Pablo de la Cruz, Santo El místico del Calvario
Antonio Daniel, Santo Mártir
Mártires de Canadá Mártires en Cánada
Felipe Howard, Santo Biografía
Laura de Córdoba, Santa Mártir
Isaac Jogues, Santo Mártir Jesuita
Inés de Jesús de Langeac, Beata Religiosa Dominica
San Pedro de Alcántara
San Pablo de la Cruz, Roma, s. XVIII.
San Lucas del Espíritu Santo
San Juan de Brebeuf y otros mártires del Canadá
Juan de Brebeuf, Isaac Yogues, Renato y compañeros mártires canadienses; Berónico, Varo, mártires; Etbino, Aquilino, Zósimo, obispos; Pelagia, virgen.
SAN PEDRO DE ALCÁNTARA, Confesor
Traemos siempre y por todas partes en nuestro cuerpo
la mortificación de Jesucristo, a fin de que la vida de J esús
se manifieste también en nuestro cuerpo.
(2 Corintios, 4, 10).
Traemos siempre y por todas partes en nuestro cuerpo
la mortificación de Jesucristo, a fin de que la vida de J esús
se manifieste también en nuestro cuerpo.
(2 Corintios, 4, 10).
San Pedro de Alcántara, siendo aun niño abandonó todas las esperanzas que le daban su nacimiento ilustre y sus raras cualidades, para entrar en la Orden los Recoletos. Animado del espíritu de San Francisco, trabajó con mucho fruto por la salvación de las almas, mediante sus predicaciones y numerosos milagros que Dios obró a sus ruegos. Santa Teresa mucho lo admiraba y asegura que Dios nada le había rehusado de lo que ella le había pedido por su intermedio. Murió en 1562.
MEDITACIÓN SOBRE LA VIDA DE SAN PEDRO DE ALCÁNTARA
I. Este gran santo tenía tanto amor por los sufrimientos que a las austeridades prescritas por la regla de su Orden, añadió también otras más rigurosas. Comienza tú por practicar las mortificaciones que te impone tu estado de vida; haz después algunas penitencias supererogatorias. Es la manera de evitar el pecado. ¡Al que renuncia a las cosas permitidas, qué fácil le resulta evitar las prohibidas! (Tertuliano).
II. Su espíritu siempre estaba ocupado por el pensamiento de Dios. ¿Qué te impide a ti elevar de vez en cuando tu corazón a Dios? Lo puedes hacer en medio de tus más importantes ocupaciones. Ofrece al Señor, en cada hora del día, lo que haces y lo que sufres. Un acto de amor o de contrición se hace muy pronto.
III. Este santo tenía tanta caridad para con el prójimo que trabajaba sin descanso en su conversión. Comenzó reformando su Orden en España, después en Portugal, y en seguida mediante sus predicaciones se ocupó de la conversión de los pecadores. Comienza tú, asimismo, trabajando por la conversión de aquellos con quienes vives; para esto, tu buen ejemplo será más poderoso que tus palabras. Es preciso que pueda decirse del cristiano lo que Tertuliano decía del filósofo, que su exterior es un lenguaje y su conducta una enseñanza.
El amor de la cruz
Orad por los Padres Recoletos.
ORACIÓN
Oh Dios, que os dignasteis hacer ilustre al bienaventurado Pedro, vuestro confesor, mediante los dones de una admirable penitencia y sublime contemplación, conceded a nuestros ruegos que, mortificando nuestra carne siguiendo su ejemplo y ayudados por sus méritos, comprendamos más fácilmente las cosas celestiales. Por J. C. N. S. Amén.
Santos JUAN DE BRÉBEUF, ISAAC YOGUES y compañeros mártires. (1642-1649).
