INDICE
Beato TADEO MACARTHY (Tadhg Machar)
Tabita, Santa Viuda
40 Mártires de Inglaterra y Gales, Santos Mártires
Canna, Santa Esposa y madre, Siglo VI
Crisanto y Daría, Santos Esposos y mártires
Gudencio de Brescia, Santo Obispo
María Teresa Ferragud Roiq y sus 4 hijas, Beatas Mártires
San Frutos, ss. VII-VIII
San Bernardo Calvó, obispo
Santos Crispín y Crispiniano
Beato CARLOS GNOCCHI
Beato RECAREDO CENTELLES ABAD
VIDEOS
SAN CRISANTO y SANTA DARÍA, Mártires
† martirizados hacia el año 283
No andéis, pues, acongojados por el día de mañana
que el día de mañana harto cuidado traerá por sí
bástale a cada día su propio afán.
(Mateo 6, 34)
† martirizados hacia el año 283
No andéis, pues, acongojados por el día de mañana
que el día de mañana harto cuidado traerá por sí
bástale a cada día su propio afán.
(Mateo 6, 34)
San Crisanto y Santa Daría no pudieron ser inducidos, ni por las amenazas ni por las promesas, a adorar a los ídolos. Viéndolos firmes y dispuestos a morir antes que ofender a Dios, el tirano hizo envolver a Crisanto en la piel de un buey y lo expuso así a los ardores de un sol ardiente; hizo conducir a Daría a un lugar de libertinaje, pero un león la defendió contra las infames tentativas de sus enemigos. Entonces el tirano los hizo arrojar a los dos en un gran brasero, pero salieron de entre las llamas sin haber experimentado mal alguno. Por fin, fueron conducidos a un arenal y allí enterrados vivos bajo un montón de piedras
MEDITACIÓN SOBRE LA JORNADA DE UN CRISTIANO
I. Comienza el día con la oración de la mañana y termínalo con el examen de conciencia; todos los días asiste a la Santa Misa, haz por lo menos una corta lectura espiritual, sé fiel a tus prácticas de devoción para con la Santísima Virgen; todos los días encontrarás tiempo suficiente para tus negocios. ¿Cómo cumples tus ejercicios de piedad? ¿Cómo pasas los días de tu vida? Cuando a la noche encuentres que nada hiciste por Dios durante el día, di llorando: ¡Ay! ¡he perdido un día que podía haber hecho de mí un santo y me hubiera podido procurar una gloria eterna!
II. Al levantarte, dite a ti mismo: He aquí, acaso, el último día de mi vida; si estuviera seguro que habría hoy de morir, ¿cómo emplearía esta jornada? Durante el día, al empezar tus acciones, eleva de vez en cuando tu corazón a Dios. Dile: Es por Vos, oh Dios mío, que trabajo y que sufro; concededme la gracia de que termine bien lo que emprendo y de que no os ofenda. Que toda mi vida os pertenezca, me ofrezco a Vos por entero (San Agustín).
III. Al examinar tu conciencia, hazte estas preguntas: ¿Qué virtudes he practicado hoy y qué pecados he cometido? ¿Qué fue de los placeres que gocé y de los honores que recibí? ¿Qué me queda de ellos? Y, al contrario, ¡qué alegría experimentaría si hubiese hecho o sufrido algo por Dios! Piensa, por fin, que tu sueño sea acaso para ti el sueño de la muerte y tus sábanas la mortaja con la que serás sepultado.
La podredumbre será tu cama y los gusanos tu vestidura (Isaías).
El buen empleo del día.
Orad por los Obispos.
ORACIÓN
Haced, benignamente, Señor, que vuestros mártires San Crisanto y Santa Daría intercedan por nosotros, a fin de que tributándoles nuestros humildes homenajes, experimentemos los efectos de su constante protección. Por J. C. N. S.
SAN BERNARDO CALVÓ
(+ 1243)
Ya entrada la segunda mitad del siglo Xll, después de la reconquista de Tortosa de manos de los árabes, uno de los caballeros repobladores del campo de Tarragona, de aquellos que contribuyeron en la obra de la Reconquista, recibe una masía (manso) no lejos de Reus, conocida aún hoy con el nombre de Calvó, que perpetúa el de la familia de un santo. En esa masía, e hijo del caballero Calvó y de su mujer Beatriz, nacía en 1180 un tercer hijo varón, Bernardo. Eso ocurre bajo el reinado de Alfonso II el Casto, hijo de los que han vinculado Aragón y Cataluña, Ramón Berenguer IV el Santo y Petronila, Tiene tres hermanos y una hermana, y la situación familiar de abolengo de caballeros ha permitido a Bernardo estudiar Leyes, posiblemente en la Universidad de Bolonia, muy frecuentada por estudiantes catalanes. Su compatricio y contemporáneo Raimundo de Peñafort verificará allá sus estudios de Derecho. Con ello reconocemos en él, hecho ya un mozo, ese doble carácter, el de caballero, que heredó de su padre, y el de jurista. No es extraño, pues, que lo encontremos ejerciendo funciones jurídicas y administrativas en la curia del arzobispo de Tarragona, junto a su baile y acompañado también de su escudero. Eso refleja el alerta constante con que vive un hombre de las condiciones de Bernardo, y más aún en ese territorio tarraconense, cercano al peligro amenazador de los árabes.
La victoria de las Navas de Tolosa (1212) viene a atenuar la tensión de ese alerta, cerrando el paso a los almohades y cambiando la faz de la dominación árabe en España. Bregado en el quehacer jurídico se ve en Bernardo a un hombre que entra a menudo en litigio con otras personas y que deja entrever la conciencia poco lúcida en su ajetreo administrativo. En él se descubre al hombre de pocos escrúpulos. Sin embargo, un acontecimiento va a señalarle a ese mozo, que ha cumplido ya los treinta y dos años, una nueva senda en su vida. Pedro II de Aragón acababa de morir en la batalla de Muret (12 de septiembre de 1213), cuando Bernardo caía, a fines del mismo año, gravemente enfermo. El frente a frente con la muerte, que atestigua una disposición testamentaria de Bernardo, cambió el rumbo de su vida. Ha descubierto los planes del Señor y' ha visto en el claustro cisterciense de Santes Creus (Tarragona) el nuevo hogar para su alma. Allí entró el 30 de marzo de 1214, festiividad de Pascua de Resurrección. Su madre, Beatriz, presencia esa transformación de su Bernardo, pero su padre ha muerto ya. En ese momento de su retiro al claustro Francisco de Asís pasa por las veredas del campo de Vich y del Vallés como peregrino, camino de Santiago de Compostela. La capilla de Sant-Francese Salmuniá (popularizada con la expresión s'hi moría, es decir, "allá moría") recuerda aún hoy, en el llano de Vich, uno de los éxtasis que experimentó el poverello de Asís.
Pasa Bernardo un año de noviciado bajo la regla de los cistercienses y en ella bebe aún el frescor del nuevo espíritu reformador que ha dejado la obra de San Bernardo de Claraval entre esos benedictinos blancos. Con un nuevo testamento fechado el 21 de junio de 1215 atestigua el desprendimiento definitivo de sus bienes y propiedades, entregado de lleno al espíritu de pobreza de la regla cisterciense. Con ese despojo de sí y de los suyos va a ir al encuentro y en pos de Jesús, el Maestro. En la soledad y en el silencio transcurre la vida monástica de Bernardo en Santes Creus. La lectura del abad de Claraval, San Bernardo, puede forjar su alma cisterciense. La teología dc la caridad, que San Bernardo crea, se centra en la explicación del capítulo séptimo de la regla de San Benito. Para San Bernardo la ley del Señor es la caridad, aquella caridad que "mantiene el lazo de unión substancial en la Trinidad de las Personas divinas", y en él puede leer el monje Calvó, ahora que cala hondo por doquier el espíritu de reforma del Cister, estas consideraciones sobre el amor: "Cuando Dios ama no quiere más que una cosa, ser amado, y sólo ama para ser amado, sabiendo que el amor hará dichosos a cuantos le amen" (In Cant. I, 11). Unos doce años de vida austera en el claustro vienen a imponer la figura del monje Bernardo, por su rectitud y ejemplaridad, como futuro abad del monasterio de Santes Creus.
Cuando, pues, allá por 1225, la muerte del abad Ramón deja huérfana la comunidad de Santes Creus, Bernardo es elegido para dirigir e impulsar con el espíritu del abad de Claraval aquella comunidad monástica cisterciense. Ese espíritu se revela en su obra de cofundador y director espiritual de las monjas cistercienses de Valldonzella, en Barcelona. Su labor profunda y paternal contribuye a que aquella comunidad de religiosas conozca un florecimiento de vida y de vocaciones. Esa fecha de 1225, que marca un punto de avance para la expansión en Cataluña de las tres Ordenes mendicantes, dominicos, franciscanos y mercedarios, es la de la fundación de las bernardas cistercienses de Vallvidrera, que dará origen al monasterio de Valldonzella. Llevaba Bernardo apenas tres años de abad en Santes Creus cuando en 1228 tuvo una entrevista larga y tendida con los señores Montcada, que partían para la conquista de Mallorca y serán dos figuras célebres en aquella empresa contra los árabes y muy estimados de Jaime I el Conquistador. Fue un adiós al benamat ("muy amado") abad, con el que se entretuvieron varias horas en coloquio íntimo para dejar en paz su conciencia antes de emprender la campaña.
