Obispo de Salerno en 1080, testifica que fueron guardados en una iglesia que tenia el nombre de la ciudad. Todavía están en este lugar.
Predicó entre los judíos por 15 años, incluyendo posiblemente a los judíos de Etiopía, Africa. Murió mártir.
Fuente Bibliográfica: Vidas de los Santos de Butler, Vol. III.
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Autor: Lamberto de Echeverría | Fuente: Mercaba.org
Lorenzo Imbert y compañeros, Santos Presbíteros y Mártires
Martirologio Romano: En Sai-Nam-Hte, en Corea, pasión de los santos mártires Lorenzo Imbert, obispo, Pedro Maubant y Jacobo Chastan, presbíteros de la Sociedad de Misiones Extranjeras de París, los cuales, por salvar la vida de sus cristianos, se ofrecieron a los soldados de guardia hasta ser asesinados a espada (1839). Fecha de canonización: Los tres forman parte de 103 mártires canonizados por S.S. Juan Pablo II el 6 de mayo de 1984, en Seúl, Corea. Lorenzo José Mario Imbert. Su nombre es el primero y el más destacado de la larga relación de mártires cuya fiesta se celebra hoy.
Había nacido en la diócesis de Aix-en-Provence. Su familia residía en Calas, y era harto pobre. Es conmovedor saber cómo aprendió a leer: un día encontró un centimillo en la calle, con el compró un alfabeto y rogó a una vecina que le enseñara las letras. Así, a fuerza de perseverancia, consiguió la preparación suficiente para poder ingresar, en 1818, en el seminario de Misiones Extranjeras. Después de dos años de estudios se embarca en Burdeos y marcha a trabajar a China. En plena tarea apostólica le sorprende el nombramiento de vicario apostólico de Corea y su elevación al episcopado. En mayo de 1837 es consagrado en Seu-Tchouen, y al terminar el año llega a Corea.
No era el primero en llegar. Le habían precedido ya otros dos misioneros, llamados a compartir el martirio con él. Los dos franceses: Pedro Filiberto Maubant, nacido en la diócesis de Bayeux, y Santiago Honorato Castán, nacido en la diócesis de Digne. El primero había venido directamente de Francia. El segundo había trabajado anteriormente en Siam. Inmediatamente pusieron manos a la obra. Ante todo fue necesario aprender la lengua coreana, tributaria del chino, pero con muchas analogías con los dialectos siberianos. Después pudieron ya ponerse de lleno al trabajo apostólico. Escuchemos a monseñor Imbert lo que era su vida: "No permanezco mas que dos días en cada casa que reúno los cristianos, y antes de que amanezca el tercer día paso a otra casa. Me toca sufrir mucha hambre, porque después de haberme levantado a las dos y media de la madrugada, esperar hasta el mediodía y recibir entonces una comida mala y floja, bajo un clima bajo y seco, no es cosa fácil. Después de comer reposo un poco, y a continuación doy clase de teología a mis seminaristas; después oigo confesiones hasta la noche.
Me acuesto a las nueve sobre la tierra cubierta de una lona y un tapiz de lana de Tartaria, porque en Corea no hay ni camas ni mantas. He tenido, siempre un cuerpo débil y enfermizo, y a pesar de todo he llevado adelante una vida laboriosa y bien ocupada; pero aquí pienso haber llegado a lo superlativo y al nec plus ultra de trabajo. Ya os imaginaréis que con una vida tan penosa no tengamos miedo al golpe de sable que debe terminarla." Todo esto había que hacerlo con el mayor secreto. Las quince o veinte personas a las que había atendido cada día: confesiones, bautismos, confirmaciones, matrimonios, etcétera, tenían que retirarse antes de la aurora. Aun así, aquella vida no pudo prolongarse mucho tiempo. Dos años después de su llegada, el 11 de agosto de 1839, monseñor Imbert era detenido por los perseguidores. Comprendió bien que había llegado el final de su vida. Y creyó un deber, para evitar apostasías a los fieles seguidores, invitar a sus dos compañeros a entregarse. La tarjeta enviada por el obispo, que era una invitación al martirio, llegó primero al padre Maubant, quien la transmitió a su compañero el padre Castán. Ambos obedecieron sin vacilar.