Martirologio Romano: Santos mártires Juan de Brébeuf e Isaac Yogues, presbíteros, y compañeros de la Compañía de Jesús, en el día en que san Juan de Lalande, religioso, fue asesinado por los paganos en el lugar llamado Ossernenon, entonces en territorio del Canadá (hoy Auriesville, estado de Nueva York), el mismo lugar donde algunos años antes había conseguido la corona del martirio san Renato Goupil. Son venerados conjuntamente sus santos compañeros Gabriel Lalemant, Antonio Daniel, Carlos Garnier y Natalio Chabanel, que en la región canadiense, en días distintos, después de fatigar en la misión del pueblo de los hurones para anunciar el evangelio de Cristo a aquellos pueblos, terminaron muriendo mártires Son los llamados "Mártires Americano-Canadienses".Estos santos recuerdan la misión de los jesuitas en esta zona del territorio americano que comenzó de modo sistemático después del tratado de Saint-Germain-en-Laye (1632), cuando el impulso dado a las misiones de la Francia católica (en tiempos de Luis XIII), les permitió a los jesuitas fundar una estación misionera, que trataba de familiarizarse con las costumbres de aquellos pueblos primitivos (iroqueses y hurones). Su martirio fue consecuencia de una guerra que hubo entre iroqueses y hurones; los primeros exterminaron a los segundos entre los que se encontraban estos jesuitas. Sufrieron torturas prolongadas y sus cuerpos fueron comidos. El relato de tal martirio fue transmitido por un hermano lego que les acompañaba. Estos atroces martirios se sitúan entre los años 1642 y 1649. Juan de Brébeuf era natural de Condé-sur-Vire (Normandia).
Fue ordenado sacerdote jesuita en Rouen, y llegó a ser profesor en el colegio que la Compañía tenía en la ciudad y salió de Dieppe en 1625 y enviado al Quebec en el mismo año, donde vivió todo un invierno con una tribu algonquina para aprender su lengua y conocer las costumbres de los indígenas de la región. Era un hombre muy grande y era difícil que cupiera en las canoas para viajar entre los hurones, hasta que en 1626 pudo hacerlo y llegó a la aldea hurona de Toanche, que comprendía 15 chozas; durante tres años aprendió la lengua y costumbres (con otro compañero llevó a cabo el descubrimiento de las cataratas del Niágara). Recibió el nombre de: “Echon”. Volvió a Quebec, asedidada por los ingleses. Caída la ciudad, se vio obligado a volver a Francia con los demás compatriotas. Hasta 1634 no pudo volver al Canadá y reanudar su misión entre los indios. Durante 34 años trabajó entre los indios hurones y en 1637, tuvo el primer bautismo de adultos: Pedro de Tsiouendaentaha, a los dos día otra familia pidió el bautismo.
Con la llegada de cinco jesuitas, entre ellos Isaac Yogues, la aldea sufrió una epidemia de viruela. En 1649, mientras estaba en la lejana misión, fue sorprendido por la llegada de los iroqueses (aliados de los ingleses) -éstos lograron exterminar en una guerra de casi 20 años a la etnia de los hurones- y llevado con los demás a la misión de San Ignacio, donde después de diversas torturas (con parodias del bautismo que había administrado a algunos), murió de un golpe de cuchillo que le arrancó el corazón (para comérselo al objeto de obtener su fuerza vital). Era el 16 de marzo de 1649. Sus compañeros en esta misión eran: Isaac Yogues, Antonio Daniel, Carlos Garnier, Gabriel de Lalemant, Juan de Lalande, Natalio Chavanel y Renato Goupil.
Los misioneros no quisieron marcharse cuando se inició la guerra, sino que prefirieron quedarse con los hurones para compartir su suerte. El sacrificio de estos misioneros no fue vano. A pesar del aniquilamiento de la nación hurona, los iroqueses, que fueron sus verdugos, se convirtieron más tarde y recibieron a otros misioneros. Además, esta pequeña colonia de lengua francesa, en medio de los protestantes anglosajones, logró hacer fecundar el germen de la Iglesia canadiense y americana. MEMORIA FACULTATIVA.
San PABLO DE LA CRUZ. (1694-1775).