Pasa Bernardo un año de noviciado bajo la regla de los cistercienses y en ella bebe aún el frescor del nuevo espíritu reformador que ha dejado la obra de San Bernardo de Claraval entre esos benedictinos blancos. Con un nuevo testamento fechado el 21 de junio de 1215 atestigua el desprendimiento definitivo de sus bienes y propiedades, entregado de lleno al espíritu de pobreza de la regla cisterciense. Con ese despojo de sí y de los suyos va a ir al encuentro y en pos de Jesús, el Maestro. En la soledad y en el silencio transcurre la vida monástica de Bernardo en Santes Creus. La lectura del abad de Claraval, San Bernardo, puede forjar su alma cisterciense. La teología dc la caridad, que San Bernardo crea, se centra en la explicación del capítulo séptimo de la regla de San Benito. Para San Bernardo la ley del Señor es la caridad, aquella caridad que "mantiene el lazo de unión substancial en la Trinidad de las Personas divinas", y en él puede leer el monje Calvó, ahora que cala hondo por doquier el espíritu de reforma del Cister, estas consideraciones sobre el amor: "Cuando Dios ama no quiere más que una cosa, ser amado, y sólo ama para ser amado, sabiendo que el amor hará dichosos a cuantos le amen" (In Cant. I, 11). Unos doce años de vida austera en el claustro vienen a imponer la figura del monje Bernardo, por su rectitud y ejemplaridad, como futuro abad del monasterio de Santes Creus.
Cuando, pues, allá por 1225, la muerte del abad Ramón deja huérfana la comunidad de Santes Creus, Bernardo es elegido para dirigir e impulsar con el espíritu del abad de Claraval aquella comunidad monástica cisterciense. Ese espíritu se revela en su obra de cofundador y director espiritual de las monjas cistercienses de Valldonzella, en Barcelona. Su labor profunda y paternal contribuye a que aquella comunidad de religiosas conozca un florecimiento de vida y de vocaciones. Esa fecha de 1225, que marca un punto de avance para la expansión en Cataluña de las tres Ordenes mendicantes, dominicos, franciscanos y mercedarios, es la de la fundación de las bernardas cistercienses de Vallvidrera, que dará origen al monasterio de Valldonzella. Llevaba Bernardo apenas tres años de abad en Santes Creus cuando en 1228 tuvo una entrevista larga y tendida con los señores Montcada, que partían para la conquista de Mallorca y serán dos figuras célebres en aquella empresa contra los árabes y muy estimados de Jaime I el Conquistador. Fue un adiós al benamat ("muy amado") abad, con el que se entretuvieron varias horas en coloquio íntimo para dejar en paz su conciencia antes de emprender la campaña.
De ese encuentro con Bernardo salieron los Montcada con "el rostro pálido y el corazón conmovido", después de haber recibido de él un abrazo 'efusivo". Uno de los Montcada, Guillermo, iba a dirigir el primer navío de las fuerzas de Jaime I que zarpó de Salou para Mallorca. Desembarcados ya en la isla llevan los Montcada el combate contra la sierra del puerto de Portopí, y allá encuentran la muerte. Cuando a Jaime I le llega la noticia de que los Montcada han muerto "derrama abundantes lágrimas", según atestigua su misma Crónica, ante el cadáver de los dos héroes. El abad Bernardo recibirá los restos de los Montcada para darles sepultura en la tumba que tenían ya preparada bajo la bóveda acogedora del monasterio de Santes Creus.
La sobriedad, disciplina y el silencio cisterciense no reinan en todos los monasterios. El espíritu de reforma de San Bernardo sigue vitalizando la observancia en el claustro, y el abad Calvó, que lo convive, viene encargado de aportar e infundir ese espíritu en la comunidad de la abadía cisterciense de Ager (Lérida). La observancia estricta de la regla y de la clausura para guardar la castidad y el silencio en el alma, morada de la gracia, viene propugnado por Bernardo, y por eso afirma que, "siendo como es el silencio la salvaguardia de la vida de un religioso, lo exhortamos y lo mandamos en el Señor". En noviembre de 1230 el abad Bernardo viene a formar parte del grupo de varones "buenos" que deben escoger con el arzobispo de Tarragona al obispo de la sede de Mallorca, recién conquistada. Rasgos de caridad paternal se van recogiendo al observar el cuidado que reserva a las viudas y a los hijos de aquellos caballeros que van cayendo en las campañas de la Reconquista. Además, su caridad se refleja en el gobierno del convento que él rige, por el cuidado esmerado que prodiga a los enfermos. Mientras el abad de Santes Creus despliega esa caridad pastoral queda vacante la sede episcopal de Vich. El Cabildo de aquella sede ha visto en el abad Bernardo "al varón prudente y discreto, tanto en los asuntos espirituales como en los temporales, a quien la madurez de edad, la honestidad de su conducta, una formación teológica competente y su exquisito trato le hacen idóneo con creces para asumir tan santa dignidad", a saber, la de obispo y pastor de la grey vicense.
La sobriedad, disciplina y el silencio cisterciense no reinan en todos los monasterios. El espíritu de reforma de San Bernardo sigue vitalizando la observancia en el claustro, y el abad Calvó, que lo convive, viene encargado de aportar e infundir ese espíritu en la comunidad de la abadía cisterciense de Ager (Lérida). La observancia estricta de la regla y de la clausura para guardar la castidad y el silencio en el alma, morada de la gracia, viene propugnado por Bernardo, y por eso afirma que, "siendo como es el silencio la salvaguardia de la vida de un religioso, lo exhortamos y lo mandamos en el Señor". En noviembre de 1230 el abad Bernardo viene a formar parte del grupo de varones "buenos" que deben escoger con el arzobispo de Tarragona al obispo de la sede de Mallorca, recién conquistada. Rasgos de caridad paternal se van recogiendo al observar el cuidado que reserva a las viudas y a los hijos de aquellos caballeros que van cayendo en las campañas de la Reconquista. Además, su caridad se refleja en el gobierno del convento que él rige, por el cuidado esmerado que prodiga a los enfermos. Mientras el abad de Santes Creus despliega esa caridad pastoral queda vacante la sede episcopal de Vich. El Cabildo de aquella sede ha visto en el abad Bernardo "al varón prudente y discreto, tanto en los asuntos espirituales como en los temporales, a quien la madurez de edad, la honestidad de su conducta, una formación teológica competente y su exquisito trato le hacen idóneo con creces para asumir tan santa dignidad", a saber, la de obispo y pastor de la grey vicense.
El abad se resiste a aceptar la nueva carga, ya que el retiro del claustro enmarca su afán de mantener viva la conversación con Dios. Sin embargo, al reconocer que era voluntad del Señor deja el claustro por el báculo de obispo y pastor. Antes de tomar ese báculo podía recordar el abad las advertencias y recomendaciones que San Bernardo dirigía a su discípulo, el papa Eugenio III, en un tratado que le había dedicado: "Vas a presidir para velar, para atender, para cuidar, para servir... Además no dejes de considerar que tú debes ser la figura de la rectitud, el que afirma la verdad, el defensor de la fe, el guía de los cristianos, el pastor de la grey, el maestro de los ignorantes, el refugio de los oprimidos, el vicario de Cristo" (De considerat., 1.4 c.7).
El espíritu benedictino comunitario que Bernardo vivía en Santes Creus dejó huella profunda en su vida. Aquel ambiente cisterciense le acompaña en su palacio episcopal de Vich. Junto al obispo Bernardo vive una pequeña comunidad de unos cuatro monjes cistercienses de Santes Creus, que permanece a su lado hasta su muerte. Aquellos monjes le acompañan en sus tareas pastorales por la diócesis y en las funciones litúrgicas, siendo testimonio del espíritu monacal y apostólico de Bernardo. En ello reflejaba el cumplimiento de aquella recomendación de San Bernardo cuando decía al obispo de Roma: "No te entregues siempre a la actividad, sino que debes reservarte tiempo para la consideración de aquello que toca a tu interés espiritual" (De considerat., 1.1 c.7). Por eso, llevado por un elevado sentido de la vida sobrenatural, jerarquiza sus funciones episcopales: primero y sobre todo la misión espiritual y pastoral, y luego la función de administrador temporal en lo que concierne al uso de sus prerrogativas feudales. Tanto en lo espiritual como en lo temporal aquellos monjes son los testigos de sus virtudes y de su caridad.
La presencia del nuevo obispo, Bernardo, aporta en la diócesis un mensaje de paz efectivo, ya que la aversión que reinaba entre algunas familias señoriales y la ciudad va extinguiéndose gracias a su tacto personal, unido al atractivo de su persona. En él aparece el hombre adoctrinado por la "ciencia" del bien común. En aquella doble fisonomía religioso-política que tiene el obispo en esa plena Edad Media aparece como el que vela por el bien de cuantos forman su grey. Su primer cuidado está dirigido al culto divino y a la administración de los sacramentos; para ello vela por la buena formación del sacerdote y por la dignidad de los templos. Al sacerdote le exige la sencillez en el vestir y la ejemplaridad en su conducta, y para mantener firme ese su carácter obra paternalmente, pero de un modo enérgico cuando se trata de salvaguardar la dignidad del sacerdocio. Facilita un complemento de la formación sacerdotal a quien lo merece, abriendo camino para que algunos la completen en universidades del extranjero, sobre todo en la de Bolonia. Los numerosos templos consagrados durante su episcopado atestiguan el fruto de su labor pastoral.
El espíritu benedictino comunitario que Bernardo vivía en Santes Creus dejó huella profunda en su vida. Aquel ambiente cisterciense le acompaña en su palacio episcopal de Vich. Junto al obispo Bernardo vive una pequeña comunidad de unos cuatro monjes cistercienses de Santes Creus, que permanece a su lado hasta su muerte. Aquellos monjes le acompañan en sus tareas pastorales por la diócesis y en las funciones litúrgicas, siendo testimonio del espíritu monacal y apostólico de Bernardo. En ello reflejaba el cumplimiento de aquella recomendación de San Bernardo cuando decía al obispo de Roma: "No te entregues siempre a la actividad, sino que debes reservarte tiempo para la consideración de aquello que toca a tu interés espiritual" (De considerat., 1.1 c.7). Por eso, llevado por un elevado sentido de la vida sobrenatural, jerarquiza sus funciones episcopales: primero y sobre todo la misión espiritual y pastoral, y luego la función de administrador temporal en lo que concierne al uso de sus prerrogativas feudales. Tanto en lo espiritual como en lo temporal aquellos monjes son los testigos de sus virtudes y de su caridad.