Cada uno redactó una instrucción para uso de sus fieles y luego en común unas líneas dirigidas a toda la cristiandad coreana. Escribieron una breve memoria para el Cardenal Prefecto de Propaganda Fide y una carta a sus hermanos de las Misiones Extranjeras para encomendarles a sus neófitos. En esta carta es donde alegremente, como si quisieran aliviarles la pena, dicen que "el primer ministro Ni, actualmente gran perseguidor, ha hecho fabricar tres grandes sables para cortar cabezas". Todo esto llevaba la fecha del 6 de septiembre. Y una vez terminados los preparativos, los dos misioneros se unieron a su obispo. Los tres europeos comparecieron ante el prefecto y confesaron noblemente su fe: "Por salvar las almas de muchos, no hemos vacilado ante una distancia de diez millares de lys. Denunciar a nuestras gentes, y hacerles daño, olvidando los diez mandamientos, no lo haremos jamás, preferimos morir." Aquel mismo día 15 de septiembre recibieron la primera paliza, con bastones. Otra nueva les esperaba, después de un interrogatorio similar, el día 16. Por fin, el día 21 tuvo lugar el suplicio final. Les desnudaron hasta la cintura, y les asaetearon cruelmente, de arriba a abajo, a través de las orejas, les colmaron de heridas y, por fin, los rociaron de cal viva. Después de obligarles a dar por tres veces la vuelta a la plaza, mostrándose al público que se burlaba de ellos, se les hizo arrodillarse. Los soldados empezaron a correr en su derredor y al pasar les golpeaban con su sable. El padre Castán se puso instintivamente de pie al recibir el primer golpe.
Después se arrodilló junto a sus dos compañeros, que estaban inmóviles. Al poco tiempo, los tres habían muerto. Pero no eran ellos solos. Antes y después iban a perecer en aquella misma persecución otros muchos cristianos. El primer lugar, un sacerdote nativo: el padre Andrés Kim. De acuerdo con las mejores tradiciones del seminario de Misiones Extranjeras, los misioneros se habían preocupado de ir preparando, en lo posible, un clero nativo. Cuando ellos murieron, el padre Kim se esforzó por conseguir que vinieran nuevos misioneros. En estos afanes le sorprendieron los perseguidores. Después de larga estancia en la cárcel, fue decapitado en 1846. En la misma persecución murieron también diez catequistas y una muchedumbre de fieles. De entre ellos se escogieron unos cuantos, a quienes hoy veneramos en los altares: setenta y cinco héroes "nobles y plebeyos, jóvenes y viejos, mujeres ya maduras y jóvenes en la más florida edad, que prefirieron las cárceles, los tormentos, el fuego, el hierro, las cosas más extremas a trueque de no apartarse de la religión santísima. Para tentar su fe, los bárbaros verdugos recurrieron a los tormentos más refinados. Unos fueron ahorcados, a otros les rompieron las piernas, otros fueron azotados hasta la muerte, otros quemados con planchas ardientes, otros enterrados vivos en nichos para que murieran de hambre, y así todos cambiaron esta vida por otra inmortal y feliz.
Tantos y tan crueles suplicios los sufrieron todos con invicta fortaleza". Tales son las palabras del Decreto de beatificación expedido por el papa Pío XI. Porque, como ya anteriormente se había escrito en el Decreto de tuto, aquella muchedumbre, en la que había incluso niños de quince y trece años, "mostró tanta constancia en profesar la fe, que en manera alguna pudo la rabia de los perseguidores llegar a vencerla. Ni las cárceles largas y horribles, ni los tormentos crudelísimos, ni el hambre y la sed, con la que ellos eran probados, ni otros horrendos suplicios, ni el terror y los halagos de los jueces impíos, ni la edad juvenil o provecta, ni el amor materno, ni la piedad filial, ni el dulce yugo del matrimonio, fueron capaces de superar la fortaleza y firmeza de aquellos mártires". No es extraño que muy pronto se extendiera por todo el mundo la fama de su admirable ejemplo. Por eso, el papa Pío XI, superando las dificultades de tipo jurídico que se oponían a su beatificación, pues resultaba muy difícil recoger las pruebas exigidas con todo el rigor canónico, teniendo en cuenta que había certeza absoluta de la realidad del martirio, los beatificó solemnemente en 1925. Su sangre, como siempre ha ocurrido, fue semilla de nuevos cristianos, y hoy Corea, al menos en su parte Sur, libre del comunismo, es una de las cristiandades más florecientes y esperanzadoras de todo el Extremo Oriente.
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Fuente: patria-nazarena.blogspot.com
José Vila Barri, Beato Sacerdote y Mártir,
>Martirologio Romano: En diversos lugares de España, Beatos Jaime Puig Mirosa y 18 compañeros de la Congregación de los Hijos de la Sagrada Familia de Jesús, María y José, además de Sebastián Lorens Telarroja, laico, asesinados por odio a la fe. († 1936-1937) Fecha de beatificación: 13 de octubre de 2013, durante el pontificado de S.S. Francisco. Hijo de Juan y de Iluminada, nació el día 14 de abril de 1910 en Camprodón (Girona). Era el mayor de tres hijos y el único varón.