Martirologio Romano: San Pablo de la Cruz, presbítero, que desde su juventud destacó por su vida penitente, su celo ardiente y su singular caridad hacia Cristo crucificado, al que veía en los pobres y enfermos. Fundó la Congregación de los Clérigos Regulares de la Cruz y de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo Nació en Ovada en Génova, en el seno de una modesta familia. Se llamaba Paolo Francesco Danei. Era hijo de una familia de mercaderes. Se enroló como soldado a los 19 años (1715); pero al año siguiente abandonó el ejército veneciano que luchaba contra los turcos. En 1718 vivió una experiencia de conversión, durante un sermón de un párroco sobre santa María Magdalena, y colaboró como catequista.Tras una vida de penitente, meditó la pasión de Cristo, y su primera vocación fue la vida contemplativa, por su gran resistencia a la oración. De la oración, le nació la necesidad de la predicación. Junto con el obispo de Alessandría (Francisco Gattinara), proyectó fundar una Orden religiosa que debía llevar una túnica negra con un signo especial: un corazón rematado por una cruz, en el cual estaban escritas las palabras "Jesu-Christi Passio" (JPC: Pasión de Jesucristo). A los 26 años, con este hábito bendecido por el obispo (1720), se retiró para hacer una penitencia de 40 días en un aposento contiguo a la iglesia de San Carlo al Castellazzo, durante la cual redactó la regla de su nuevo Instituto, que conciliaba la vida eremítica con la predicación apostólica. Luego, con su hermano Juan Bautista y otros dos compañeros, se retiró al monte Argentario, para dedicarse a la vida de oración y a la penitencia.
Su predicación apasionada y dramática, acompañada de sangrientas flagelaciones y ásperas penitencias, conmovieron a las gentes y pronto fue llamado para misiones en los pueblos más duros y refractarios. Convirtió delincuentes con su palabra y sus hechos y así fundó la Congregación de la Cruz y Pasión de Cristo (Pasionistas), para predicar en sus misiones, el recuerdo de los sufrimientos salvadores de Cristo y junto a Cristo. Muchas ciudades se disputaron el éxito de sus predicaciones: Gaeta (1724) y Roma durante el jubileo (1725). Ambos hermanos fueron ordenados sacerdotes en 1727, en San Pedro del Vaticano por Benedicto XIII. El papa Clemente XII les concedió poder para predicar las misiones (1731); pero Pablo no abusó nunca de este derecho, pidiendo siempre la autorización del obispo de la diócesis. Durante la guerra (1733) entre Austria y Francia (aliada con España), por el ascendiente que tenía, pudo permanecer en el monte Argentario (que era territorio austriaco), así como en Porto Empédocle (que era territorio de influencia española), donde podía pasar de un campo a otro para predicar a los mismos soldados de ambos frentes.
Logró incluso persuadir a los españoles que no bombardearan la ciudad de Orbetello, que se rindió en sus manos. En 1735, Pablo fue a Nápoles, donde el rey Carlos III le permitió construir una casa (que fue llamada "Retiro") para su nuevo Instituto. En 1738, los dos hermanos recibieron el título de "misioneros apostólicos" con el privilegio de dar la bendición papal al terminar la predicación. A pesar de que tuvo la admiración de obispos, cardenales y papas, tuvo dificultades en la aprobación de su regla, a causa de su excesivo rigor. Muchos de sus primeros seguidores le abandonaron, porque no resistían las penitencias, que a él le parecían naturales en un pasionista. En 1741, el papa Benedicto XIV aprobó las constituciones, con algunas enmiendas. Pablo, con un rito sugestivo (ante el Santísimo Sacramento, llevando una cruz a hombros y una corona de espinas en la cabeza, a las palabras de la pasión según Juan: "tradidit spiritum"), hizo la profesión religiosa solemne, con la añadidura de un cuarto voto de propagar la devoción a la pasión de Cristo.
Promovió la comunión diaria para el que vivía virtuosamente. También después de recomenzar la guerra (1741), Pablo (que se llamaba "de la Cruz") siguió predicando a los soldados; mientras se difundían las fundaciones, y en el Capítulo general de 1747, fue elegido Prepósito general. "Necesito un océano, -decía- quiero sumergirme en un océano de fuego y de amor; quiero convertirme en rescoldo de amor; quiero poder cantar en la hoguera del amor increado, precipitarme en la magnificencia de sus llamas, perderme en su silencio, abismarme en el todo divino" escribió en su diario personal. Durante 40 años vivió una gran soledad interior de tipo espiritual, que los estudiosos ven como una forma mística de vivir más intensamente la pasión de Cristo y contribuir a la conversión de los pecadores.