La presencia del nuevo obispo, Bernardo, aporta en la diócesis un mensaje de paz efectivo, ya que la aversión que reinaba entre algunas familias señoriales y la ciudad va extinguiéndose gracias a su tacto personal, unido al atractivo de su persona. En él aparece el hombre adoctrinado por la "ciencia" del bien común. En aquella doble fisonomía religioso-política que tiene el obispo en esa plena Edad Media aparece como el que vela por el bien de cuantos forman su grey. Su primer cuidado está dirigido al culto divino y a la administración de los sacramentos; para ello vela por la buena formación del sacerdote y por la dignidad de los templos. Al sacerdote le exige la sencillez en el vestir y la ejemplaridad en su conducta, y para mantener firme ese su carácter obra paternalmente, pero de un modo enérgico cuando se trata de salvaguardar la dignidad del sacerdocio. Facilita un complemento de la formación sacerdotal a quien lo merece, abriendo camino para que algunos la completen en universidades del extranjero, sobre todo en la de Bolonia. Los numerosos templos consagrados durante su episcopado atestiguan el fruto de su labor pastoral.
Al lado de eso participa Bernardo, al igual que Raimundo de Peñafort, del entusiasmo que ha levantado Jaime I en pro de la conquista de Valencia y acude a las Cortes de Monzón (1236), en que se determina aquella empresa. Fiel al compromiso allí contraído y a la bula del papa Gregorio IX (2 de febrero de 1237), que estimulaba a prestar auxilio al rey "que había ya tomado la cruz contra los infieles de Valencia", estimula la cruzada en la diócesis y son numerosos los caballeros que toman parte en ella. El mismo obispo Bernardo parte para Valencia el 31 de mayo de 1238; actúa allá en su doble misión de consejero y pastor, y junto al rey, y con otros signatarios, firma el 3 de octubre de 1238 en el acta de capitulación de Valencia. Con ello ha convivido dos acontecimientos históricos del reinado de Jaime I: la toma de Mallorca y la de Valencia.
Como ayer en Santes Creus, una nota singular señala el pontificado de Bernardo en la sede de Vich: el ejercicio de su caridad. Lo profesa su testamento, que viene a ser un legado de espíritu de desprendimiento. En su quehacer cotidiano tuvo en cuenta aquella recomendación de San Bernardo: "Considera ante todo que tú eres quien debes cuidar de los pobres, tú eres la esperanza de los que sufren la miseria y el tutor de los huérfanos" (De considerat., 1.3 c.3). El obispo Bernardo Calvó "entregó felizmente su alma al Señor" el día 26 de octubre de 1243 y canceló su vida con un testamento propio del pastor y del padre de los suyos. Bernardo de Claraval (1090-1153), que le precedió casi un siglo, creó la fisonomía que tomaría la vida religiosa en muchos monasterios de Europa y la vida de piedad popular en la segunda mitad de la Edad Media. Bernardo Calvó vino a ser uno de sus hijos que difundirá aquella fisonomía de la vida monástica en Cataluña y aquella forma de piedad popular en su diócesis de Vich, sellándolo todo con el título de apóstol de la caridad.
Esos trazos que hemos entresacado de los documentos y crónicas van tejiendo la semblanza de un "hombre justo", bueno y prudente, que en la rectitud de su vida y en su obra de pastor refleja aquel "hombre santo" aclamado por el juicio popular de los fieles. No habían transcurrido los seis meses de su muerte cuando ya estaba creada una comisión de canónigos destinada a recopilar y examinar los hechos prodigiosos que había obrado el santo obispo. No han pasado veinticinco años de la muerte del obispo Bernardo cuando uno de sus sucesores, al dirigirse a los fieles para restaurar la catedral, pone la obra bajo su advocación, recordando que en ella "está sepultado el cuerpo del Beato Bernardo, por mediación del cual el Señor obra muchos milagros", y unos quince años más tarde el Cabildo catedral recuerda a Bernardo y lo designa como "varón santo y beato de santa memoria", que fue "columna firme que cumplió las obras que le eran propias del amor y de la caridad"; por ello rec]ama que se levante un altar en "honor y reverencia de dicho santo" y que se celebre su fiesta todos los años el día 26 de octubre. )
No ha pasado el siglo de la muerte de San Bernardo cuando el abad de Santes Creus escribe al obispo de Vich que "el Beato Bernardo, oriundo de la masía Calvó, de la diócesis de Tarragona, es tenido en gran devoción y reverencia por la gente debido a los muchos milagros que el Señor Jesucristo obra allí gracias a sus méritos", y para que él mismo pueda comprobar la verdad de algunos de esos hechos milagrosos extrae el abad "un cuaderno papiráceo antiguo" de un libro de sermones sobre la Virgen y se lo envía. Finalmente, un breve apostólico de Clemente XI (26 de septiembre de 1710) coloca la festividad de San Bernardo Calvó entre las fiestas propias del Cister.
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SAN FRUTOS
San Frutos tiene dos caminos. Ambos florecen de devotos el 25 de octubre de cada año. El primero desemboca en el trascoro de la catedral de Segovia, donde reposan los restos de su santo Patrono. Allí, en la mañana de su fiesta, se dan cita en policroma multitud los segovianos. Hombres y mujeres, mayores y chicos, se apiñan en el arranque de la nave central de la "dama de las catedrales góticas". Y con el pueblo se mezcla la clerecía. Entre los hábitos corales de los canónigos y los roquetes de los seminaristas emerge la mitra preciosa del prelado, quien, teniendo como telón de fondo el rico retablo que trazara Ventura Rodríguez para el Palacio Real de Riofrío y donara Carlos III a la catedral segoviana, hace un compás de espera en la procesión de las reliquias del Santo para que los cantores le entonen un villancico.
A vino rancio y a frescor primaveral les sabe siempre a los segovianos su himno pajarero. No sé por qué lo llaman de este modo, si por ser demasiado juguetón, ingrávido de contenido, con una letra de espuma que huye perseguida por unas notas transidas de barroquismo, o por alguna vinculación especial de San Frutos con las aves. Algo debe de haber cuando son muchos los cazadores que madrugan aquella mañana otoñal para aprovecharse de "la caza milagrosa" que tradicionalmente tiene lugar en ese día.
El otro camino conduce a lo que primeramente fue ermita del Santo; luego priorato benedictino, más tarde parroquia con reducido vecindario en torno, y hoy simple iglesia medieval, aunque cabeza de arciprestazgo.
El lugar es pintoresco en extremo. Nunca creí que los romeros de Castilla explayaran su devoción por otros caminos que los pedregosos que la tierra da. Pero yo fui a San Frutos por vía fluvial. Y esto, no por espíritu deportivo, sino por ser el camino más corto y accesiblemente menos dificultoso. Media hora de barca desde la presa del Barquillo hasta los cimientos mismos que la naturaleza preparó para la obra de la gracia. Sobre el tranquilo embalse con más de veinte metros de profundidad deslizábase lenta la barquilla, conducida por un experto remero portugués. Mientras sus brazos se balanceaban en monorrítmico ademán, sus ojos se poblaban de recuerdos. Contaba y contaba sin cansarse sus historias, como los gondoleros de Venecia desgranan al turista sus leyendas. Más de treinta años llevaba bebiendo las mismas escenas. El colorido y tipismo de la fiesta de San Frutos, cuando las laderas circundantes se visten de peregrinos que trepan por los riscos agarrándose a los matorrales para no caer al precipicio; cuando los caminos sin trazar florecen de canciones que confluyen en la ermita.
Contemplado desde la barca el paisaje es de una belleza salvaje y bravía. El río Duratón corre encañonado entre muros naturales de más de sesenta metros de altura, de extraordinario interés geológico y prehistórico. Al lado izquierdo se yergue imponente, como nido de cigüeñas y atalaya del espíritu, una iglesia románica, levantada sobre roca viva, cortada a pico sobre el abismo en un alarde de valentía y circundada en su totalidad por la corriente, excepto una pequeña lengua de tierra, y aun ésta, separada del resto en unos cuantos metros de profundidad y segada a tajo, según refiere la historia, por la mano taumatúrgica del Santo en un momento de extremado peligro.
San Frutos tuvo dos hermanos menores que él: Valentín y Engracia. Gemelos en el espíritu y en la virtud, los tres eran hijos de un matrimonio segoviano de noble alcurnia, a quien la tradición hace descender de patricios romanos. En cualquier ocasión hubieran podido trocar sus nombres, como las carmelitas se cambian sus cosas una vez al año. Los tres fueron valientes en las batallas que les tocó luchar; dieron frutos de auténtica santidad. Y la gracia de Dios les previno abundantemente. Empujados por ella, vendieron su rico patrimonio para entregarlo a los pobres. Corrían turbias las aguas del reino visigodo, allá por la segunda mitad del siglo Vll, y ellos quisieron alejarse del fango. Atrás quedó la ciudad con su soberbio acueducto, con sus iglesias y también sus vicios.
Los gritos de la molicie silbaban en sus oídos. Pero el atractivo de la soledad les empujaba hacia el retiro. No descansarían hasta poner su nido en la hendidura de la roca, como la tórtola del Cantar de los Cantares.
Guiados por San Frutos llegaron al desierto. Como a tal lo consideran las lecciones del Breviario, que lo comparan al de Libia. Tierra aquélla inhóspita y ceñuda, aledaña de la Sepúlveda gloriosa que conociera Fernán González y Almanzor. Tierra de lastras, excepcionalmente yerma y de una impresionante austeridad. Ralos enebros rompen la monotonía pardusca de su piel y alternan con mortificantes canchales. ¡Magnífica invitación a la penitencia!
Hicieron alto en el camino. Habían encontrado, por fin, lo que deseaban. En adelante se alimentarían de soledad y de silencio. Bajo la grandiosa majestad de los peñascos, en las grietas naturales del terreno, encontrarían reposo para la oración y acomodo para sus espíritus. Levantaron tres ermitas a una distancia conveniente para defender mutuamente su soledad y empezaron a vivir a lo santo. "Allí donde todo era rigor aun a la vista, sin que ningún sentido tuviese ni los deleites que son lícitos: era el ayuno continuo; la vigilia, incesante; el sueño, limitado, el lecho eran las peñas; el vestido, cilicio; el alimento, hierbas; la bebida, mezclada con lágrimas; ningún trato ni memoria del mundo" (Flórez).
