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León IX, Papa CLII Papa
San ELFEGO DE CANTERBURY
Santa EMMA DE BREMEN
Beato BERNARDO DE SITHIU
Beato JAIME DUCKETT
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San Alfegio de Canterbury, Mártir -Beato Bernardo El Penitente - Jorge, Usmaro, Elgeo, obispos; Hermógenes, Cayo, Aristónico, Rufo, Gálata, Sócrates, Dionisio, Pafnucio, mártires; Crescencio, confesor; Timón, diácono; Trifón, patriarca
SAN LEÓN IX, Papa y Confesor
Os conjuro que os portéis con toda humildad
y mansedumbre, con paciencia, soportándoos
unos a otros con caridad.
(Efesios, 4, 1-2).
Os conjuro que os portéis con toda humildad
y mansedumbre, con paciencia, soportándoos
unos a otros con caridad.
(Efesios, 4, 1-2).
Tanta era la humildad de San León IX, que confesó públicamente sus pecados para convencer de su indignidad a los que querían elevarlo al sumo pontificado. El efecto fue contrario al que esperaba: se confirmó su elección. Cumplió los deberes de su cargo con celo infatigable y una dulzura que nunca desmintió. Cuando reprendía a alguien por sus faltas, la abundancia de sus lágrimas probaba cuánto compadecía su corazón las miserias de su prójimo. A punto de morir y después de haber recibido la Extremaunción, se hizo llevar ante el altar de San Pedro y rezó allí una hora. Vuelto después al lecho, oyó misa, recibió el Santo Viático y entregó su espíritu. Era el 19 de abril de 1054.
MEDITACIÓN DE CÓMO ADVERTIR AL PRÓJIMO SOBRE SUS FALTAS
I. Estás obligado a advertir caritativamente a tu prójimo sus defectos. Si eres su superior, el deber de tu cargo te impone esta obligación; si eres su amigo, la amistad te concede esta libertad; si adviertes a tu hermano, él se corregirá, y tú habrás ganado su alma para Dios. ¿Puedes hacerle mayor servicio? Si descuidas hacerlo, te expones a dejarlo vivir y morir en su crimen, cuando hubieras podido prevenir a ese desventurado. Y tú, ¿cómo recibes las advertencias de tus superiores?
II. Aunque fastidies al amigo advirtiéndole sus faltas no lo dejes de hacer: es tu deber. Acaso ten gas una opinión demasiado mala de él y es más humilde de lo que piensas. Después de todo, ese pecador es un enfermo a quien se aplican remedios aunque no lo quiera; cuando se cure te agradecerá el servicio que le hiciste. Si él falta a su deber, tú no faltes al tuyo. Considera las obligaciones que pesan sobre ti y no tengas en cuenta a las personas. No perdones a tu prójimo, cuando se trata de salvar su alma. (San Jerónimo).
III. Pero, si hay motivo para creer que tu advertencia será más bien dañosa que útil, con razón la omitirás o dilatarás para mejor ocasión. A menudo la manera de hacer a alguien incorregible es advertirle sus faltas inoportunamente. Según el refrán popular, hay que dorarle la píldora al enfermo, para que la acepte. ¿Quieres corregir a tu hermano? Ad viértele, llora y reza a Dios; reprende entonces a tu hermano, exhórtale, dale buenos consejos, demuéstrale mucha amistad a ese pobre pecador. (San Juan Crisóstomo).
La caridad
Orad por los que están
en estado de pecado mortal.
ORACIÓN
Pastor eterno, mirad con benevolencia a vuestro rebaño y guardadlo con protección constante por vuestro bienaventurado Sumo Pontífice León, a quien habéis constituido pastor de toda la Iglesia. Por J. C. N. S.
Martirologio Romano: En la playa junto a Greenwich, en Inglaterra, pasión de san Elfego, arzobispo de Canterbury y mártir, el cual, mientras los daneses pasaban a sangre y fuego el país, se presentó ante ellos con la intención salvar a su grey y, al no poder ser rescatado por dinero, el sábado después de Pascua fue golpeado con huesos de oveja y finalmente degollado.
Benedictino de la abadía de Deerhurst o Deherste (Gloucester) y luego se retiró a una celda que el construyó en un desierto cercano al lugar de la abadía de Bath donde se encerró. Su virtud hizo que le nombraran abad de la abadía de Bath. Elfego no toleraba la menor relajación de la regla, pues sabía cuán fácilmente las concesiones acaban con la observancia en los conventos. Solía decir que era mejor permanecer en el mundo que ser un monje imperfecto.