Se le conoce como “el príncipe de los desolados”. Pablo pidió al papa Clemente XIII que su Congregación pudiera ser una Orden con votos solemnes, pero Roma se opuso a ello. En los últimos años de su vida, aunque estaba enfermo, pudo predicar y visitar sus fundaciones y dirigir la fundación del primer monasterio de la rama femenina (1771) de pasionistas, en Corneto. En 1773, el papa Clemente XIV (que había suprimido la Compañía de Jesús) concedió a Pablo la iglesia de los Santos Juan y Pablo con el convento anejo. Aquí este místico penitente y apóstol (que tenía por confidente de sus éxtasis y de sus carismas extraordinarios de oración a una joven mística, Rosa Calabresi) expiró dulcemente en Roma. MEMORIA FACULTATIVA.
San AQUILINO DE EVREUX. (620-695).
Martirologio Romano: En Evreux, también en la Galia, san Aquilino, obispo, del cual la tradición dice que era soldado y que practicaba buenas obras, y que, con el consentimiento de su esposa, hizo voto de continencia y fue elegido obispo Natural de Bayeux; estuvo durante 40 años al servicio de Clodoveo II. Al regresar de la guerra contra los visigodos, su esposa salió a encontrarle en Chartres y ambos decidieron quedarse ahí y consagrase al servicio de Dios y de los pobres. Aquilino tenía entonces alrededor de cuarenta años.Más tarde, se trasladaron a Evreux, donde vivieron en paz por espacio de diez años. A la muerte del obispo san Eterno, el pueblo consideró a Aquilino como el hombre llamado a sucederle en el gobierno de la sede de Evreux. Aquilino, angustiado por las distracciones inevitables en el desempeño de tan alto cargo, se construyó una especie de celda de ermitaño, dentro de su catedral y solía retirarse a ella siempre que tenía ocasión, para orar y hacer penitencia por su grey. Durante los últimos años de su vida, el santo quedó ciego, pero siguió gobernando su diócesis con el mismo celo que antes. Dios le concedió el don de obrar milagros. Patrón de la abadía de Evreux y Cluny.
Beato TOMÁS HELYE. (c.1187 - 1257).
Martirologio Romano: En Biville, cerca de Cherbourg, en Normandía, beato Tomás Hélye, presbítero, que pasaba los días en el ejercicio de su ministerio y las noches las dedicaba a la oración y a la penitencia Nació en Biville en Normandía, en el seno de una familia de cierta importancia en la región. Llevó una vida ascética en casa de sus padres, dedicando parte de su tiempo a la enseñanza del catecismo a los pobres, dirigió con éxito una escuela para niños. El éxito de su enseñanza llegó a oídos de los habitantes del pueblo vecino, Cherburgo, quienes le invitaron a abrir ahí otra escuela. Tomás aceptó, pero la mala salud le obligó a retornar a Biville.Ahí vivía, en casa de su padre más como un monje que como un laico. Con el tiempo, conoció al obispo de Coutances, quien le ordenó diácono. Tomás hizo una peregrinación a Roma y otra a Compostela antes de terminar sus estudios en París. Cuatro años después, recibió la ordenación sacerdotal en 1236. Desde entonces, empezó a llevar una vida más austera. Pasaba gran parte de la noche en oración y, durante el día, se dedicaba a los ministerios pastorales y la predicación, para la que tenía un don especial. Pronto fue nombrado párroco de Saint. Maurice, pero, como su vocación fuese propiamente misional, nombró a un vicario para la parroquia y él continuó con sus prédicas, su enseñanza del catecismo, sus visitas a los enfermos y a los pecadores, su ayuda a los pobres y oprimidos y sus exhortaciones a los tibios e indiferentes, no sólo en Coutances, sino también en las diócesis vecinas de Avranches, Bayeux y Lisieux. Agotado por el trabajo, el beato Tomás cayó enfermo en el castillo de Vauville, en La Manche, donde murió.
