Paula nació en Roma, en el año 347. Se unió en matrimonio y tuvo 5 hijos.
Paula era muy virtuosa como mujer casada y con su marido edificaron a Roma con su ejemplo, sin embargo amaba mucho la vida mundana, algo difícil de evitar por su alta posición social. Cuando murió su esposo, aconsejada por una santa amiga, cambió totalmente y decidió entregarse totalmente a Dios.
Cuanto más progresaba santa Paula en el gusto de las cosas divinas, más insoportable se le hacía la tumultuosa vida de la ciudad. La santa suspiraba por el desierto, y deseaba vivir en una ermita, sin tener otra cosa en que ocuparse más que en pensar en Dios. Determinó, pues, dejar su casa, su familia y sus amigos y partir de Roma. Se fue junto a una de sus hijas (que compartía los mismos deseos) hacia Belén, y ambas quedaron bajo la dirección de san Jerónimo.
Las dos santas vivieron en una choza, hasta que se acabó de construir el monasterio. Paula gobernó el monasterio con gran caridad y discreción. Era la primera en cumplir las reglas, y participaba, como su hija, en los trabajos de la casa.
Paladio afirma que Santa Paula se ocupaba de atender a San Jerónimo, y le fue a éste de gran utilidad en sus trabajos bíblicos, pues su padre le había enseñado el griego y en Palestina había aprendido suficiente hebreo para cantar los salmos en la lengua original. Además, San jerónimo la había iniciado en las cuestiones exegéticas lo bastante para que Paula pudiese
seguir con interés su desagradable discusión con el obispo Juan de Jerusalén sobre el origenismo. Los últimos años de la santa se vieron ensombrecidos por esta disputa y por las preocupaciones económicas que su generosidad había producido.
Murió en la paz del señor, el 26 de enero del año 404.