En el 984, san Dunstano de Canterbury lo consagró, a pesar de su juventud y resistencia, obispo de Winchester, diócesis que gobernó durante 22 años y en su diócesis no hubo mendigos, mientras él estuvo al frente de ella. Como seguía practicando las mismas austeridades que en el convento, los prolongados ayunos le hicieron adelgazar tanto, que algunos testigos declararon que se podía ver a través de sus manos cuando las levantaba en la misa.
En el 1006, fue nombrado arzobispo de Canterbury. Fue a Roma a recibir el palio de manos del papa Juan XVIII. Su grey le amó muchísimo, de manera que, durante la invasión danesa de 1011, le exhortaron a huir, pero lo rechazó, pero se quedó animando a sus fieles, dándoles consuelo espiritual. Al final la ciudad de Canterbury fue tomada, los daneses mataron, destrozaron, violaron, y allí estuvo el arzobispo Elfego intentando poner freno a tanta barbarie, de manera que los daneses delante de él asesinaron a muchos de sus monjes y él fue apresado. Transcurridos siete meses los daneses fueron atacados por una epidemia, y pensaron que ésta la había producido el arzobispo, lo sacaron de prisión y le rogaron que intercediera por ellos. Su oración dio resultado, pero fue ejecutado en Greenwich por haberse negado a pagar su rescate con el dinero de los pobres. Fue martirizado a golpes de hueso de buey durante un banquete por un danés que había sido bautizado por un santo.
El cuerpo de san Elfego fue recuperado y sepultado en San Pablo de Londres. En 1023, el rey Canuto de Dinamarca le trasladó solemnemente a Canterbury. Uno de los sucesores de san Elfego, Lanfranco, dijo a san Anselmo que su antecesor no había muerto por la fe, pero el santo le respondió que morir por la justicia era lo mismo que morir por Dios. Los ingleses siempre han considerado como mártir a san Elfego. Su nombre se halla en el Martirologio Romano y las diócesis de Westminster, Clifton, Portsmouth y Southwark, celebran todavía su fiesta.
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Nació en el ceno de la noble familia sajona de los Immedinger, descendientes de Widukind. Ella era la hija de Conde Immed (o Imad) de la diócesis de Utrecht y también, según Adán de Bremen, hermana de Meinwerk, obispo de Paderborn. Se casó con Ludger, hijo de Duque Hermann Billung y hermano de Bernardo I, Duque de Sajonia. El emperador Otón III, en el año 1001, regaló a la pareja el "Pfalz" o "palatium" de Stiepel (ahora Bochum-Stiepel), donde en 1008 Emma construyó una iglesia dedicada a María, que más tarde se convertiría en lugar popular de peregrinación. El único hijo del matrimonio fue Imad, consagrado como obispo de Paderborn.
Después de la temprana muerte de su marido en 1011 [en algunos documentos se cuenta que, hasta la muerte de su marido, ella tenía un carácter muy explosivo y violento que de vez en cuando la conducía a cometer actos de violencia física], Emma se mudó a Lesum (ahora Bremen-Burglesum), y con su fortuna generosamente apoyaba a la catedral de Bremen, donde el arzobispo Unwan era otro de sus parientes, concedió a la catedral su propiedad en Stiepel con su iglesia. Ella es descrita como una gran benefactora de la iglesia, y de verdad fundó varias templos en la zona de Bremen, aunque su mayor preocupación eran los pobres.
Emma más tarde fue venerada como santa, aunque no haya ninguna prueba de que ella formalmente haya sido beatificada o canonizada. Fue enterrada en la Catedral de Bremen, donde su tumba todavía podía ser vista en el siglo XVI.
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Martirologio Romano: En Roma, en la basílica de San Pedro, san León IX, papa, que primero fue obispo de Tulle durante veinticinco años, defendiendo enérgicamente a su grey, y una vez elegido para la sede romana, reunió varios sínodos para la reforma de la vida del clero y la extirpación de la simonía.
Se llamaba Bruno de Egisheim-Dagsburg y era natural de Alsacia. Nació en el seno de una noble familia, los condes de Dagsburg y Egisheim, emparentada con los emperadores alemanes. De muy niño frecuentó la escuela episcopal de Toul llamando la atención por su ingenio y bondad. La curación de una enfermedad le empujó al sacerdocio. Como sacerdote destacó por sus virtudes hasta el punto de ser conocido como "el buen Bruno"; trabajó con el obispo Hermann de Toul en la reforma de las costumbres, especialmente de los clérigos; fue nombrado capellán de su primo el emperador Conrado II.