San PEDRO DE ALCÁNTARA. (1499-1562).
Martirologio Romano: En la villa de Arenas, en la región española de Castilla, san Pedro de Alcántara, presbítero de la Orden de los Hermanos Menores, que adornado con el don de consejo y de vida penitente y austera, reformó la disciplina regular en los conventos de la Orden en España, siendo consejero de santa Teresa de Jesús en su obra reformadora de la Orden de los Carmelitas Juan de Sanabria nació en Alcántara (Cáceres) en el seno de una familia burguesa. Estudió Filosofía en Salamanca tres o cuatro años sin llegar a graduarse. A los 16 años se hizo franciscano en el convento de San Francisco de Majaretes, cerca de Valencia de Alcántara (1515), donde cambió su nombre por el de Pedro. Por aquellos días se estableció la reforma de los franciscanos descalzos. A ellos pertenecerá nuestro novicio. Llamó siempre la atención ya que la gracia de Dios le asistió de un modo especial.Durante sus tiempos de estudiante sus compañeros cambiaban de conversación -si no era suficientemente edificante- cuando veían venir a Pedro, y, decían: "Callad, que viene el de Alcántara". Fue ordenado sacerdote en 1524. Parece que fue guardián de Nuestra Señora de los Ángeles de Robledillo y de San Onofre de la Lapa. Durante toda su vida quiso llevar la Orden al rigor de la primera regla; llegó a definidor provincial en 1535 y en 1538 le nombraron provincial. Con la fuerza fervorosa de su palabra, fue santificando las tierras de Extremadura, Portugal y Castilla. Fundó los conventos de Villanueva del Fresno, Santa Cruz de Tabladilla (Navaconcejo) y Valverde. Reformó su provincia franciscana; sobre todo, con el ejemplo de una pasmosa penitencia y pobreza, fruto de su oración edificante: la reforma alcantarina. "Hemos hecho un pacto mi cuerpo y yo; que mientras viva en este mundo, nunca ha de tener intermisión en el padecer; pero, en llegando al cielo, le dejaré para siempre descansar". Se dice que llevó la pobreza a tal extremo que nunca se hizo un hábito nuevo.
Como provincial de San Gabriel marchó al capítulo general de los observantes de Mantua (1541), pero enfermó en Barcelona y no pudo seguir su camino. Esto fue ocasión para que entablase amistad con san Francisco de Borja, entonces virrey de Cataluña. Su fama fue tanta que fue requerido por el rey de Portugal y allí marchó en 1537, después volvió en 1542 donde edificó el convento de Palhaës, del que fue guardián y maestro de novicios hasta 1544. Volvió de nuevo a Portugal en 1550 para elevar a provincia aquella fundación. Escribió el “Tratado de la Oración y de la Meditación” en 1554, que compuso inspirándose en el “Libro de la Oración” de fray Luis de Granada. Carlos V lo quiso como confesor y él le dijo "Vuestra Majestad buscará de hacer la voluntad de Dios. Si yo no regreso más, querrá decir que Dios no ha querido que yo aceptase este encargo". Se marchó y no volvió más. Fue visiblemente perseguido por el diablo y para defenderse de él acudía al sagrario de la iglesia. En 1554 le propusieron ser de nuevo provincial, pero ni los frailes ni Pedro quisieron, entonces solicitó hacer vida eremítica, asistido por un compañero y se estableció en un eremitorio cerca de San Marcos de Altamira, en la aldea de Santa Cruz de Paniagua o de las Cebollas, donde entabló amistad con el obispo de Coria; y esta amistad le trajo investigaciones por parte de la Inquisición, porque el obispo estaba emparentado con una familia filoluterana, pero no pudo probarse nada contra su ortodoxia.
