Oscar Arnulfo Romero nació en Ciudad
Barrios, El Salvador, el 15 de agosto de 1917.
Fue ordenado sacerdote en 1942. En 1970, la Iglesia
lo llamó
a proseguir su camino pastoral elevándolo al ministerio episcopal como
Obispo Auxiliar de San Salvador y en el día de su ordenación episcopal dejaba
claro el lema de toda su vida: “Sentir con la Iglesia”.
En El Salvador la violencia avanzaba, con ello la
Iglesia se edificaba en contra de esa situación de dolor, por tal motivo la
persecución a la Iglesia en todos sus sentidos comenzó a
cobrar vida. En medio de ese ambiente de injusticia, violencia y temor, Mons.
Romero fue nombrado Arzobispo de San Salvador el 3 de febrero de 1977.
En el transcurso de su
ministerio Arzobispal, Mons. Romero se convirtió en un
implacable protector de la dignidad de los seres humanos, sobre todo de los más
desposeídos; esto lo llevaba a emprender una actitud de denuncia contra la
violencia, y sobre todo a enfrentar cara a cara a los regímenes del mal. Sus
homilías se convirtieron en una cita obligatoria de todo el país cada domingo.
Desde el púlpito iluminaba a la luz del Evangelio los acontecimientos del país
y ofrecía rayos de esperanza para cambiar esa estructura de terror.
El domingo 23 de marzo de 1980
Mons. Romero pronunció su última homilía, la cual fue considerada por
algunos como su sentencia de muerte debido a la dureza de su denuncia: “en
nombre de Dios y de este pueblo sufrido... les pido, les ruego, les ordeno en
nombre de Dios, CESE LA REPRESION”. Al día siguiente, fue asesinado de un
certero disparo mientras oficiaba la Eucaristía.