Quedando huérfano de padre y en una difícil situación económica, le fue concedido el ingreso en el Colegio de Huérfanos de Sant Julià de Vilatorta a los 11 años por petición de su abuela. Allí completó la enseñanza primaria y fue cultivando una vocación religiosa y sacerdotal que unos años más tarde, con su ingreso al colegio Nazareno de Blanes el 25 de julio de 1925, asumiría en nuestro Instituto de Hijos de la Sagrada Familia. Vistió el hábito el 25 de septiembre de 1927 en el colegio Sagrada Familia de Les Corts, a manos del P. Luis Tallada, Superior General, e inició el año de noviciado junto con Pedro Ruiz, Francisco Saborit, Ramón Jordà y Bernardo Serra, entre otros.
El día 26 de septiembre de 1928 hizo su primera profesión, frecuentando en los años siguientes sus estudios eclesiásticos en el escolasticado de Les Corts y siendo su prefecto el P. Ramón Oromí, Maestro suyo también durante el noviciado. Profesó perpetuamente el 20 de septiembre de 1935. En Barcelona recibió la tonsura y las primeras órdenes y fue promovido sucesivamente el diaconado, que tuvo fecha el 17 de diciembre de 1935. El 7 de marzo de 1936 fue ordenado sacerdote, en Girona, junto con los padres Mariano Ruiz, Roberto Montserrat y José Pairó. Cantó su primera misa en la capilla del colegio de Loreto de Les Corts. Como minorista, había hecho las prácticas de enseñanza en los colegios de Huérfanos de Sant Julià y Santa María de Blanes. En los pocos años de su ministerio sacerdotal, manifestó una gran estima y gravedad en su porte, en el modo de hablar y, sobre todo, en la celebración de la eucaristía. La revolución de 1936 le sorprendió haciendo las veces de superior y prefecto de escolares de 12 filósofos en la residencia de Mas Loreto, Mosqueroles, con el teólogo Pedro Ruiz como viceprefecto y el coadjutor Domingo García. Por el párroco del lugar y la radio se enteraron de lo que sucedía en varios puntos de la península.
El día jueves, 22 de julio, por la mañana, tras el aviso de la llegada de un grupo de comunistas en el pueblo para saquear las casas y quemar la parroquia y la residencia, la mayoría se dispersó por el bosque, permaneciendo escondidos en casas amigas durante dos semanas. El padre Vila tuvo que proveer, en aquellas graves circunstancias y sin poder comunicarse con el P. Samá, Superior General por aquel entonces, a la seguridad y alojamiento de todos. Fue el último en abandonar la residencia cuando ya se habían dispersado los otros, estando dispuesto a ofrecerse el primero con tal de poner a salvo a los demás. El único pase que logró conseguir lo cedió al hermano Juan Sierra para que pudiera llegar hasta Barcelona y ampararse en el consulado norteamericano. En la madrugada del 2 de agosto, el padre Vila, con los hermanos Casimiro Roca y Pedro Ruiz, emprendió viaje, a pie, hacia Vic. Allí se hospedaron en casa de su hermana Isabel, mientras les obtuvo nuevos pases y pasaje hasta Manresa, quedando el padre Vila en su casa hasta el día 20 de septiembre, en que fue detenido. Desde primeros de aquel mes, había acudido también a refugiarse allí el padre Buenaventura Belart, escolapio, pariente suyo, que también fue detenido aquel mismo día.
Días más tarde, luego de haber sido informada del desenlace, su hermana misma precisó que ambos sacerdotes habían sido asesinados en la noche del 21 al 22 del mismo mes de septiembre. El padre Vila contaba con 26 años de edad y 8 de profesión religiosa. En 1942, en el Juzgado de Barcelona, se inscribió su desaparición.
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SANTA MAURA DE TROYES, Virgen (850 d.C.)
Nació en Troyes, la ciudad de la Champagne, en el año de 827, y gracias a sus fervientes plegarias, Dios le concedió la conversión de su padre, que hasta entonces había llevado una vida mundana y desordenada. Poco después de su arrepentimiento murió el padre de Maura, y ésta continuó su vida de siempre, sujeta por la obediencia más estricta a su madre, Sedulia. La devoción, la humildad y la paciencia de la joven fueron el ejemplo de toda la familia y el medio de santificación para su hermano Eutropio, quien llegó a ser el venerable obispo de Troyes.