Después de varias visicitudes e incomprensiones por parte de algunos superiores y frailes, Pedro marchó a Roma, donde el general Julio Magnano le nombró definitivamente comisario. Volvió a España donde continuó fundando conventos, donde destaca el de El Palancar. Erigió la provincia de San José y publicó unas “Ordenaciones provinciales” donde quedó plamado el espíritu del franciscano alcantarino. Murió en Arenas de Ávila (hoy Arenas de San Pedro) una de sus fundaciones más queridas. Santa Teresa de Jesús dirá de él: "En oración tenía grande ímpetus de amor... Con toda esta santidad, era muy afable, aunque de pocas palabras; en éstas era muy sabroso porque tenía muy lindo entendimiento...". Pedro de Alcántara es uno de los grandes místicos españoles y fue muy querido por san Francisco de Sales. Desde 1969 su culto se ha limitado a los calendarios locales. Patrón de la diócesis de Coria y de Extremadura, de Arenas de San Pedro.
San FELIPE HOWARD. (1557-1595).
Martirologio Romano: En Londres, en Inglaterra, san Felipe Howard, mártir, que, siendo conde de Arundel y padre de familia, perdió gracia ante la reina Isabel I por haber abrazado la religión católica, a causa de lo cual fue encarcelado, llevando una vida de oración y penitencia, en la pobreza y en las pruebas, hasta alcanzar la corona del martirioConde de Arundel en Surrey. Nació en Londres, en el seno de una familia anglicana; su padre era el duque de Norfolk, que murió decapitado acusado de favorecer la causa de María Estuardo. Felipe se casó con 14 años con Ana Dacre; cuatro años más tarde entró en la corte, y gozó de los favores de la reina.
Llevó una vida disipada hasta el punto de encerrar a su esposa en el castillo y abandonarla durante seis años. Después de asistir a la disputa entre san Edmundo Campión y los ministros anglicanos, quedó impresionado por los argumentos del jesuita y decidió cambiar de vida; dejó la corte y regresó a su castillo de Arundel con su mujer. Comenzó el rumor que se había hecho católico y la reina ordenó que se le vigilara. Fueron tres años de fuertes dudas, hasta que en 1584, marchó a Londres, y fue recibido en la Iglesia católica por el jesuita Guillermo Weston. En 1585, fue encarcelado en la Torre de Londres, mientras intentaba huir de Inglaterra, y, en el 1589, condenado a muerte por favorecer la causa de María Estuardo y otras falsedades; la sentencia nunca se cumplió, pero él estuvo preso hasta que murió a los 38 años, consumido por las penalidades, en la pared de su prisión había escrito: “Cuanto más se padezca por Cristo en este siglo, tanto mayor gloria se tendrá en el futuro”.
Santos LUCAS DEL ESPÍRITU SANTO y MATEO KOHIOYE DEL ROSARIO. M. 1634.
Martirologio Romano: En Nagasaki en Japón, santos mártires Lucas del Espíritu Santo Alonso Gorda, sacerdote, y Mateo Kohioye del Rosario, religioso, ambos de la Orden de Predicadores, de los cuales el primero fue un corajudo ministro del Evangelio primero en las islas Filipinas y después durante diez años en Japón, mientras que el otro, de dieciocho años, fue su compañero en el anunciar y testificar la feLlegó a Filipinas donde trabajó en el valle de Cagayán y enseñó artes en el colegio -luego universidad- de Santo Tomás de Manila. Salió para el Japón con el padre san Domingo Ibáñez de Erquiza en 1623. Jovial e intrépido, tras estudiar el japonés con el padre san Luis Bertrán, recorrió numerosas provincias del imperio, llegando hasta Kyoto en un viaje que duró seis meses y que dedicó a atender a los cristianos perseguidos, para ello se vio obligado a esconderse, disfrazarse y huir. En 1633 fue presentado ante la Santa Sede para obispo, pero siguió trabajando en la clandestinidad en un intenso y azaroso apostolado. Fue capturado en Osaka y conducido a Nagasaki donde fue encarcelado.
Murió en el tormento del agua ingurgitada y de la horca y la hoya, cuando acababa de cumplir 39 años de edad.