Pero San Frutos buscó las cumbres. En ellas plantó su tienda "para espiar mejor la gracia que baja del cielo". Arriba su espíritu se sentía más libre para los arrebatos de la oración, en que ocupaba la mayor parte del día. Oración armonizada por el silencio y coreada a trechos por el graznido silvestre de los grajos y el murmullo sonoro del río que se deslizaba en la hondonada. Locamente enamorado, como buen místico, de la naturaleza, en ella encontraba temas abundantes para sus penitencias.
Lo que más me llama la atención en San Frutos es esa adecuación maravillosa, esa rima aconsonantada entre las calidades de su espíritu y el tono del paisaje que escogió para escenario de su santidad. La tierra aquella no es montañosa. No se empina sobre el horizonte con aires de turgente soberbia. Tiene la sencillez del páramo, la austeridad del desierto, la hosquedad flagelante de la pedriza, y se arruga en sí misma agrietándose en barrancos de profunda humildad para dar paso a la acción modeladora de las aguas. Cuadro natural que puede exponerse como una réplica exacta del retrato moral de Frutos: sencillo, humilde, austero, sobrio y penitente. Hasta su rostro, decorado con abundosa barba aaronítica, lleva los surcos de la penitencia, como le soñó Carmona en una talla bien lograda que se conserva en la iglesia del Seminario de Segovia.
El tiempo le fue madurando para el milagro y aromándole con fama de santidad. Mientras él se empapaba de silencio se rompía la paz de España con la invasión de los moros. Un día el griterío de los infieles rebota en aquellos riscos patinados de tranquilidad multisecular. Un destacamento musulmán persigue a un puñado de cristianos, que huyen despavoridos, como los pájaros y las flores, a refugiarse bajo el manto pardo del Santo. Frutos, con su bastón cargado de sobrenaturalismo, traza una línea frontera entre las dos religiones. La roca le obedece. Se raja en dos mitades, quedando el prodigio bautizado para siempre con el nombre de "la cuchillada de San Frutos"
Desposado con la naturaleza, como San Francisco con la pobreza, se le torna sumisa a sus deseos. Otra vez quiere regalar a su hermana una fuente. para que no se lastime demasiado teniendo que bajar, para apagar su sed, hasta el lecho del río, y brota el manantial cerca del eremitorio de Santa Engracia.
Y así un año tras otro, haciendo penitencia por los pecados de su patria, hasta que un día, cargado de frutos, presenta su nombre en la taquilla del paraíso. Acostumbrados sus ojos al vuelo de las aves, él de un brinco romontó el cielo. Fue en el 715 de la era cristiana. El reloj de su vida marcaba el número 73.
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Nace en Algemesí (Valencia) el 14 de enero de 1853. Casada el 23 de noviembre de 1872 con Vicente Silverio Masia, hombre de una fe profunda y una vida interior constante. De los nueve hijos que tuvieron; cuatro se hicieron religiosas.
Mujer también de profundas convicciones religiosas, teniendo una especial devoción a la Eucaristía, que se manifiesta en la asistencia a la Santa Misa todos los días y a la adoración del Santísimo. Se incorporó al grupo de aspirantes de Acción Católica de la Parroquia y, poco a poco, fue asumiendo diversas responsabilidades dentro de las Mujeres de Acción Católica de la Parroquia. También participaba en las actividades de la Fraternidad de San Vicente de Paúl de su Parroquia, de la que fue Presidenta.
Al comenzar la Guerra Civil, sus hijas religiosas se refugiaron en su casa. Al ser arrestadas por los milicianos, decidieron no llevarse a la anciana madre (83 años), pero ella protestó: Donde van mis hijas voy yo. Animó a las cuatro hijas a aceptar el martirio: Hijas mías no temáis, esto es un momento y el Cielo es para siempre.
Cuando, al final le tocó el turno a ella, un miliciano le preguntó: Oye vieja, ¿tú no tienes miedo a la muerte? A lo que ella respondió: Toda mi vida he querido hacer algo por Jesucristo y ¿ahora me voy a volver atrás? ¡Matadme por el mismo motivo que a ellas, por ser cristianas! Donde van mis hijas voy yo.
Dio su vida por Jesucristo en Alcira (Valencia ) el 25 de Octubre de 1936.
Las cinco, madre y cuatro hijas religiosas, fueron beatificadas por Juan Pablo II en Roma el 11 de Marzo de 2001.
Ellas son parte de los mártires en España,
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Esposa y madre, Siglo VI, 25 Octubre
Al principio del siglo VI, Canna, paso desde Bretaña a Galia, junto con su marido san Saturnino (después en Galia se lo llamó "Sadwrn"), con su hijo, san Crallo, y el tío, san Cadfan.
La razón para este traslado se deba quizás a las guerras o por los intensos intercambios que se estaban desarrollando entre Inglaterra y el continente.
Muerto San Saturnino, Canna tuvo un segundo matrimonio con un nomble del noble, ellos tubieron como hijos a san Tegfan y san Elian (Hilario), a quien apodaban "el visitante los lugares santos, peregrino".
Cada uno de estos santos ha dejado su nombre unido a varias localidades, sobre todo s. Elian que disfruta un culto particularmente vívido en la isla de Mona.
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Se llama así a los católicos que murieron en Inglaterra en defensa de su fe y de la primacía del Papa a raíz de la controversia entre el Papa y el rey Enrique VIII en el siglo 16, las cuestiones de fe se enredaron con cuestiones políticas en las Islas Británicas, con frecuencia se resolvieron mediante la tortura y el asesinato de los fieles católicos.
De los 252 Venerables presentados por la Jerarquía de Inglaterra y Gales, 136 fueron beatificados por Pío XI el 15 de diciembre de 1929. En 1970, el Vaticano seleccionó 40 de esos mártires, hombres y mujeres, laicos y religiosos, para representar un grupo de aproximadamente 300 casos conocidos que dieron su vida, entre 1535 y 1679, por su fe y fidelidad a la Iglesia. Este grupo fue canonizado por el Papa Paolo VI el día 25 de Octubre de ese año.
Cada uno de ellos tienen su propio día del memorial. A continuación la lista de los 40 mártires:
CartujosSan Juan Houghton
Augustine Webster
John Houghton
Robert Lawrence
Brigidino
Richard Reynolds
Agustino
John StoneSan Juan Stone
Jesuitas
Alexander Briant
Edmund Arrowsmith
Edmund Campion
David Lewis
Henry Morse
Henry Walpole
Nicholás OweSan Felipe Evansn
Philip Evans
Robert Southwell
Thomas Garnet
Benedictinos
Alban Roe
Ambrose Barlow
John Roberts
San Juan Jones
Franciscanos
John Wall
John Jones
Clero Secular
Cuthbert Mayne
Edmund Gennings
Eustace White, 1591
John AlmondSan Juan Payne
John Boste
John Kemble
John Lloyd
John Payne
John Plessington
John Southworth
Luke Kirby
Polydore Plasden, 1591
San Juan RigbyRalph Sherwin
Laicos
John Rigby
Philip Howard
Richard Gwyn
Swithun Wells, maestro, 1591
Ana Line
Margaret Clitherow
Margaret Ward
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Etimológicamente significa “gacela”. Viene de la lengua hebrea.
Fue una viuda que vivió en el siglo I. Su nombre no es muy común en nuestra cultura occidental.
Esta palabra en hebreo está compuesta de “belleza y elegancia”
Se conoce de esta santa por medio de un relato en los Hechos de los Apóstoles, en el que se cuenta uno de los milagros más grandes que hijo san Pedro.
Era de Joppe. La gente la tenía en estima llevaba una vida muy apegada a la justicia y al cumplimiento de la palabra de Dios y sobre todo porque hacía muchas obras de caridad.
Esta viuda murió, el duelo por ella desgarraba y san Pedro, con el poder que le había dado el Señor Jesús, la resucitó.
San Pedro, lleno de Dios, del Espíritu Santo, confía en Jesús y en nombre de Él le ordena levantarse eso es ser un buen apóstol y un creyente de verdad, entró en la habitación mortuoria.
Ante la presencia de todos y de todas, dijo estas palabras:< >.
La manifestación de Jesús se hizo realidad, gracias a este milagro, muchos creyeron en Cristo. En el fondo. El siglo I, época donde todos hablaban de la naciente Iglesia primitiva y lo cual los tenían en estima a los cristianos.
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Martirologio Romano: En Brescia, ciudad de la región de Venecia, san Gaudencio, obispo, que, ordenado por san Ambrosio, se distinguió entre los prelados de la época por su doctrina y sus virtudes, enseñó a su pueblo de palabra y con sus escritos, y construyó una basílica a la que llamó “Concilio de los Santos”
Discípulo de san Filastrio, obispo de Brescia. Hizo una peregrinación a Jerusalén, donde probablemente conociera a Rufino de Aquilea, Paladio y san Jerónimo. Se hizo monje en Cesarea de Capadocia, pero fue llamado a Brescia para que sucediera a su maestro en la sede bresciana, y que aunque al principio no quiso aceptar el nombramiento, se vio obligado a ello por el afecto del pueblo y las repetidas instancias de los obispos de la provincia entre los cuales figuraba san Ambrosio de Milán. Los obispos orientales también amenazaron a negarse a la comunión con él si él no obedecía. Poseemos el discurso que él hizo ante san Ambrosio y otros obispos con ocasión de su consagración, en el cual se excusa, bajo el argumento de la obediencia, de su juventud y su presunción al hablar. Había traído consigo de Oriente muchas reliquias preciosas de san Juan Bautista y de los apóstoles, y especialmente de los Cuarenta Mártires de Sebaste, las cuales le habían entregado en Cesarea de Capacocia las sobrinas de san Basilio. Fue consagrado obispo por san Ambrosio de Milán, (c.388), con el que mantuvo una profunda amistad.
Entre el 400 y el 402, Gaudencio consagró en Brescia la basílica llamada “Concilium sanctorum” (la actual iglesia de San Juan), en la que depositó reliquias de los evangelistas santos Juan, Lucas y de los apóstoles santos Andrés y Tomás.