Muerto Hermann fue elegido por el pueblo, obispo de Toul (1048), aunque no tenía la edad canónica. Se entregó de lleno a la misión y no se amilanó ante ninguna dificultad. Fue, sobre todo, con el ejemplo de su propia vida, el arma con que más trabajó para atajar tanto mal como se había ido introduciendo en el clero. Fue intransigente con los abusos y, sobre todo, fue duro consigo mismo no permitiendo a sí ni a los suyos obra alguna que pudiera escandalizar. Eligió como norma vida aquel dicho: "Vencer el mal por medio del bien". Se dio cuenta de que el futuro de la Iglesia estaba en la reforma de las grandes ordenes religiosas y que una vez reformadas estas, no sería difícil reformar el resto. Reformó el monasterio de Moyen Moutier. Para ello desde el 1026 en el que fue consagrado obispo, hasta el 1048 que fue elevado al Pontificado, celebró varios sínodos y dictó leyes muy sabias y prudentes en esta línea.
Los papas Clemente II y Dámaso II apenas pudieron hacer nada con la reforma que quisieron introducir porque sus pontificados fueron efímeros. Los reyes en esta época tenían un influjo casi totalitario en la designación de los pontífices. Así Enrique III el Negro, convocó la Dieta de Worms y propuso a Bruno de Toul como candidato y sucesor de la silla de Pedro y fue gustosamente aceptado por todos. A pesar de su resistencia tuvo que aceptar porque vio que era la voluntad de Dios. Se llevó a Roma, como consejero espiritual, a Hildebrando, futuro san Gregorio VII. Muy activo y enérgico peregrinó por media Europa para corregir vigorosamente los peores abusos de los religiosos (simonía y concubinato de los clérigos), defendiendo la supremacía pontificia, impulsando la reforma de Cluny, sentando las bases de lo que será el derecho canónico, oponiéndose a las herejías.
Comprendió que su autoridad pontificia estaba en su presencia física en aquellos lugares que había que reformar, por ello vivió muy poco tiempo en Roma, y su pontificado fue itinerante por toda Europa, convocando sínodos de reforma. Será el precursor de la reforma gregoriana de la autonomía de la Iglesia frente al Imperio, y en el hecho que sólo el obispo de Roma era el único que podía llamarse "apostólico" y no al origen de las iglesias como Constantinopla o Compostela. Con él se inició la polémica con el patriarca de Constantinopla, Miguel Cerulario, que terminará con el Cisma de Oriente y, su desafortunada guerra defensiva contra los normandos (ya que nunca renunció a su episcopado de Toul, y se involucró en la política del Imperio) en el sur de Italia concluyó con su derrota y con su propio cautiverio en Benevento, aunque fue liberado, murió, al poco tiempo, delante del altar mayor de San Pedro.
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Martirologio Romano: En el monasterio de Saint-Bertín, de la región de Thérouanne, en Francia, muerte del beato Bernardo, penitente, que para expiar los pecados de su juventud escogió voluntariamente el destierro, y descalzo, vestido con un hábito pobre y comiendo con parquedad, peregrinó incesantemente visitando santos lugares.
Natural de Provenza; como hubiera cometido un horrible crimen, al participar en un motín contra un gobernador impopular, que resultó muerto, fue condenado por obispo de Maguelone a siete años de pública penitencia; él la cumplió cargando con siete pesadas cadenas de hierro que llevó de santuario en santuario: de Compostela a Roma y Palestina, una vez a la India, para implorar la intercesión de santo Tomás apóstol. En cierta ocasión en que se hallaba en Saint-Omer, recibió del cielo la orden de no hacer más peregrinaciones. Un generoso bienhechor le cedió una casita contigua al monasterio de Saint-Bertin (Suthiu) y los monjes le permitieron entrar en la iglesia a cualquier hora del día o de la noche. Bernardo era siempre el primero en los oficios nocturnos.
Aun en lo más crudo del invierno, permanecía en pie, descalzo, sobre las losas de piedra. El resto del tiempo lo ocupaba en asistir a los pobres y en limpiar las iglesias. Las gentes se acostumbraron pronto a ver a aquel penitente que saludaba a todos con estas palabras: «Que Dios nos conceda un buen fin».