La doncella consagraba todo su tiempo a la oración, la práctica de la obediencia en las atenciones a su madre, de la caridad en el servicio a los pobres, o bien a su trabajo, que consistía en servir a los necesitados y a la Iglesia. Si establecer orden en lo que hacemos conduce el alma a Dios, de acuerdo con la observación de San Agustín, hay que señalar que Maura reglamentaba la distribución de su tiempo en todas sus acciones. Se pasaba prácticamente la mañana entera en la iglesia, en actos de adoración a Dios, de oración al divino Redentor y de meditación en su Pasión y su muerte.
Ayunaba cada miércoles y cada viernes, sin probar otro alimento que el pan y el agua; a veces, en aquellos días de penitencia, caminaba descalza hasta el monasterio de Montenay, a dos leguas de la ciudad, para entregar los secretos de su alma al santo abad del lugar. Es difícil explicar el respeto profundo, casi doloroso, que le penetraba al espíritu cuando oía la palabra del Señor, y era tan grande la sensibilidad de su alma ante la devoción que, aún no se había arrodillado a orar, cuando las lágrimas manaban en abundancia de sus ojos. Dios obró maravillas en favor suyo, pero ella se impuso el deber de ocultar Sus beneficios, porque temía el aplauso y la admiración del mundo. En los últimos momentos de su vida, murmuró el Padre Nuestro y murió al pronunciar las palabras: "Venga a nos tu reino", cuando acababa de cumplir los veintitrés años de edad. El Acta Sanctorum, sept. vol. VI, reproduce una breve biografía de la que fue autor San Prudencio de Troyes, quien murió en 861. Ver también a E. Socard en Sainte Maure de Troyes (1867).
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San Jonás, santo del AT
canonización: bíblico
hagiografía: Abel Della Costa
Conmemoración de san Jonás, profeta, hijo de Amitay (2Re 14,25), cuyo nombre lleva un libro del Antiguo Testamento, y cuya conocida expulsión del vientre del cetáceo es presentada en el propio Evangelio como signo de la Resurrección del Señor (Mt 12,40).
El profeta Jonás es históricamente una figura problemática, y al estar incluido en el santoral no es posible dejar de lado las cuestiones que plantea. La primera de todas es la de su propia existencia histórica. En la actualidad el libro es reconocido unánimemente por la exégesis como una ficción literaria que tiene a un profeta como protagonista (como podría haber tenido un sacerdote, un maestro de la ley, etc), y no como verdaderamente un libro profético. Otros libros de profetas, como el de Isaías o el de Jeremías, por ejemplo, narran la carrera y el mensaje profético de ciertos personajes que realmente existieron (aunque, al uso antiguo, la mayoría de los libros «de» los profetas no fueron escritos por ellos sino por discípulos y sus escuelas, a lo mejor a lo largo de siglos), pero en el caso de Jonás se trata de una parábola: la parábola de un profeta díscolo y contestón, testarudo y con poca penetración en los misterios divinos... ¡todo un personaje! Tratándose de una parábola, su protagonista no necesariamente tiene que haber existido.
No pretendemos que existieron en la historia un hijo pródigo y un administrador infel, así como no pretendemos que existieran en la historia los personajes de los cuentos de ficción... más bien el hecho de que esas historias no hablen de ningún personaje que haya existido implica la gran ventaja de que sus rasgos son adaptables a cualquier persona que realmente exista... ¡sobre todo a nosotros mismos! Con facilidad nos identificamos con el hijo pródigo, o con el hijo mayor, con el administrador infiel, o con el obrero de la undécima hora, o con el de la primera; precisamente porque nunca existieron, existen siempre: siempre que alguien toma sus rasgos, cosa que ocurre a cada segundo infinidad de veces. La «lección» de Jonás tenía que ver precisamente con eso: en una época en que Israel se iba encerrando más y más en su nacionalismo costumbrista y a la vez se lamentaba melancólicamente en que ya no había profetas como antaño, el librito muestra que lo fundamental no es la figura del profeta, sino el hecho de que se tenga abierta la mirada para aprender a leer los signos de Dios en la realidad: que a veces Dios llama a quien no queremos que llame, que a veces salva a quien nunca esperaríamos que salve, y que hay que aprender de una vez por todas la verdadera lección de los profetas antiguos: Israel tiene una misión, pero Dios es Dios de todos y para todos, también de Nínive.
Pero sucedió algo inesperado: la gente bíblica (escritores, redactores, compiladores, editores, etc), todo ese mundo humano -no organizado pero muy coherente- que es entorno cultural de la Biblia, tiene un especial amor simbólico por el número 12. ¿Por qué? vaya a saber, los símbolos no siempre tiene «razones», pero es claro que el 12 representa todo un «ritmo interno» en el curso de la historia bíblica. Pues bien: al compilar los profetas, quedaba un grupo de once... faltaba uno, y alguien incluyó el libro de Jonás entre los profetas que nosotros llamamos «menores», y formó ese grupo que los judíos llaman «Los Doce», cuando en realidad el lugar propio de Jonás hubiera estado con Tobías, Judith, Ester, Rut, es decir, la «literatura edificante» con base en la parábola.