Fue uno de los diputados que el sínodo de Roma (c.406) envió a Oriente para defender la causa de san Juan Crisóstomo, y que fuera reintegrado a su sede. La misión no tuvo ningún éxito, ya que la delegación, al llegar a Atenas, no pudo proseguir, y tuvo que volver a Italia.
Gaudencio gobernó la iglesia de Brescia con fama de excelente pastor y elocuente orador; fue detenido en un lugar cercano a Tracia; poco tiempo después murió en su dióceis.
En la historia de la antigua literatura cristiana ocupa un distinguido lugar san Gaudencio por muchas obras que de él se conservan. Se le deben principalmente las noticias que nos quedan de san Filastrio, consignadas en un discurso suyo sobre la vida y escritos de este prelado y que suele también titularse “Liber de vita sancti Philatrii”. Se conservan también diez sermones y algunas homilías sobre diferentes pasajes de la Biblia entre otras, las que pronunció el día de su consagración, muy interesante para la historia de su vida. Quedan de él, 21 Tratados ascéticos. Rufino le llamó "Gloria de los doctores de su siglo". Con el nombre de san Gaudencio, se encuentran algunos opúsculos que, sin embargo, se consideran apócrifos como: “Poema de San Filastrio”; “Comentarios del siglo llamado Anastasiano”; “De la regularidad de los clérigos”. Sus restos descansan en Brescia en la Iglesia de San Juan Bautista, en el lugar del Concilium Sanctorum.
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Martirologio Romano: En Roma, en el cementerio Trasonas, de la vía Salaria Nueva, santos Crisanto y Daria, mártires, a los que dedicó sus alabanzas el papa san Dámaso
Crisanto nació en Alejandría (otras tradiciones dicen que nació en Narbona) y que era hijo del senador Polemio; la Filosofía le condujo al Evangelio en Roma y fue bautizado por el sacerdote Carpóforo; predicó la nueva filosofía y convirtió a algunos que le acompañaron al martirio. Se casó con la griega y vestal Daría (otras leyendas dicen que era sacerdotisa de Minerva). Dicen que guardaron a castidad más absoluta durante su matrimonio. La leyenda invade sus vidas. Y la castidad puesta a prueba: él fue dejado en manos de cinco jóvenes que intentarlo seducirle, y Daría, ingresada en un lupanar, pero un león escapado del circo, veló por su integridad.
Mártires en Roma, durante la persecución de Numerario, convirtieron a su carcelero Claudio su mujer Hilaria y sus hijos Jasón y Mauro, que murieron decapitados. Fueron enterrados vivos en un arenal en la vía Salaria, de acuerdo con la ley romana que castigaba de esta manera a las vestales infieles a sus votos. Murieron lapidados o encerrados en una mina, y todos los presentes, entre ellos el sacerdote san Diodoro y el diácono san Mariano, murieron mártires. Es posible que la pasión reelabore tradiciones hagiográficas del cementerio de Trasone, incluido el epígrama damasiano sobre 72 mártires, que en el relato se convirtieron en soldados de Claudio. Sus restos se encuentran en la iglesia benedictina de Münstereifel, diócesis de Colonia. Desde 1969 su culto se ha limitado a los calendarios particulares. Crisanto es copatrono de Reggio Emilia y Salzburgo.
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Martirologio Romano: En Soissons, de la Galia Bélgica, santos Crispín y Crispiniano, mártire
Eran dos hermanos patricios romanos, que para huir de la persecución de Diocleciano se instalaron en Soissons (Francia). Se dice que hacían zapatos para ganarse el pan con su trabajo. Y predicaban el evangelio, logrando numerosas conversiones. A los pobres les hacían los trabajos gratis
Un día, el emperador Maximiano Hercúleo que iba de camino hacia lo que hoy es Bélgica; le llegó la voz de que estos dos hermanos estaban predicando el cristianismo en la región. El emperador ordenó su detención y fueron entregados al prefecto de la Galia: Riciovaro (Rictius Valus) que les infligió toda la gama de los suplicios tradicionales de las “Pasiones” de los santos. Los torturaron a los dos y después los decapitaron.
Existe una improbable tradición inglesa según la cual, nuestros mártires, escaparon de sus perseguidores en Galia y fueron a la ciudad de Faversham en Kent, donde existe un altar dedicado a ellos en la iglesia parroquial. La casa en la que supuestamente habrían vivido y trabajado fue objeto de peregrinación hasta el siglo XVII. Patrones de Soissons, Osnabrück, en Westfalia, donde estarían sus reliquias. Su nombre se conserva en el calendario anglicano porque en su festividad se venció la batalla de Azincourt de 1415. Patrones de los zapateros.
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Martirologio Romano: En Borgo Sant’Antonio, del Piamonte, muerte del beato Tadeo Machar, obispo de Cork y Cloyne, en Irlanda, que, víctima de las envidias de los poderosos, hubo de salir de su país y, de viaje hacia Roma, descansó en el Señor
Nació en Cork, Irlanda, del clan de los Mac Carthy; se educó con los franciscanos de Kilcrea y luego pasó a París para estudiar en la universidad. Fue ordenado sacerdote.
Todavía no tenía 30 años cuando fue consagrado obispo de Ross en el condado de Cork, por el papa Sixto IV, creyendo que estaba vacante aquella sede (1482), pero en realidad esto no había sucedido, sino que desde hacia 9 años estaba ocupada por Otón O’Odriscoll, que había sido consagrado en Roma.
Tadeo llegó a su diócesis y al encontrarla ocupada, en vez de retirarse, acudió al brazo secular para recuperarla, así que expulsó a Otón de su sede. El arzobispo metropolitano de Cashel y sus sufragáneos, así como el cabildo catedral de Ross, acudieron al papa Sixto IV, que les dio la razón, porque él había obrado por ignorancia, y por tanto declaro el nombramiento de Tadeo, nulo; además lo excomulgó, por haber acudido al brazo civil, en 1483.
Tadeo había actuado de buena fe, pero pensando que el nombramiento de Otón había sido ilegítimo en su origen, siguió ocupando su puesto, pero el papa Inocencio VIII le renovó la excomunión en 1488. Tadeo fue a Roma a exponer sus razones al Papa, el cual, pensando que los dos obispos tenían razón, decidió levantarle la excomunión a Tadeo, nombrarle abad comendaticio de Maure en el condado de York en 1488, y luego le nombró obispo de Cork y Cloyne, dejando a Otón en Ross.
Vuelto a Irlanda se encontró que el partido de los Fizgerald, al que pertenecía el dimitido obispo que él sustituía, era enemigo de su clan familiar y no querían que Tadeo ocupara su puesto. Por tercera vez se trasladó a Roma, para hablar con el papa Inocencio VIII que lo acogió favorablemente en 1492, excomulgando a todos los que se opusieran a Tadeo. Con este documento se puso en camino hacia Irlanda y al llegar a Ivrea, iba vestido de peregrino, y sin ninguna insignia episcopal, vistiendo pobremente, fue acogido por los canónigos regulares de San Bernardo, en una pequeña población que ahora se llama Borgo San Antonio, y esa misma noche murió, sin que supieran quien era, hasta que descubrieron que era un obispo, y que en su tumba se producían muchos milagros
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Nació en San Columbano al Lambro, villa cercana a Milán, en el seno de una familia rural. Ordenado sacerdote en 1925, muy pronto manifestó como capellán del Instituto Gonzaga y como profesor del Instituto Schiaparelli sus grandes dotes de líder de la juventud y su entrega magnífica a este ministerio.
En la II Guerra Mundial ejerció heroicamente como oficial y capellán militar del Batallón Alpino (Cuerpo de Infantería de Montaña) del Ejército Italiano (1941-1945), siendo encarcelado en 1945 por su actividad en la resistencia. Liberado, fue destinado a la Universidad de Milán.
En aquellos momentos el Padre Gnocchi (o Don Gnocchi, como es llamado en Italia), concibe la idea de crear una fundación que ayude a los niños mutilados y discapacitados físicos y psíquicos por causa de la guerra. En 1947 funda la obra “Pro Iuventute” (hoy Obra Don Gnocchi), en la que desarrolla una gran labor social a favor de los jóvenes sin hogar, mutilados… al tiempo que con sus escritos sensibiliza a la opinión pública. Un año más tarde tuvo una audiencia con el Papa Pío XII, en la cual presentó su fundación.
Al morir cedió sus ojos para que dos niños ciegos pudieran ver, como así sucedió. Falleció de un cáncer al páncreas en Milán.
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Martirologio Romano: En la localidad de Nules, cerca de Tortosa, en España, beato Recaredo Centelles Abad, presbítero de la Hermandad de Sacerdotes Operarios Diocesanos y mártir, que durante la persecución contra la Iglesia, por odio al sacerdocio fue asesinado a las puertas del cementer
Nació en Vall d´Uxó (Castellón) diócesis de Tortosa. Ingresó en el colegio de San José de Tortosa, donde realizó todos sus estudios sacerdotales hasta el último curso que lo hizo en el seminario de Tarragona. Arrastrado por el ejemplo de su rector, beato José María Peris, ingresó en la Hermandad de Sacerdotes Operarios Diocesanos, ordenándose en 1929.
Fue prefecto del seminario de Tarragona, vicedirector de la casa de formación de la Hermandad en Tortosa, después superior del colegio de San José, y por último en el último curso de su vida rector del seminario menor de Tortosa. Dedicó sus mejores ilusiones a la catequesis, y fue director diocesano del Secretariado de Catequesis. “Era un modelo de sacerdote santo y de tipo agradable”.
Al llegar el 18 de Julio su gran preocupación fue la de conseguir que los seminaristas y sus colaboradores de la dirección pudieran llegar seguros a sus casas, pero dos de ellos alcanzarían el martirio
Su familia fue por él y lo llevó a su pueblo, donde estuvo oculto en casa de sus hermanos, entregado a la oración en unión con las religiosas clarisas refugiadas en la misma casa que él. El 2 de octubre había sido martirizado su hermano Vicente.