Después pidió a los monjes de admitirlo en la comunidad, los monjes se la concedieron de buena gana, pues le consideraban como un santo. Hacia el fin de su vida, Dios le concedió el don de profecía y, a la intercesión de Bernardo se atribuyeron numerosos milagros. La multitud que invadió la iglesia durante sus funerales fue inmensa. Todos querían un fragmento de sus vestidos o algún objeto tocado por el beato. En su tumba se verificaron muchos milagros.
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Martirologio Romano: En Londres, en Inglaterra, beato Jaime Duckett, mártir, el cual, estando casado y siendo librero de oficio, por vender libros católicos fue denunciado y encerrado durante nueve años en la cárcel, y después, en tiempo de la reina Isabel I, fue finalmente ahorcado en Tyburn.
Nació en Gilfortrigs o Silfortriggs (Inglaterra) en el seno de una familia protestante, se convirtió al catolicismo y se estableció como librero en Londres, pero al dejar de asistir a los servicios religiosos anglicanos levantó sospechas y fue detenido, el dueño de la libreria hizo que lo dejaran libre pero luego lo despidió. Se ganó la vida como pudo y al cabo de tres años se casó con Ana Hart, viuda, que le dará un hijo, Juan, futuro prior de la cartuja de Nicuport, que escribiría la vida de su padre.
Ayudó cuanto pudo a los misioneros católicos y abrió una tienda de libros, donde distribuyó prensa católica; después de varios periodos de prisión (en total 9 años) por haber impreso y vendido libros católicos; fue denunciado por un católico renegado, Pedro Bullock, que pensaba que así se salvaría, pero también fue condenado a muerte. El jurado se rehusó al principio a condenarle por el testimonio de un solo testigo, pero el supremo magistrado, Popham, pidió al jurado que reflexionase sobre su veredicto. Bastó un breve receso para cambiar la sentencia; el jurado declaró al beato Jaime culpable de felonía y le condenó a muerte. La esposa del beato fue a visitarle a la prisión llorando sin consuelo. Jaime le dijo: «Si me hubiesen nombrado secretario o tesorero de la reina, no llorarías. Pues ahora que voy a estar cerca del trono del Rey de reyes no debe haber lágrimas. Desde arriba podré hacerte todavía más bien, con tal de que sigas sirviendo a Dios en la unidad de su Iglesia ...
Yo considero como un gran favor de Dios morir entre ladrones como mi Maestro y Señor». En el patíbulo le pidió a su mujer que perdonara al delator y luego se dirigió a éste y le dijo que le perdonaba y que muriese como católico, como así hizo. El beato perdonó de todo corazón a su delator, quien fue ejecutado junto con él, a pesar de su traición. Ambos fueron conducidos a Tybrun en el mismo carro. La esposa del beato le dio un poco de vino en Holborn Bars. Jaime repitió una vez más a Bullock que le perdonaba, le exhortó a morir en la Iglesia católica y le dio un beso cuando les echaron la cuerda al cuello. Fue ahorcado y descuartizado en Tyburn, Londres.
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San Mapálico y compañeros. M. 250.
Martirologio Romano: En África, san Mapálico, mártir, que durante la persecución bajo el emperador Decio, movido de piedad hacia su familia, pidió que se concediese la paz eclesiástica a su madre y a su hermana, que habían abjurado, y así, conducido ante el tribunal, fue coronado por el martirio. Con él perecieron muchos otros santos mártires, que confesaron igualmente a Cristo, a saber: Baso, en una cantera; Fortunio, en la cárcel; Pablo, en el tribunal; Fortunata, Victorino, Víctor, Heremio, Crédula, Hereda, Donato, Firme, Venusto, Frutos, Julia, Marcial y Aristón, muertos en la cárcel por hambre.
Mártir en Cartago, durante la persecución de Decio, en el "agón" o tormento, junto a otros compañeros que Cipriano nombra, y los asocia con su martirio: Baso, Fortunio, Pablo, Fortunata, Victorino, Víctor, Heremio, Crédula, Hereda, Donato, Firme, Venusto, Frutos, Julia, Marcial y Aristón.
En la Carta 8 Cipriano se detiene específicamente en la pasión del propio Mapalico, y de cómo el santo, a las puertas de la muerte, alentaba a los demás y en medio de los tormentos, movido por el Espíritu Santo, ofreció al procónsul que vería la respuesta del cielo al día siguiente. En la 22 cuenta el episodio de que Mapalico intercedió por su madre y hermana, tal como señala el elogio, pero la cuestión no es meramente anecdótica sino que se inscribe en el problema de los "lapsi", los que abjuraban de la fe frente al martirio, que era el problema candente en época de Cipriano. Precisamente el santo trataba de mostrar con el ejemplo de Mapalico, que una cosa era pedir por piedad en favor de su madre y hermana, y otra era renegar de la fe y pretender pedir para sí mismo.