Así comienza la confusión entre ficción y realidad. Que luego aumentó cuando la apologética cristiana comenzó a defender a ultranza cierto modo prosaico de entender los milagros biblicos, para oponerse al excesivo «simbolismo ocultista» de las corrientes de tipo gnósticas. San Agustín llega a decir que, aunque el milagro de Jonás en el vientre de la ballena provoca risa a los paganos, nosotros no podemos cuestionar su realidad, porque quien cuestiona una cosa cuestiona todo. Argumento por demás dudoso (las cosas son verdaderas o falsas por sí mismas, no en un pack-oferta de verdades «a bulto»), pero que, al venir con la autoridad de nada menos que san Agustín, caló tan hondo, que se seguía repitiendo como si fuera del todo lógico hasta hace relativamente pocos años.
Y a esto se vino a sumar que como Jesús comparó su Pascua con el «signo de Jonás», pareció que negar la realidad histórica de ese hecho, necesariamente iba a implicar negar la realidad histórica de la Pascua de Jesús, algo completamente distinto. Pero es muy importante recuperar hoy la figura ficcional y simbólica del profeta Jonás: porque en su realidad literaria vale para cada uno de nosotros, mientras que si hablara de un profeta del pasado, sus hechos se referirían sólo a él. Cuántos católicos lloran hoy que se van perdiendo en el mundo moderno los signos de un catolicismo que nos teníamos bien aprendido. Para todos nosotros sigue hablando la parábola del profeta tontorrón y cabezadura: Dios va a salvar por donde menos te lo esperas, y llama a quien menos te esperas. Pero claro, el Martirologio Romano no es un tratado de exégesis, y recibió heredada de una tradición multisecular la celebración de todos los profetas bíblicos, incluyendo a «San Jonás»
. Se podría retirar del martirologio, como se ha hecho con muchos santos cuya historia real era muy dudosa; sin embargo, el revisor ha preferido en este caso buscarle la vuelta para no romper esa preciosa armonía (que también es belleza y también es de Dios, aunque no cumpla con los criterios de la crítica histórica) de tener en el ciclo santoral anual a todo el ciclo de profetas bíblicos. Así que aprovechando que en la ficción el autor de Jonás identifica a su personaje con un profeta antiguo, que realmente había existido en época de Jeroboam de Joás y que es ocasionalmente mencionado en 2Reyes 14, el Santoral celebra hoy la memoria de un personaje real, a la vez que alude a la más conocida de las aventuras ficticias de Jonás (su estancia en el vientre de la ballena), sin pronunciarse sobre la realidad histórica de ese hecho, incontestablemente parabólico, tal como lo leemos hoy. Se recupera en el elogio del Martirologio Romano la relación tipológica entre el signo de la estancia en la ballena sin necesidad de que ese uso simbólico implique que haya tenido que ocurrir el hecho de tal estancia en la ballena. En todo caso, el delicadamente redactado elogio de Jonás en el Martirologio es toda una invitación a darnos un paseo por uno de los libritos más preciosos dentro de esa «literatura marginal» surgida en los últimos tiempos del Antiguo Testamento, a la sombra de la gran tradición poética, historiográfica y profética.
El punto de vista ficcional sobre esta obra (y por tanto sobre u personaje central) está hoy fuera de discusión exegética. En cambio la revalorización de su contenido y estilo están aun por hacerse, y muchos exégetas hay que no le otorgan el puesto de verdadera creación literaria que merece un libro pequeño pero cuidadosamente construido y escrito, atractivo y convocante. Su «mensaje», en todo caso, la voluntad salvífica universal, es perenne, y más valioso aun, si cabe, para los cristianos. Recomiendo, ante todo, la lectura directa del libro, nada difícil (siempre tomando con cierto humor al personaje, con el mismo humor con el que fue dibujado por el narrador): . Además puede consultarse bibliografía no muy compleja, como el cuaderno bíblico Verbo Divino dedicado al libro, o el capítulo correspondiente del Comentario Bíblico «San Jerónimo» (disponibles en la Biblioteca), breve pero como siempre de gran profundidad es la introducción del P. Alonso Schökel al libro de Jonás, en el tomo correspondiente a los Profetas, en la Biblia del Peregrino (II-1, pág. 434), disponible también a través de nuestra Biblioteca.
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Santa Efigenia la Etíope.