El día 25 de octubre, día Cristo Rey, la Columna de Hierro derribaron las puertas de la casa donde se encontraban y dispararon contra su cuñado que quedó malherido. Se lo llevaron sangrando con Recaredo a las tapias del nuevo cementerio de Nules; Recaredo tenía 32 años, ametrallado, cayó al suelo, uno de los milicianos le dijo: “Tu, que eres cura, bendícenos”. Como había caído sobre su brazo derecho y no podía moverse, les pidió que le dieran la vuelta y los bendijo. Después recibió un tiro en el ojo derecho. Fusilaron a su cuñado, otro sacerdote y un seglar.
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Como ayer en Santes Creus, una nota singular señala el pontificado de Bernardo en la sede de Vich: el ejercicio de su caridad. Lo profesa su testamento, que viene a ser un legado de espíritu de desprendimiento. En su quehacer cotidiano tuvo en cuenta aquella recomendación de San Bernardo: "Considera ante todo que tú eres quien debes cuidar de los pobres, tú eres la esperanza de los que sufren la miseria y el tutor de los huérfanos" (De considerat., 1.3 c.3). El obispo Bernardo Calvó "entregó felizmente su alma al Señor" el día 26 de octubre de 1243 y canceló su vida con un testamento propio del pastor y del padre de los suyos. Bernardo de Claraval (1090-1153), que le precedió casi un siglo, creó la fisonomía que tomaría la vida religiosa en muchos monasterios de Europa y la vida de piedad popular en la segunda mitad de la Edad Media. Bernardo Calvó vino a ser uno de sus hijos que difundirá aquella fisonomía de la vida monástica en Cataluña y aquella forma de piedad popular en su diócesis de Vich, sellándolo todo con el título de apóstol de la caridad.
Esos trazos que hemos entresacado de los documentos y crónicas van tejiendo la semblanza de un "hombre justo", bueno y prudente, que en la rectitud de su vida y en su obra de pastor refleja aquel "hombre santo" aclamado por el juicio popular de los fieles. No habían transcurrido los seis meses de su muerte cuando ya estaba creada una comisión de canónigos destinada a recopilar y examinar los hechos prodigiosos que había obrado el santo obispo. No han pasado veinticinco años de la muerte del obispo Bernardo cuando uno de sus sucesores, al dirigirse a los fieles para restaurar la catedral, pone la obra bajo su advocación, recordando que en ella "está sepultado el cuerpo del Beato Bernardo, por mediación del cual el Señor obra muchos milagros", y unos quince años más tarde el Cabildo catedral recuerda a Bernardo y lo designa como "varón santo y beato de santa memoria", que fue "columna firme que cumplió las obras que le eran propias del amor y de la caridad"; por ello rec]ama que se levante un altar en "honor y reverencia de dicho santo" y que se celebre su fiesta todos los años el día 26 de octubre. )
No ha pasado el siglo de la muerte de San Bernardo cuando el abad de Santes Creus escribe al obispo de Vich que "el Beato Bernardo, oriundo de la masía Calvó, de la diócesis de Tarragona, es tenido en gran devoción y reverencia por la gente debido a los muchos milagros que el Señor Jesucristo obra allí gracias a sus méritos", y para que él mismo pueda comprobar la verdad de algunos de esos hechos milagrosos extrae el abad "un cuaderno papiráceo antiguo" de un libro de sermones sobre la Virgen y se lo envía. Finalmente, un breve apostólico de Clemente XI (26 de septiembre de 1710) coloca la festividad de San Bernardo Calvó entre las fiestas propias del Cister.
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SAN FRUTOS
(+ 715)
San Frutos tiene dos caminos. Ambos florecen de devotos el 25 de octubre de cada año. El primero desemboca en el trascoro de la catedral de Segovia, donde reposan los restos de su santo Patrono. Allí, en la mañana de su fiesta, se dan cita en policroma multitud los segovianos. Hombres y mujeres, mayores y chicos, se apiñan en el arranque de la nave central de la "dama de las catedrales góticas". Y con el pueblo se mezcla la clerecía. Entre los hábitos corales de los canónigos y los roquetes de los seminaristas emerge la mitra preciosa del prelado, quien, teniendo como telón de fondo el rico retablo que trazara Ventura Rodríguez para el Palacio Real de Riofrío y donara Carlos III a la catedral segoviana, hace un compás de espera en la procesión de las reliquias del Santo para que los cantores le entonen un villancico.A vino rancio y a frescor primaveral les sabe siempre a los segovianos su himno pajarero. No sé por qué lo llaman de este modo, si por ser demasiado juguetón, ingrávido de contenido, con una letra de espuma que huye perseguida por unas notas transidas de barroquismo, o por alguna vinculación especial de San Frutos con las aves. Algo debe de haber cuando son muchos los cazadores que madrugan aquella mañana otoñal para aprovecharse de "la caza milagrosa" que tradicionalmente tiene lugar en ese día.
El otro camino conduce a lo que primeramente fue ermita del Santo; luego priorato benedictino, más tarde parroquia con reducido vecindario en torno, y hoy simple iglesia medieval, aunque cabeza de arciprestazgo.
El lugar es pintoresco en extremo. Nunca creí que los romeros de Castilla explayaran su devoción por otros caminos que los pedregosos que la tierra da. Pero yo fui a San Frutos por vía fluvial. Y esto, no por espíritu deportivo, sino por ser el camino más corto y accesiblemente menos dificultoso. Media hora de barca desde la presa del Barquillo hasta los cimientos mismos que la naturaleza preparó para la obra de la gracia. Sobre el tranquilo embalse con más de veinte metros de profundidad deslizábase lenta la barquilla, conducida por un experto remero portugués. Mientras sus brazos se balanceaban en monorrítmico ademán, sus ojos se poblaban de recuerdos. Contaba y contaba sin cansarse sus historias, como los gondoleros de Venecia desgranan al turista sus leyendas. Más de treinta años llevaba bebiendo las mismas escenas. El colorido y tipismo de la fiesta de San Frutos, cuando las laderas circundantes se visten de peregrinos que trepan por los riscos agarrándose a los matorrales para no caer al precipicio; cuando los caminos sin trazar florecen de canciones que confluyen en la ermita.
Contemplado desde la barca el paisaje es de una belleza salvaje y bravía. El río Duratón corre encañonado entre muros naturales de más de sesenta metros de altura, de extraordinario interés geológico y prehistórico. Al lado izquierdo se yergue imponente, como nido de cigüeñas y atalaya del espíritu, una iglesia románica, levantada sobre roca viva, cortada a pico sobre el abismo en un alarde de valentía y circundada en su totalidad por la corriente, excepto una pequeña lengua de tierra, y aun ésta, separada del resto en unos cuantos metros de profundidad y segada a tajo, según refiere la historia, por la mano taumatúrgica del Santo en un momento de extremado peligro.
San Frutos tuvo dos hermanos menores que él: Valentín y Engracia. Gemelos en el espíritu y en la virtud, los tres eran hijos de un matrimonio segoviano de noble alcurnia, a quien la tradición hace descender de patricios romanos. En cualquier ocasión hubieran podido trocar sus nombres, como las carmelitas se cambian sus cosas una vez al año. Los tres fueron valientes en las batallas que les tocó luchar; dieron frutos de auténtica santidad. Y la gracia de Dios les previno abundantemente. Empujados por ella, vendieron su rico patrimonio para entregarlo a los pobres. Corrían turbias las aguas del reino visigodo, allá por la segunda mitad del siglo Vll, y ellos quisieron alejarse del fango. Atrás quedó la ciudad con su soberbio acueducto, con sus iglesias y también sus vicios.
Los gritos de la molicie silbaban en sus oídos. Pero el atractivo de la soledad les empujaba hacia el retiro. No descansarían hasta poner su nido en la hendidura de la roca, como la tórtola del Cantar de los Cantares.
Guiados por San Frutos llegaron al desierto. Como a tal lo consideran las lecciones del Breviario, que lo comparan al de Libia. Tierra aquélla inhóspita y ceñuda, aledaña de la Sepúlveda gloriosa que conociera Fernán González y Almanzor. Tierra de lastras, excepcionalmente yerma y de una impresionante austeridad. Ralos enebros rompen la monotonía pardusca de su piel y alternan con mortificantes canchales. ¡Magnífica invitación a la penitencia!
Hicieron alto en el camino. Habían encontrado, por fin, lo que deseaban. En adelante se alimentarían de soledad y de silencio. Bajo la grandiosa majestad de los peñascos, en las grietas naturales del terreno, encontrarían reposo para la oración y acomodo para sus espíritus. Levantaron tres ermitas a una distancia conveniente para defender mutuamente su soledad y empezaron a vivir a lo santo. "Allí donde todo era rigor aun a la vista, sin que ningún sentido tuviese ni los deleites que son lícitos: era el ayuno continuo; la vigilia, incesante; el sueño, limitado, el lecho eran las peñas; el vestido, cilicio; el alimento, hierbas; la bebida, mezclada con lágrimas; ningún trato ni memoria del mundo" (Flórez).
Pero San Frutos buscó las cumbres. En ellas plantó su tienda "para espiar mejor la gracia que baja del cielo". Arriba su espíritu se sentía más libre para los arrebatos de la oración, en que ocupaba la mayor parte del día. Oración armonizada por el silencio y coreada a trechos por el graznido silvestre de los grajos y el murmullo sonoro del río que se deslizaba en la hondonada. Locamente enamorado, como buen místico, de la naturaleza, en ella encontraba temas abundantes para sus penitencias.
Lo que más me llama la atención en San Frutos es esa adecuación maravillosa, esa rima aconsonantada entre las calidades de su espíritu y el tono del paisaje que escogió para escenario de su santidad. La tierra aquella no es montañosa. No se empina sobre el horizonte con aires de turgente soberbia. Tiene la sencillez del páramo, la austeridad del desierto, la hosquedad flagelante de la pedriza, y se arruga en sí misma agrietándose en barrancos de profunda humildad para dar paso a la acción modeladora de las aguas. Cuadro natural que puede exponerse como una réplica exacta del retrato moral de Frutos: sencillo, humilde, austero, sobrio y penitente. Hasta su rostro, decorado con abundosa barba aaronítica, lleva los surcos de la penitencia, como le soñó Carmona en una talla bien lograda que se conserva en la iglesia del Seminario de Segovia.