San Expedito (Elpidio). s. IV.
Martirologio Romano: En Melitene, en Armenia, san Expedito, coronado mártir en este día.
Su nombre aparece el 18 de abril, como san Elpidio y mártir en Melitene. Era el jefe de la Legión Fulminante; su vida es una leyenda fabulosa. Pío XI eliminó su nombre del santoral en 1905 y ordenó, sin éxito, que se retirasen su imagen de las iglesias. Se le venera como abogado de las causas urgentes y actualmente ha sido elegido como patrono de los internautas.
¿Por qué en este caso esa gran extensión del culto no permite fundamentar la inscripción en el santoral? Por una razón: esa extensión del culto, aunque amplia, no es, sin embargo, demasiado antigua. No va mucho mas allá de la época moderna. La noción católica de «traditio» («tradición», pero con resonancias teológicas muy propias), aunque no se refiere sólo al pasado, implica siempre una vinculación permanente, ininterrumpida y rastreable con el pasado.
A pesar de que el santo tiene altares dedicados en iglesias católicas y muchas páginas devocionales en internet, no se debería fomentar la extensión de su culto.
Santa Marta de Persia. M. 341.
Martirologio Romano: En Persia, santa Marta, virgen y mártir, que en tiempo del rey Sapor II, al siguiente día de la muerte de su padre, Pusicio, sufrió el martirio en la Solemnidad de la Resurrección del Señor.
San Jorge de Antioquía. M. 814/18.
Martirologio Romano: En Antioquía, de Pisida, san Jorge, obispo, que murió en el destierro por defender el culto de las santas imágenes.
Fue un monje que fue obispo de Antioquía en Pisidia; fue uno de los padres del II Concilio de Nicea (787) contra los iconoclastas. Fue desterrado por el emperador León V el Armenio. Murió en el exilio.
San Geroldo. M. 978.
Martirologio Romano: En Friesen, en los Alpes de Baviera, san Geroldo, eremita, del que se cuenta que llevó una vida de penitencia en la región de Vorarlberg.
Miembro de la familia de los condes de Sajonia; legó sus tierras a la abadía de Einsiedeln donde eran monjes sus hijos Cuno y san Ulrico; él se retiró a Mitternach, donde vivió como ermitaño bajo la obediencia del abad de Einsiedeln.
San Vernier. M. 1287.
Joven cristiano, hijo de un viticultor, recogido por un judío, mártir a los 14 años, por divergencias entre las dos comunidades. Se dice que fue asesinado en Oberwesel, atado en una columna cabeza abajo, para luego abrirle las venas y dejar que se desangrara como un pollo. Este ritual, verdadero o falso, desencadenó sangrientas represalias contra las comunidades judías en el valle del Rin.
Conrado Milani de Ascoli. Beato. (1234-1289).
Se llamaba Conrado Milani y había nacido en Ascoli, en el seno de la familia Milani. Desde muy joven fue un gran amigo de Girolamo Massi, futuro Nicolás IV. Se ignoran datos de su niñez y juventud. Cursó estudios en su ciudad natal y en el sacro convento de Asís y en Perusa, donde obtuvo el doctorado. Fue maestro en las escuelas franciscanas de Roma y misionero en el continente africano, donde recorrió los territorios de Libia y Cirenaica (región del norte de África, sobre la costa del Mediterráneo, entre Egipto y el desierto de Libia).
De regreso a su país, por órdenes del sumo pontífice, acompañó a Girolamo Massi en la misión de impedir una guerra de Francia contra España. Al regresar de esta tarea, a Girolamo se le consagró cardenal en 1278; dos años después, Conrado se trabajó como maestro de Teología en la Universidad de Paris. Al ser elegido Massi como el pontífice Nicolás IV, llamó a su antiguo amigo Conrado para que fuese su consejero. Su ejemplar vida religiosa y admirables virtudes propiciaron su inminente elevación al rango de cardenal, ante lo cual -por modestia- se dirigió a su tierra natal, donde la población lo recibió con grandes muestras de afecto y reverencia, dada su fama de santidad. La vida activísima, los honores y otros encargos, no cambiaron su vida privada. Obediente siempre. Después de un mes enfermó gravemente y predijo el momento de su muerte.
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