El culto a santa Efigenia siempre se asocia con los negros por ser ésta la primera santa conocida de África. Los colonos ayudaron mucho a la difusión de su culto entre los esclavos negros, y América, especialmente en Brasil, está bastante difundido. Resumiré el larguísimo tratado dedicado a Efigenia en el libro "El Carmelo Ilustrado con favores de la Reina de los ángeles", del P. Francisco Colmenero, escrito en 1754. Vamos, todo un clásico, pero lleno de errores históricos, para no hacerle mucho caso en lo que realidad se refiere: Santa Efigenia de Etiopía, princesa, virgen carmelita. 21 de septiembre. Efigenia era hija de Egippus y Eufenisa, reyes de Etiopía, a principios del siglo I, habría que decir. Tenía Efigenia un hermano mayor, llamado Efonio.
A los ocho años de la Ascensión del Señor llegó San Mateo (21 de septiembre) a la tierra de los nubios, o sea, Etiopía. Allí buscó a aquel eunuco etíope bautizado por San Felipe (3 de mayo), que ya había regresado a su tierra y esperaba apóstoles de Cristo. Este eunuco introdujo en la corte a Mateo y sus "coajutores", que eran carmelitas discípulos de Cristo y los Apóstoles. Mateo predicó, derrotó a los magos paganos Arfaxad y Zoroes, expulsó demonios y convirtió a las gentes. Enterado el rey, tomó partido neutral, permitió la predicación del cristianismo, pero continuó prefiriendo la religión anterior, o sea, no se convirtió del todo. Sin embargo, Efigenia sí que abrazó rotundamente el cristianismo, y buscó la manera de hacerle venir al palacio para que instruyera a su padre. Como no lo lograba, enfermó de tristeza. Sucedió que Arfaxad y Zoroes, temiendo perder su influencia, convocaron a los demonios y entraron a la ciudad dos dragones terribles que asolaron tierras y cultivos. Los magos, como los dominaban, los devolvieron al desierto de donde salieron, por lo que el agradecido rey los introdujo con grandes honores en la ciudad. Aprovechados de esto, dijeron que habría grandes calamidades si Mateo y sus ayudantes no se iban del reino y, luego, que la princesa Efigenia fuese sacrificada a los dioses.
Comunicó la noticia el rey a Efigenia con gran tristeza, pero convencido de la necesidad del crimen. Esta le respondió que aceptaba, pero que le diese unos días para prepararse, con lo cual quería ganar tiempo para instruirse, bautizarse y ser mártir por Cristo, si así tenía que ser. Consintió su padre en dejar que entrara Mateo al palacio, y al encontrarse este con Efigenia, comenzó a instruirla en la fe y, finalmente, le reveló que aunque su aceptación del martirio era grata a Dios, este disponía otra cosa para su gloria, confusión de los magos y conversión del reino. Quiso bautizarse Efigenia, pero Mateo le pidió que esperase un tiempo, para que fuera de más gloria a Dios. Y llegó el día del sacrificio. Se hizo un hoguera, se puso a Efigenia en medio, pero por más que se intentaba encender el fuego, este no se encendía. Finalmente, invocando al demonio, lograron los magos encenderlo, pero entonces, Efigenia gritó el nombre de Jesús y bajó un ángel del cielo que, desatándola, la llevó por los aires junto a su madre, dentro del palacio.
Curiosamente, aparece como franciscana El rey estaba dispuesto a aceptar la supremacía de la fe cristiana, cuando los magos, en secreto, invocaron a los dos dragones, que aparecieron de nuevo, lo cual hicieron ver que era un castigo de los dioses. Pero no contaban con que apareció San Mateo y pidió al rey intervenir. Así, el santo se enfrentó a los dragones, que ya entraban por la ciudad (hay que ver con que tensión y floritura narra este padre el portento, parece que viéramos una película: Efigenia mira por una ventana, el Eunuco por otra, los niños corren, las mujeres gritan...). Llegados a la Plaza Mayor (?), se abalanzaron contra el apóstol, pero este hizo la señal de la cruz, y los dragones vinieron mansos a sus pies, y se echaron como corderitos. Las turbas quisieron linchar a los magos, pero Mateo no lo permitió, bajo promesa de ellos de que se convertirían. Y mandó a los dragones que se fuesen y nunca más volvieran. Como así fue. Pero no terminó la cosa ahí. Aún estaba el pueblo festejando, cuando murió el príncipe heredero, Efonio
. El rey, aún creyente en los magos, los mandó llamar en secreto, para que revivieran a su hijo, cosa que no sucedió, por lo que mandó a encarcelarlos (aunque escaparon y fueron a Persia donde murieron aplastados por un templo pagano que se les vino encima). Efigenia llamó a Mateo que, como no, revivió al príncipe. Ante esto, el rey se convirtió formalmente, mandó quemar los templos de los ídolos, levantar templos a Jesucristo, y ordenó que todos fueran catequizados y bautizados. Los carmelitas acompañantes de San Mateo pudieron fundar su primer convento en el África. Se levantó una hermosa catedral dedicada a la Resurrección del Señor, en la que Mateo asentó cátedra y enseñaba a la familia real y su corte.