El tiempo le fue madurando para el milagro y aromándole con fama de santidad. Mientras él se empapaba de silencio se rompía la paz de España con la invasión de los moros. Un día el griterío de los infieles rebota en aquellos riscos patinados de tranquilidad multisecular. Un destacamento musulmán persigue a un puñado de cristianos, que huyen despavoridos, como los pájaros y las flores, a refugiarse bajo el manto pardo del Santo. Frutos, con su bastón cargado de sobrenaturalismo, traza una línea frontera entre las dos religiones. La roca le obedece. Se raja en dos mitades, quedando el prodigio bautizado para siempre con el nombre de "la cuchillada de San Frutos"
Desposado con la naturaleza, como San Francisco con la pobreza, se le torna sumisa a sus deseos. Otra vez quiere regalar a su hermana una fuente. para que no se lastime demasiado teniendo que bajar, para apagar su sed, hasta el lecho del río, y brota el manantial cerca del eremitorio de Santa Engracia.
Y así un año tras otro, haciendo penitencia por los pecados de su patria, hasta que un día, cargado de frutos, presenta su nombre en la taquilla del paraíso. Acostumbrados sus ojos al vuelo de las aves, él de un brinco romontó el cielo. Fue en el 715 de la era cristiana. El reloj de su vida marcaba el número 73.
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María Teresa Ferragud Roiq y sus 4 hijas, Beatas
Nace en Algemesí (Valencia) el 14 de enero de 1853. Casada el 23 de noviembre de 1872 con Vicente Silverio Masia, hombre de una fe profunda y una vida interior constante. De los nueve hijos que tuvieron; cuatro se hicieron religiosas.
Mujer también de profundas convicciones religiosas, teniendo una especial devoción a la Eucaristía, que se manifiesta en la asistencia a la Santa Misa todos los días y a la adoración del Santísimo. Se incorporó al grupo de aspirantes de Acción Católica de la Parroquia y, poco a poco, fue asumiendo diversas responsabilidades dentro de las Mujeres de Acción Católica de la Parroquia. También participaba en las actividades de la Fraternidad de San Vicente de Paúl de su Parroquia, de la que fue Presidenta.
Al comenzar la Guerra Civil, sus hijas religiosas se refugiaron en su casa. Al ser arrestadas por los milicianos, decidieron no llevarse a la anciana madre (83 años), pero ella protestó: Donde van mis hijas voy yo. Animó a las cuatro hijas a aceptar el martirio: Hijas mías no temáis, esto es un momento y el Cielo es para siempre.
Cuando, al final le tocó el turno a ella, un miliciano le preguntó: Oye vieja, ¿tú no tienes miedo a la muerte? A lo que ella respondió: Toda mi vida he querido hacer algo por Jesucristo y ¿ahora me voy a volver atrás? ¡Matadme por el mismo motivo que a ellas, por ser cristianas! Donde van mis hijas voy yo.
Dio su vida por Jesucristo en Alcira (Valencia ) el 25 de Octubre de 1936.
Las cinco, madre y cuatro hijas religiosas, fueron beatificadas por Juan Pablo II en Roma el 11 de Marzo de 2001.
Ellas son parte de los mártires en España,
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Canna, Santa
Esposa y madre, Siglo VI, 25 Octubre
Al principio del siglo VI, Canna, paso desde Bretaña a Galia, junto con su marido san Saturnino (después en Galia se lo llamó "Sadwrn"), con su hijo, san Crallo, y el tío, san Cadfan.
La razón para este traslado se deba quizás a las guerras o por los intensos intercambios que se estaban desarrollando entre Inglaterra y el continente.
Muerto San Saturnino, Canna tuvo un segundo matrimonio con un nomble del noble, ellos tubieron como hijos a san Tegfan y san Elian (Hilario), a quien apodaban "el visitante los lugares santos, peregrino".
Cada uno de estos santos ha dejado su nombre unido a varias localidades, sobre todo s. Elian que disfruta un culto particularmente vívido en la isla de Mona.
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Mártires de Inglaterra y Gales
Se llama así a los católicos que murieron en Inglaterra en defensa de su fe y de la primacía del Papa a raíz de la controversia entre el Papa y el rey Enrique VIII en el siglo 16, las cuestiones de fe se enredaron con cuestiones políticas en las Islas Británicas, con frecuencia se resolvieron mediante la tortura y el asesinato de los fieles católicos.
De los 252 Venerables presentados por la Jerarquía de Inglaterra y Gales, 136 fueron beatificados por Pío XI el 15 de diciembre de 1929. En 1970, el Vaticano seleccionó 40 de esos mártires, hombres y mujeres, laicos y religiosos, para representar un grupo de aproximadamente 300 casos conocidos que dieron su vida, entre 1535 y 1679, por su fe y fidelidad a la Iglesia. Este grupo fue canonizado por el Papa Paolo VI el día 25 de Octubre de ese año.
Cada uno de ellos tienen su propio día del memorial. A continuación la lista de los 40 mártires:
CartujosSan Juan Houghton
Augustine Webster
John Houghton
Robert Lawrence
Brigidino
Richard Reynolds
Agustino
John StoneSan Juan Stone
Jesuitas
Alexander Briant
Edmund Arrowsmith
Edmund Campion
David Lewis
Henry Morse
Henry Walpole
Nicholás OweSan Felipe Evansn
Philip Evans
Robert Southwell
Thomas Garnet
Benedictinos
Alban Roe
Ambrose Barlow
John Roberts
San Juan Jones
Franciscanos
John Wall
John Jones
Clero Secular
Cuthbert Mayne
Edmund Gennings
Eustace White, 1591
John AlmondSan Juan Payne
John Boste
John Kemble
John Lloyd
John Payne
John Plessington
John Southworth
Luke Kirby
Polydore Plasden, 1591
San Juan RigbyRalph Sherwin
Laicos
John Rigby
Philip Howard
Richard Gwyn
Swithun Wells, maestro, 1591
Ana Line
Margaret Clitherow
Margaret Ward
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SANTA TABITA
Etimológicamente significa “gacela”. Viene de la lengua hebrea.
Fue una viuda que vivió en el siglo I. Su nombre no es muy común en nuestra cultura occidental.
Esta palabra en hebreo está compuesta de “belleza y elegancia”
Se conoce de esta santa por medio de un relato en los Hechos de los Apóstoles, en el que se cuenta uno de los milagros más grandes que hijo san Pedro.
Era de Joppe. La gente la tenía en estima llevaba una vida muy apegada a la justicia y al cumplimiento de la palabra de Dios y sobre todo porque hacía muchas obras de caridad.
Esta viuda murió, el duelo por ella desgarraba y san Pedro, con el poder que le había dado el Señor Jesús, la resucitó.
San Pedro, lleno de Dios, del Espíritu Santo, confía en Jesús y en nombre de Él le ordena levantarse eso es ser un buen apóstol y un creyente de verdad, entró en la habitación mortuoria.
Ante la presencia de todos y de todas, dijo estas palabras:< >.
La manifestación de Jesús se hizo realidad, gracias a este milagro, muchos creyeron en Cristo. En el fondo. El siglo I, época donde todos hablaban de la naciente Iglesia primitiva y lo cual los tenían en estima a los cristianos.
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San GAUDENCIO DE BRESCIA. M. c. 410.
Martirologio Romano: En Brescia, ciudad de la región de Venecia, san Gaudencio, obispo, que, ordenado por san Ambrosio, se distinguió entre los prelados de la época por su doctrina y sus virtudes, enseñó a su pueblo de palabra y con sus escritos, y construyó una basílica a la que llamó “Concilio de los Santos”
Discípulo de san Filastrio, obispo de Brescia. Hizo una peregrinación a Jerusalén, donde probablemente conociera a Rufino de Aquilea, Paladio y san Jerónimo. Se hizo monje en Cesarea de Capadocia, pero fue llamado a Brescia para que sucediera a su maestro en la sede bresciana, y que aunque al principio no quiso aceptar el nombramiento, se vio obligado a ello por el afecto del pueblo y las repetidas instancias de los obispos de la provincia entre los cuales figuraba san Ambrosio de Milán. Los obispos orientales también amenazaron a negarse a la comunión con él si él no obedecía. Poseemos el discurso que él hizo ante san Ambrosio y otros obispos con ocasión de su consagración, en el cual se excusa, bajo el argumento de la obediencia, de su juventud y su presunción al hablar. Había traído consigo de Oriente muchas reliquias preciosas de san Juan Bautista y de los apóstoles, y especialmente de los Cuarenta Mártires de Sebaste, las cuales le habían entregado en Cesarea de Capacocia las sobrinas de san Basilio. Fue consagrado obispo por san Ambrosio de Milán, (c.388), con el que mantuvo una profunda amistad.
Entre el 400 y el 402, Gaudencio consagró en Brescia la basílica llamada “Concilium sanctorum” (la actual iglesia de San Juan), en la que depositó reliquias de los evangelistas santos Juan, Lucas y de los apóstoles santos Andrés y Tomás.
Fue uno de los diputados que el sínodo de Roma (c.406) envió a Oriente para defender la causa de san Juan Crisóstomo, y que fuera reintegrado a su sede. La misión no tuvo ningún éxito, ya que la delegación, al llegar a Atenas, no pudo proseguir, y tuvo que volver a Italia.
Gaudencio gobernó la iglesia de Brescia con fama de excelente pastor y elocuente orador; fue detenido en un lugar cercano a Tracia; poco tiempo después murió en su dióceis.