Pasado un tiempo, Efigenia quiso hacer algo más por Dios, definir lo que este querría de ella y un día, en un éxtasis, Dios le reveló. "Efigenia, si pretendes saber el conveniente modo de agradarme según mi divina voluntad, te has de hacer Generalísima de un ejército de vírgenes pobre, obedientes y castas, que renunciando voluntariamente al siglo, consigan la fortuna de ser esposas mías". Comunicó a San Mateo esta revelación y este le explicó lo que significaba la virginidad, la vida monástica (?) y de como podría servir a Dios así; y que era voluntad de Dios se fundase un monasterio de religiosas en la ciudad. Consintieron sus padres, que antes pensaban casarla, y pusieron todos los medios para construir el monasterio. Y mientras tanto, Efigenia comenzó a buscar a sus compañeras entre las convertidas más castas y santas. En poco tiempo tuvo 200 compañeras. Llegó el día de la consagración y San Mateo les dio el hábito marrón, la capa blanca y el velo negro en la catedral, para, luego de exhortarlas, llevarlas en procesión hasta el edificio monástico. Y ya aquí nos la hacen carmelita, pues vivirían esta Regla traída por los compañeros de San Mateo y que en adelante, serían sus superiores y directores.
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San Gerulfo de Tronchiennes
se sabe muy poco; sólo que era un adolescente que fue asesinado por un tío suyo en el año 750 cerca de Drongen, en Flandes, a fin de quitarle su herencia. Se le considera mártir porque murió perdonando a su tío. Su vida es legendaria y fue escrita por Gerardo de Brogne poco después de que las reliquias fueran trasladadas al monasterio de Tronchiennes en el año 932. El relato se basa en una tradición local aun más antigua.
Se dice que sus padres se llamaban Leutgoldo y Ratguera, que eran señores de Merendrée por lo que tenían un buen patrimonio. El día en el que recibió el sacramento de la confirmación por parte del obispo de Noyon, fue cuando su tío lo mató con una espada a fin de quitarle la herencia, como dije antes. Gerardo de Brogne dice de él que era “puer, adolescens vir” por lo que se estima que podría tener unos dieciocho años cuando fue asesinado. En el siglo XVI, los calvinistas destruyeron las reliquias, pero se conserva el cráneo en un precioso relicario
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San Castor de Apt, Obispo
Martirologio Romano: En Apta Julia (hoy Apt), ciudad de la Provenza, san Cástor, obispo, quien, deseando dar a conocer a los hermanos de un nuevo monasterio la vida de los monjes, pidió a san Juan Casiano que redactase las célebres Colaciones sobre los ascetas de Egipto. c. 420. Nació en Nimes. Se dedicó en su juventud a la abogacía. Después de unos años de matrimonio sin descendencia, su esposa tomó la decisión de retirarse a la vida contemplativa con ocasión de la muerte de su madre.
Cástor no sólo aceptó gustoso esta decisión de su esposa, sino que él mismo decidió también dedicarse a la vida religiosa, para lo cual fundó el monasterio de Mananca, en el actual lugar del pueblo de Menerbes, distrito de Apt. No quiso, por modestia, ser abad del mismo. Pero cuando falleció éste, los monjes le obligaron por aclamación a ocupar ese cargo. Era el principio de la vida monástica, y le fue muy útil la ayuda de san Juan Casiano; gracias a él, san Juan Casiano escribió “De Instituttis Coenobiorum”; porque Castor deseaba exponer a los monjes del nuevo monasterio de San Faustino (Cavaillon) la vida sencilla de los santos. Al morir el obispo Quintín, de Apt, fue nombrado y consagrado obispo, también contra su voluntad. Se le suele representar con un jabalí a causa de que en una ocasión uno de estos animales que había entrado en la ciudad, se refugió a su lado para evitar que le mataran. Su culto se ha limitado a los calendarios locales. = Fuente: oremosjuntos.com
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San Cadoc de Lan-Carvan, Abad
Martirologio Romano: En el monasterio de Lan-Carvan, en Cambria meridional, san Cadoc, abad, bajo cuya autoría también fueron fundados muchos monasterios en la región de Cornwall (Cornualles), en Inglaterra, y en Bretaña Menor. (c.500 - c.580). Hijo de san Gundleo, rey de Cambria meridional y de santa Gladys; hermano de san Petroc. Cuando era aún adolescente fue enviado al monasterio de Caerwent, en Monmouthshire, para que fuera educado por el santo irlandés Tathan. Cuando llegó a la edad adulta rechazó ingresar en el ejército de su padre prefiriendo entrar en la vida religiosa. Tuvo muchos discípulos en Gales y Bretaña. En el 518 fundó la abadía de Llançarvon o Llancarfan, no lejos de Cardiff (Gales), que llegó a ser una casa de santos y centro de estudios y, de la que fue abad.
Le son atribuídas muchas otras fundaciones: en Llanspyddid, iglesias en Dyfed, en Cornualles y Bretaña; también fundó el monasterio de Narcavan en la isla de Marbilicia. Hacia el 528, después de la muerte de su padre, parece que construyó un monasterio de piedra en Escocia, al pie del monte Bannauc. Se piensa que el monasterio estuvo donde ahora se encuentra la ciudad de Saint Ninians. Estuvo presente en el conflicto entre el rey Artú de Maelgwn del Gwyedd y el rey Rhain Dremrudd de Brychiniog. Cadoc regresó a Gales con muchos discípulos irlandeses, entre ellos san Finiano de Clonard. Se establecieron en Llanspyddid, en Brycheiniog. Mientras se encontraban en este lugar apareció una sequía, pero Cadoc gracias a una intervención divina consiguió que sus discípulos no pasaran hambre. Su abuelo materno san Brychán, le donó la iglesia de Llanspyddid, donde Cadoc dejó a Brachan como abad, mientra él se marchó a Llangadog, en Dyfed. Aquí sufrió los acosos de un señor local y gracias a sus buenas maneras consiguió la conversión de san Iltuto, oficial del rey Pawl de Penychen. Cadoc regresó a Llancarfan, donde se encontró el monasterio fundado por él, en ruinas y los monjes muertos o huidos.
San Finiano y los demás reconstruyeron el lugar para su amigo. Entre tanto su padre, ya viejo, murió y Cadoc subió al trono. Pronto heredó las tierras de Penychen. Nuestro santo no permitió que sus responsabilidades seculares interfirieran con su modo de vivir religioso. San Gildo fue nombrado abad de Llancarfan durante un breve periodo, hasta que el rey decidió viajar al norte para difundir el Evangelio. San Gildo le pidió fundar un monasterio sobre la tumba del rey Caw en Cambuslang; Cadoc estuvo totalmente de acuerdo. Regresaron a Llancarfan y los dos se retiraron más allá del canal de Bristol: Cadoc a la isla de Barry y san Gildo en la isla de Flathom, los dos se encontraron a menudo para orar juntos. Al final Gildo se fue a Glastonbury y Cadoc, con algunos de sus compañeros, se fue a Bretaña, quizás para huir de una epidemia que asoló Gales.
Cadoc visitó a su tía, santa Keyna, en Mont-Saint-Michel, donde fundó una capilla en Harlyn. En Bretaña se estableció en la isla de San Cadou en el mar de Belz. Mientras estuvo ausente, en Gales se celebró el sínodo de Llandewi Brefi, en el que san David de Gales, fue nombrado arzobispo de Gales. Cadoc se enfureció y desde aquel momento las relaciones con los monjes de Dyfed fueron ásperas. Durante su estancia en Europa, Cadoc peregrinó a Roma y Jerusalén. En pero pronto regresó a Britania, donde fue guía espiritual de sus compatriotas, en los condados orientales; fue nombrado abad mitrado de Bannaventa en Northamptonshire y durante la última batalla con los invasores sajones, fue martirizado en Weedon. Su cuerpo fue trasladado a Llancarfan. Es el santo más popular del País de Gales después de san David de Gales. La leyenda dice que engañó al diablo que se había comprometido a construir un puente que uniera la isla de Batz con el continente, con la condición de quedarse con la primera criatura que lo atravesara, Cadoc hizo que pasara un gato. La leyenda dice que, junto a san Iltuto, fue uno de los tres caballeros que custodiaron el Santo Grial. = Fuente: oremosjuntos.com
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San Alejandro de Roma, Mártir
Martirologio Romano: En Baccano, en la vía Claudia, a veinte miliarios de la ciudad de Roma, san Alejandro, mártir. s. II.
Obispo en las cercanías de Roma. Sus milagros atrajeron la atención del pueblo y fue martirizado en la vía Claudia, a 20 millas de Roma. San Dámaso trasladó sus reliquias a un iglesia romana. Otros autores dicen que está enterrado en la vía Cassia.
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Fuente: oremosjuntos.com
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