En la historia de la antigua literatura cristiana ocupa un distinguido lugar san Gaudencio por muchas obras que de él se conservan. Se le deben principalmente las noticias que nos quedan de san Filastrio, consignadas en un discurso suyo sobre la vida y escritos de este prelado y que suele también titularse “Liber de vita sancti Philatrii”. Se conservan también diez sermones y algunas homilías sobre diferentes pasajes de la Biblia entre otras, las que pronunció el día de su consagración, muy interesante para la historia de su vida. Quedan de él, 21 Tratados ascéticos. Rufino le llamó "Gloria de los doctores de su siglo". Con el nombre de san Gaudencio, se encuentran algunos opúsculos que, sin embargo, se consideran apócrifos como: “Poema de San Filastrio”; “Comentarios del siglo llamado Anastasiano”; “De la regularidad de los clérigos”. Sus restos descansan en Brescia en la Iglesia de San Juan Bautista, en el lugar del Concilium Sanctorum.
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Santos CRISANTO y DARÍA. M. 283.
Martirologio Romano: En Roma, en el cementerio Trasonas, de la vía Salaria Nueva, santos Crisanto y Daria, mártires, a los que dedicó sus alabanzas el papa san Dámaso
Crisanto nació en Alejandría (otras tradiciones dicen que nació en Narbona) y que era hijo del senador Polemio; la Filosofía le condujo al Evangelio en Roma y fue bautizado por el sacerdote Carpóforo; predicó la nueva filosofía y convirtió a algunos que le acompañaron al martirio. Se casó con la griega y vestal Daría (otras leyendas dicen que era sacerdotisa de Minerva). Dicen que guardaron a castidad más absoluta durante su matrimonio. La leyenda invade sus vidas. Y la castidad puesta a prueba: él fue dejado en manos de cinco jóvenes que intentarlo seducirle, y Daría, ingresada en un lupanar, pero un león escapado del circo, veló por su integridad.
Mártires en Roma, durante la persecución de Numerario, convirtieron a su carcelero Claudio su mujer Hilaria y sus hijos Jasón y Mauro, que murieron decapitados. Fueron enterrados vivos en un arenal en la vía Salaria, de acuerdo con la ley romana que castigaba de esta manera a las vestales infieles a sus votos. Murieron lapidados o encerrados en una mina, y todos los presentes, entre ellos el sacerdote san Diodoro y el diácono san Mariano, murieron mártires. Es posible que la pasión reelabore tradiciones hagiográficas del cementerio de Trasone, incluido el epígrama damasiano sobre 72 mártires, que en el relato se convirtieron en soldados de Claudio. Sus restos se encuentran en la iglesia benedictina de Münstereifel, diócesis de Colonia. Desde 1969 su culto se ha limitado a los calendarios particulares. Crisanto es copatrono de Reggio Emilia y Salzburgo.
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Santos CRISPÍN y CRISPINIANO. M. c. 287.
Martirologio Romano: En Soissons, de la Galia Bélgica, santos Crispín y Crispiniano, mártire
Eran dos hermanos patricios romanos, que para huir de la persecución de Diocleciano se instalaron en Soissons (Francia). Se dice que hacían zapatos para ganarse el pan con su trabajo. Y predicaban el evangelio, logrando numerosas conversiones. A los pobres les hacían los trabajos gratis
Un día, el emperador Maximiano Hercúleo que iba de camino hacia lo que hoy es Bélgica; le llegó la voz de que estos dos hermanos estaban predicando el cristianismo en la región. El emperador ordenó su detención y fueron entregados al prefecto de la Galia: Riciovaro (Rictius Valus) que les infligió toda la gama de los suplicios tradicionales de las “Pasiones” de los santos. Los torturaron a los dos y después los decapitaron.
Existe una improbable tradición inglesa según la cual, nuestros mártires, escaparon de sus perseguidores en Galia y fueron a la ciudad de Faversham en Kent, donde existe un altar dedicado a ellos en la iglesia parroquial. La casa en la que supuestamente habrían vivido y trabajado fue objeto de peregrinación hasta el siglo XVII. Patrones de Soissons, Osnabrück, en Westfalia, donde estarían sus reliquias. Su nombre se conserva en el calendario anglicano porque en su festividad se venció la batalla de Azincourt de 1415. Patrones de los zapateros.
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Beato TADEO MACARTHY (Tadhg Machar). (1455-1497).
Martirologio Romano: En Borgo Sant’Antonio, del Piamonte, muerte del beato Tadeo Machar, obispo de Cork y Cloyne, en Irlanda, que, víctima de las envidias de los poderosos, hubo de salir de su país y, de viaje hacia Roma, descansó en el Señor
Nació en Cork, Irlanda, del clan de los Mac Carthy; se educó con los franciscanos de Kilcrea y luego pasó a París para estudiar en la universidad. Fue ordenado sacerdote.
Todavía no tenía 30 años cuando fue consagrado obispo de Ross en el condado de Cork, por el papa Sixto IV, creyendo que estaba vacante aquella sede (1482), pero en realidad esto no había sucedido, sino que desde hacia 9 años estaba ocupada por Otón O’Odriscoll, que había sido consagrado en Roma.
Tadeo llegó a su diócesis y al encontrarla ocupada, en vez de retirarse, acudió al brazo secular para recuperarla, así que expulsó a Otón de su sede. El arzobispo metropolitano de Cashel y sus sufragáneos, así como el cabildo catedral de Ross, acudieron al papa Sixto IV, que les dio la razón, porque él había obrado por ignorancia, y por tanto declaro el nombramiento de Tadeo, nulo; además lo excomulgó, por haber acudido al brazo civil, en 1483.
Tadeo había actuado de buena fe, pero pensando que el nombramiento de Otón había sido ilegítimo en su origen, siguió ocupando su puesto, pero el papa Inocencio VIII le renovó la excomunión en 1488. Tadeo fue a Roma a exponer sus razones al Papa, el cual, pensando que los dos obispos tenían razón, decidió levantarle la excomunión a Tadeo, nombrarle abad comendaticio de Maure en el condado de York en 1488, y luego le nombró obispo de Cork y Cloyne, dejando a Otón en Ross.
Vuelto a Irlanda se encontró que el partido de los Fizgerald, al que pertenecía el dimitido obispo que él sustituía, era enemigo de su clan familiar y no querían que Tadeo ocupara su puesto. Por tercera vez se trasladó a Roma, para hablar con el papa Inocencio VIII que lo acogió favorablemente en 1492, excomulgando a todos los que se opusieran a Tadeo. Con este documento se puso en camino hacia Irlanda y al llegar a Ivrea, iba vestido de peregrino, y sin ninguna insignia episcopal, vistiendo pobremente, fue acogido por los canónigos regulares de San Bernardo, en una pequeña población que ahora se llama Borgo San Antonio, y esa misma noche murió, sin que supieran quien era, hasta que descubrieron que era un obispo, y que en su tumba se producían muchos milagros
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Beato CARLOS GNOCCHI. (1902-1936).
Nació en San Columbano al Lambro, villa cercana a Milán, en el seno de una familia rural. Ordenado sacerdote en 1925, muy pronto manifestó como capellán del Instituto Gonzaga y como profesor del Instituto Schiaparelli sus grandes dotes de líder de la juventud y su entrega magnífica a este ministerio.
En la II Guerra Mundial ejerció heroicamente como oficial y capellán militar del Batallón Alpino (Cuerpo de Infantería de Montaña) del Ejército Italiano (1941-1945), siendo encarcelado en 1945 por su actividad en la resistencia. Liberado, fue destinado a la Universidad de Milán.
En aquellos momentos el Padre Gnocchi (o Don Gnocchi, como es llamado en Italia), concibe la idea de crear una fundación que ayude a los niños mutilados y discapacitados físicos y psíquicos por causa de la guerra. En 1947 funda la obra “Pro Iuventute” (hoy Obra Don Gnocchi), en la que desarrolla una gran labor social a favor de los jóvenes sin hogar, mutilados… al tiempo que con sus escritos sensibiliza a la opinión pública. Un año más tarde tuvo una audiencia con el Papa Pío XII, en la cual presentó su fundación.
Al morir cedió sus ojos para que dos niños ciegos pudieran ver, como así sucedió. Falleció de un cáncer al páncreas en Milán.
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Beato RECAREDO CENTELLES ABAD. (1904-1936).
Martirologio Romano: En la localidad de Nules, cerca de Tortosa, en España, beato Recaredo Centelles Abad, presbítero de la Hermandad de Sacerdotes Operarios Diocesanos y mártir, que durante la persecución contra la Iglesia, por odio al sacerdocio fue asesinado a las puertas del cementer
Nació en Vall d´Uxó (Castellón) diócesis de Tortosa. Ingresó en el colegio de San José de Tortosa, donde realizó todos sus estudios sacerdotales hasta el último curso que lo hizo en el seminario de Tarragona. Arrastrado por el ejemplo de su rector, beato José María Peris, ingresó en la Hermandad de Sacerdotes Operarios Diocesanos, ordenándose en 1929.
Fue prefecto del seminario de Tarragona, vicedirector de la casa de formación de la Hermandad en Tortosa, después superior del colegio de San José, y por último en el último curso de su vida rector del seminario menor de Tortosa. Dedicó sus mejores ilusiones a la catequesis, y fue director diocesano del Secretariado de Catequesis. “Era un modelo de sacerdote santo y de tipo agradable”.
Al llegar el 18 de Julio su gran preocupación fue la de conseguir que los seminaristas y sus colaboradores de la dirección pudieran llegar seguros a sus casas, pero dos de ellos alcanzarían el martirio
Su familia fue por él y lo llevó a su pueblo, donde estuvo oculto en casa de sus hermanos, entregado a la oración en unión con las religiosas clarisas refugiadas en la misma casa que él. El 2 de octubre había sido martirizado su hermano Vicente.
El día 25 de octubre, día Cristo Rey, la Columna de Hierro derribaron las puertas de la casa donde se encontraban y dispararon contra su cuñado que quedó malherido. Se lo llevaron sangrando con Recaredo a las tapias del nuevo cementerio de Nules; Recaredo tenía 32 años, ametrallado, cayó al suelo, uno de los milicianos le dijo: “Tu, que eres cura, bendícenos”. Como había caído sobre su brazo derecho y no podía moverse, les pidió que le dieran la vuelta y los bendijo. Después recibió un tiro en el ojo derecho. Fusilaron a su cuñado, otro sacerdote y un seglar.
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